Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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¿Sales hoy? No te drogues

No lo digo yo, lo dice la Cruz Roja en su nueva campaña para reducir el consumo de drogas entre los adolescentes, en la que ofrece a los chavales alternativas de ocio para pasárselo bien sin necesidad de ingerir ninguna sustancia adictiva.

La campaña ofrece información a los más jóvenes sobre qué son las drogas, qué efectos producen, qué consecuencias negativas pueden tener, cómo prevenir su consumo…

Lo mejor de la campaña es que no se presenta, como suele ser habitual en estos casos, con folletos -a los que los chavales no prestan ninguna atención- ni con anuncios televisivos. Qué va, se hace acudiendo directamente a las zonas de ocio más frecuentadas para hacer botellón o ir de bar en bar. Y se prolonga desde las ocho de la tarde hasta las dos de la madrugada.

La organización ofrece una dirección confidencial de correo electrónico, nolodudes@cruzroja.es, para resolver dudas relacionadas con el consumo de drogas y con algunas conductas de riesgo que pueden asociarse a ellas, como el sexo inseguro o la conducción imprudente.

La campaña se está desarrollando en Madrid -el próximo fin de semana la cita será en la zona de Moncloa- pero que tal vez debería repetirse en otras ciudades. ¿Qué opinas sobre ella? ¿crees que será más efectiva que el reparto de folletos?

¿Me dejas tener una planta de maría?

Esta pregunta me la hace mi hijo pequeño casi todas las semanas. Él la formula y yo respondo con un lacónico «No». Pero no se cansa, parece que hay algo en la palabra «no» que no entiende: «Y si es pequeña?, eso no es delito, hay mucha gente que la tiene», «Quedaría genial en el balcón, tiene unas hojas chulísimas», «¿Tendré que esperar hasta los 18 para poder tenerla? o «Un colega me va a traer unas semillas, ¿eso si me dejarás, no?».

No tiene fin. Aprovecha cualquier noticia en un telediario o en los periódicos para insistir sobre el tema. Y se pone pesadísimo. Es una de esas cosas con las que le gusta ponerme a prueba e insistir hasta el límite.

Alguna vez ha llegado a darme casi una clase magistral sobre los efectos terapéuticos del cannabis y aprovecha cualquier dato para llevarlo a su terreno, incluso cuando se publican datos preocupantes sobre el consumo de drogas entre los adolescentes.

Anoche mismo volvió a la carga con la última noticia que ha visto sobre el tema. Y eso que se trataba de una detención: «Pero yo te pido una planta y este tío cultivaba 250, que algunos no tienen límite». ¿Lo tendrá él algún día?

¿Proyecto Adolescente?

De piedra me he quedado al leer que el número de familias que han acudido a Proyecto Hombre para pedir un tratamiento de desintoxicación para sus hijos adolescentes ha crecido un 37% en un año. ¿Deberíamos empezar a llamar a esta asociación Proyecto Adolescente?

Es una realidad incuestionable que los jóvenes cada vez consumen más drogas, que empiezan a probarlas antes y que muchos terminan enganchándose a ellas. De poco parece servirle a las nuevas generaciones la cantidad de información que tienen sobre los terribles efectos que causaron a los que ya no son tan jóvenes, y los que siguen causando.

Ya sé que nadie escarmienta en cabeza ajena, pero con los adolescentes es todavía más fácil que ese viejo dicho se haga realidad. Están en la edad de probar un montón de cosas, aunque todos, o casi todos, saben lo que se juegan con las drogas. Se conocen la teoría a la perfección, pero en la práctica… se las encuentran hasta en los huevos kinder y muchos, demasiados, terminan picando.

No sé qué les pasa por la cabeza al resto de padres y madres, pero yo no puedo dejar de alarmarme cada vez que leo una noticia parecida.

¿Tranquilizantes a su alcance?

Me he quedado de piedra al leer la información de 20minutos sobre el elevado número de adolescentes enganchados a los tranquilizantes. Lo que más me sorprende no es la cifra de chavales que toman barbitúricos y benzodiacepinas, que ya es suficientemente escandalosa. Lo que a mi me escandaliza de verdad es lo que cuenta el catedrático de Pedagogía Valentín Martínez-Otero: «Están al alcance de los adolescentes, en todos los botiquines familiares los hay». ¿Barbitúricos en todos los botiquines? ¿y al alcance de cualquiera? Si eso es realmente así, habrá que concluir que los adultos somos unos absolutos irresponsables. Creo que es tan peligroso como dejar una botella de lejía donde pueda cogerla un bebé, aunque lo primero ni nos paremos a pensarlo y para lo segundo salten automáticamente todas las alarmas.

En mi casa no hay un solo tranquilizante, no lo ha habido nunca. Y si los hubiera estoy segura de que no se me ocurriría dejarlos al alcance de mis hijos ni mucho menos tomarlos en su presencia -copian casi todo lo que nos ven hacer, queramos o no-. Sería tan absurdo como emborracharse delante de ellos y luego reprocharles que hagan botellón.

Nunca me había planteado la posibilidad de que mi botiquín pudiera convertirse en el camello más barato y mejor surtido que pudiera encontrar un adolescente pero, a partir de ahora, lo vigilaré tan de cerca como el armario en el que guardo las bebidas alcohólicas.

¿En tu casa hay tranquilizantes al alcance de algún niño o adolescente?

Optimistas y atrevidos


¿Es que los adolescentes se consideran inmortales o invulnerables, inmunes a los peligros que los adultos ven tan claramente? ¿O no aprecian los riesgos involucrados y necesitan repetidos recordatorios de los peligros inherentes en actividades como conducir a demasiada velocidad, conducir borracho, tener relaciones sexuales sin protección, experimentar con drogas, beber en exceso, saltar a aguas desconocidas, lo que sea?

Estudios científicos han demostrado que los adolescentes están muy conscientes de su vulnerabilidad y realmente sobrestiman su riesgo de sufrir efectos negativos de actividades como beber y las relaciones sexuales sin protección.

El texto pertenece a un artículo del New York Times sobre los riesgos que asumen los adolescentes y cómo evitarlos, que puedes leer aquí completo.

Los expertos citados en el artículo concluyen, entre otras cosas, que los adolescentes sopesan racionalmente los beneficios y los riesgos de sus actos pero tienden a dar mucho más peso a los primeros que a los segundos cuando toman decisiones. La balanza se inclina para ellos del lado del optimismo -no de la irracionalidad de la que con tanta frecuencia se les acusa-.

Un adolescente es inquieto e inquietante por naturaleza, se atreve con cosas que pueden parecer disparatadas y está en edad de probarlo casi todo. No tengo ninguna duda de que para ellos los beneficios casi siempre superan a los riesgos a la hora de tomar una decisión. Pero no creo que eso sea sólo cosa de la edad: a mi también me ocurre a menudo. ¿A ti no?