Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Reyes de rebajas

«¿Hace años que no pasaba esto, no? yo no lo recuerdo», dice mi hijo mientras vamos de camino a un par de tiendas de ropa que le gustan. Se refiere a las rebajas antes de Reyes. «Yo tampoco lo recuerdo», le digo, «creo que no había ocurrido nunca». Así que allí estamos los tres -mi otro hijo tampoco ha querido perderse la visita- de paseo dominical en busca de esas prendas que ya tenían localizadas.

No encontramos todas las tiendas en rebajas, y las que ya las han comenzado están hasta arriba de gente. Aún así, la visita merece la pena, no tardan en encontrar algunas de las cosas que buscaban a muy buen precio.

Cada uno se lleva tres prendas -una cazadora con un descuento del 50% y el resto con rebajas del 30-35%-. Cuando estamos llegando a casa todavía se acuerdan de algunas otras cosas que querían tener: un cinturón carísimo que seguía al mismo precio que tenía antes de las rebajas, un jersey del que ya no quedaba su talla…

Pero no sólo piensan en ropa, qué va, la mayoría de sus peticiones son de otro tipo: videojuegos, un nuevo móvil con mp3 y pantalla táctil, una pantalla plana para el ordenador o, en su defecto, un portátil…

Por pedir, ellos piden la luna. Y nada de eso está de rebajas. Está claro que la crisis ha afectado mucho más al sector textil que al tecnológico y eso se va a notar en los regalos del día 6.

Remando pibas

«¿Que si ligo? yo voy remando pibas por la calle», «¿A que soy tu hijo más guapo?», «Mamá, has visto qué bien me queda esta chupa, estoy que lo parto». Son algunas de las frases que le escuché ayer a mi hijo pequeño mientras le compraba ropa.

No estábamos solos, nos acompañaba una amiga suya y una prima algo mayor que él, y supongo que al encontrarse entre ellas, que no dejaban de decirle lo bien que le sentaba esto y aquello, le dio por ponerse en ese plan, parecía que tenía el ego por las nubes.

Cualquier excusa era buena para soltar una nueva fantasmada. En cuanto la dependienta que nos atendía se dio la vuelta para preguntarle al encargado si podía quitarle el jersey a un maniquí él empezó a decir que «la tenía rota» y que estaba seguro de que iba a conseguir ese jersey. Así que, en cuanto ella volvió con la respuesta afirmativa, él comenzó a hacer gestos alardeando de su presunta habilidad.

Ya he contado alguna vez que con público se crece. Y, claro, en presencia de dos chicas que le reían las gracias estaba imparable. Ya sé que estas fantasmadas son propias de la edad, y que a veces me hacen gracia, pero otras me agota.

Camisetas guapas y baratas

«Me he comprado unas camisetas guapísimas, ya verás. Y un chándal y dos sudaderas chulísimas». Fue lo primero que me dijo mi hijo cuando fui a buscarle a la estación. Volvía de pasar unos días en Galicia, con los padres de un amigo.

Después de contarme un montón de cosas del viaje -poca playa y mucha juerga- retomó el tema de las compras. Al parecer, encontraron una tienda de deportes en la que vendían cosas de sus marcas favoritas a precios de ganga y no se pudo resistir. «¿Y has comprado todo eso con el dinero que te di? No puede ser», dije sorprendida.

Pero sí pudo ser. Casi todo el dinero que llevaba se lo gastó en ropa: y no sólo había para él, en la maleta también traía una camiseta para su hermano y unas chanclas para mi. Toda una sorpresa ¿Tanto nos habrá echado de menos?

Las camisetas de la foto son de Shirtcity.