Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Potter les ha durado tres días

Mis hijos no parecían tener muchas ganas de leer el último libro de Harry Potter. Ya expliqué aquí hace algo más de un mes que estaba segura de que acabarían leyéndolo. Como han demostrado tantas veces, donde decían «digo» han terminado diciendo «diego».

Así que ya han leído el libro, y lo han hecho a la velocidad del rayo. La última aventura del mago les ha durado solamente tres días. Se lo regalaron el viernes y no lo han soltado desde entonces. Cuando uno se cansaba de leer, o se dormía, lo cogía el otro.

Además de devorar páginas como locos también se han peleado sin parar por el preciado tesoro.

-Mamá, dile que me lo deje. ¡Él lo tiene desde ayer!

-Si, pero el sábado no me dejó ni acercarme. Él se leyó más de doscientas páginas y yo ni una.

-Eso es mentira, lo cogiste cuando me fui a la calle y luego lo dejaste porque empezaba el partido.

-¿Así que yo no puedo coger el libro y tú si te puedes poner mis vaqueros? Que no te los vuelva a ver puestos. Mamáaa, ¡dile algo!

Más que dos adolescentes parecían dos niños pequeños peleándose por un juguete nuevo. El que iba más adelantado en la lectura no dejaba de picar al otro: «Ya verás cuando sepas qué pasa con la capa invisible…» o «Ya sé los verdaderos motivos de la muerte de Dumbledore, ¡vas a flipar!». Han flipado los dos hasta el último capítulo, y yo al verles disfrutar tanto con un libro, algo que no ocurría desde… la anterior entrega de Potter.

Ojalá cogieran con la misma ilusión las lecturas obligadas de clase. Pero me temo que Tormento, el libro de Galdós que tiene el pequeño aún sin tocar en la mesa de estudio, no le va a emocionar tanto.

Un libro para no olvidar

Leí hace poco El niño con el pijama de rayas, del irlandés John Boyne. Con este libro me pasaba lo mismo que a Regina ExLibris, yo también me resistía a leerlo. La primera vez que lo tuve entre manos lo descarté por su aspecto, entre cuento y libro de autoayuda del tipo ¿Quién se ha llevado mi queso? Supongo que su diseño está perfectamente estudiado para simular lo que no es.

No quiero desvelar la trama para los que todavía no lo hayais leído -la editorial tampoco lo hace en la contraportada del libro, como es habitual, para que el lector vaya descubriendo lo que ocurre al mismo tiempo que el protagonista-, así que sólo voy a decir que la historia empieza cuando Bruno, un niño alemán de 9 años, se muda con su familia a una nueva casa.

La novela, que se lee de un tirón, me pareció una buena forma de contar unos hechos históricos atroces. Pensé que mis hijos tenían que leerlo y se lo pasé. Uno ya lo ha terminado, y el otro está en ello.

Lo que más les gusta a ellos es precisamente que un episodio tan trágico, que han estudiado en clase de historia y sobre el que han visto algunas películas, esté contado a través de los ingenuos ojos de un niño. Libros para no olvidar como éste, como El diario de Ana Frank, o como las películas La vida es bella o la más reciente Las trece rosas deberían ser materia de estudio en clase de historia junto a los libros de texto. Igual que nos hemos acostumbrado a que lo sea el Quijote, La Celestina o las Rimas de Bécquer en Literatura, o más recientemente El mundo de Sofía en las clases de Filosofía.