Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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¡Por fin han vuelto a clase!

Han tenido que hacer un gran esfuerzo para madrugar después de tantos días de vacaciones. Y yo para conseguir sacarles de la cama. ¡Por fin mis hijos han vuelto a clase!

Creo que nunca lo había deseado tanto. Estas vacaciones han batido su récord de horas de sueño. Yo, que soy dormilona, no puedo entender cómo el pequeño ha llegado a pasar casi tres días seguidos durmiendo, por mucho que pasara la noche en vela en Nochevieja. Después de la gran fiesta, durmió durante todo el día 1, el día 2 seguía dormitando un rato en la cama y otro en el sofá, y el día 3 insistía en que todavía tenía sueño.

Su gran obsesión es ir al revés que todo el mundo. Cuando tocaba dormir ellos empezaban a ver una película o a echar una partida de cualquier videojuego, cuando yo me levantaba para ir trabajar ellos estaban casi en el primer sueño. Y a la hora de comer seguían en la cama. Así que al llegar la noche seguían sin sueño.

He intentado corregir esos horarios pero no he tenido ningún éxito. Tratar de controlarles en casa mientras estás trabajando es bastante complicado, la verdad. Y ellos aprovechaban las horas en las que yo estaba fuera para seguir en la cama, comer poco y mal, y pasar horas muertas ante una pantalla.

Después de levantarse esta mañana a las ocho creo que por fin vamos a poder dormir todos tranquilos esta noche. Aún no me lo creo.

¿Qué se puede hacer un día sin clase?

Un día sin clase puedes dormir todo lo que te da la gana. Si tus padres están trabajando y no hay nadie que te obligue a salir de la cama puede darte la hora de comer, o incluso puede hacerse algo más tarde sin que te des ni cuenta.

Entre que te desperezas, pasas por la ducha y desayunas ya se han hecho las cuatro o las cinco de la tarde. Para esa hora ya te habrá llamado algún colega. ¿Y la comida? ¿alguien tiene hambre cuando acaba de desayunar? Una partida de PRO antes de salir de casa o una al mus con los de clase, y luego una vuelta por los alrededores del instituto a ver si encuentras al resto de la pandilla para vaguear por ahí el resto de la tarde.

Si hay tiempo y dinero, un cine, «que para eso estás de vacaciones». Y si no, inviertes lo poco que te queda en una hamburguesa o un kebab con los que todavía no se hayan ido para casa.

Si llaman tus padres para reclamarte en casa a la hora de la cena, le dices que todavía estás por ahí y que te dejen estar un rato más, que para eso estás de vacaciones. Total, mañana no tienes que madrugar. No madrugas mañana, ni pasado ni hasta después de Reyes.

Cuando llegas a casa, lo más tarde que puedes, te metes en el ordenador a relacionarte con los que no has visto o a comentar la jugada con los que acabas de dejar. Eso si no te da por pasar más de una hora colgado al teléfono con esa chica que te gusta tanto o ver una peli en cinetube hasta las tantas de la mañana. Para entonces tu madre lleva un rato dormida, aburrida de decirte que te vayas a dormir.

Las vacaciones acaban de empezar. Te quedan por delante unos cuantos días para vivir como las marmotas de día y disfrutar de la tarde-noche. ¡Para eso estás de vacaciones!

Unos días sin hijos

Acabo de volver de un viaje con mis amigos. Primero pasé unos días libres con mis hijos pero éstas han sido mis verdaderas vacaciones, unos días para ocuparme sólo de mi misma, sin temazos ni discusiones adolescentes de por medio.

El mayor, que está estudiando como un loco para recuperar lo que no aprobó durante el curso, se quedó con su padre. El pequeño pasó esos días con mi hermana, que ha superado el trago con buen humor.

Les he echado de menos, no voy a decir que no, pero ha sido una gozada disfrutar de tiempo libre sin estar continuamente pendiente de ellos, de que salgan de la cama antes de la hora de comer, que pasen por la ducha a diario o vuelvan a casa a la hora fijada. Y creo que me hacía mucha falta.

La primera sorpresa de la vuelta llegó con su intención de ir a buscarme al aeropuerto -no tenían fiebre, debió ser la psicosis tras el accidente de Barajas-. La emoción del reencuentro, los besos y abrazos y el consabido ¿qué me has traído? dieron paso a un transitorio periodo de calma: el mayor volvió a sus libros y el pequeño al ordenador para chatear con los amigos.

Parecía reinar la paz pero no habían pasado ni diez minutos cuando el pequeño me enseñó un vídeo de YouTube con «el mejor temazo de la historia». A todo volumen, como a él le gusta. Su hermano no estuvo de acuerdo con la elección y entonces comenzó una verdadera batalla por coger el teclado antes que el otro para poner un temazo tras otro. Una verdadera tortura. Hogar, dulce hogar.

PD: El cuadro de arriba es Hotel Room, de Edward Hopper.

Al fin sola… ¡Qué paz!

Todavía no me lo puedo creer. Estoy sola en casa por primera vez en muchos meses, en un silencio casi absoluto. No hay tele, ni radio, ni sonido en el ordenador. Es una noche libre de ruidos, de peleas adolescentes por quién recoge la mesa, de temazos bakalas y de pruebas de Supervivientes en la tele. ¡Qué paz!

-¿Puedo dormir en casa de M, que nos ha invitado a todos? Anda, di que sí, que mañana no hay clase, me ha pedido el pequeño a media tarde.

-¿Cómo que no hay clase?, he respondido sorprendida.

-Como que no, ya empezamos las vacaciones

Las vacaciones. Claro, ya están aquí sus días libres de Semana Santa, quién tuviera los de un estudiante. A mi, en mitad de una día complicado de trabajo, se me había olvidado totalmente.

Le he dejado quedarse en casa de su amigo y he seguido a lo mío. No había pasado ni un cuarto de hora cuando ha llamado el mayor para decir que salía a cenar con su padre y que dormiría con él.

Mis hijos no me habían dejado sola ni un solo día, ni una sola noche, desde hace meses. Y creo que me hacía mucha falta este pequeño descanso. Además, mañana no hay que despertar a nadie para que vaya a clase. ¡Voy a dormir como un bebé!

El mejor videojuego de la historia

Unos días de vacaciones dan mucho de sí. Hay tiempo para ver a la familia, dormir todas las horas que uno quiere, olvidarse del reloj y, sobre todo, hacer cosas diferentes a las habituales. Bueno, eso es lo que intento hacer yo pero he visto que mis hijos son capaces de renunciar a casi cualquier cosa por pasar un rato con su videojuego favorito. Es decir, más y más de lo que hacen habitualmente en casa.

En su maleta puede faltar un pijama o un cepillo de dientes, eso les da igual, ni siquiera piensan en ello, pero jamás se olvidan de incluir sus videojuegos favoritos.

El último en llegar a sus manos ha sido Call of Duty 4: «Es la polla, el mejor juego que he visto, y te puedes conectar con otros por Internet para jugar. Deberías probarlo».

Hace tan solo una semana, el mejor juego de la historia era para ellos Assassin’s Creed, que recrea varias ciudades medievales -«con unos gráficos impresionantes», aseguran- por las que el protagonista trepa y salta como un gato en busca de sus víctimas.

Lo curioso es que sólo un par de semanas antes, si no me falla la memoria, decían que lo mejor de toda la historia de los videojuegos era la última versión del Pro Evolution Soccer, que parece tan fiel a la realidad como una retransmisión del partido del domingo y que sigue ocupando el número 1 en la lista de usuarios de 20minutos.es.

Antes de eso tuvieron muchos favoritos: desde sus primeros Pokemon hasta Colonize, Counter Strike o Zelda (con el que más horas han pasado, en sus distintas versiones).

Sus preferencias son tan cambiantes como el mercado de videojuegos. El último casi siempre es el mejor, da igual que sea de fútbol, de baloncesto o de estrategias de combate. Así que volveremos a tener nuevo mejor juego de la historia en breve, me temo.

Yo con papá, tu con mamá

Ya están aquí las vacaciones navideñas y, como cada año, toca pasar unos días con papá y otros con mamá. Es ley de vida entre los hijos de padres separados. Lo habitual hasta ahora era que los dos hermanos pasasen unos días con su padre y después otros conmigo, o al contrario (desde el principio de las vacaciones escolares hasta el día 31, y desde Nochevieja hasta Reyes).

Era una buena forma de organizarse, yo trataba de encajar mis días libres en el periódico para viajar con mis hijos y pasar la Navidad con el resto de la familia. Y los días que yo trabajaba, ellos pasaban el resto de las vacaciones con su padre.

Pero han crecido, hacen otros planes para los días navideños, les llaman más las fiestas con los amigos que el turrón con la familia -para qué nos vamos a engañar- y cada vez es más complicado encajar los planes de ambos. Resultado: este año pasaré la Nochebuena y el día de Navidad con uno de mis hijos mientras el otro se queda con su padre; y en Nochevieja el que ha estado conmigo se irá con él y viceversa.

¿Cómo organizas tus vacaciones? ¿también te toca repartirte en varias casas o ciudades? ¿o eres de los que no celebran la navidad?