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La relación de nuestro físico con la felicidad

La apariencia importa, nuestro físico nos condiciona y esto es una realidad social innegable. Nuestro aspecto interviene como variable importante en la búsqueda de trabajo, en el salario, en un proceso de negociación, al hablar en público o en las relaciones íntimas/pareja.

Fotografía CCO

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Existen miles de estudios que indican el impacto de las primeras impresiones a través del físico y el efecto halo que conlleva en diversas situaciones sociales. Pero también el auto-concepto físico influye en nuestra percepción sobre nuestro estado anímico y salud mental.

Por ejemplo, una investigación conectó directamente la autoimagen con la autoestima. Los autores de Chapman University estudiaron los factores psicológicos  relacionados con la satisfacción de la propia apariencia y el peso corporal de una muestra estadounidense.

Y una de las principales conclusiones del estudio es que: el modo en el que valoramos la propia apariencia guarda una relación muy estrecha con la satisfacción ante la propia trayectoria vital, con nuestra felicidad.

Sin una diferencia significativa de género. Puede que creamos que las mujeres sufrimos más por nuestro aspecto, pero parece que al menos en la sociedad occidental es una preocupación generalizada en la población, tanto masculina como femenina.

«Los resultados de este estudio muestran que las personas que manifiestan mayor insatisfacción con el propio peso muestran: niveles más bajos de autoestima e insatisfacción con la vida sexual, puntuaciones más altas en introversión, neuroticismo, ansiedad y miedo al rechazo social«.

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¿Por qué nos gusta escuchar nuestros propios audios de Whatsapp?

Da igual el contenido, enviamos una nota de voz e inmediatamente nos surge la imperiosa necesidad de escucharnos a nosotros mismos. Pero, ¿este comportamiento tiene algo de malo?, ¿por qué lo hacemos?

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Muchos expertos ya lo califican de autoaudiomanía y puede haber varias razones que expliquen esta curiosa costumbre.

La primera explicación puede ser bien sencilla, y es la de chequear que todo esté correcto, que se escuche adecuadamente, sin ruido de fondo, que no nos hayamos equivocado en las palabras que escogimos o equis.

Es típico de personas que están acostumbradas a realizar comprobaciones varias también en otros ámbitos, como la de revisar si cerramos bien la puerta de casa.

Puede contener, en este sentido, cierto grado de obsesión, inseguridad y/o perfeccionismo, pero también la de asegurar que la imagen personal que proyectamos a través de ese audio sea la que queremos.

También podemos querer deleitarnos con nosotros mismos, y escucharnos puede relacionarse con un rasgo narcisista de la personalidad. Tranquilo, tampoco tiene nada malo.

El concepto narcisista no siempre se refiere a un trastorno, sin llevarlo al extremo, está bien que nos gustemos, que nos agrade nuestra voz y lo que contemos, que sonriamos escuchando la parte más graciosa de nuestro mensaje. Todo ello indica un buen autoconcepto y autoestima.

Podemos aprender mucho sobre nosotros escuchándonos, si ponemos el foco en el análisis de nuestra comunicación verbal y no verbal podemos detectar imperfecciones y puntos fuertes en nuestro estilo a la hora de relacionarnos con los demás y pulir aquello que no nos gusta tanto.

No solo en lo que decimos sino en el cómo lo decimos (paralenguaje). Por ejemplo, detectar que utilizamos un tono muy elevado o casi inaudible, que hablamos demasiado rápido, que no utilizamos silencios, que repetimos mucho una misma palabra o ciertas muletillas, etc.

Escuchar nuestros propios audios solo supondría un problema si nos obsesionamos con ello, si nos limita, si nos hace sentir mal, ridículos y además tenemos también comportamientos relacionados (como ansiedad social por ejemplo) que pueden revelar un grave problema de autoestima y debería ser tratado con un profesional.

En situación habitual, la autoaudiomanía no presenta ningún inconveniente y sí muchas ventajas para interesarnos por lo que proyectamos y mejorar nuestro estilo de comunicación.

 

Escucha a tu vergüenza

¿Sabrías diferenciar la emoción de culpa de la vergüenza? Es complicado identificar nuestros propios sentimientos y emociones, mucho más saber definirlos, describir lo que nos ocurre exactamente, transmitir lo que realmente experimentamos a nivel emocional. Hoy hablamos de dos emociones, popularmente, negativas, pero que, como hemos dicho hasta la saciedad en este blog, toda emoción es útil y necesaria, aunque haya algunas que nos resulten ‘incómodas’ de experimentar. Tenemos que aprender no solo a gestionarlas, sino a desarrollarlas. Para ello, saber qué estamos sintiendo realmente es fundamental.

Es habitual que la vergüenza y la culpa suelan utilizarse como palabras sinónimas, pero realmente no se corresponden con la misma emoción. Según la experta Brené Brown, una de las mejores investigadoras sobre la vulnerabilidad y emociones ‘negativas’: «La vergüenza no es culpa, la vergüenza está centrada en uno mismo, la culpa está centrada en el comportamiento. Es la diferencia de pensar «soy malo» vs. «he hecho algo malo».

La función de la vergüenza se asocia a la autorregulación de nuestra conducta, la culpa es un sentimiento que nos empuja a reparar las consecuencias negativas de nuestros actos, la vergüenza aparece más comúnmente cuando lo que hacemos está siendo juzgado por los demás y nuestra reacción no es activa, sino que ‘nos escondemos’, agachamos la cabeza y la mirada y solo se desea el ‘tierra trágame’.

En este sentido, podríamos entonces afirmar que la culpa es más constructiva, por ser más activa y más práctica, por su componente reparador. Sin embargo, la vergüenza también es útil en la medida en que nos enseña a inhibir conductas que, a pesar de nuestro impulso inicial, pueden resultar embarazosas si llegamos a hacerlas. Con la dosis justa de vergüenza tenemos más probabilidad de comportarnos como personas respetables y obtendremos los beneficios que ello conlleva, como por ejemplo ser más apreciados o ahorrarnos momentos bochornosos.

PERO, cuidado. Lo que opinan los demás es importante, sin duda, y nos puede servir de espejo en un momento dado, pero no podemos mirarnos continuamente en la opinión de los demás. Si nuestro autoconcepto depende de algo tan voluble y externo como el pensamiento ajeno siempre será muy frágil e inestable.

Creo que se entiende muy bien en el vídeo que os dejo a continuación, una charla TED (un formato que me encanta) de la experta anteriormente mencionada, Brené Brown: ‘Escuchando a la vergüenza‘.

¿Qué os ha parecido?

 

 

*Fuente de consulta: Psicología Bay – La parte positiva de las emociones negativas, por Vicente Bay.