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Tamara Falcó perdona a Onieva: ¿Acierta al volver con su ex? La psicología responde

Tras descubrir la infidelidad (públicamente) de Íñigo Onieva, Tamara Falcó fue tajante al negar una posible reconciliación, sin embargo parece que meses después ha decidido perdonar la traición y retomar su relación sentimental.

Tamara Falcó e Íñigo Onieva posan en su viaje a Finlandia. (EUROPA PRESS)

Pero, ¿se trata de una decisión adecuada? ¿Puede funcionar volver con tu ex? ¿Es una opción emocionalmente sana?

El Dr. John Gottman destaca en sus libros sobre el amor y el desamor que el 69% de los problemas en una relación no tienen solución. Empezamos bien.

¿Por qué? Pues porque suelen relacionarse con factores estables de cada uno, como por ejemplo, los rasgos de personalidad, pequeñas (o grandes) cositas de la forma de ser del otro que te acaban irritando en el día a día, o problemas con la gestión de la economía familiar o con la crianza de los hijos. Y nada de esto cambiará.

Sin embargo, dar el paso para iniciar una separación cuesta mucho. Transitar por el desamor es una de las etapas más duras con las que tenemos que lidiar a lo largo de nuestra vida.

Una ruptura sentimental desencadena emociones y reacciones similares a las de un duelo, por esto es tan difícil rendirnos al ‘adiós’ definitivo.

El estudio de las relaciones intermitentes es relativamente nuevo, pero parece que sí que hay un consenso en determinar que alrededor del 30-50 % de los adultos jóvenes han experimentado al menos una ruptura y posterior reconciliación con su pareja actual.

Entre los más mayores, esta situación se da en más de un tercio de los convivientes y en una quinta parte de los matrimonios.

Desafortunadamente, los resultados de las investigaciones en este sentido no son muy halagüeñas, ya que los datos predominantes determinan que las parejas inmersas en relaciones cíclicas corren un mayor riesgo de sufrir problemas presentes y futuros en la relación.

Y en comparación con las relaciones estables (relaciones que se han mantenido continuamente), el ciclo intermitente de relaciones se asocia con un menor compromiso y satisfacción, una comunicación más deficiente, una mayor incertidumbre y niveles más altos de abuso verbal y posible violencia.

Perdonar es sano (por supuesto, se excluyen las separaciones con abuso y violencia mediante) pero hay muchos condicionantes que pueden teñir una reconciliación real.

Uno de los problemas que surgen es pensar que al volver con tu ex todo volverá a ser igual y esto es muy difícil de conseguir. Los acontecimientos importantes (y según el deterioro) marcarán siempre un ‘antes y un después’ que hay que asumir y gestionar para que aunque la relación de segundas sea buena, siempre será diferente.

Se debe pensar mucho el porqué quieres volver con tu ex y realizarte algunas preguntas importantes: ¿estás enamorado/a del él/ella o del recuerdo de lo que eráis, de las emociones que te enganchan, del sexo, de lo que crees que es pero nunca fue?

Hay que identificar si lo que realmente sientes es amor, le echas de menos, o sientes que no tienes el valor para dejarlo, o quizás hayas desarrollado demasiada dependencia o a lo mejor te mueve el miedo, miedo a la soledad, al fracaso, a la incertidumbre, a salir de tu zona de confort, a perder la que crees que es tu ‘última oportunidad’ para crear una familia.

Sobre esta cuestión, es muy interesante el estudio del prestigioso Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana, que publicó que una de cada cinco personas se comunicaron con sus exparejas mientras estaban confinadas en la pandemia por Covid-19.

Justo en las circunstancias nombradas (soledad, miedo, incertidumbre) la acción de escribir a nuestro ex será más para calmar nuestra ansiedad que por convicción.

En resumen, volver con un ex no es un acierto o un error de por sí, en segundas oportunidades puede reavivarse la conexión y la ilusión, puede funcionar, pero hay que analizar muy bien las causas, establecer límites y nuevas condiciones consensuadas y ser realistas con las decisiones y motivaciones para ello.

Como dato esperanzador parece que la vuelta de Jennifer López con Ben Affleck diecisiete años después de su ruptura sí es un buen ejemplo de que algunas segundas partes sí que son buenas.

Pero cada pareja es un mundo…

¡¿Os imagináis una reconciliación entre Shakira y Piqué?! 🤣

La relación de nuestro físico con la felicidad

La apariencia importa, nuestro físico nos condiciona y esto es una realidad social innegable. Nuestro aspecto interviene como variable importante en la búsqueda de trabajo, en el salario, en un proceso de negociación, al hablar en público o en las relaciones íntimas/pareja.

Fotografía CCO

Fotografía CCO

Existen miles de estudios que indican el impacto de las primeras impresiones a través del físico y el efecto halo que conlleva en diversas situaciones sociales. Pero también el auto-concepto físico influye en nuestra percepción sobre nuestro estado anímico y salud mental.

Por ejemplo, una investigación conectó directamente la autoimagen con la autoestima. Los autores de Chapman University estudiaron los factores psicológicos  relacionados con la satisfacción de la propia apariencia y el peso corporal de una muestra estadounidense.

Y una de las principales conclusiones del estudio es que: el modo en el que valoramos la propia apariencia guarda una relación muy estrecha con la satisfacción ante la propia trayectoria vital, con nuestra felicidad.

Sin una diferencia significativa de género. Puede que creamos que las mujeres sufrimos más por nuestro aspecto, pero parece que al menos en la sociedad occidental es una preocupación generalizada en la población, tanto masculina como femenina.

«Los resultados de este estudio muestran que las personas que manifiestan mayor insatisfacción con el propio peso muestran: niveles más bajos de autoestima e insatisfacción con la vida sexual, puntuaciones más altas en introversión, neuroticismo, ansiedad y miedo al rechazo social«.

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Hablar con extraños puede hacernos más felices e inteligentes

«El conocimiento real de lo que hay fuera del jardín de uno cura el miedo» Danielle Allen.

Esta profesora de la Universidad de Harvard añade que: «Al hablar con extraños, puedes vislumbrar la alucinante complejidad de la especie humana y la infinita variedad de experiencias por las que atraviesan otras personas».

Licencia Creative Commons

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Y es que desde pequeños aprendemos a que no debemos hablar ni confiar en extraños; por supuesto, tener cierta cautela tiene mucho sentido. Sin embargo, los estudios nos dicen que conversar con personas desconocidas puede hacernos más sabios y felices, incluso en interacciones pasajeras.

¿Cuántas oportunidades sociales o laborales perdemos simplemente por tener miedo a lo desconocido?

En un libro llamado:  El poder de los extraños: los beneficios de conectarse en un mundo sospechoso, el autor Joe Keohane ha recopilado la opinión y estudios sobre expertos en la materia de diferentes ámbitos, psicólogos, antropólogos, filósofos, politólogos, arqueólogos…

Y sus conclusiones son claras: «Perdemos mucho al tener miedo a lo que no conocemos. Hablar con extraños, en las condiciones adecuadas, es bueno para nosotros, para nuestro pequeño entorno, para nuestro mundo. Nos aporta, nos enseña cosas, nos ayuda a ser más profundos, nos convierte en mejores ciudadanos, en mejores pensadores.

Es una buena manera de vivir. Pero es más que eso. En un mundo que cambia tan rápidamente, infinitamente complejo y furiosamente polarizado, es una forma de sobrevivir«.

Durante más de 6000 años, los humanos han vivido en organizaciones sociales caracterizadas por una sobreabundancia de extraños. Pero solo recientemente los psicólogos comenzaron a estudiar lo que sucede cuando hablamos con todos estos desconocidos sin rostro que nos rodean todos los días.

Por ejemplo, en el año 2013, las psicólogas Gillian Sandstrom, de la Universidad de Sussex en el Reino Unido y Elizabeth Dunn de la Universidad de Columbia Británica, publicaron el resultado de un experimento en el que hicieron que 30 adultos sonrieran y hablaran por primera vez con su camarero en una cafetería de Toronto.

De entrada observaron que la gente es notablemente reticente a hablar con extraños, aunque resultó que ese escepticismo parece injustificado. Los participantes del estudio que interactuaron al pedir su café informaron sentir un mayor sentido de pertenencia y un mejor estado de ánimo que aquellos que no hablaron con el trabajador desconocido.

Los científicos Nicholas Epley y Juliana Schroeder de la Universidad de Chicago pidieron a los viajeros que hablaran con extraños en el transporte público, en los taxis y en las salas de espera.

Comprensiblemente, la mayoría de los participantes predijeron que estas interacciones irían mal. Recelosos de violar una norma social, les preocupaba que el extraño se ofendiera por la intrusión y los rechazaran. Sin embargo, descubrieron que los extraños eran sorprendentemente receptivos, curiosos y agradables.

Desde entonces, esta investigación se ha replicado en otros países involucrando a una diversidad de participantes y, en ocasiones, otras variables, pero los hallazgos de estos estudios han sido notablemente consistentes:

Casi todos tememos hablar con extraños, pero cuando lo hacemos, nos sentimos bien. Más felices, menos solos, más optimistas , más empáticos y con un sentido más fuerte de pertenencia a una comunidad.

¿Aparcamos el móvil y lo intentamos? 🙂

 

*Fuentes:

Sandstrom, Gillian & Dunn, Elizabeth. (2014). Is Efficiency Overrated?. Social Psychological and Personality Science. 5. 437-442. 10.1177/1948550613502990.

Epley, N. y Schroeder, J. (2014). Buscando erróneamente la soledad. Revista de Psicología Experimental: General, 143 (5), 1980–1999. https://doi.org/10.1037/a0037323

https://www.bbc.com/future/article/20221026-why-talking-to-strangers-can-make-us-happier

 

¿Cómo diferenciar la envidia de los celos?

Siempre decimos por aquí que no hay emociones ni buenas ni malas por sí mismas, todas son útiles, todas nos están diciendo algo, de todas aprendemos más de nosotros mismos.

Los celos no perdonan a nadie, ni a la primera dama de EEUU y no suelen pasar desapercibidos. Foto AFP

Los celos no perdonan a nadie, ni a la ex-primera dama de EEUU Michelle Obama y, además, no suelen pasar nada desapercibidos. Foto AFP

Pero, ¿qué tienen de positivo emociones como los celos o la envidia? Pues sí, también pueden ser sentimientos sanos si aprendemos a identificarlas y gestionarlas adecuadamente.

La principal y más importante diferencia entre celos y envidia es que: mientras que la envidia nace ante algo que se desea pero nunca se ha tenido o poseído, los celos se centran en la emoción del miedo ante la perdida de algo que ya se posee y se quiere conservar (Psicología y Mente).

La envidia es una emoción que genera un malestar más o menos intenso ante una situación concreta de la vida de otra persona (logros, pertenencias, relaciones…). A pesar de ello, esta amarga inquietud puede ayudarnos a descubrir cuáles son nuestras prioridades, nuestros deseos, carencias o motivaciones.

Esto no es malo, este sentimiento puede guiarnos hacia la toma de decisiones, mostrarnos diferentes caminos y objetivos o elevar nuestras aspiraciones, nos puede enseñar a no conformarnos y es capaz de movilizarnos para mejorar o simplemente cambiar y actuar.

¿Crees que tú no eres envidioso/a? ¡Imposible! Si eres humano, sientes envidia y celos de forma irremediable, otra cosa es cómo gestionemos esa sensación. Puede generarte una motivación sana, pero también rabia y frustración que pueden proyectarse en el otro y criticar o incluso dañar a los demás.

En ese caso, la envidia ya no es sana porque nos lleva a intentar que lo del otro no sea tan bueno como nos parece. Se convierte en una actitud tóxica y destructiva para nosotros mismos y para los demás.

Los celos se suelen enmarcar en el ámbito de la pareja, aunque en menor medida también se puede sentir con amistades, hijos, padres o hermanos, ya que la preocupación y angustia surge ante el temor de perder, en manos de otra persona, una relación que consideramos como propia y que nos resulta muy valiosa.

Con esta emoción es interesante explorar qué tipo de relación mantenemos con quien creemos que vamos a perder, cuáles son los detonantes de estas sensaciones, nuestro historial afectivo, cuestionarnos el concepto de posesión y pertenencia con las relaciones personales, también habría que analizar posibles inseguridades o sentimientos de inferioridad.

Pero, ¿son los celos una expresión de amor?, ¿es normal sentirlos?, ¿cómo actuar? Pincha aquí para profundizar aun más en esta emoción.

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La comunicación no verbal de Isabel Pantoja durante el juicio

El juicio de Isabel Pantoja ha causado un revuelo mediático importante. Muchos son los que han criticado el caos que se organizó en su entrada de ayer a los juzgados, ya que la cantante se vio envuelta en una nube de periodistas y tuvo que ser escoltada por una sobrepasada Guardia Civil.

Esas imágenes de su llegada ya nos dan pista del gran impacto emocional que esta situación causará en Isabel Pantoja, asistir a un juicio ya es un estresor importante para cualquiera, pero si además sumamos esta trascendencia pública podemos adivinar que todo ello aumenta la tensión en el organismo de forma muy exponencial.

¿Qué podemos ver una vez dentro de la sala?

En la apariencia, es decir, el atuendo elegido de forma voluntaria, vemos un riguroso luto. Un negro absoluto, sin maquillaje ni adornos, representa su estado emocional y su actitud, ha escogido su atuendo imagen como si fuera a un entierro.

Y es impactante porque no estamos acostumbrados a verla así. Está verdaderamente desolada, porque podía haber elegido lo contrario, arreglarse mucho, con colores y bien arreglada para transmitir una imagen de poder, en un ‘aquí estoy yo’, ‘puedo con todo’ etc, pero no, realmente está abatida y su apariencia da buena cuenta de ello.

En su rostro, y a pesar de la mascarilla, se puede apreciar una profunda emoción de tristeza real.

¿Por qué digo real? Porque la activación muscular de la emoción de tristeza es muy difícil de simular, se puede, pero es complicado.

En su rostro vemos cómo se eleva la zona central de las cejas, que hace que queden dibujadas en la cara como un triángulo. Tal y como se aprecia en la fotografía. Ese movimiento solo es propio de la emoción de tristeza y es muy complicado de fingir.

¿Cuándo sentimos tristeza? Evidentemente ante una pérdida, pero también se experimenta cuando sentimos que hemos fracasado en algo importante para nosotros o cuando vivimos situaciones adversas.

Vemos también en su postura que se hace muy pequeñita, ocupa muy poco espacio con su cuerpo y permanece inmóvil, y esto indica tensión, miedo en una situación de indefensión, en la que el cuerpo se paraliza como mecanismo de defensa.

Se observa solo un movimiento y es cuando se rasca la frente, que puede que le picara, pero es típico que en estos situaciones ejecutemos estos gestos de nerviosismo y, en este caso, parece que lo que realmente quiere ya es taparse la cara y que no la graben más,

Después, niega repetidamente con la cabeza hacia el juez, aquí con más ímpetu, pidiendo auxilio ante la situación, en este momento más indignada muestra el desacuerdo con lo que está sintiendo ante la presencia de los medios.

Por último, son interesantes también sus gestos con las manos, vemos como se agarra con una mano su otra mano, es un gesto auto-manipulador y lo hacemos ante altos niveles de estrés.

Nuestro cerebro envía el mensaje de que necesitamos consuelo para bajar ese nivel de tensión y entonces nosotros mismos nos agarramos, nos acariciamos, nos sujetamos para darnos cierta calma a través de ese contacto.

 

Urdangarín en apuros, se acaba echando una mano al cuello

Iñaki Urdargarín y Juanma Castaño han protagonizado los casi 30 minutos que podría incluso considerar como los más tensos de la historia no verbal de la comunicación. Y ya veréis que no es exagerado.

Captura de pantalla del programa El Partidazo de la COPE

Captura de pantalla del programa El Partidazo de la COPE

El contexto, como siempre, es importante y es que tal y como el mismo Urdangarín manifiesta, entra en el programa pensando que va a hablar de deporte, sin embargo, Castaño va desviando hábilmente sus preguntas hacia el ámbito personal.

¿Y qué es lo interesante de esto? Normalmente las respuestas se preparan o se leen, lo vemos normalmente en los discursos políticos, y la comunicación no verbal no fluye de la misma manera en esa situación, al entrenarnos podemos controlar y gestionar más a voluntad nuestras reacciones verbales y no verbales.

En esta entrevista el lenguaje corporal es muy espontáneo y se expresa libremente ante preguntas inesperadas. Además, ya habíamos analizado previamente a Iñaki Urdargarín en el juicio por el caso Noos y podemos apreciar que es bastante expresivo en general.

Son muy llamativos los cambios corporales que podemos apreciar según el tema del que habla, nos va diciendo con su cuerpo cuándo se siente cómodo y cuándo no.

Al inicio, en las presentaciones e introducción, un sonriente y dispuesto Urdangarín se muestra visiblemente tranquilo, con sus abrazos apoyados en la mesa. Pues bien, en el mismo instante en el que entra la primera pregunta personal se transforma, mueve inmediatamente sus brazos para esconderlos literalmente debajo de la mesa.

Es muy curioso ver cómo su cuerpo se protege automáticamente, se encoge en el espacio, se hace pequeñito de repente.

Podemos apreciar también que se le seca la boca por el tipo de paladeo, que evidencia nuestro estado de vulnerabilidad; esto ocurre porque la producción de saliva se relaciona con el acto de la ingesta de alimentos, una acción que no es compatible con la conducta de huida ante una amenaza percibida.

Se reanuda la conversación sobre deporte y vuelve a expandir su postura y a posar los brazos encima de la mesa, de nuevo tranquilidad.

Tras un breve descanso, vuelven las preguntas personales y aquí el estrés se visibiliza en el tercio superior de su rostro, se ven las marcadas arrugas de su frente por la tensión muscular y elevación intensa de sus cejas.

Esta expresión se podría relacionar con cierto temor pero también con esfuerzo cognitivo, es decir, se concentra mucho en lo que está diciendo, le consume bastante energía tener que hablar de su situación personal.

Respecto al contenido verbal, es muy curioso también cómo se refiere al periodo de «privación de libertad«, un concepto refinado y de efecto más suave, evita así las palabras más impactantes como ‘cárcel’ o ‘prisión’.

De este modo, se distancia de ese momento de su vida. No quiere ni nombrarlo, no se permite utilizar las palabras que más resuenan. Más adelante también añade en este sentido: «Ya he pagado las cosas que han ocurrido«, una forma sutil de esquivar su responsabilidad y de llamar a las cosas por su nombre: no son cosas, son delitos, no han ocurrido de forma fortuita, según un juez, las hizo él a voluntad.

También es muy peculiar el gesto postural que realiza cuando le preguntan por su libertad condicional, inclina el cuerpo de tal forma que parece que vaya incluso a levantarse, ¡da la sensación de que quiere salir de ahí como sea!

Desde luego la peor pregunta para él, por su reacción más emocional, es la de: ¿Podemos hablar de tu paso por prisión? A Urdangarín esta le incomoda especialmente.

Se encoge de hombros, desvía la mirada, de nuevo paladea (boca seca) e incluso se aprecia cierta tristeza o afectación en ese justo momento. En su respuesta posterior se aprecian microexpresiones de asco (rechazo) cuando dice que prefiere no recordarla y mirar para adelante.

Le preguntan a continuación si fue (su paso por prisión) más duro de lo que pensaba y Urdangarín responde no verbalmente de forma bastante clara, y es que suspira lenta y profundamente y vuelve a paladear, además de cabecear contrariado.

Ante la pregunta por posibles secuelas psicológicas, el ex Duque de Palma vuelve a menguar notablemente su corporalidad, a esconder los brazos, a hacerse pequeñito… Casi que no le hace falta decir nada.

Continúa la entrevista con la cuestión del ‘linchamiento mediático‘ que ha padecido, y este es el único momento en el que acude a los gestos auto-manipuladores: se toca la cara, se rasca suavemente la barbilla y el cuello, se acaricia…

Se trata de gestos apaciguadores, solemos hacerlos cuando necesitamos auto-calmarnos y nuestro cerebro busca cierto consuelo en el contacto con nosotros mismos. Y de nuevo paladea.

Y se mantiene así varios minutos, de hecho, estos gestos acaban derivando en una postura estática bastante extraña ya que acaba literalmente agarrándose el cuello con una mano y así se queda. Además, a estas alturas ya se le aprecia visiblemente ruborizado y acalorado.

Tanto es así, que Juanma Castaño lo percibe y decide interrumpir la conversación para advertirle que le ve excesivamente incómodo. Urdangarín acaba confirmando verbalmente todo lo que su cuerpo ha estado gritando durante media hora:

«Bueno, es que esto es un programa deportivo y creo que llevamos ya un buen rato sin hablar de deporte». El periodista finaliza la entrevista argumentando: «Te noto tan incómodo que no quiero preguntarte más».

Y es que efectivamente era muy evidente la tensión a la que había estado sometido en buena parte del encuentro, creo que es el lenguaje corporal en apuros más claro que he visto en años.

Comunicación no verbal: Zelenski vs Putin

Las formas importan en el liderazgo. A través de la voz, apariencia, palabras y escenarios elegidos, gestos, actitudes, expresiones, etc, podemos transmitir emociones, intenciones, expectativas, estilos de personalidad…

Todo ello también comunica y todo ello también puede provocar influencia, empatía, admiración, o todo lo contrario. El caso de Putin y Zelenski es ejemplar precisamente para advertir estas diferencias radicalmente opuestas.

Ya analicé hace unos días al Putin como simio agresivo, desde una perspectiva etológica y en sus comparecencias para el mundo.

Pero además, en las relaciones con su propio equipo, lo que nos llega de Putin son intentos de humillación a sus ministros, se ríe de ellos con sonrisas maquiavélicas en el rostro bien definidas, les ridiculiza y disfruta haciéndolo, le interroga, infunde miedo a quien muestre una opinión diferente.

Recrea atmósferas frías, impone sus propios protocolos para los encuentros, se reúne con líderes de otros países en ambientes surrealistas, con mesas de 6 metros de largo de por medio.

La constantes proyecciones de poder, dominancia y superioridad de Putin contrastan la emocionalidad, cercanía y la actitud agradable de Zelenski, a pesar de todo.

En la batalla mediática e imagen mundial, gana por mucho un Zelenski que, como líder, pone en valor la inteligencia emocional e induce al respeto en lugar de miedo. Se muestra, al mundo y a los suyos, como uno más, lucha y resiste como uno más, no le importan las apariencias.

El estilo político de Putin es muy agresivo, tóxico, basado en el sometimiento, recuerda a dictadores pasados. Y tal y como apuntaba la periodista Patrycia Centeno: «Putin es un abusón, y este hecho realmente revela miedo, no poder». Gran apunte.

Putin vencerá o no en esta guerra, pero no convencerá jamás en la batalla mediática. Ya no hay vuelta atrás.

Captura de video / Wikimedia

Celos: ¿Una expresión de amor? ¿Es normal sentirlos? ¿Cómo actuar?

«¿Otra vez vas a quedar con él/ella?», «Eres solo mí@», «¿Quién te ha escrito? Déjame el móvil», «No puedo vivir sin ti», «No salgas de fiesta y quédate conmigo», «Te quiero tanto que no quiero compartirte con nadie», «Nadie va a quererte como yo»…

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Celos, posesión, victimismo, chantaje emocional, control, coacción… Palabras fuertes que se esconden detrás de esas frases, lamentablemente, muy cotidianas y aparentemente inofensivas entre las parejas.

Los celos no son una emoción única, sino que este sentimiento nace de la suma de varias emociones, como por ejemplo: el miedo, la ira, la vergüenza o la tristeza. Surgen ante la sospecha real o imaginada de una amenaza a una relación considerada valiosa.

Los celos no son una expresión de amor, nacen de la inseguridad, de la ansiedad, de un bajo auto-concepto, de posibles traumas pasados, o de la desconfianza.

Estos son estados contrarios al amor sano y no dependiente, que además nos conducen hacia conductas agresivas o poco asertivas con nuestra pareja (es uno de los factores más influyentes en las separaciones y en la violencia de las relaciones románticas).

Ahora bien, ¿es normal sentir celos? Sí, es totalmente natural reaccionar con recelo ante una amenaza para la continuidad de nuestra relación, el problema es cómo gestionamos esa emoción. La intensidad, la frecuencia y el modo de actuar ante ese estado de celos.

Rebuscar en la ropa a diario, registrar su móvil y mail, prohibirle salir o relacionarse con ciertas personas, sentirse humillado, ansioso, estresado, obsesionado, en definitiva, sufrir continuamente.

Son conductas absurdas que no llevan a evitar nada, sea real o no la infidelidad del otro. No debemos preocuparnos, tenemos que ocuparnos, hacer caso a lo que sentimos y buscar la mejor solución para todos.

Solo hay dos opciones para afrontar los celos de una forma adaptativa y saludable: analiza tus sentimientos y exprésaselos a tu pareja. Cuéntale lo que te ocurre, qué te hace daño, por qué te sientes así y cómo podéis arreglarlo.

Quizás pase demasiado tiempo con alguien que nos genera desconfianza y sus explicaciones sean suficientes para volver a confiar, quizás no sea consciente de tu sufrimiento y te de de nuevo a ti más tiempo y protagonismo, quizás vuestra relación no tenga pilares firmes sobre los que puedas sentir seguridad, quizás lo ves cambiado pero no es por lo que piensas y hay otros motivos…

Muchas situaciones tendrán fácil solución a través de una conversación asertiva y empática.

Otros casos más complejos pueden ser susceptibles de terapia de pareja, una figura mediadora siempre puede venir bien para reconducir la relación o para detectar los problemas reales tras este sentimiento.

Si aún con todo sigues sufriendo, no ves su compromiso, no puedes confiar en el otro, crees firmemente en su infidelidad, en que no te aporta lo que necesitas, no te sientes querido/a, respetado/a, etc, lo mejor es alejarte, tomándote un tiempo o valorando romper con esa relación.

Estas son las únicas dos salidas para tu bienestar y para afrontar de forma no tóxica los celos en una relación romántica o de amistad.

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El efecto Forer o por qué crees en el horóscopo

El interés por el horóscopo y la carta astral ha aumentado significativamente tras la pandemia.

Fotografía CCO

Así lo demuestran las estadísticas de búsqueda en Google, las compañías de investigación de mercados como Ibis World y las redes sociales, ya que algunas páginas relacionadas con este contenido han adquirido millones de seguidores.

El miedo es una de las emociones más poderosas y precisamente se alimenta de la incertidumbre, lo cuál despierta la atracción imparable por este tipo de contenidos astrológicos. Necesitamos aferrarnos a lo que sea para ganar seguridad y certeza sobre nuestro futuro.

Leer nuestro supuesto destino nos reconforta y esa sensación engancha, nuestro cerebro quiere más y necesita sentirse bien. Por supuesto, no hay evidencia científica sobre que la posición de los astros influya sobre nuestra personalidad y existencia pero la ambigüedad con la que están redactadas estas predicciones nos hace caer en sesgos, como el efecto Forer.

Este sesgo, o falacia de validación, nos hace creer en lo que deseamos creer.

En los años 50, el psicólogo Bertram R. Forer descubrió en sus investigaciones con el horóscopo que la gente tiende a aceptar descripciones personales vagas y repletas de generalizadores como excepcionalmente aplicables a ellos mismos, sin ser conscientes que esa misma descripción podría ser aplicable a cualquier persona.

Este efecto Forer explica que la trampa de caer en las pseudociencias como la quiromancia, adivinación, cartomancia, horóscopo, etc, se basa en la esperanza, la vanidad y en el deseo de control de los individuos. Tenemos la tendencia a aceptar afirmaciones cuestionables, dudosas y hasta falsas sobre nosotros mismos, si las valoramos como positivas o lo suficientemente halagadoras.

Es más fácil que las personalidades con alta intolerancia a la frustración y a la incertidumbre caigan en este sesgo, también los que tienen un pensamiento mágico (opuesto al pensamiento científico-analítico-racional) y alto locus de control externo.

Es decir, piensan que tienen poco poder sobre sus circunstancias, dejan sus decisiones en manos de la «suerte» y piensan que todo «ya está escrito», que pasa «lo que tiene que pasar».

También actúa el sesgo de confirmación, esto es, si me duele el estómago y el horóscopo me dice que observe mi estado de salud, me identifico automáticamente con esta afirmación de un modo visión de túnel, obviando el resto de información que quizás no es compatible conmigo.

Ser conscientes de estos sesgos es el primer paso para recurrir al horóscopo como un pasatiempo divertido más y no tomarlo como nuestra ‘salvación’. La clave está en el pensamiento lógico y trabajar en recursos de gestión interna de nuestros problemas, si no somos capaces de ello debemos buscar ayuda en un terapeuta y no en un médium.

 

 

El síndrome FOMO afecta ya a 2/3 de los usuarios de redes sociales

¿Y qué es esto del síndrome FOMO? Corresponde con las siglas inglesas de Fear Of Missing Out, el miedo a perderse algo. En psicología ya es un trastorno reconocido tras el avance tecnológico y la continua conexión en red.

Fotografía con licencia Creative Commons

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Este fenómeno afecta ya a 2/3 de los usuarios de redes sociales y puede describirse como sentimiento constante de que el resto del mundo está disfrutando de experiencias interesantes y emocionantes y que ellas se lo están perdiendo.

En redes sociales se exponen momentos divertidos, viajes, conciertos, fiestas, eventos culturales, parejas, hijos o mascotas ideales… Todo ello proyecta la percepción de que tú en tu casa, aburrido, estudiando, en un mal momento, estresado, trabajando (es decir, en cualquier día normal, rutinario, y que nadie sube a su perfil) tienes una vida peor que los demás.

En las redes sociales mostramos cómo queremos ser o cómo queremos que nos vean nuestros contactos, pero no cómo somos o qué hacemos en realidad normalmente, así solo se visualizan vidas exentas de problemas. Esta ventana irreal es peligrosa, pudiendo afectar a la identidad social de las personas, sobre todo de menores de edad y de los más jóvenes

Los estudios correlacionan FOMO positivamente con circunstancias sociales como un bajo nivel de satisfacción social, lo que causa sentimientos de inferioridad y que puede llegar a provocar problemas en la salud mental de los adolescentes (y los que ya no lo son tanto), derivando en cuadros depresivos o ansiedad, que además, paradójicamente, resuelven estando al día de todo, conectándose más y mirando lo que los demás hacen, retroalimentando así el ciclo.

Siempre idealizan las situaciones que viven los demás por encima de las suyas, porque lo más curioso es que aunque en algún momento hagan lo que creían que se estaban perdiendo, o similares, tampoco les parece para tanto.

Los expertos advierten que este síndrome es consecuencia de un tipo de distorsión cognitiva que lleva a pensamientos irracionales y, para las personas con propensión a este tipo de pensamiento, las redes sociales pueden llegar a ser muy perjudiciales. Aun así, desenchufarse completamente de las redes no resuelve nada, ya que sería solo una forma de evitación.

La psicoterapia es fundamental en estos casos para reconducir y analizar el origen del pensamiento negativo, trabajar la autoestima, el miedo a la exclusión y gestionar mejor las emociones o la frustración ante las influencias externas.

Y recordemos que, siendo más realistas: “La diversión debe ser el postre de nuestra vida, pero nunca puede convertirse en el plato principal”.

-Harold Kushner-