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Alfred López 09 de mayo de 2020
Se conoce como clítoris al pequeño y carnoso órgano que sobresale sobre la vulva femenina y que está considerado como uno de los puntos que mayor placer sexual puede proporcionar a muchas mujeres (no todas se consideran ‘clitorianas’).
Se sabe que el término clítoris proviene del griego y más concretamente del vocablo ‘kleitorís’ (κλειτορίς) pero en lo que no se ponen de acuerdo los expertos y lingüistas es sobre el origen etimológico del mencionado término kleitorís.
De un lado nos encontramos con quienes defienden que proviene de la palabra ‘kleis’, que significa ‘llave’; debido a que en la Antigua Grecia se tenía el convencimiento que esa pequeña parte de la anatomía femenina era la llave que abría las puertas del placer.
Por otra parte están los que señalan que deriva de ‘kleitýs’, vocablo con el que se designaba a las colinas, pues dicha protuberancia recordaba a la elevación redondeada del terreno semejante a un montículo.
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Fuente de la imagen: Alfred López
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Alfred López 11 de marzo de 2019
De los pies a la cabeza y por fuera o por dentro, todas aquellas partes de nuestro organismo que podemos ver, y las que no, tienen un nombre, un término por el que son conocidas. Muchas son las ocasiones en las que nombramos algunos de esos órganos y, por mucho que estemos familiarizados con su nombre, desconocemos por qué y de dónde surge el que se denominen de esa forma.
A raíz del post que publiqué días atrás, sobre el origen de los términos ‘Cadera, catedrático y catedral’, Raúl Sainz Garrido me dejó un comentario en el que me animaba a escribir una entrada sobre el origen de otras partes del cuerpo humano. Como bien sabéis, son numerosísimos por lo que lo haré en varias entregas y de seis en seis (con el fin de que no quede un post muy largo).
Aquí tenéis una primera tanda con el origen etimológico de media docena de partes del cuerpo humano:
Cuello: Es la parte del cuerpo que une la cabeza con el tronco y proviene del latín ‘collum’, de igual significado y que también era utilizado para referirse al tallo de una flor. Se originó dicho vocablo como clara referencia a aquello que permite girar y hacer volver a su lugar de origen algo, en este caso la cabeza (o, por ejemplo, una flor). A raíz de su anatomía (estrecho y alargado) con el paso del tiempo también se utilizó la palabra cuello para referirse a la parte superior y más estrecha de una vasija o botella.
Nudillos: Es la parte exterior de cualquiera de las junturas de los dedos, donde se unen los huesos de que se componen. Nudillo es el diminutivo de nudo y etimológicamente proviene del latín vulgar ‘nudus’ y a su vez éste del latín clásico ‘nodus’, haciendo referencia a la parte de intersección de algo que se junta (en este caso las falanges de los dedos a la mano).
Tobillo: Es la parte del cuerpo en donde se articula el pie con la pierna, pero también es la protuberancia de la tibia y del peroné que sobresalen respectivamente en el lado interno y externo de éste. Y es que el término tobillo proviene del latín vulgar ‘tubellum’ el cual era el diminutivo del vocablo ‘tuber’ cuyo significado literal era ‘protuberancia’ (en este caso haciendo referencia a la prominencia redondeada que se encuentra en el punto donde se une nuestra pierna con el pie).
Axila: Se trata de la concavidad que forma el arranque del brazo con el cuerpo. Proviene del latín ‘axilla’, de idéntico significado y este proviene del vocablo ‘axis’ el cual hacía referencia a un eje o ala. Otro modo común para referirse a la axila es ‘sobaco’, pero dicho término tiene una etimología algo desconocida y discutida (la dejo para explicarla con más detenimiento en otro post).
Vena: Es cada uno de los conductos por los que discurre nuestra sangre, haciendo un recorrido por nuestros órganos interiores y con salida y llegada en el corazón. Proviene del término en latín, escrito del mismo modo, que era utilizado para referirse a cualquier conducto o canalillo por el que, de forma natural, circulaba cualquier líquido (agua, sangre…).
Muslo: Es la parte de la pierna desde la juntura de las caderas hasta la rodilla. El término es en sí una contracción del vocablo ‘músculo’, el cual proviene del latín ‘muscŭlus’ y cuyo significado era ‘ratoncillo’ (os expliqué esta curiosa etimología en un post tiempo atrás).
Próximamente publicaré otra tanda con el origen etimológico de media docena de partes del cuerpo humano.
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Alfred López 06 de marzo de 2019
Conocemos como ‘catedrático’ (o catedrática) a aquella persona dedicada generalmente a la docencia (normalmente universitaria o de enseñanza media) y que ha alcanzado el más alto rango o status.
Por su parte una ‘catedral’ es una edificación monumental dedicada al culto religioso, siendo la iglesia principal de una diócesis y, por tanto, sede del obispado.
Y la ‘cadera’ es la parte de nuestra anatomía que está compuesta por dos partes salientes y formada por los huesos superiores de la pelvis.
Estos tres términos tienen un mismo origen etimológico (una silla o asiento), aunque los dos primeros (de ahí su similitud) provienen de una vía diferente que el referido a la parte de la anatomía humana.
‘Catedrático’ proviene del latín medieval ‘cathedraticus’ cuyo significado era ‘el que ocupa la silla o asiento’. El asiento al que se hace referencia es la ‘cátedra’, una silla o butacón elevado desde donde el maestro daba antiguamente la lección a sus alumnos o discípulos. El término cátedra a su vez provenía del latín clásico ‘cathedra’, cuyo significado era ‘silla, asiento’ y hasta ahí llegó desde el griego ‘kathédra’ –καθέδρα– de idéntico significado.
La ‘catedral’ recibe dicho nombre ya que era la edificación religiosa y principal en la que se encontraba el asiento del obispo de una diócesis (territorio en el que éste tiene su jurisdicción religiosa) y en el que se sentaba durante los oficios. El término, al igual que el anterior, también proviene del latín clásico ‘cathedra’ y éste del griego ‘kathédra’.
Pero por su parte, el término ‘cadera’, proviniendo prácticamente del mismo origen etimológico, tuvo un viaje más que los dos vocablos anteriores, pasando desde al griego ‘kathédra’ al latín clásico ‘cathedra’ y desde ahí al latín vulgar ‘cathegra’ antes de convertirse en el castellano ‘cadera’. Y es que recibió ese nombre ya que es la parte de nuestra anatomía que se articula para que tomemos asiento, con la que nos podemos sentar, de ahí que tenga una etimología casi idéntica con otras palabras que, a simple vista, parece que no tengan nada que ver con ésta.
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Alfred López 06 de septiembre de 2015
Es obvio que nuestro idioma proviene del latín y que la influencia de éste en nuestra forma de hablar es poderosa (evidentemente, sin olvidarnos de la gran presencia y riqueza aportada por otras lenguas, pueblos y culturas anteriores y posteriores a la llegada de los romanos a la Península Ibérica en el siglo III a.C.).
Pero este post, lejos de ser un estudio sociológico sobre la lengua, su uso y desusos, está escrito con la intención de repasar un puñado de términos y expresiones que hemos heredado directamente del latín y cómo las hemos adaptado a nuestro lenguaje coloquial. Aprovecharé para hablar sobre su origen etimológico, quizás para muchas personas desconocido, y de unas cuantas curiosidades sobre las mismas.
La famosísima expresión ‘Carpe Diem’, tan utilizada de forma optimista para sacar el mejor provecho del día, es un claro ejemplo de la popularización y uso de frases directamente en latín. Su origen la encontramos en una de las Odas (I, 11) escritas por el poeta romano Horacio en el siglo I a.C. ‘Carpe diem, quam minimum credula postero’ y con ella nos anima a aprovechar el momento, agarrar el día y sacar el mejor provecho de él, sin tener que esperar al día de mañana, que muy posiblemente no nos traiga lo mismo.
Otra de esas expresiones recibidas directamente de los antiguos romanos es el conocido ‘Veni, vidi, vici’ (Llegué, vi, vencí), pronunciada por Julio Cesar tras la batalla de Zela o el ‘Alea jacta est’ (La suerte está echada), también de César, tal y como dejó escrito el historiador Suetonio.
Pero estos tres claros ejemplos de expresiones también pueden aplicarse a términos que utilizamos de forma cotidiana y que hemos adaptado a nuestro propio lenguaje, como puede ser la palabra ‘ciao’que utilizan comúnmente los italianos para saludar y que muchos de nosotros hemos adoptado en la forma de ‘chao’.
Es curioso ver como este ‘ciao/chao’ se utiliza para decir un ‘hola’ o ‘adiós’ (en España sobre todo para despedirse), cuando en realidad su origen etimológico es muy diferente. Tal y como lo conocemos actualmente proviene del latín medieval (en su uso como lengua litúrgica o de enseñanza), que la recibió del dialecto véneto y este a su vez del latín vulgar, como la gran parte de las lenguas romances. Originalmente se escribía ‘s’ciavo’ y su significado era directamente ‘esclavo’, siendo utilizado por éstos a modo de saludo ante su señor para indicarle ‘servidor de usted’ o ‘a su servicio’.
Los nombres y/o apellidos de personajes ilustres también han dado paso a términos de uso cotidiano, como es el caso de Cayo Cilnio Mecenas, consejero político de César Augusto, un noble romano poseedor de una gran riqueza conocido por ser un ferviente impulsor de jóvenes talentos dedicados a escribir poesía. Acogió en su villa de Tívoli, entre otros, a poetas tan insignes como Horacio y Virgilio, proporcionándoles todo aquello que necesitaron para prosperar en sus respectivas carreras como poetas. A partir de entonces, a aquellas personas que patrocinan desinteresadamente a quienes se dedican a alguna disciplina artística se les llama ‘mecenas’.
En el mundo de la pareja también podemos encontrarnos con unas cuantas curiosas etimologías, como la que se le da a la palabra esposo/a y que proviene del latín ‘sponsus’, utilizado para referirse a aquellos que asumían un compromiso. Cabe destacar que sponsus, a su vez, provenía del griego ‘spendo’, cuyo significado era ‘hacer un acuerdo’ o ‘firmar un contrato’, que era lo que hacían el marido y la mujer cuando se casaban. Lee el resto de la entrada »
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Alfred López 29 de diciembre de 2014
Se utiliza el término ‘broma’ para describir el acto de enredar a alguien con el propósito de echarse unas risas y a modo de diversión, pero detrás de este vocablo hay un curioso origen etimológico que nada tiene que ver con el significado que le damos hoy en día.
La palabra ‘broma’ proviene del nombre de un molusco marino invasor que se adhería en la base de los barcos antiguos, que estaban hechos de madera, e iba carcomiéndolos lentamente.
La broma, también conocida como teredón, teredo o taraza, es minúscula y al adherirse a la madera apenas mide un cuarto de milímetro pero en cuestión de unas pocas semanas puede llegar a medir diez centímetros. Posee unos minúsculos dientes que son capaces de roer todo tipo de madera, realizando complejos túneles que acaba destruyendo toda la estructura por la que ha ido carcomiendo.
En la antigüedad, este hecho apesadumbraba a los marinos y propietarios de las embarcaciones afectadas, por lo que lo consideraban algo muy pesado que les había ocurrido. Con el tiempo se aplicó el termino broma para cualquier acto que abrumase al afectado, llegando hasta nuestros días tal y como conocemos la definición de la palabra broma.
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Fuente de la imagen: llufings
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Alfred López 06 de febrero de 2014
A través del apartado de contacto, Mercedes Campillo me hace llegar un correo electrónico en el que me consulta sobre el origen de la palabra ‘rival’.
Como bien es sabido, un rival es aquella persona que compite con otra, pugnando por obtener una misma cosa o por superarla en algo.
Para encontrar su origen etimológico debemos ir al latín, ya que esta palabra procede del término ‘rivalis’ cuyo significado era ‘el que está/vive al otro lado del río’ (rivus era como se le llamaba al río/arroyo en latín).
Muchos eran los que vivían lindantes a la orilla de un río y frecuentes las discusiones que existían con el vecino del otro lado (o incluso con el de más arriba o abajo) por cuestiones del uso del cauce (sobre todo si éste no bajaba con demasiada agua) o por la usabilidad o derechos que creía tener uno u otro sobre el mismo, lo que llevaba frecuentemente a iniciarse disputas y enfados (o en pocas palabras… una rivalidad entre ambos).
También hay que tener en cuenta que, en innumerables ocasiones, los ríos (rivus) eran los que servían, como frontera natural, para delimitar un terreno del otro en incluso condados, países, etc… convirtiéndose el del otro lado en un ‘rival’.
Hoy en día el término se utiliza de un modo común y coloquial para otros ámbitos (muy frecuentemente en el mundo del deporte) aunque nada tenga que ver una disputa por un río o cauce alguno.
Fuente de la imagen: britannica
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