Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Estudiar en voz alta, paseando y con música de fondo


_Es que a mí me gusta estudiar aquí.

_No digas tonterías, ¿cómo vas a estudiar en esa mesa tan pequeña y rodeado de trastos de cocina? Anda, vete a tu cuarto.

_Que sí, que yo me concentro. No te preocupes, mamá.

_Pues sí me preocupo. Además, no nos dejas hacer nada aquí a los demás. Es hora de preparar la cena.

Conversaciones como esta se repiten a menudo en mi casa. A mi hijos les ha dado por estudiar cada día en un sitio: en la mesa de la cocina, en la del salón o, incluso, en el cuarto de baño. Les da igual que esté la tele en marcha, que haya alguien cocinando o escuchando música. Aseguran que son capaces de concentrarse pase lo que pase a su alrededor.

Les he explicado mil veces que lo normal es sentarse siempre en la misma mesa, donde tienen a mano todo lo que necesitan, además de silencio y la tranquilidad de que nadie va a molestarles. Pero parece que así se aburren. No aguantan ni diez minutos en su mesa y salen buscando ruido y actividad para seguir estudiando.

Ya me había acostumbrado a escuchar a uno de ellos recitando sus temas en voz alta en cualquier lugar de la casa, pero lo último es hacerlo dando paseos, de un lado a otro del pasillo, del salón a la cocina y viceversa. Y cuando coinciden los dos y sus temazos favoritos de fondo la situación se convierte en un caos, dentro del cual aseguran poder concentrarse.

Lo más curioso de todo es que si les preguntas algo de lo que están estudiando se lo saben, y lo cierto es que cuando llegan los exámenes aprueban las asignaturas. Y, claro, así no hay quien rebata sus métodos de estudio.

De futbolista a médico o fisioterapeuta

-Y tú, ¿qué quieres ser de mayor? La pregunta iba dirigida a mi hijo pequeño.

-Ya soy mayor, pero aún no sé a qué me voy a dedicar, respondió él muy serio.

-Estoy harto de la dichosa preguntita. ¿No saben decir otra cosa? Cada año lo mismo…

Con el fin de curso llegan las notas y también la consabida pregunta de padres, profesores, vecinos, tíos, primos o parientes de cualquier grado. Cuando eran pequeños mis hijos solían decir que querían ser futbolistas. De hecho, uno de ellos lo ha seguido diciendo hasta hace poco.

Ahora que se ha hecho mayor, como él dice, creo que ya se ha convencido de que su futuro no va a estar en ningún gran club de fútbol. Así que, afortunadamente, se ha centrado en los estudios. Quiere estudiar una carrera de la rama sanitaria, pero todavía no tiene muy claro cuál será. En los últimos días no deja de decir que su elección podría ser medicina o fisioterapia.

Aún tiene tiempo para decidirse, le queda todo un curso por delante, además de la selectividad. Lo que ya tiene más que claro es que, si quiere hacer cualquiera de esas dos carreras, tiene que estudiar más que nunca para asegurarse una plaza. Las notas de corte del año pasado superaron en ambos casos el 7,5. Este año podrían ser todavía más altas, y probablemente subirán todavía un poco más el siguiente, que es cuando podría entrar él en la universidad.

Así que, si de mayor quiere ser médico o fisioterapeuta, le espera un año duro. Y unos cuantos más en la facultad.

Inteligentes y aburridos frente a vagos y sociables


El alumno de letras es sociable simpático y abierto, pero vago, incapaz, despreocupado e indeciso. El de ciencias es inteligente, serio y responsable, pero individualista, insociable, aburrido y materialista. Así opinan de sí mismos y de sus compañeros 36 alumnos madrileños de entre 14 y 18 años que fueron reunidos para hablar de la elección de estudios que han hecho o la que están a punto de hacer.

El texto pertenece a un reportaje que firmaba hoy J. A. Aunión en El País acerca de cómo los estereotipos -los vagos, a letras; los empollones, a ciencias– siguen condicionando a los alumnos de bachillerato a la hora de escoger sus estudios.

Y el sexo parece importar mucho todavía en la decisión: los chicos a tecnología; las chicas, a humanidades.

Algunos hablan de la «sutil influencia familiar» a la hora de escoger qué carrera van a estudiar: «Me di cuenta de que mis padres el periodismo lo veían como inferior a una ingeniería».

Pese a que la muestra utilizada para realizar esta investigación de la Uned es muy pequeña (sólo han opinado 36 estudiantes) los resultados no dejan de parecerme sorprendentes. Hay tópicos que calan mucho más hondo de lo que creemos. ¿Será que llevan toda la vida escuchando eso de nuestras bocas?

Cámaras antichuletas

Cámaras de seguridad en los bancos, en las tiendas, en la calle, en el trabajo, en el metro, en las puertas de los institutos, y ahora… también en las aulas. Todo para evitar que alguien tenga la tentación de copiar en un examen. La tecnología avanza a pasos tan largos que está logrando dejar atrás muchos de esos viejos métodos para copiar.

Los exámenes de fin de curso en colegios, institutos y facultades, además de la temida selectividad, tienen estos días a miles de estudiantes en vilo. Muchos de ellos se están jugando su futuro y nadie quiere perder su gran oportunidad de sacar la mejor nota posible, aunque sea copiando.

En el Reino Unido están pensando instalar cámaras de vigilancia para descubrir a los que copian y lectores de huellas digitales -para intentar evitar que alguien suplante la identidad de un alumno- en 65 centros educativos.

A ver quién es el listo que se atreve a dar un cambiazo, a sacar una chuleta de debajo de la mesa o a preguntarle algo al vecino de mesa ante el todopoderoso ojo de una microcámara instalada encima de la pizarra.

Ya están aquí los exámenes

El final de curso está a la vuelta de la esquina. Se acercan los exámenes y empiezan a cundir los nervios entre los estudiantes.

Mi hijo mayor se pone muy nervioso cuando está a punto de hacer un examen. Cree que no lo va a aprobar y no puede evitar ver la parte negativa, los temas que lleva más flojos o aquellos problemas que no le salen a la perfección, aunque luego los resultados suelen desmentir sus malos augurios.

El pequeño, que hasta ahora se tomaba los exámenes con bastante calma, ha empezado a seguir sus pasos ¿Será el miedo a suspender algo y quedarse sin viaje de fin de curso a Mallorca?

Así que estos son días de agobios, de dejar de hacer las cosas que hacen habitualmente para encerrarse a estudiar toda la tarde… De momento, ambos han renunciado a una celebración familiar por los exámenes. Y creo que no va a ser su única renuncia.

Aún así, no todo es responsabilidad: a veces dejan pasar la tarde perdiendo el tiempo con otras cosas -la tele, el ordenador, los amigos al teléfono…- y luego no les queda más remedio que estudiar durante gran parte de la noche, con la ayuda de un café con leche o una bebida enérgetica para aguantar sin dormirse.

Y tú, ¿a qué grupo perteneces?, ¿cómo te organizas para estudiar? ¿o cómo lo hacías cuando te tocaba examinarte?