Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Deportes y crucigrama, lo primero que lee en los periódicos

«¿Me has traído el Marca?», dice mi hijo a modo de saludo cuando me oye llegar. «Sí, lo he traído. Y también El País, ¿lo quieres?», respondo sabiendo que no va a hacer ni caso a otro periódico que no sea deportivo.

A mi hijo pequeño de El País sólo le interesa el crucigrama, así que en cuanto llego viene a por su periódico deportivo y a arrancar el trozo de página que contiene el crucigrama. Durante la primera media hora sólo se le oye hablar de futbolistas y entrenadores: que si uno ha dicho esto, que si otro ha negado aquello. Si hay algo relacionado con el Sevilla o su querido Atleti además de contármelo me canta el himno de ambos equipos.

Después empieza con su retahíla de preguntas sobre el crucigrama: ¿Letra sinuosa?», «Están en Cádiz, de dos letras…», «¿Cadmio?…

Nunca leo la prensa deportiva y hace tiempo que dejé de hacer crucigramas, pero me estoy poniendo al día en ambas materias. ¿Y tú? ¿qué es lo primero que lees en los periódicos? ¿también empezaste por los deportes y el crucigrama?

Unos cuantos blogs de adolescentes

He estado curioseando entre los blogs que se presentan a los Premios 20 blogs. Entre los más de 4.500 blogs inscritos he encontrado unos pocos escritos por adolescentes y ninguno sobre ellos escrito por adultos.

Algunos me han parecido caóticos, como el propio mundo adolescente; los hay individuales y colectivos, con faltas de ortografía, con mucho afán de protagonismo… y con tan poco como el de EMarts o Las crónicas de un adolescente, que llevan más de un mes sin actualizar.

Uno de los que más me ha gustado es el de Juanki. Tiene 14 años y se define como un «mocoso con las hormonas revueltas y un frikazo de los que dan miedito», aunque a mi no me lo parece. Escribe muy bien -conozco a pocos que lo hagan así a su edad- y habla sobre todo de sus experiencias en clase, de lo que odia y lo que le gusta, con tan poco pudor que es capaz de mostrar en un vídeo cómo evoluciona semanalmente su tratamiento antiacné con Clearasil.

Entre los participantes hay también un adolescente novelista, Juan Ángel, de 15 años, que ha ido contando el proceso de creación, edición y corrección de El templo de los Nenúfares, una obra creada bajo licencia Creative Commons que él define como «la novela de fantasía libre». Ha trabajado en ella durante tres años y estará lista para su descarga gratuita a partir del 29 de noviembre.

Otro blog interesante, con formato de cuaderno escolar, es el de Marcos, un estudiante de 2º de Bachillerato y monitor deportivo de 17 años, que habla de lo que pasa en su instituto, de sus amigos, de sus juergas de botellón o de sus exámenes. Habla bastante de fútbol y de otros deportes, y también cuenta cómo se siente, quién le decepciona o qué frases le gustan.

El 17 de noviembre, se sabrá quienes han sido los ganadores de los Premios 20Blogs.

¿Has visto alguno de estos blogs? ¿qué opinas de ellos?

Potter les ha durado tres días

Mis hijos no parecían tener muchas ganas de leer el último libro de Harry Potter. Ya expliqué aquí hace algo más de un mes que estaba segura de que acabarían leyéndolo. Como han demostrado tantas veces, donde decían «digo» han terminado diciendo «diego».

Así que ya han leído el libro, y lo han hecho a la velocidad del rayo. La última aventura del mago les ha durado solamente tres días. Se lo regalaron el viernes y no lo han soltado desde entonces. Cuando uno se cansaba de leer, o se dormía, lo cogía el otro.

Además de devorar páginas como locos también se han peleado sin parar por el preciado tesoro.

-Mamá, dile que me lo deje. ¡Él lo tiene desde ayer!

-Si, pero el sábado no me dejó ni acercarme. Él se leyó más de doscientas páginas y yo ni una.

-Eso es mentira, lo cogiste cuando me fui a la calle y luego lo dejaste porque empezaba el partido.

-¿Así que yo no puedo coger el libro y tú si te puedes poner mis vaqueros? Que no te los vuelva a ver puestos. Mamáaa, ¡dile algo!

Más que dos adolescentes parecían dos niños pequeños peleándose por un juguete nuevo. El que iba más adelantado en la lectura no dejaba de picar al otro: «Ya verás cuando sepas qué pasa con la capa invisible…» o «Ya sé los verdaderos motivos de la muerte de Dumbledore, ¡vas a flipar!». Han flipado los dos hasta el último capítulo, y yo al verles disfrutar tanto con un libro, algo que no ocurría desde… la anterior entrega de Potter.

Ojalá cogieran con la misma ilusión las lecturas obligadas de clase. Pero me temo que Tormento, el libro de Galdós que tiene el pequeño aún sin tocar en la mesa de estudio, no le va a emocionar tanto.

Llega el último Harry Potter

Esta tarde ha llamado la abuela: ¿Sabéis que el jueves sale el último libro de Potter, no? Os lo regalo yo, como siempre. Ya he pedido que me lo reserven.

El anuncio, todo un ritual familiar desde hace casi diez años, ha sido recibido con un «Vaaaaale, abuela». Qué lejos quedan esos momentos en que contaban los días para la salida del siguiente libro, o esperaban con ansia el estreno de las primeras películas de la saga.

Entonces Potter no era más que un niño, igual que ellos. El bendito niño-mago les despertó unas ganas de leer que no habían tenido hasta entonces y se metieron de lleno en la harrypottermanía . A falta de nuevo libro recibían con agrado El diccionario del mago o cualquier otro oportunista invento editorial que se aproximara al protagonista.

Siete entregas dan para mucho, sobre todo cuando entre una y otra han transcurrido, en alguna ocasión, casi tres años. Han leído y releído los seis primeros volúmenes, y eso que un par de ellos superan las 600 páginas y otro casi llega a las 900. Y ahora que llega a España el último es la primera vez que no tienen ganas de leerlo. ¿Será la edad? ¿la proximidad de los exámenes que les hace huir de los libros como de la peste? ¿o simplemente que ya se saben parte del argumento por los amigos que lo han leído en inglés? Ya os contaré cuando lo lean, porque estoy segura de que lo harán.

A vueltas con el lenguaje

Un videojuego pretende conseguir que los jóvenes amplíen su vocabulario. Ojalá lo consiga, el de los chavales y el de los adultos, que a ninguno nos viene mal. Me parece bien la idea de crear juegos educativos para los jóvenes, al estilo del archiconocido Brain Training para entrenar el cerebro de los más creciditos, pero tengo mis dudas de que se vaya a convertir en un éxito de ventas.

También tengo algunas dudas sobre esa idea tan generalizada de que los jóvenes se comunican con poco más que cuatro palabras. Es cierto que cuando un adolescente se encierra en sí mismo es dificil arrancarle algo más que monosílabos, o como mucho un «quita» o «déjame», y que repiten algunos términos hasta la saciedad: «¡qué fuerte!», «mazo», «tronco» (o simplemente «tron»), «pelas», «ok», «piba»… Pero no debería sorprendernos: ha ido pasando, con otros términos, generación tras generación.

Creo que los adolescentes actuales, al menos los que yo tengo a mi alrededor, son capaces de entender, y manejar, muchos más términos de los que utilizabamos sus padres a esa edad. Y no sólo en castellano, también en inglés gracias, entre otras cosas, a la tecnología que invade sus vidas. Aún así, surgen a menudo voces que les tildan en masa de incultos y les dibujan a través de estereotipos, como el del Neng de Castefa. Haberlos haylos, pero no son la mayoría ¿o sí?

Un libro para no olvidar

Leí hace poco El niño con el pijama de rayas, del irlandés John Boyne. Con este libro me pasaba lo mismo que a Regina ExLibris, yo también me resistía a leerlo. La primera vez que lo tuve entre manos lo descarté por su aspecto, entre cuento y libro de autoayuda del tipo ¿Quién se ha llevado mi queso? Supongo que su diseño está perfectamente estudiado para simular lo que no es.

No quiero desvelar la trama para los que todavía no lo hayais leído -la editorial tampoco lo hace en la contraportada del libro, como es habitual, para que el lector vaya descubriendo lo que ocurre al mismo tiempo que el protagonista-, así que sólo voy a decir que la historia empieza cuando Bruno, un niño alemán de 9 años, se muda con su familia a una nueva casa.

La novela, que se lee de un tirón, me pareció una buena forma de contar unos hechos históricos atroces. Pensé que mis hijos tenían que leerlo y se lo pasé. Uno ya lo ha terminado, y el otro está en ello.

Lo que más les gusta a ellos es precisamente que un episodio tan trágico, que han estudiado en clase de historia y sobre el que han visto algunas películas, esté contado a través de los ingenuos ojos de un niño. Libros para no olvidar como éste, como El diario de Ana Frank, o como las películas La vida es bella o la más reciente Las trece rosas deberían ser materia de estudio en clase de historia junto a los libros de texto. Igual que nos hemos acostumbrado a que lo sea el Quijote, La Celestina o las Rimas de Bécquer en Literatura, o más recientemente El mundo de Sofía en las clases de Filosofía.