Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Camisetas guapas y baratas

«Me he comprado unas camisetas guapísimas, ya verás. Y un chándal y dos sudaderas chulísimas». Fue lo primero que me dijo mi hijo cuando fui a buscarle a la estación. Volvía de pasar unos días en Galicia, con los padres de un amigo.

Después de contarme un montón de cosas del viaje -poca playa y mucha juerga- retomó el tema de las compras. Al parecer, encontraron una tienda de deportes en la que vendían cosas de sus marcas favoritas a precios de ganga y no se pudo resistir. «¿Y has comprado todo eso con el dinero que te di? No puede ser», dije sorprendida.

Pero sí pudo ser. Casi todo el dinero que llevaba se lo gastó en ropa: y no sólo había para él, en la maleta también traía una camiseta para su hermano y unas chanclas para mi. Toda una sorpresa ¿Tanto nos habrá echado de menos?

Las camisetas de la foto son de Shirtcity.

Érase un adolescente a un chándal pegado

Ésta es la historia de un adolescente cualquiera. Empezó a usar chándal cuando era pequeño, su padre o su madre se lo ponían para que jugueteara cómodo en el parque, aunque de eso ya ni se acuerda. Más tarde, cuando creció, sólo usaba el chándal en las clases de gimnasia y cuando tenía un partido de fútbol o baloncesto con los amigos. La ropa que llevaba el resto del tiempo no le preocupaba demasiado, es más, le parecía ridícula la afición de las chicas por «esas tonterías».

Empezó a salir por las tardes, al cine, a fiestas en discotecas light, a tomar algo en un kebab, de botellón… Y entonces empezó a fijarse en la ropa, a querer vestir sólo con unas determinadas marcas (todas carísimas, por supuesto), a preocuparse por su corte de pelo y por todas «esas tonterías» que antes no entendía. Quería estar guapo a cualquier hora, le preocupaba tanto su aspecto que pasaba horas acicalándose en el cuarto de baño, hacía pases de modelos para saber si esto a aquello le quedaba bien, o si tendría éxito entre las chicas.

De repente, ese aspecto impecable dejó pasó al descuido y la comodidad del chándal. Chándal a todas horas, para los partidos y después de ellos, para ir al cine o a una hamburguesería, a clase o a una gran cita. Y cuanto más viejo y raído, mejor.

Foto de Eva Longoria