Torrés, Torrés, Fernando Torres Liverpool’s number nine, ná ná, ná ná….
Este estribillo resuena en mi cabeza desde hace días. Da igual que esté concentrada ante el ordenador, en la ducha o en una terracita tomando unas cañas. Tampoco importa que de fondo suene otra cosa: la cancioncilla consigue hacerse un hueco en mis pensamientos, empiezo a tararearla mentalmente y no logro quitármela de encima. Una compañera me ha dicho que incluso muevo la cabeza a izquierda y derecha sin darme cuenta (y sin la música).
Mi hijo empezó a canturrearlo hace días, supongo que coincidiendo con la victoria de la selección y con el gol del niño Torres, uno de sus ídolos. Y se ha ido animando. Ahora no se conforma con cantarme la canción enterita varias veces al día sino que cada vez que me acerco a su cuarto pone el vídeo de Youtube a todo volumen con la versión rotulada del temazo futbolero en plan karaoke.
Parece que le ha sabido a poco la victoria en la Eurocopa, la juerga interminable de esa noche, las celebraciones de los días siguientes, los programas de radio y televisión (de deportes, de actualidad, de corazón…) con mil y un detalles de los jugadores de la selección, sus fichajes, sus novias… ¡Qué tortura!