Llevo más de 20 años enamorado de los árboles singulares. He recorrido decenas de miles de kilómetros por toda España buscándolos a ellos y a sus historias. Los he glosado en tres libros y numerosos artículos, siempre con un escrupuloso sentido conservacionista que me obligaba a ocultar los más débiles o delicados. Durante todo este tiempo me preocupó su abandono, su muerte anónima.
Por suerte para todos, poco a poco estos árboles excepcionales, los seres vivos más viejos del Planeta, son cada vez más admirados. Convertidos en reclamo turístico, desgraciadamente su interés botánico, cultural y ahora también económico no se ha traducido en una protección a ultranza de tan sensibles ejemplares. Todos vamos a verlos, a tocarlos, a abrazarlos, pero muy pocos de estos árboles cuentan con mecanismos reales de control, gestión y uso, con medios materiales, humanos, técnicos y económicos específicos que les mitiguen el paso de los años y la presión de los turistas, de nosotros mismos.
El verano es sin duda el mejor momento para visitar a estos fabulosos abuelos vegetales. Sin embargo, este legítimo interés pone en grave peligro a corto plazo a unos seres y ecosistemas de incalculable valor que han llegado hasta nosotros por encontrarse en lugares inaccesibles o poco conocidos. Olvidados durante siglos, corren ahora el riesgo de morir de éxito.
Ante la proliferación de malas prácticas alrededor de los más desconocidos, un grupo de expertos (Emilio Blanco, Bernabé Moya, José Moya, José Plumed, Ignacio Abella) y asociaciones comprometidas con el estudio, la gestión y conservación de estos árboles y arboledas monumentales ha elaborado un decálogo ético que sirva de guía para evitar la pérdida o menoscabo de este importante patrimonio.
Os lo reproduzco íntegro a continuación, pues es importante que lo conozcamos todos los amantes de la Naturaleza:
1.Todo árbol o bosque monumental que ha sobrepasado cierta edad, por la simple protección del olvido, el desconocimiento, la inaccesibilidad o el respeto, debería tener una consideración legal, pero antes de nada, ética, que sirviera para garantizar de forma efectiva su protección.
2.La divulgación y publicación de la localización de árboles y bosques monumentales silvestres, puede hacerlos vulnerables y los deja indefensos frente a visitas mas o menos masivas y planes irresponsables de desarrollo turístico que “venden” este nuevo producto sin preocuparse de analizar convenientemente el estado del patrimonio y de su entorno y el grado de afectación al que se le somete. Se recomienda especialmente no publicitar localizaciones GPS, itinerarios o situaciones demasiado exactas.
3.Cuando, a efectos de la declaración bajo una figura de protección determinada, o por cualquier otro motivo se produzca la divulgación de la situación exacta de estos árboles, deberán establecerse previamente las condiciones oportunas y si no ha sido así, convendría acentuar de forma inmediata la vigilancia y restringir -si fuera necesario- el número de visitas al ejemplar y su entorno como forma de minimizar en lo posible los efectos que pudiera acarrear el aumento de la presión.
4. En ningún caso empresas privadas con fines comerciales u organizaciones de cualquier tipo, deberían publicitar y “vender” este patrimonio al margen de una estricta regulación que sería imprescindible para conservar este legado. Tampoco deberían favorecerse ni anunciarse las visitas en grupo.
5.Pese a la apariencia de seres invulnerables e irreductibles que puedan tener estos árboles y bosques, pueden resultar extraordinariamente frágiles y sensibles a los cambios repentinos en su entorno, a las agresiones a su sistema radicular e incluso a las visitas que de pronto trepan, pisan constantemente las raíces del cuello, y causan daños graves por descortezamiento, apelmazamiento del terreno, actos vandálicos…
6.Es importante, si se asume la responsabilidad de acercarse a conocer estos árboles o bosques, hacerlo con personas de confianza y en número reducido.
7.En cualquier caso, las visitas a estos lugares deberían hacerse caminando y evitando el acercamiento en vehículos motorizados que distorsionan el entorno y banalizan la propia percepción del valor de estos árboles y ecosistemas.
8.La construcción y adecuación de senderos o pistas de acceso, incluso bajo el lema del “ecoturismo”, puede acarrear a corto o medio plazo, la pérdida o deterioro del patrimonio que se pretende explotar y altera drásticamente la estética y el equilibrio del ecosistema.
9.Debería prohibirse expresamente la recolección de material vegetal y cualquier cosa u objeto del árbol y del entorno, incluida tierra, madera caída o la materia orgánica del interior de los troncos en descomposición. Es de difícil justificación la perforación de estos árboles con barrena “pressler”, usadas para determinar la edad del árbol. Asimismo es una irresponsabilidad y falta de la más básica educación, el marcar la corteza o ensuciar el entorno.
10.La regla de oro en todo caso ha de ser no dejar huella. Estos lugares y sus inmediaciones, idealmente, tendrían que encontrarse libres de señales, marcas o carteles que desvirtúan el paisaje y resultan de dudoso gusto.