Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Cuánto me quieren cuando no estoy

Si me alejo de ellos, aunque sólo sea un par de días, me llaman a menudo, me mandan mensajes cariñosos llenos de «tq» y «tqm»y parece que de verdad me quisieran más que nunca. Pero a los diez minutos de volver a casa, una vez que han visto si les he traído algo o no, todo eso pasa a la historia y ya no tienen tiempo para mi ni para que les cuente nada.

Esta vez ni siquiera les he visto. Han pasado el fin de semana con su padre y no vuelven a casa hasta mañana. Pero el proceso ha sido el mismo: cuando he llamado para decirles que ya estaba de vuelta han perdido todo el interés por verme que habían tenido hasta media tarde, cuando aún me echaban de menos.

Siempre ocurre lo mismo: vuelvo con ganas de verles, darles mil besos y abrazarles -lo mismo que se supone que quieren hacer ellos- pero llego a casa y se escapan rápidamente a hacer cualquier cosa. Uno dice que tiene que estudiar, o darse una ducha o hablar con un amigo de algo urgente mientras el otro se enfrasca en un videojuego o en la tele.

¿Y yo? Yo me convierto de repente en una pesada que intenta contarles un rollo sobre el viaje. Esas mismas cosas por lo que preguntaban con insistencia cuando no estaba a su lado y que han dejado de interesarles completamente.

Hoy la excusa para no verme ha sido el frío: «Es que se está tan bien en casa… ¿Nos vemos mañana mejor?». Pero si no hubiera hecho frío hubieran encontrado cualquier otra, estoy segura. Debe ser ley de vida, creo que ya no les toca mostrarse cariñosos hasta mi próxima escapada.

Unos días sin hijos

Acabo de volver de un viaje con mis amigos. Primero pasé unos días libres con mis hijos pero éstas han sido mis verdaderas vacaciones, unos días para ocuparme sólo de mi misma, sin temazos ni discusiones adolescentes de por medio.

El mayor, que está estudiando como un loco para recuperar lo que no aprobó durante el curso, se quedó con su padre. El pequeño pasó esos días con mi hermana, que ha superado el trago con buen humor.

Les he echado de menos, no voy a decir que no, pero ha sido una gozada disfrutar de tiempo libre sin estar continuamente pendiente de ellos, de que salgan de la cama antes de la hora de comer, que pasen por la ducha a diario o vuelvan a casa a la hora fijada. Y creo que me hacía mucha falta.

La primera sorpresa de la vuelta llegó con su intención de ir a buscarme al aeropuerto -no tenían fiebre, debió ser la psicosis tras el accidente de Barajas-. La emoción del reencuentro, los besos y abrazos y el consabido ¿qué me has traído? dieron paso a un transitorio periodo de calma: el mayor volvió a sus libros y el pequeño al ordenador para chatear con los amigos.

Parecía reinar la paz pero no habían pasado ni diez minutos cuando el pequeño me enseñó un vídeo de YouTube con «el mejor temazo de la historia». A todo volumen, como a él le gusta. Su hermano no estuvo de acuerdo con la elección y entonces comenzó una verdadera batalla por coger el teclado antes que el otro para poner un temazo tras otro. Una verdadera tortura. Hogar, dulce hogar.

PD: El cuadro de arriba es Hotel Room, de Edward Hopper.

Hogar, dulce hogar

¿Qué se puede hacer en un viaje de fin de curso en Mallorca? Ir a la playa, a bares, a discotecas, intentar ligar, volver a la playa de día o de noche… Cualquier cosa menos dormir. Desde que mi hijo ha vuelto de Mallorca casi no le he visto el pelo. Ayer se fue directo a la cama nada más aterrizar. Y durmió más de 14 horas.

Hoy ha estado unas horas despierto, pero ha vuelto a coger la cama con las mismas ganas que cuando llegó. Y ahora todavía se está desperezando, con el tiempo justo para ver la final de la Eurocopa.

Ha llegado bastante más moreno de lo que se fue, con el mismo pelo que llevaba -lo de raparse era, como yo imaginaba, una apuesta que depende de los resultados del partido de hoy- y asegura que se han cumplido sus expectativas y que, como esperaba, éste ha sido el mejor viaje de su vida.

Pero además de todo eso, también dice que ha echado mucho de menos su casa. Ha repetido varias veces que como en casa no se está en ningún sitio. Aunque creo que se refiere exclusivamente a su cama. Tengo la sensación de que la del hotel mallorquín la usó muy poco.

El mejor viaje de su vida

Mañana de nervios. Compras de última hora, la maleta a medio hacer. ¿Dónde está mi camiseta blanca de letras? no la encuentro. El bañador del año pasado desaparecido en combate, el pijama recién planchado que parece haber corrido la misma suerte… ¿Has cogido pasta de dientes? ¿y el cepillo? Si, mamá, está todo, no seas pesada.

Parecía imposible cerrar esa maleta. Cuando por fin estaba todo en orden, o eso creía yo, ha habido que volver a casa a por los billetes de avión. ¡Menos mal que íbamos con tiempo de sobra!

Su primer gran viaje sin padres, tíos o similares. Una vez terminadas las clases, y aprobadas todas las asignaturas, ha llegado el ansiado viaje de fin de curso a Mallorca. Ya conté aquí que Mallorca se había convertido casi en el único tema de conversación de mi hijo desde hace unos meses. Las discotecas de la ciudad, las playas, el ambientazo, las tías tan buenas que espera encontrar… Cualquier tema de conversación terminaba llevándole a Mallorca. Y por fin ha llegado el gran día.

Su gran sueño de todo el curso está a punto de llegar, ya ha salido con rumbo al mejor viaje de su vida, o eso es al menos lo que asegura él -y su hermano, que ya tuvo su viaje de fin de curso-. Espero que su deseo se haga realidad.