A través de las diferentes redes sociales y muy especialmente Whatsapp, Facebook, Twitter e Instragram se comparten cada día infinidad de memes y contenidos virales, siendo muchos de ellos bulos o Fake News.
Entre los muchos bulos que se comparten siempre tienen sitio las falsas etimologías; orígenes inventados sobre algún término o expresión, dándole una procedencia totalmente falsa y errónea respecto a la verdadera historia.
A pesar de que somos muchos quienes trabajamos para divulgar contenidos interesantes y, sobre todo, verdaderos, todavía queda mucho trabajo por hacer y, por tal motivo, de vez en cuando voy publicando este tipo de entradas en las que me dedico a destripar los bulos que voy encontrándome o me llegan a través de mis redes sociales.
En esta ocasión deseo destripar el bulo que circula sobre el término ‘sincero’ alrededor del cual existe una etimología popular y muy compartida que indica que dicho vocablo proviene de la palabra ‘sincera’ y que ésta nació durante el Renacimiento, en el que algunos artistas con menos habilidades que otros, utilizaban un tipo de cera para modificar algunos estropicios que hacían en sus esculturas, por lo que los escultores que realizaban un buen trabajo colgaban a sus obras un cartel que ponía ‘sin cera’ y de ahí que a una persona sin fingimientos y verdadera se le conozca como sincera.
Pero esta explicación es totalmente falsa y la verdadera etimología del término ‘sincero’ proviene del latín ‘sincērus’ y cuyo significado era ‘puro’, ‘sin mezcla’ y se aplicaba originalmente a aquellos productos que no eran adulterados o no eran mezclados con otros (el vino, aceite, la harina…).
Por tal motivo, con el paso del tiempo, a las personas puras y sin engaño, que se mostraban tal y como eran y sin fingimiento alguno, se les empezó a decir que eran ‘sinceras’. Ese es el verdadero origen etimológico del término y no el que señala a los escultores renacentistas.
El origen etimológico del término ‘exhumar’ lo encontramos en el latín y está formado por el prefijo ‘ex’ (fuera) y ‘humus’ (tierra, suelo) y su traducción literal vendría a ser ‘sacar/sacado de la tierra’ y, por tanto, significa exactamente lo mismo que el término desenterrar.
A la hora de hablar sobre la acción de abrir una fosa, tumba o cualquier otra sepultura, con el fin de extraer unos restos, podría ser válido el uso del término ‘desenterrar’, pero se considera como cultismo utilizar las formas ‘exhumación’/’exhumar’ a la hora de redactar y/o hablar en la prensa de ello.
Es habitual escuchar o utilizar la expresión ‘Así se las ponían a…’ (y el nombre de un personaje) para referirse a las facilidades que se le da a alguien para que consiga algún propósito sin costarle esfuerzo alguno (por ejemplo, poner un examen con preguntas sumamente fáciles).
Lo curioso es que dicha locución se utiliza mencionando diferentes protagonistas y se puede ver (entre otras muchas) referidas como: ‘Así se las ponían a Felipe II’, ‘Así se las ponían a Fernando VII’ e incluso ‘Así se las ponían a Franco’.
Cuando se hace la referencia a Felipe II es para indicar la desmesurada afición de este controvertido y puritano monarca hacia el sexo y cómo era común llevarle numerosas cortesanas a su alcoba para que tuviese sus escarceos sexuales (aunque oficialmente tan solo se le conoció una amante, Isabel Osorio).
Si el aludido en la expresión es ‘el Rey Felón’, o sea Fernando VII (llamado así por su deslealtad hacia el pueblo de España y su forma de reinar ignominiosa) es para referirse a su personalidad caprichosa, debido a que quería que todo se le ofreciese de forma fácil y sin complicación. Los historiadores apuntan que se originó la locución debido a la gran afición que tenía el monarca hacia el billar, en el que se tiraba horas enteras jugando y que casualmente siempre ganaba (por el hecho de sus contrincantes se dejaban ganar, colocándole las bolas bien situadas sobre la mesa facilitándole el inmerecido triunfo).
Así se las ponían a Franco
Otro personaje que suele utilizarse en esta expresión es Franco y se hace como clara alusión a la afición a la caza y pesca del dictador, a quien le preparaban las mejores piezas que luego lucía con orgullo frente a la prensa (sobre todo en el NO-DO que se emitía en las salas de cine).
Cabe destacar que la inmensa mayoría de historiadores señalan que la expresión original surgió en el siglo XIX y con la clara referencia a Fernando VII, no constando que se utilizase en fechas anteriores (por ejemplo en el periodo que abarca entre el siglo XVI, en el que vivió Felipe II, y el del reinado del Rey Felón).
«Al alba» es una de las composiciones más conocidas de Luis Eduardo Aute. La canción se convirtió en todo un símbolo y un himno reivindicativo y de protesta cantada por todos aquellos que querían cambios en los convulsos tiempos del final de la dictadura franquista, debido a los hechos en los que se había basado la canción.
La letra fue escrita tras los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975 y con ella el autor quería expresar su repulsa y condena al régimen por haber llevado a cabo la ejecución de cinco personas pertenecientes a la rama político-militar de ETA y del FRAP. Éstas se convirtieron en las últimas ejecuciones del franquismo, a dos meses escasos de la muerte del dictador, en un intento de demostrar que el régimen todavía mantenía el control sobre el país.
Los fusilamientos fueron muy criticados no sólo desde España, sino por el espectro internacional. Muchas fueron las delegaciones diplomáticas de otros países que presentaron una súplica para que no se llevasen a cabo y una posterior queja formal por haberlos realizado.
Ampliamente conocida es la anécdota que explica que el propio papa Pablo VI llamó a Franco para pedirle clemencia por los condenados. El dictador no cogió el teléfono y mandó decir que estaba en su alcoba descansando.
Cabe destacar que el autor siempre defendió (en numerosas declaraciones) esta versión sobre lo que le motivó a escribir la canción pero, no se sabe por qué, hace unos años ofreció una entrevista en la que su ambigüedad dejó algo en duda la verdadera razón por la que compuso ‘Al alba’.
Durante los años que duró la dictadura franquista muchas fueron las personas a las que se les aplicó dura e injustamente la ‘Ley de Vagos y Maleantes’ (también conocida popularmente como ‘la gandula’).
Con esta ley se quería sancionar a toda aquella persona que no era del agrado de las autoridades del momento y siempre ha estado vinculada en la memoria histórica con ese régimen, pero en realidad se aprobó y puso en marcha unos cuantos años antes de que Franco tomara el poder.
Concretamente fue el 5 de agosto de 1933 cuando se publicó en la Gaceta de Madrid (germen del Boletín Oficial del Estado) una ley que había sido promulgada y aprobada un día antes por el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, y el presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña.
La ley perseguiría a los que ellos consideraban como escoria de la sociedad: vagabundos, pordioseros, rufianes, proxenetas y todo aquel que no pudiese demostrar tener un domicilio fijo y un empleo o modo de sustento.
Tras el fallecimiento del dictador Franco la ley sufrió varias modificaciones, eliminando algunos artículos, pero no fue derogada totalmente hasta finales de 1995 (concretamente el 23 de noviembre).
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Conocemos como ingenuo a aquella persona que no tiene malicia, es inocente y que incluso muchas veces es demasiado crédula por lo que se le puede engañar con cierta facilidad.
La etimología de este término es de lo más curiosa ya que encontramos el origen del mismo en el latín ‘ingenuus’ que era el vocablo con el que en el antiguo Imperio Romano se referían a aquellas personas nacidas libre y que nunca habían perdido su libertad como esclavos.
El término estaba compuesto por ‘in’ (en el interior/nacido en) y ‘genus’ (raza/linaje) que venía a decir ‘puro de nacimiento en su raza/linaje/’ y acabó derivando en la palabra que designaba al nacido libre y nunca había sido esclavo.
Ese nacimiento libre y puro fue lo que hizo que el término acabase siendo utilizado para señalar la candidez e inocencia de aquellos que no han sido alterados, dando paso con el tiempo a ser un sinónimo de alguien simple, llano, sin maldad y fácil de engañar.
Tal día como hoy, de hace 75 años (el 1 de abril de 1939), a las 22:30 horas y a través de la emisora Radio Nacional, el locutor Fernando Fernández de Córdoba leía el que sería el último parte de la Guerra Civil Española, el cual había sido redactado y firmado, unas horas antes, por Francisco Franco en la sede del gobierno del bando nacional que él encabezaba situado en el Palacio de la Isla (Burgos).
El texto del último parte de la Guerra Civil Española, tal y como se puede ver en la imagen adjunta a la derecha, decía lo siguiente:
En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo Franco (firma) Burgos 1º abril 1939
Audio del último parte de guerra leído por Fernando Fernández de Córdoba:
Con este parte se ponía fin a una cruel e injusta guerra que dividió a este país en dos y en el que el bando perdedor (los republicanos) sufrió todo tipo de persecuciones, atropellos e injusticias por parte de aquellos que ganaron y se creyeron en posesión de la verdad y la razón absoluta.
Vaya desde aquí un sencillo y sentido homenaje y un cariñoso recuerdo para todas las víctimas de la Guerra Civil (de los dos bandos) con el deseo y esperanza de que la memoria histórica no nos haga olvidar las atrocidades cometidas durante esos tres fatídicos años de conflicto bélico y los siguientes 36 años de dictadura y pérdida de libertades.
Führer es un antiguo término de origen alemán que se utilizaba para señalar a aquel que era el líder o guía de un grupo de personas. En el siglo XVIII comenzó a utilizarse entre los miembros destacados del ejército del Sacro Imperio Romano Germánico y, tras la unificación de 1871, en el posterior Imperio Alemán. Muchos fueron los destacados militares alemanes llamados Führer durante la Primera Guerra Mundial.
Este título quedó reservado para los líderes militares hasta que, en 1925, Adolf Hitler se convirtió en el máximo dirigente del NSDAP (partido nazi) autoproclamándose ‘Führerprinzip’ (se traduce como ‘principio de autoridad’ o lo que viene a ser lo mismo: ‘jefe suplemo y absoluto’).
Desde entonces el término Führer quedó ligado a la imagen de Hitler, siendo utilizado como sinónimo de ‘dictador’.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, para tratar de no herir sensibilidades, en Alemania se cambió el término que se utilizaba para designar a un líder por el de ‘Leiter’.
Por analogía, en España se utilizó el término ‘Caudillo’ con Francisco Franco y en Italia ‘Duce’ con Benito Mussolini.
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El motivo de que España vaya una hora por delante que Portugal proviene de una orden ministerial que promulgó el gobierno de Franco el 7 de marzo de 1940 y en la que se consideraba la conveniencia de que, a partir de aquel momento, el horario nacional marchase de acuerdo con los de otros países europeos más afines políticamente, por lo que se disponía que el sábado 16 de marzo, a las 23 horas, se debía adelantar la hora legal en sesenta minutos.
De este modo la España franquista pasó a tener la misma hora que la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, así como la de aquellos países europeos ocupados y/o aliados de éstos, dejando de pertenecer al mismo huso horario de la Europa Occidental como el Reino Unido y Portugal como había tenido hasta aquel momento.
En esa misma orden ministerial también disponía en su artículo quinto que, oportunamente, se señalaría la fecha en la que hubiese de restablecerse la hora normal, algo que nunca llegó, a pesar de haber transcurrido desde entonces la friolera de 75 años y unos cuantos gobiernos de diferente signo político.
Este adelanto en una hora realizado en 1940 ha hecho que, desde entonces, solarmente también vayamos adelantados y lo paradójico del asunto es que al realizarse cada año el cambio al horario de verano (adelantar una hora, tal y como se realiza el último fin de semana de marzo) resulte que tenemos no una sino dos horas por delante respecto al sol.
Este es el motivo por el que numerosos expertos apuntan que los horarios en las costumbres de los españoles siempre sean tan tarde (somos los que más tarde comemos, cenamos y nos acostamos).
En la mayoría de países la hora de comer (o almorzar, como ellos lo llaman) es entre las doce y la una del mediodía, mientras que los españoles lo hacemos entre las dos y las tres. Esta es otra de las razones del porqué cuando vamos a un hotel nos encontramos que tienen esos horarios de comida que nos va tan mal y es porque lo adaptan al horario europeo.
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Todos ellos son árbitros españoles que han desempeñado gran parte de su carrera en la Primera División de la Liga Profesional de Fútbol… y todos ellos son conocidos y citados por sus dos apellidos.
Así como la mayoría de los futbolistas son conocidos por tan solo el nombre, un apellido, un mote o incluso por el nombre y primer apellido, el colectivo arbitral español es conocido por sus dos apellidos.
Una de las explicaciones obedece a que el empleo de los dos apellidos podría ser un signo de autoridad en el partido, pero el reglamento no dice nada al respecto, ni es ese el verdadero origen del porqué.
El porqué real de esta curiosidad se remonta a principios los años 70 (finales de los 60). Hasta entonces a los árbitros se les conocía por su primer apellido, pero apareció en el arbitraje español un joven cuyo apellido era Franco y de inmediato las autoridades decidieron que no se le podía ofrecer a la prensa motivos para hacer titulares del tipo «Franco lo hizo muy mal», «¡Qué malo es Franco!», «Franco no vale para nada» y, aunque siempre referidos al árbitro, esa segunda intención, ingenio e ironía que tanto afloró bajo las plumas de ilustres periodistas en aquellos años de censura era una peligrosísima arma de doble filo. Con esos titulares, el general Francisco Franco podría sentirse humillado, así que la censura previamente ordenó que a partir de aquel momento a los árbitros se les llamase por sus dos apellidos. Desde entonces la prensa deportiva tomó como costumbre el citar a los árbitros así, aunque hay que destacar que la Real Federación Española de Fútbol cuando hace pública las designaciones de árbitros, siempre facilita sus nombres completos.
El árbitro en cuestión era Ángel Franco Martínez del colegio murciano, que actualmente ostenta el cargo de Vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros y que fue considerado en los años 70 como uno de los mejores árbitros españoles, llegando a arbitrar un partido en el Mundial de Argentina 78.