Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Dos no discuten si uno… no está

«Yo no he sido, lo juro, ya estoy harto de que me eches siempre la culpa de todo», «Ya me ha vuelto a robar ropa, lleva mis pantalones nuevos», «Esos calzoncillos sucios no son míos», «Ha sido él el que no ha levantado la tapa del váter», «Yo ya he recogido mi parte, el resto es suyo». Llevo un par de días sin escuchar frases como éstas, muy habituales en mi casa a diario. Y aún no me lo creo.

Desde que mi hijo pequeño se fue de viaje el mayor no tiene con quien discutir, lo que ya es un gran alivio. Pero lo mejor es que no tiene excusas para escaquearse de sus obligaciones domésticas ni para justificar que él no ha hecho lo que es evidente que ha hecho.

Además, él todavía no ha terminado sus exámenes. Le queda uno, y dice que es la asignatura más dura. Así que, entre las horas que pasa estudiando y sus silencios en momentos en los que no pararía de discutir con su hermano, en casa reina una paz y un silencio de los que hace tiempo no disfrutaba.

Secretos y mentiras en familia


Al entrar en el cuarto, el hombre empezó a desnudarla. La joven se resistió fuertemente, dando «patadas al procesado que finalmente la sujetó para penetrarla vaginalmente con la intención de satisfacer sus deseos sexuales».

Al llegar la madre, el procesado le contó lo sucedido y ésta aconsejó a su hija que «no contara nada» de lo que había pasado porque era «un secreto familiar». Le advirtió de que si decía algo le culparían de haber provocado al padre. La chica se quedó embarazada de su padrastro, por lo que la madre le obligó a abortar.

Este brutal relato es solo una parte de lo que un hombre de 47 años ha sido capaz de hacer -en colaboración con su mujer- con la hija de ella, de 13 años. Los dos hijos de ambos, de 11 y 9 años, también se llevaron algún premio en esta macabra lotería: les pegaban habitualmente con un cinturón (él) o con el cable de la plancha (ella).

¿Puede haber algo más terrible que lo que ha vivido esta adolescente?

Mi hijo pequeño leyó ayer la noticia conmigo. Y lo que más le indignó no fue la violación, sino la petición de silencio de la madre. Yo no sabría decir cuál de los dos actuó peor. Lo que hizo él se define por sí solo, una violación es algo horripilante y repulsivo, y la actitud de la madre me parece, además de inexplicable, repugnante y monstruosa. ¿Y tú qué opinas?

Al fin sola… ¡Qué paz!

Todavía no me lo puedo creer. Estoy sola en casa por primera vez en muchos meses, en un silencio casi absoluto. No hay tele, ni radio, ni sonido en el ordenador. Es una noche libre de ruidos, de peleas adolescentes por quién recoge la mesa, de temazos bakalas y de pruebas de Supervivientes en la tele. ¡Qué paz!

-¿Puedo dormir en casa de M, que nos ha invitado a todos? Anda, di que sí, que mañana no hay clase, me ha pedido el pequeño a media tarde.

-¿Cómo que no hay clase?, he respondido sorprendida.

-Como que no, ya empezamos las vacaciones

Las vacaciones. Claro, ya están aquí sus días libres de Semana Santa, quién tuviera los de un estudiante. A mi, en mitad de una día complicado de trabajo, se me había olvidado totalmente.

Le he dejado quedarse en casa de su amigo y he seguido a lo mío. No había pasado ni un cuarto de hora cuando ha llamado el mayor para decir que salía a cenar con su padre y que dormiría con él.

Mis hijos no me habían dejado sola ni un solo día, ni una sola noche, desde hace meses. Y creo que me hacía mucha falta este pequeño descanso. Además, mañana no hay que despertar a nadie para que vaya a clase. ¡Voy a dormir como un bebé!

Día de resaca

He abierto los ojos pasadas las tres de la tarde. Todo estaba en silencio. El tráfico, tan ruidoso a diario, era apenas un rumor. No se oían tampoco las habituales voces de gente por la calle.

En el sofá-cama del salón seguía dormitando mi hermana. Su novio, algo más madrugador que nosotras, había salido ya a dar un paseo. Y mi hijo pequeño, el rey del sueño, estaba profundamente dormido. Tanto, que ha seguido en la cama hasta media tarde. El mayor dormía en casa de su padre, y también se ha levantado por la tarde.

Anoche no bebí mucho, pero los excesos gastronómicos también dejan resaca. Todavía siento la barriga hinchada y no quiero ni oir hablar de langostinos, polvorones ni turrones, ni del estupendo tiramisú que tomamos de postre. No he sido capaz de hacer nada en toda la tarde más que tragarme dos películas seguidas en la tele y poner una lavadora.

Acabo de cenar una ensalada, y creo que es lo único que podré comer mañana. Debe ser cosa de la edad, porque mis hijos acaban de ponerse ciegos de pizza, están como una rosa después de su gran noche de fiesta y siguen haciendo visitas a la cocina, que si un poco de jamón, que si otro poco de queso…