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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Descubren un viejo tejo anterior a las pirámides de Egipto

Tejo milenario

Este tejo de la iglesia de St Cynog’s, Sennybridge, tiene 5 milenios [WALES NEWS SERVICE]

Imagínate un viejo árbol. Un venerable tejo (Taxus baccata) plantado en un cementerio en lugar de los habituales cipreses (Cupressus sempervirens). Siempre verde, símbolo de eternidad, de nuestra lucha imposible por trascender, contra el polvo eres y en polvo te has de convertir. Rodeado de lápidas, de muerte, de sueños y esperanzas rotas. “Como te veo, yo me vi. Como me ves, tú te verás”, rezaban antes las entradas de los camposantos. Terrible.

Todavía quedan en el norte de España algunos de estos venerables tejos de cementerio, especialmente en Asturias. En realidad los hay por todo el arco atlántico, desde Irlanda y el Reino Unido hasta Normandía.

Dicen los expertos que son reminiscencias de viejas tradiciones de origen celta, cultura que consideraba a los tejos árboles sagrados, unión espiritual entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Algunos, los ejemplares más viejos, podrían incluso haber sido plantados por estos primitivos europeos como parte fundamental de cultos olvidados. ¿Tejos vivos con más de 2.000 años? Parece imposible. Pero no lo es.

En Gales, en la parroquia de San Cynog, en el condado de Powys, los expertos acaban de confirmar la extraordinaria edad de uno de estos abuelos vegetales. Los estudios de ADN no ofrecen dudas. El colosal ejemplar es anterior al cristianismo. Incluso a los celtas. Y hasta a los egipcios y sus pirámides. Gigante pausado, tiene nada menos que 5.000 años. Nació tres milenios antes que Jesucristo y sigue tan tranquilo, creciendo a un ritmo de eternidad. Increíble.

Tras conocer estos datos, la iglesia de Gales ha lanzado una campaña para proteger éste y otros árboles milenarios vecinos a sus templos.

Me dan envidia. En España también tenemos viejos, viejísimos tejos, pero no los cuidamos ni los protegemos. Los cortamos. Total ¿qué son 5.000 años frente a la insoportable levedad del hormigón?

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Escribe a los tejos milenarios y le responden

RECOMENDACIÓN ESPECIAL PARA EL DÍA DEL LIBRO

Ignacio Abella es carpintero y ama los árboles. ¿Un contrasentido? En absoluto. Es además un sabio naturalista y un escritor como la copa de un pino, aunque seguramente a él le gustaría más serlo como la copa de un tejo, su especie vegetal más admirada.

Ignacio acaba de publicar un libro maravilloso, La memoria del bosque (RBA-Integral), el último de una fantástica trilogía iniciada con La magia de los árboles y seguida con La magia de las plantas. Presentado como las «crónicas de la vieja selva europea», habla con todo detalle de cultos, culturas, mitos, leyendas y tradiciones surgidas a la sombra de los árboles.

Todo el libro rezuma sensibilidad y mucha información. Pero especialmente me ha sorprendido lo más anecdótico de su trabajo. Entre otras diversas formas de recabar información, ha enviado numerosos cuestionarios a los santuarios de los más antiguos tejos de Normandía y Bretaña, en el oeste francés. Los dirigió a M. / Mme. If (Señor / Señora Tejo), seguido del nombre del pueblo y el código postal.

Sorprendentemente, muchos le han respondido, de la mano de sus alcaldes, oficinas de Turismo o párrocos.

«No en vano, en todos sus siglos sospechamos que nadie antes había escrito a estos viejos»,

reconoce el propio Abella.

El resultado obtenido con esta encuesta es asombroso. Nos ha permitido descubrir un numeroso grupo de venerables árboles milenarios, considerados sagrados desde antes de la romanización, que siguen vivos, llenos de leyendas y, lo más importante, siguen recibiendo el cariño y la atención de sus vecinos de dos patas.

Ésta es mi especial recomendación para hoy, Día del Libro. Y que me perdonen los catalanes, pero en lugar de un libro y una flor muerta, les invito a regalar una flor viva. O mejor aún, un retoño de árbol autóctono. A fin de cuentas, el papel está hecho de su médula y gracias a ella nuestras ideas se han conservado indemnes durante siglos. Como nuestros árboles, quienes con toda seguridad nos sobrevivirán a nosotros. A pesar de nosotros mismos.

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Tejo milenario conocido como «El Abuelo» de Rascafría. Uno de los seres vivos más viejos de la Tierra, depositario de La memoria del bosque. La especie-pasión de Ignacio Abella, en la imagen superior asendiendo este verano hacia la increíble tejera del Sueve, en Asturias.

Y bajo estas líneas, un viejísimo tejo normando convertido en capilla católica, manteniendo de esta manera su ancestral carácter sagrado.