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¿De dónde surge llamar ‘carpintero’ al profesional que trabaja con la madera?

¿De dónde surge llamar ‘carpintero’ al profesional que trabaja con la madera?

El término ‘carpintero’, para designar a aquel profesional que trabaja con la madera, proviene del latín ‘carpentarius’ (de igual significado) y se refería a aquel que fabricaba el carpentum’  un tipo de carruaje (al latín llegó procedente del celta).

Al principio solo se llamaba carpentarius a aquellos que realizaban esos vehículos, pero con el tiempo se generalizó el término para todo aquel que trabajaba la madera. Al español llegó el vocablo como ‘carpentero’ (según consta registrado en el siglo XIII), pero en el siglo XIV ya aparece en la forma ‘carpintero’ que hoy en día conocemos.

El carpentum era un carruaje cubierto (en forma de cesto) y tirado por mulas muy popular en tiempos de la Antigua Roma (y otros pueblos coetáneos como los galos, bretones o cimbros) y que estaba hecho de madera aunque, dependiendo del artesano que lo realizase, podía llevar algún remache o adorno de metal que identificase a los propietarios.

Era un medio de transporte usado básicamente por mujeres pertenecientes a la familia imperial y, sobre todo, por las matronas romanas.

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¿De dónde surge el término ‘castrense’?

¿De dónde surge el término ‘castrense’?

Se utiliza el término ‘castrense’ para referirse al ejército o alguien relacionado con la profesión militar (por ejemplo ‘campamento castrense’, ‘disciplina castrense’, ‘vida castrense’, ‘capellán castrense’, ‘médico castrense’…).

El origen lo encontramos en el latín ‘castrensis’ (campamento militar) y éste deriva de ‘castrum’ usado para designar a las fortificaciones o castillos militares y de ahí derivó al castellano ‘castro’ (poblado fortificado).

Muchas fueron las poblaciones que surgieron a raíz de las fortificaciones o campamentos militares (castrum/castro) que fueron desplegando los ejércitos del Imperio Romano e incluso los antiguos celtas, encontrándonos con numerosas localidades que llevan acoplado el vocablo ‘castro’ en sus nombres: Castro Urdiales, Castropol, Castro del Río, Castro de Rey, Castrojeriz…

Así fue cómo, a través de la vida en esos castros, surgió el término ‘castrense’ como referencia a la vida militar.

Cabe destacar que debería ser una redundancia utilizar la expresión ‘campamento castrense’, ya que ambos términos, en su origen, significan lo mismo.

 

 

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Post realizado en respuesta a una consulta realizada, a través del apartado de contacto, por Raúl G. Quintero
Fuente de la imagen: pixabay

El curioso origen etimológico del término ‘conspirar’

 

El curioso origen etimológico del término ‘conspirar’

Recibo un mensaje a través de la página en Facebook de este blog en el que Helena B. me consulta sobre el origen del término ‘conspirar’.

Conocemos como conspirar a la acción de juntarse/reunirse varios individuos con la intención de urdir un plan en contra de otra persona.

De esa unión procede etimológicamente el término ‘conspirar’ el cual ha llegado hasta nosotros desde el latín ‘conspirāre’ formado por el prefijo ‘con-‘ (unión, juntos) y el verbo ‘spirāre’ (respirar, aspirar) por lo que el significado literal del mismo significa: los que respiran juntos/respirar unidos en relación a la aspiración conjunta del grupo que se unía para confabularse en contra de otro.

A pesar de que hoy en día también usamos términos como conspirar, conspiración o conspirador, para referirnos a la acción realizada por una única persona, debemos tener en cuenta que cuando se acuñó hacía únicamente referencia a la unión de varios individuos.

 

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¿Cuál es el origen del término ‘subasta’?

¿Cuál es el origen del término ‘subasta’?

Como es bien sabido, una subasta es una venta que se realiza partiendo de un precio base y siendo adquirido por aquella persona que hace la mejor puja.

El origen del término lo encontramos en tiempos del Imperio Romano y proviene de la unión de los vocablos en latín sub (bajo) y hasta (lanza) y cuyo significado era literalmente ‘bajo la lanza’.

Era costumbre repartirse o vender al mejor postor aquellas pertenencias que habían sido confiscadas a algún ciudadano que no había pagado sus tributos o mantenía alguna deuda con el Estado y también el botín conseguido tras una batalla (conjunto de armas, enseres o provisiones que pertenecían a un ejército vencido).

La forma de hacerlo era clavando la lanza en el suelo y colocando las pertenencias alrededor de la misma, por lo que se repartía/vendía todo lo que estaba ‘debajo de la lanza’ (sub hasta). También se utilizó en ocasiones para realizar la subasta/venta de esclavos, aunque, evidentemente, éstos eran colocados alrededor de la lanza.

Cabe destacar que el término ‘lanza’ que utilizamos en castellano no proviene del mencionado ‘hasta’ (que derivó en ‘asta’: palo a cuyo extremo o en medio del cual se pone una bandera) sino de otro vocablo en latín para referirse a esa misma arma: ‘lancea’, cuya procedencia es celtíbera.

 

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El curioso origen del término ‘ingenuo’

El curioso origen del término ‘ingenuo’Conocemos como ingenuo a aquella persona que no tiene malicia, es inocente y que incluso muchas veces es demasiado crédula por lo que se le puede engañar con cierta facilidad.

La etimología de este término es de lo más curiosa ya que encontramos el origen del mismo en el latín ‘ingenuus’ que era el vocablo con el que en el antiguo Imperio Romano se referían a aquellas personas nacidas libre y que nunca habían perdido su libertad como esclavos.

El término estaba compuesto por ‘in’ (en el interior/nacido en) y ‘genus’ (raza/linaje) que venía a decir ‘puro de nacimiento en su raza/linaje/’ y acabó derivando en la palabra que designaba al nacido libre y nunca había sido esclavo.

Ese nacimiento libre y puro fue lo que hizo que el término acabase siendo utilizado para señalar la candidez e inocencia de aquellos que no han sido alterados, dando paso con el tiempo a ser un sinónimo de alguien simple, llano, sin maldad y fácil de engañar.

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘cementerio’?

¿Cuál es el origen del término ‘cementerio’?

Como es habitual en aquellos lugares con predominio del cristianismo, cada primero de noviembre infinidad de personas acuden a los cementerios para visitar las tumbas de sus difuntos, rezarles una oración o llevarles flores. Esta tradición originalmente se realizaba el 2 de noviembre que es la fecha en la que cae el Día de los Santos Difuntos y que la iglesia católica dedicó a las almas de los fallecidos, pero al no caer en festivo se comenzó a realizar el día 1.

Pero, tal y como indico en el título, el post de hoy trata sobre el origen del término ‘cementerio’ que es el nombre con el que conocemos habitualmente al lugar destinado para dar entierro a los fallecidos.

El término cementerio tiene mucho que ver con el cristianismo y cuando éste comenzó su expansión, ya que se impuso a la palabra que, hasta aquel momento, se usaba para designar a los emplazamientos donde se realizaban los entierros: necrópolis.

La palabra necrópolis (de origen griego) significa literalmente ‘ciudad de los muertos’ (necro: muerte, polis: ciudad).

Ante la creencia cristiana de que la muerte solo es un tránsito y, por tanto, al fallecer lo que se hacía era ‘dormir’ para posteriormente ‘resucitar’ se sustituyó el termino necrópolis por el de cementerio, cuyo significado literal es ‘dormitorio’.

Cementerio proviene del latín vulgar cemeteriu’, éste del latín culto ‘coemeterium’ que a la vez venía del griego ‘koimeterion’ -κοιμητήριον-: lugar donde dormir/dormitorio (koimo: dormir/estar echado/acostarse, -terion: sufijo de lugar).

Al castellano nos llegó como ‘cemeterio’ (desde el latín vulgar cemeteriu), pero a través de los siglos se le coló al término una ‘n’ intercalada, la cual los expertos se dividen entre dos motivos las posibles causas de que el término acabase siendo conocido por todos como ‘cementerio’ y no ‘cemeterio’. Por un lado por la facilidad a la hora de ser pronunciada, ya que es mucho menos complicada hacerlo con esa ene extra. Por otro lado, muchos son los que defienden la hipótesis de que hubo quien confundió el origen etimológico de la palabra y se lo adjudicó al término latín ‘caementa’ (piedra quebrada) que derivó en ‘cemento’, al utilizarse esta argamasa para construir y cerrar las tumbas/nichos/mausoleos.

 

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Un buen puñado de términos y expresiones que utilizamos diariamente y provienen del latín

Del “Carpe Diem” al salario, pasando por el “ciao”. Más de dos mil años de latinajos

Es obvio que nuestro idioma proviene del latín  y que la influencia de éste en nuestra forma de hablar es poderosa (evidentemente, sin olvidarnos de la gran presencia y riqueza aportada por otras lenguas, pueblos y culturas anteriores y posteriores a la llegada de los romanos a la Península Ibérica en el siglo III a.C.).

Pero este post, lejos de ser un estudio sociológico sobre la lengua, su uso y desusos, está escrito con la intención de repasar un puñado de términos y expresiones que hemos heredado directamente del latín y cómo las hemos adaptado a nuestro lenguaje coloquial. Aprovecharé para hablar sobre su origen etimológico, quizás para muchas personas desconocido, y de unas cuantas curiosidades sobre las mismas.

La famosísima expresión ‘Carpe Diem’, tan utilizada de forma optimista para sacar el mejor provecho del día, es un claro ejemplo de la popularización y uso de frases directamente en latín. Su origen la encontramos en una de las Odas (I, 11) escritas por el poeta romano Horacio en el siglo I a.C. ‘Carpe diem, quam minimum credula postero’ y con ella nos anima a aprovechar el momento, agarrar el día y sacar el mejor provecho de él, sin tener que esperar al día de mañana, que muy posiblemente no nos traiga lo mismo.

Del “Carpe Diem” al salario, pasando por el “ciao”. Más de dos mil años de latinajosOtra de esas expresiones recibidas directamente de los antiguos romanos es el conocido ‘Veni, vidi, vici’ (Llegué, vi, vencí), pronunciada por Julio Cesar tras la batalla de Zela o el ‘Alea jacta est’ (La suerte está echada), también de César, tal y como dejó escrito el historiador Suetonio.

Pero estos tres claros ejemplos de expresiones también pueden aplicarse a términos que utilizamos de forma cotidiana y que hemos adaptado a nuestro propio lenguaje, como puede ser la palabra ‘ciao’que utilizan comúnmente los italianos para saludar y que muchos de nosotros hemos adoptado en la forma de ‘chao’.

Es curioso ver como este ‘ciao/chao’ se utiliza para decir un ‘hola’ o ‘adiós’ (en España sobre todo para despedirse), cuando en realidad su origen etimológico es muy diferente.  Tal y como lo conocemos actualmente proviene del latín medieval (en su uso como lengua litúrgica o de enseñanza), que la recibió del dialecto véneto y este a su vez del latín vulgar, como la gran parte de las lenguas romances. Originalmente se escribía ‘s’ciavo’ y su significado era directamente ‘esclavo’, siendo utilizado por éstos a modo de saludo ante su señor para indicarle ‘servidor de usted’ o ‘a su servicio’.

Los nombres y/o apellidos de personajes ilustres también han dado paso a términos de uso cotidiano, como es el caso de Cayo Cilnio Mecenas, consejero político de César Augusto, un noble romano poseedor de una gran riqueza conocido por ser un ferviente impulsor de jóvenes talentos dedicados a escribir poesía. Acogió en su villa de Tívoli, entre otros, a poetas tan insignes como Horacio y Virgilio, proporcionándoles todo aquello que necesitaron para prosperar en sus respectivas carreras como poetas. A partir de entonces, a aquellas personas que patrocinan desinteresadamente a quienes se dedican a alguna disciplina artística se les llama ‘mecenas’.

En el mundo de la pareja también podemos encontrarnos con unas cuantas curiosas etimologías, como la que se le da a la palabra esposo/a y que proviene del latín ‘sponsus’, utilizado para referirse a aquellos que asumían un compromiso. Cabe destacar que sponsus, a su vez, provenía del griego ‘spendo’, cuyo significado era ‘hacer un acuerdo’ o ‘firmar un contrato’, que era lo que hacían el marido y la mujer cuando se casaban. Lee el resto de la entrada »

La antigua y sufrida tortura que dio origen al término ‘trabajar’

La antigua y sufrida tortura que dio origen al término ‘trabajar’

Múltiples fueron en la antigüedad los dolorosos métodos de tortura que se utilizaban con el fin de hacer pasar un suplicio a los reos y condenados. Entre la extensa variedad existía uno, de frecuente uso, que estaba compuesto por tres estacas (dos en forma de equis y otra que las cruzaba verticalmente por en medio) clavadas en el suelo y a las que se ataba al ajusticiado. Después de afligirle una serie de dolorosos golpes o latigazos se le prendía fuego.

La antigua y sufrida tortura que dio origen al término ‘trabajar’- TripaliumEste método de tortura era llamado en latín ‘tripalium’ (tri-tres – palium-palos) y con el tiempo el vocablo (por la relación con la tortura) se convirtió en sinónimo de sufrimiento, penalidad, padecimiento, desgracia…

No se sabe cómo pero el término tripalium acabó teniendo una extraña evolución metonímica (designar una cosa con el nombre de otra con la que guarda una relación de causa/efecto) que la convirtió en el vocablo tripaliāre, llegando hasta nosotros como ‘trabajar’.

Así pues, ya los antiguos pensaron que eso del trabajo era un suplicio y una penalidad; pero debemos tener muy en cuenta que, en la época en la que se originó, la inmensa mayoría de los que podríamos calificar como trabajadores lo hacían en condiciones infrahumanas o de esclavitud.

 

 

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¿Cuál es el origen de la expresión ‘hacer triquiñuelas’?

¿Cuál es el origen de la expresión ‘hacer triquiñuelas’?

El término ‘triquiñuela’, a pesar de no ser una de esas palabras que se utilizan excesivamente, tiene cierto encanto especial que, sobre todo, recuerda a tiempos pasados, cuando el lenguaje estaba repleto de vocablos singulares.

Se emplea la expresión ‘hacer triquiñuelas’ para referirse a aquella artimaña o astucia que se realiza para conseguir algún propósito (la palabra triquiñuela es comúnmente utilizada como sinónimo de trampa, engaño o truco). Y es precisamente ese último término (truco), pero en su forma inglesa: ‘trick’ de donde nos llega (seguro que a muchos de vosotros  os sonara trick por el famoso ‘trick-or-treat’ [truco o trato] tan utilizado en Halloween). El término análogo de triquiñuela en el idioma de Shakespeare es ‘trickery’, de mismo significado que nuestra palabra.

Al inglés llegó aproximadamente en el siglo XIV a través del francés medieval ‘tricher’ (engañar) y éste provenía del latín vulgar ‘triccāre’ (comportarse de una manera evasiva).

 

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Debo agradecer al amigo Eduardo Basterrechea Molina (de Molino de Ideas) por ponerme en la pista de esta etimología.

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¿Sabes qué es una poya?

 

¿Qué es una poya? (Horno de poya)

Posiblemente a muchos de los lectores y lectoras de este blog, tal y como han leído la palabra ‘poya’ en el título del post, le ha venido a la mente y lo han relacionado con el órgano sexual masculino, pero no, el modo de llamar al pene de forma vulgar es polla, con doble ele (o ‘elle’ como algunos, consciente aunque incorrectamente, la llamamos) y el término del cual voy a hablar hoy en esta entrada nada tiene que ver y además es con i griega (la RAE se empeña en llamarla ‘ye’).

La ‘poya’ era el pago que se realizaba por utilizar un horno común.

Muchos eran los pueblos en los que antiguamente no se permitía disponer de horno en las casas particulares, por lo que para hornear el pan debían acudir a uno comunitario. Ese lugar era conocido como ‘horno de poya’.

Este tipo de locales donde se encontraba el horno para uso común surgió alrededor del siglo XVI y solía estar en una casa propiedad de uno de los señores feudales o del Concejo municipal siendo una persona (el hornero) la encargada de mantener el horno encendido y preparado (durante todos los días del año) para su uso por todos aquellos lugareños que lo necesitasen, teniendo éstos que pagar por el derecho de uso (que podía ser en especies: parte del pan horneado o con dinero), este acto de remunerar al hornero es lo que se conocía como ‘poyar’.

Anualmente, mediante subasta pública, se elegía al hornero que se ocuparía de tener el horno de poya listo durante todos los siguientes 365 días.

Etimológicamente el término poya tiene la misma procedencia que poyo -del que os hablé en el post ¿Cuál es el origen de la expresión ‘Montar un poyo’?– (podĭum en latín)  y cuyo diferentes significados son podio (tribuna/tarima en la que subirse), banco de piedra junto a la pared a la entrada de muchas casas de campo/pueblo y también (que es la que nos interesa en este caso) la tabla o banco de piedra utilizado como encimera que se colocaba en las cocinas (seguro que más de uno/a le llamáis o habéis escuchado a alguien llamarlas poyos o poyetes).

En los hornos de poya esa encimera (poyo) estaba colocada junto al horno y ahí era donde se dejaba la masa para que se asentase antes de introducirla para ser horneada.

 

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Nota: Este post es mi aporte a la iniciativa #LunesPollas convocada por Francis R. Villatoro (@emulenews) a través del portal Naukas y en el que un gran número de blogueros y divulgadores publicaran posts relacionados con el pene (desde el lado científico del tema, evidentemente). Se trata de la continuación del de la semana pasada #LunesTetas y en el que publiqué el post “¿De dónde surge la expresión ‘Tiran más dos tetas que dos carretas’?”. En esta ocasión he querido aprovechar la confusión y juego que trae dicha palabra (polla/poya).