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El efecto Forer o por qué crees en el horóscopo

El interés por el horóscopo y la carta astral ha aumentado significativamente tras la pandemia.

Fotografía CCO

Así lo demuestran las estadísticas de búsqueda en Google, las compañías de investigación de mercados como Ibis World y las redes sociales, ya que algunas páginas relacionadas con este contenido han adquirido millones de seguidores.

El miedo es una de las emociones más poderosas y precisamente se alimenta de la incertidumbre, lo cuál despierta la atracción imparable por este tipo de contenidos astrológicos. Necesitamos aferrarnos a lo que sea para ganar seguridad y certeza sobre nuestro futuro.

Leer nuestro supuesto destino nos reconforta y esa sensación engancha, nuestro cerebro quiere más y necesita sentirse bien. Por supuesto, no hay evidencia científica sobre que la posición de los astros influya sobre nuestra personalidad y existencia pero la ambigüedad con la que están redactadas estas predicciones nos hace caer en sesgos, como el efecto Forer.

Este sesgo, o falacia de validación, nos hace creer en lo que deseamos creer.

En los años 50, el psicólogo Bertram R. Forer descubrió en sus investigaciones con el horóscopo que la gente tiende a aceptar descripciones personales vagas y repletas de generalizadores como excepcionalmente aplicables a ellos mismos, sin ser conscientes que esa misma descripción podría ser aplicable a cualquier persona.

Este efecto Forer explica que la trampa de caer en las pseudociencias como la quiromancia, adivinación, cartomancia, horóscopo, etc, se basa en la esperanza, la vanidad y en el deseo de control de los individuos. Tenemos la tendencia a aceptar afirmaciones cuestionables, dudosas y hasta falsas sobre nosotros mismos, si las valoramos como positivas o lo suficientemente halagadoras.

Es más fácil que las personalidades con alta intolerancia a la frustración y a la incertidumbre caigan en este sesgo, también los que tienen un pensamiento mágico (opuesto al pensamiento científico-analítico-racional) y alto locus de control externo.

Es decir, piensan que tienen poco poder sobre sus circunstancias, dejan sus decisiones en manos de la «suerte» y piensan que todo «ya está escrito», que pasa «lo que tiene que pasar».

También actúa el sesgo de confirmación, esto es, si me duele el estómago y el horóscopo me dice que observe mi estado de salud, me identifico automáticamente con esta afirmación de un modo visión de túnel, obviando el resto de información que quizás no es compatible conmigo.

Ser conscientes de estos sesgos es el primer paso para recurrir al horóscopo como un pasatiempo divertido más y no tomarlo como nuestra ‘salvación’. La clave está en el pensamiento lógico y trabajar en recursos de gestión interna de nuestros problemas, si no somos capaces de ello debemos buscar ayuda en un terapeuta y no en un médium.

 

 

La emoción de esperanza y sus extraordinarios efectos

La esperanza es un estado emocional secundario o social, no es una emoción primaria, por tanto no tiene una expresión facial específica y universal, se detecta y se interpreta en el lenguaje corporal según el contexto.

No por ello deja de ser fundamental para nuestra salud mental e incluso para la supervivencia de nuestra especie ya que es el motor que nos impulsa a mantener la ilusión y a conseguir lo que deseamos. Es el antídoto de la depresión.

Se trata de una emoción ambigua porque, en ocasiones, aflora cuando uno lo está pasando mal, pero confía en superarlo y salir reforzado de la situación. Se mueve entre la dimensión de la tristeza y la alegría, actúa como un puente de transición emocional de una a otra y por tanto es fundamental para superar el pesimismo y reintegrarnos después de cualquier experiencia negativa.

Los beneficiosos efectos de la esperanza han sido ampliamente estudiados por investigadores del ámbito de la salud y la educación y determinan, tomando como ejemplo los resultados de Snyder, que las personas con niveles altos de esperanza se comprometen más con conductas y hábitos saludables.

Además, cuando padecen una enfermedad, las personas con niveles altos de esperanza tienen una mejor adherencia a los tratamientos y presentan mejores estrategias de afrontamiento y ajuste a la enfermedad.

Por otra parte, la esperanza ha demostrado ser un fuerte mediador entre los efectos negativos del estrés y la satisfacción con la vida, disminuyendo los efectos negativos que el estrés tiene sobre ésta. Las personas con mayores niveles de esperanza presentan menores niveles de afecto negativo (ansiedad, tristeza, etc.); es decir, presentan un mejor ajuste psicológico general.

Finalmente, hay una amplia evidencia en diferentes poblaciones y culturas que apoya la relación positiva entre la esperanza y la felicidad, así como con el desarrollo psicológico óptimo (Alarcon, Bowling y Khazon, 2013 ; Peterson, Ruch, Beermann, Park y Seligman, 2007). Por tanto, las personas con buenos niveles de esperanza tienen una mejor salud mental.

Los efectos beneficiosos de la esperanza también se han demostrado en el ámbito educativo con estudiantes de diferentes niveles de escolarización.

Tanto los estudios de Snyder y sus colaboradores, como los de otros autores han mostrado que los estudiantes con buenos niveles de esperanza tienen mayor éxito académico, se comprometen más con sus estudios y con las tareas escolares, presentan menor tasa de abandono escolar, tienen mejores relaciones sociales con sus compañeros y presentan mayor motivación hacía el estudio y las tareas escolares (Day, Hanson, Maltby, Proctor y Wood, 2010; Flores-Lucas y Martínez-Sinovas y Choubisa, 2018).

 

 

*Fuente: TheConversation