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Urdangarín en apuros, se acaba echando una mano al cuello

Iñaki Urdargarín y Juanma Castaño han protagonizado los casi 30 minutos que podría incluso considerar como los más tensos de la historia no verbal de la comunicación. Y ya veréis que no es exagerado.

Captura de pantalla del programa El Partidazo de la COPE

Captura de pantalla del programa El Partidazo de la COPE

El contexto, como siempre, es importante y es que tal y como el mismo Urdangarín manifiesta, entra en el programa pensando que va a hablar de deporte, sin embargo, Castaño va desviando hábilmente sus preguntas hacia el ámbito personal.

¿Y qué es lo interesante de esto? Normalmente las respuestas se preparan o se leen, lo vemos normalmente en los discursos políticos, y la comunicación no verbal no fluye de la misma manera en esa situación, al entrenarnos podemos controlar y gestionar más a voluntad nuestras reacciones verbales y no verbales.

En esta entrevista el lenguaje corporal es muy espontáneo y se expresa libremente ante preguntas inesperadas. Además, ya habíamos analizado previamente a Iñaki Urdargarín en el juicio por el caso Noos y podemos apreciar que es bastante expresivo en general.

Son muy llamativos los cambios corporales que podemos apreciar según el tema del que habla, nos va diciendo con su cuerpo cuándo se siente cómodo y cuándo no.

Al inicio, en las presentaciones e introducción, un sonriente y dispuesto Urdangarín se muestra visiblemente tranquilo, con sus abrazos apoyados en la mesa. Pues bien, en el mismo instante en el que entra la primera pregunta personal se transforma, mueve inmediatamente sus brazos para esconderlos literalmente debajo de la mesa.

Es muy curioso ver cómo su cuerpo se protege automáticamente, se encoge en el espacio, se hace pequeñito de repente.

Podemos apreciar también que se le seca la boca por el tipo de paladeo, que evidencia nuestro estado de vulnerabilidad; esto ocurre porque la producción de saliva se relaciona con el acto de la ingesta de alimentos, una acción que no es compatible con la conducta de huida ante una amenaza percibida.

Se reanuda la conversación sobre deporte y vuelve a expandir su postura y a posar los brazos encima de la mesa, de nuevo tranquilidad.

Tras un breve descanso, vuelven las preguntas personales y aquí el estrés se visibiliza en el tercio superior de su rostro, se ven las marcadas arrugas de su frente por la tensión muscular y elevación intensa de sus cejas.

Esta expresión se podría relacionar con cierto temor pero también con esfuerzo cognitivo, es decir, se concentra mucho en lo que está diciendo, le consume bastante energía tener que hablar de su situación personal.

Respecto al contenido verbal, es muy curioso también cómo se refiere al periodo de «privación de libertad«, un concepto refinado y de efecto más suave, evita así las palabras más impactantes como ‘cárcel’ o ‘prisión’.

De este modo, se distancia de ese momento de su vida. No quiere ni nombrarlo, no se permite utilizar las palabras que más resuenan. Más adelante también añade en este sentido: «Ya he pagado las cosas que han ocurrido«, una forma sutil de esquivar su responsabilidad y de llamar a las cosas por su nombre: no son cosas, son delitos, no han ocurrido de forma fortuita, según un juez, las hizo él a voluntad.

También es muy peculiar el gesto postural que realiza cuando le preguntan por su libertad condicional, inclina el cuerpo de tal forma que parece que vaya incluso a levantarse, ¡da la sensación de que quiere salir de ahí como sea!

Desde luego la peor pregunta para él, por su reacción más emocional, es la de: ¿Podemos hablar de tu paso por prisión? A Urdangarín esta le incomoda especialmente.

Se encoge de hombros, desvía la mirada, de nuevo paladea (boca seca) e incluso se aprecia cierta tristeza o afectación en ese justo momento. En su respuesta posterior se aprecian microexpresiones de asco (rechazo) cuando dice que prefiere no recordarla y mirar para adelante.

Le preguntan a continuación si fue (su paso por prisión) más duro de lo que pensaba y Urdangarín responde no verbalmente de forma bastante clara, y es que suspira lenta y profundamente y vuelve a paladear, además de cabecear contrariado.

Ante la pregunta por posibles secuelas psicológicas, el ex Duque de Palma vuelve a menguar notablemente su corporalidad, a esconder los brazos, a hacerse pequeñito… Casi que no le hace falta decir nada.

Continúa la entrevista con la cuestión del ‘linchamiento mediático‘ que ha padecido, y este es el único momento en el que acude a los gestos auto-manipuladores: se toca la cara, se rasca suavemente la barbilla y el cuello, se acaricia…

Se trata de gestos apaciguadores, solemos hacerlos cuando necesitamos auto-calmarnos y nuestro cerebro busca cierto consuelo en el contacto con nosotros mismos. Y de nuevo paladea.

Y se mantiene así varios minutos, de hecho, estos gestos acaban derivando en una postura estática bastante extraña ya que acaba literalmente agarrándose el cuello con una mano y así se queda. Además, a estas alturas ya se le aprecia visiblemente ruborizado y acalorado.

Tanto es así, que Juanma Castaño lo percibe y decide interrumpir la conversación para advertirle que le ve excesivamente incómodo. Urdangarín acaba confirmando verbalmente todo lo que su cuerpo ha estado gritando durante media hora:

«Bueno, es que esto es un programa deportivo y creo que llevamos ya un buen rato sin hablar de deporte». El periodista finaliza la entrevista argumentando: «Te noto tan incómodo que no quiero preguntarte más».

Y es que efectivamente era muy evidente la tensión a la que había estado sometido en buena parte del encuentro, creo que es el lenguaje corporal en apuros más claro que he visto en años.