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Celos: ¿Una expresión de amor? ¿Es normal sentirlos? ¿Cómo actuar?

«¿Otra vez vas a quedar con él/ella?», «Eres solo mí@», «¿Quién te ha escrito? Déjame el móvil», «No puedo vivir sin ti», «No salgas de fiesta y quédate conmigo», «Te quiero tanto que no quiero compartirte con nadie», «Nadie va a quererte como yo»…

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Celos, posesión, victimismo, chantaje emocional, control, coacción… Palabras fuertes que se esconden detrás de esas frases, lamentablemente, muy cotidianas y aparentemente inofensivas entre las parejas.

Los celos no son una emoción única, sino que este sentimiento nace de la suma de varias emociones, como por ejemplo: el miedo, la ira, la vergüenza o la tristeza. Surgen ante la sospecha real o imaginada de una amenaza a una relación considerada valiosa.

Los celos no son una expresión de amor, nacen de la inseguridad, de la ansiedad, de un bajo auto-concepto, de posibles traumas pasados, o de la desconfianza.

Estos son estados contrarios al amor sano y no dependiente, que además nos conducen hacia conductas agresivas o poco asertivas con nuestra pareja (es uno de los factores más influyentes en las separaciones y en la violencia de las relaciones románticas).

Ahora bien, ¿es normal sentir celos? Sí, es totalmente natural reaccionar con recelo ante una amenaza para la continuidad de nuestra relación, el problema es cómo gestionamos esa emoción. La intensidad, la frecuencia y el modo de actuar ante ese estado de celos.

Rebuscar en la ropa a diario, registrar su móvil y mail, prohibirle salir o relacionarse con ciertas personas, sentirse humillado, ansioso, estresado, obsesionado, en definitiva, sufrir continuamente.

Son conductas absurdas que no llevan a evitar nada, sea real o no la infidelidad del otro. No debemos preocuparnos, tenemos que ocuparnos, hacer caso a lo que sentimos y buscar la mejor solución para todos.

Solo hay dos opciones para afrontar los celos de una forma adaptativa y saludable: analiza tus sentimientos y exprésaselos a tu pareja. Cuéntale lo que te ocurre, qué te hace daño, por qué te sientes así y cómo podéis arreglarlo.

Quizás pase demasiado tiempo con alguien que nos genera desconfianza y sus explicaciones sean suficientes para volver a confiar, quizás no sea consciente de tu sufrimiento y te de de nuevo a ti más tiempo y protagonismo, quizás vuestra relación no tenga pilares firmes sobre los que puedas sentir seguridad, quizás lo ves cambiado pero no es por lo que piensas y hay otros motivos…

Muchas situaciones tendrán fácil solución a través de una conversación asertiva y empática.

Otros casos más complejos pueden ser susceptibles de terapia de pareja, una figura mediadora siempre puede venir bien para reconducir la relación o para detectar los problemas reales tras este sentimiento.

Si aún con todo sigues sufriendo, no ves su compromiso, no puedes confiar en el otro, crees firmemente en su infidelidad, en que no te aporta lo que necesitas, no te sientes querido/a, respetado/a, etc, lo mejor es alejarte, tomándote un tiempo o valorando romper con esa relación.

Estas son las únicas dos salidas para tu bienestar y para afrontar de forma no tóxica los celos en una relación romántica o de amistad.

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Preferimos a los hombres con barba, aunque son más infieles

La apariencia es uno de los canales de comunicación no verbal más utilizado por nuestro cerebro para realizar predicciones y juicios de valor. Es inevitable, ya que su carga evolutiva es muy poderosa tanto en el ser humano, como en el reino animal.

Fotografía Pixabay License

Fotografía Pixabay License

Según los estudios científicos, el vello facial masculino influye fuertemente en los juicios de las personas sobre los atributos socio-sexuales de los hombres. Tanto hombres como mujeres consideraron que: los rostros con barba gruesa eran los más atractivos, más masculinos, más competitivos, maduros y más saludables. Convirtiéndose la barba, de esta manera, en una señal indirecta de aptitud física y social.

La hipótesis explicativa se basa en que el instinto evolutivo nos indica que estas características visuales en los hombres (con más vello facial y corporal) son más capaces de reproducirse y proteger a su familia. Algo así como un ‘macho alfa’.

Pero no todo es positivo, resulta que los hombres con barba, además de tender a la infidelidad, son más problemáticos por su mayor propensión a pelear, en su afán por marcar territorio y demostrar dominancia y superioridad ante los demás.

Sin embargo, es justo aclarar que esta tendencia es más bien europea y que en otras muestras de estudio no se han replicado los mismos resultados.

La investigación sobre las percepciones de la barba se ha centrado en gran medida en los juicios de las personas de ascendencia europea de las culturas occidentales, pero en la ciencia también existen alternativas sobre las preferencias sexuales de las mujeres para el vello masculino en el pecho y el tronco que han demostrado diferencias interculturales. Es decir, la barba no es una preferencia universal del atractivo masculino.

Por ejemplo, las mujeres del Reino Unido declararon una preferencia muy pronunciada por la barba y el pelo en el pecho, las mujeres en Camerún mostraron también preferencia por esta característica masculina pero de una manera mucho más débil, mientras que las mujeres de China, Nueva Zelanda y los Estados Unidos calificaron las imágenes sin vello como las más atractivas.

Y tú… ¿Qué prefieres? 🙂

 

 

 

Los mitos sobre la violencia de género

Existen esas frases populares sobre la violencia en la pareja que no dejamos de escuchar pero no por ello son ciertas. Sobre todo, las opiniones que tienden a ‘justificar’ al maltratador o que ponen el foco del problema en la víctima para prevenir o solucionar esta lacra social.

Nunca hay motivos para el maltrato físico o psicológico. Jamás. Por suerte cada vez menos se escucha aquello de, «habrá sido por algo», «es que hay mujeres infieles que los vuelven locos». Pero todavía podemos leer titulares como «la mató porque le pidió el divorcio», «asesinada porque tenía un amante». Sobran los porqués, no hay razones válidas para quitarle la vida a otra persona, a la persona que supuestamente amas. Nunca.

No, no son ‘cosas de pareja’, no hay que delimitar la violencia machista a un contexto familiar, su dimensión está arraigada a la educación, a la cultura, o incluso a la ‘tradición’ de un país. No es cosa de dos, es una responsabilidad social.

Los hombres no son agresivos por naturaleza, defender una agresividad innata en el género masculino debido a sus niveles de testosterona es defender una mentira. Dicha afirmación es falsa y sigue justificando de algún modo la violencia, en este caso se culpa a la genética. Cualquier persona, si lo desea, puede controlar su conducta, responsabilizarse de sus limitaciones, gestionar sus emociones y modificar sus creencias. No somos esclavos de nuestra genética, somos seres racionales, no animales.

Si el agresor ha sido a su vez víctima de maltrato en la infancia tampoco justifica nada. De hecho, sufrir violencia en la infancia no determina un perfil agresor en la madurez. No hay estudios que demuestren una relación directa.

Las adicciones de cualquier tipo tampoco están vinculadas a la tendencia del maltrato hacia la mujer. El consumo de drogas no causa agresiones, el maltrato se fundamenta en la estructura psicológica del agresor. El consumo de sustancias lo que hace es desinhibir en mayor medida dicha agresividad interna, exacerba las conductas violentas.

Los maltratadores no son enfermos mentales alienados por su patología. Según la OMS tan solo el 10% de los casos de violencia de géneros se relacionan con casos de trastornos psicopatológicos. No podemos encontrar el origen de la agresividad y la pérdida de control en la enfermedad. Los agresores son perfectamente conscientes de sus conductas y deciden ejecutarlas para conseguir sus objetivos.

Y para finalizar, la afirmación más terrible de todas y que, por desgracia, podemos escuchar habitualmente. «Si la mujer le aguanta es porque quiere», «si esa mujer está tan mal como dice, ¿por qué no le deja?». Ser víctima de violencia de género te anula psicológicamente, se produce un bloqueo y una incapacidad para buscar una salida, para tomar decisiones.

El maltratador ya ha hecho su ‘trabajo’, te ha aislado de tu círculo de confianza, te ha manipulado, ha bajado tu autoestima al mínimo nivel, te hace pensar que no vales nada, que no vas a poder vivir sin él, estás desamparada y tienes miedo, mucho miedo, a empeorar la situación a que la pague con los hijos, incluso a perder tu vida.

El ciclo del maltrato siempre se repite. Inicialmente se acumula tensión, la cual desemboca en agresión y finaliza con un intento de conciliación. El hombre busca el perdón a través de promesas y manipulaciones. En relaciones con niveles de agresión de alto riesgo, la última fase desaparece y la violencia es constante. Haga lo que haga la mujer el hombre la maltratará porque su estructura psicológica funciona desde el ejercicio del poder a través de la violencia.

Muchas víctimas intentan reducir las agresiones «complaciendo» las exigencias de su pareja. Este tipo de acciones no detienen el ciclo de la violencia, ya que el agresor siempre tendrá motivos para ejercer control y maltrato.

¿Algún día tomaremos conciencia de lo que significa realmente la violencia de género? ¿Dejaremos de escuchar estas justificaciones?

¿Sabías que no hay dos gritos iguales y por qué lo hacemos?

Tenemos claro que en el reino animal, las distintas especies utilizan el grito como una forma útil de comunicarse, asustar, intimidar, atacar a un posible depredador o, en animales sociales, de reclutar ayuda cuando están en problemas. Sorprendentemente, se sabe mucho menos acerca de cómo funcionan los gritos humanos en la comunicación, o cómo son los gritos humanos de similares o diferentes a los de otras especies.

En el lado opuesto del silencio, que llama a la relajación, el grito es una expresión (no verbal) destinada a alertar. A veces sobre algo positivo, pero casi siempre sobre un hecho no tan agradable. Por lo general, un grito expresa descontrol, desbordamiento de las emociones.

Los seres humanos gritamos porque no encontramos o no queremos encontrar otra manera de expresar lo que sentimos o deseamos. En situaciones felices, el grito es liberador. Permite dar rienda suelta a un sentimiento, sin una razón diferente a la satisfacción de expresarlo. El ejemplo más potente de ello es el gol, ese momento único en donde hay un grito de júbilo casi siempre compartido. También nace de lo inesperado, del dolor, del miedo o de la agresividad, nos ‘carga’ de energía para reaccionar, huir o luchar.

Cuando oímos un grito, nuestro cerebro no lo procesa como cuando escucha un sonido propio de la comunicación verbal, como un fonema, sino que el grito viaja directamente desde el oído hasta la amígdala cerebral, encargada de recibir los ruidos con esas modulaciones y de procesar la información de peligro.

Para ayudar a desentrañar los secretos de los gritos humanos, el profesor de psicología Harold Gouzoules y sus estudiantes en la Universidad de Emory realizaron varias investigaciones sobre el tema, y los resultados fueron sorprendentes.

La mayoría de los voluntarios confundió el sonido de un silbato con un grito humano. Los investigadores descubrieron que los sonidos que se clasificaban con mayor frecuencia como gritos compartían ciertos factores acústicos, entre ellos un tono alto (agudo), así como una gran rugosidad. Extrañamente, hubo un sonido decididamente que no era de grito, un silbato, que el 71% de los participantes calificó como un grito. «Esto tenía sentido, sin embargo, cuando analizamos las cualidades acústicas del silbato, ya que tenía muchos de los rasgos que generalmente se asociaban con los gritos», como el tono alto, el llamado arco, y la rugosidad moderada-alta.

Las vocalizaciones de personas identificadas como gritos provienen de una amplia gama de contextos emocionales, explica Schwartz. «Algunas tenían miedo, mientras que otras estaban enfadadas, sorprendidas o incluso emocionadas», dijo. «En casi todas las demás especies, los gritos están reservados para una situación particular, como un ataque de un depredador o rival; con los seres humanos no ocurre lo mismo».

No hay dos gritos iguales.

El equipo de Gouzoules encontró una gran variación acústica entre los gritos humanos, es decir, no hay dos que suenen igual. Esto plantea la pregunta: ¿Los humanos usan gritos de diferentes sonidos en diferentes situaciones, y podemos discriminar esos gritos e interpretarlos? «En el futuro, planeamos incorporar imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para examinar los fundamentos neurológicos de las reacciones de las personas a los gritos», dice Gouzoules.

«Los gritos son vocalizaciones intrínsecamente interesantes, pero también hay aplicaciones potenciales de la salud humana en la investigación de gritos, ya que existen múltiples trastornos psiquiátricos que involucran el comportamiento de gritar», concluye Gouzoules.

 

 

*Fuente: Información de Agencia – MADRID, 16 May. 2019 (EUROPA PRES) –

Estrategias para mejorar tu asertividad

Escucho a mucha gente presumir de asertividad, en las entrevistas de trabajo es casi un tópico. Pero hay que demostrarlo y lo que es más importante saber qué es y cómo podemos trabajar esta competencia para comunicarnos de una forma más efectiva. La asertividad parte de la siguiente premisa; si quieres que la gente tenga en cuenta tus deseos y necesidades deberás empezar por expresarlas claramente pero de la forma más respetuosa posible.

Ser asertivo es decir lo que piensas, expresar tus ideas y sentimientos, defender tus derechos y opiniones pero sin agredir. Este tipo de comunicación reduce el estrés y nos provoca la mayor de las satisfacciones puesto que por fin nos damos cuenta que las relaciones interpersonales fluyen con facilidad. No se trata de bloquear tus emociones e impulsos, sino de gestionarlas de forma social para neutralizar al máximo tu mensaje, sin cargas negativas ni provocaciones.

La primera clave es reclamar algo cambiando el foco. Normalmente nos quejamos a través de un ‘tú me has hecho o tú me has dicho’. Habla de ti, no del otro. En lugar de decir “Me has tratado fatal estos últimos días” puedes decir “Me siento disgustado con la forma en que me tratas últimamente”.

Aunque prácticamente estás diciendo lo mismo, centras el mensaje en tus propios sentimientos (y esto es indiscutible) en lugar de hacer ver a la otra persona que ha hecho algo mal. La clave es usar “Yo” en lugar de “Tú”, y mantenerse siempre concentrado en el problema que tienes, no en acusar o culpar la otra persona. Todo será mejor aceptado

Por ejemplo, si te sientes ‘pisado’ por otro, te descalifican o te interrumpen, sientes ira, es natural, pero una forma asertiva de expresarlo podría ser (con voz firme y clara pero no agresiva): «Por favor, permíteme que acabe y después hablas tú», «te lo agradezco, pero no necesito que me digas lo que debo hacer», «no me gusta que me critiques así».

Si nuestro interlocutor se muestra agresivo y trata de imponer su punto de vista, podemos hacerle consciente de su estado: «Veo que estás enfadado y no me estás escuchando, ¿por qué no te detienes un momento y escuchas lo que te quiero decir?». También utilizar la empatía en primer lugar, por ejemplo: «Entiendo que tienes mucho trabajo, pero necesito que cumplas tu compromiso conmigo». «Veo que éste es un tema problemático entre nosotros, si te parece lo tratamos con más calma en otro momento».

No solo se debe utilizar en estados emocionales negativos, también debe servir para agradecer, reforzar y consolidar así una buena comunicación y conducta: «Me gusta mucho como lo has hecho», «te considero muy valioso para mí», o «te agradezco que hayas pensando en mí para este proyecto».

Por tanto, vemos cómo la secuencia de la estrategia es: Identificar el comportamiento que no nos gusta, el segundo paso es comunicar lo que ese comportamiento nos hace sentir, el tercero es mostrar nuestra preferencia por otro tipo de comportamiento y el cuarto es reforzar a la persona, si cambia y hace lo que le pedimos, con lo positivo y benéfico del cambio.

La asertividad no solo es útil para los demás. Tiene un maravilloso efecto sobre la propia autoestima, convirtiéndose en uno de sus motores. Cuanto más te respetes a ti mismo, más te respetarán los demás, y ése es, en realidad, el objetivo final de la asertividad.

Trump asume el rol de sumisión con Putin

Encuentro de titanes, emociones a flor de piel, vigilancia y control extremo sobre cada movimiento. Trump y Putin dejan poco a la improvisación pero el dominio no verbal en situaciones relevantes de gran impacto también ejerce su labor.

Sin duda, los aspectos predominantes de su encuentro son la tensión, la rivalidad y la dominancia. Observándo la secuencia y los fotogramas del momento no podemos apreciar comodidad, tranquilidad, afabilidad, o gestos relajados, en ninguno de los dos líderes políticos.

En el esperado apretón de manos entre ambos, Trump asume el rol de la sumisión, ofreciendo su mano con la palma hacia arriba, cediendo la posición de líder a Putin, pero su semblante es serio, tosco, con mirada directa, fija y penetrante. Parece que es una declaración de buenas intenciones pero manteniendose defensivo, a la expectativa, es solo una tregua. Le respeta aunque mantiene las distancias.

El gesto entonces de Putin es insólito, le estrecha la mano, pero con la otra se agarra (literalmente) a la silla, gesto que demuestra la tensión máxima del momento, no es un movimiento natural ni cotidiano, denota descontrol, no se sentía cómodo.

Los dos mantuvieros posturas abiertas, dominantes y mentón elevado continuamente, señal de orgullo y prepotencia hacia al otro. El contacto visual entre ambos fue continúo, miradas que duraban más de lo socialmente aceptado, indica desafío, vigilancia, agresividad (intelectual) y reto.

Los dos perfiles de personalidad que más mienten (según un estudio)

El interés por perfilar al mentiroso a través de características no verbales es una de las prioridades de los estudios socio-psicológicos del momento ¿Mienten más los hombres o las mujeres?, ¿las personas con menos recursos o todo lo contrario?, ¿las más cultas?, ¿los más jóvenes?

Todas estas preguntas hicieron que el psicólogo Arch Woodside y sus colaboradores de la Universidad australiana de Curtin, escogieran una muestra de, nada más y nada menos, 3.350 personas para corroborar si existe alguna ‘receta’ que determine qué patrón social poseen las personas qué más utilizan el engaño en su día a día.

Su propuesta inicial era que ciertas configuraciones (algoritmos de selección individual, socioeconómicos y factores sociales) son capaces de identificar a los grandes mentirosos. Los resultados fueron concluyentes con dos tipos de perfiles:

El primero lo forman hombres solteros de nivel educativo bajopropensos a la conducta antisocial, sin propiedades (viven de alquiler) ni hijos. Según el autor de la investigación: «Un hombre joven con poca educación no es suficiente para determinar directamente que sea un gran mentiroso. Pero un hombre joven con poca educación que muestra un comportamiento antisocial, como, por ejemplo, la ira en la carretera (conductor agresivo), bueno, sí que podemos estar más seguros «.

El segundo grupo lo integran mujeres jóvenes casadas, con elevados ingresos, de carácter fuerte e irascible y propietarias de su vivienda. Woodside especula que puede correlacionarse con el grupo de mujeres que solo se casan por dinero, aunque aún no ha demostrado esta hipótesis. (Qué horror, por cierto).

El caso es que parece que el estudio relaciona directamente la mentira con una personalidad tendente a la agresividad y a la emoción de ira. ¿Las personas que puntúan alto en índices de agresividad mentirían más? Esta es la segunda hipótesis que se plantea el grupo de investigadores para una nueva fase experimental.

 

Impactante reacción de Uma Thurman ante el acoso sexual en Hollywood

Pocas veces he podido ver una comunicación no verbal tan elocuente. Un periodista le pregunta a la actriz Uma Thurman por el escabroso tema de actualidad: el acoso sexual en Hollywood. Y es que ella ha trabajado con el productor Harvey Weinstein, acusado de ser un presunto depredador sexual.

A falta de la resolución de las denuncias, son numerosas las actrices que ahora confiesan haber sido víctimas o testigos de las proposiciones indecentes del cineasta para ‘impulsar’ carreras profesionales. Pero sin afirmarlo rotundamente, una de las declaraciones más impactantes que he podido ver es la siguiente:

El contenido del mensaje verbal se puede resumir en dos ideas claras: «Estoy esperando a sentirme menos enfadada, y cuando esté preparada, diré lo que tengo que decir» y «No tengo una respuesta clara sobre esto porque no soy una niña y he aprendido que cuando hablo enfadada normalmente me arrepiento de la manera en la que me he expresado».

En pocos segundos pueden detectarse la coherencia/congruencia con estas palabras a través de más de una veintena de emociones intensas de ira, rabia, odio, asco, e incluso agresividad contenida. Es un ejemplo espontáneo, potente y muy real, reflejo del rostro de furia y de contención/represión conductual. Aquí tenéis algunos de los fotogramas más representativos de ello:

En un momento del vídeo mira a la cámara como queriendo dirigirse directamente a alguien, ese contacto visual describe una conducta de desafío y ausencia de miedo. La cabeza baja y los ojos cerrados se producen en un intento de ‘autocalmarse’ aunque las aletas de su nariz siguen muy abiertas, indicador universal de la emoción de ira. El asco se dibuja al arrugar la zona nasonabial del rostro.

No podemos saber exactamente qué es lo que enfada tantísimo a Thurman pero sí queda claro que el impacto emocional en la actriz es muy férreo, en pocos segundos se aprecian emociones muy vehementes. Estaré atenta a sus próximas declaraciones porque seguro que no nos dejarán indiferentes…

¿Los policías que visten uniformes negros son más agresivos?

Los colores oscuros, como el negro, tienen una fuerte implicación social, y normalmente se han asociado con la malicia, la agresividad y la muerte, por lo que evocan impresiones negativas en quién los lleva.

En algunos estudios se observó que los individuos que vestían de negro eran percibidos por los demás como más agresivos y amenazadores, así como más culpables de crímenes y más honestos. Además, cuando un individuo viste con colores oscuros también afecta a la percepción de sí mismo, haciendo que se sienta más agresivo y violento, incrementando la probabilidad de conflicto con los demás.

En un estudio realizado por (Johnson, 2005) en la que varios sujetos eran entrevistados después de observar fotografías de policías vistiendo uniformes de diferentes colores (todo negro, pantalones negros y camisa azul claro, pantalones gris claro y camisa blanca y todo caqui). Los sujetos debían calificar las fotos de policías según su impresión de maldad, agresividad y competencia.

Los resultados mostraron que los entrevistados calificaron a los policías con uniforme negro como ligeramente más competentes, pero también como más agresivos y malos. A pesar de ello, los estudios comentados anteriormente tienen ciertas limitaciones, ya que no han tenido en cuenta las múltiples influencias que afectan a la conducta en situaciones de la vida real, y tan sólo son experimentos llevados a cabo en laboratorios.

Por contra, este mismo autor en el año 2013 realizó un estudio en condiciones ecológicas para determinar si los agentes de policía que vestían uniformes oscuros eran más agresivos que los que vestían uniformes de color claro, y si éstos recibían más asaltos, más quejas por parte de los ciudadanos y había un número mayor de ciudadanos asesinados por ese departamento de policía. Al contrario que en estudios anteriores, los resultados mostraron que el hecho de que los policías llevaran uniformes negros no estaba estadísticamente relacionado con la agresión a los ciudadanos, ni con un mayor número de asaltos, ni de quejas a dichos agentes de policía.

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¿Cómo afectan las caras enfadadas de los muñecos al desarrollo de tus hijos?

3e7bd05f2a6066e2c95f889d95bfef6d_articleEl investigador Christoph Bartneck hizo saltar la alarma hace un par de años con la publicación de un estudio en el que se evidenciaba que el número de rostros sonrientes en los muñecos LEGO ha disminuido progresivamente a lo largo de los años. Ahora en lugar de caras alegres encontramos expresiones más hostiles, de ira y rabia. Parece que estos juguetes no son tan inocentes como solían ser y otras compañías también siguen este patrón cada vez más violento (como por ejemplo Playmobil).

Los rostros violentos y el halo que les acompaña (trajes militarizados, armas, etc) están vinculados a comportamientos, cognición, y afectos negativos. Por ejemplo, se ha demostrado que la exposición frecuente a expresiones emocionales violentas provoca una desensibilización a conductas agresivas y también está relacionada con una disminución significativa de la empatía del niño.

Se ha encontrado que los juguetes violentos correlacionan con una mayor tasa de conducta antisocial de los niños que los usan en comparación con el uso de juguetes no violentos; los investigadores Carlsson-Paige y Levin, Frazier, y Silva aseveran que «los muñecos que expresan hostilidad son perjudiciales para el desarrollo saludable de los niños«.

La pregunta que me surge es: ¿por qué?, ¿cómo es que estas expresiones nada simpáticas van incrementándose sibilinamente en el diseño de estos muñecos? De acuerdo con Smith y Zuiker, creadores y productores de juegos y películas, la industria se esfuerza por ‘jugar’ con los límites de lo permitido para evitar que su audiencia se aburra con un contenido similar. Esta creatividad va apuntado cada vez más a renovar las caritas sonrientes por expresiones hostiles para captar la atención de sus clientes. En esta carrera no sólo compiten con otros fabricantes de juguetes, sino también con la televisión y los videojuegos, que también se han vuelto más violentos en los últimos años.

El debate está servido, yo creo que lo importante para los padres es la supervisión como componente fundamental a la hora de permitir un comportamiento agresivo lúdico, que es un aspecto totalmente normalizado en el desarrollo del niño, asegurando simplemente pautas apropiadas en el juego. ¿Qué pensáis vosotr@s? ¿Habéis observado esta transformación?