Archivo de diciembre, 2017

‘La edad de la ira’ de Nando López: «En los centros educativos, oficialmente, no existen los gays» #unoalmes

Llegué al escritor y dramaturgo Nando López buscando referentes literarios para chavales que contemplaran la diversidad sexual, una búsqueda vinculada con un reportaje cuyo anticipo fue: . Y de aquel hallazgo llegó también su columna Literatura y visibilidad.

Llegué así a su novela La edad de la ira (Espasa, 2011), que fue finalista del Nadal en el 2010. Una novela que el pasado año cobró vida sobre los escenarios. La primera imagen que aparece acompañando este texto corresponde a esa función.

La historia arranca con aires de A sangre fría. Un chaval de 16 años, guapo y popular, es acusado de un crimen horrendo en su entorno familiar. Un crimen incomprensible para todos aquellos que le conocían. Ese chaval, Marcos, estudiaba en el mismo instituto al que acudió un periodista en la treintena que se empeña en desentrañar lo que realmente pasó hablando con algunos alumnos y, sobre todo, con sus profesores. Un periodista que es un hilo conductor desdibujado a propósito para poner el foco en el repertorio coral de voces. Un narrador dubitativo que tendrá que vadear entre culpas, secretos, prejuicios y lealtades adolescentes, para llegar a puerto. A un puerto con las certezas justas.

No sé bien qué esperaba al empezar a leerla, pero sí sé lo que he encontrado al cerrarla y despedirme de Marcos, un protagonista que solo en el arranque del libro nos habla directamente y lleno de rabia, que en ningún otro momento pasa de ser una sombra, aunque una sombra más que presente, casi tangible y que duele paulatinamente más sentir según pasamos páginas.

En La edad de la ira he encontrado un libro que no es perfecto, pero que probablemente resulte necesario. En él se ven (se denuncian) las dificultades de un adolescente que descubre que es gay y que tiene que lidiar con ello en un entorno familiar que considera eso como una ofensa a dios y una enfermedad a curar.

Pero eso no llega hasta muy avanzada la historia. Por eso, al menos para mí, este libro es otra cosa muy distinta. Se trata de un viaje al interior de los claroscuros de la docencia. Un libro muy crítico con nuestro sistema educativo, con los pocos recursos (de cualquier tipo) que hay para dedicar a nuestros jóvenes, a nuestro futuro.

La edad de la ira comienza siendo un grito desgarrado de un chaval mecanografiado a golpes en una vieja Olivetti. Al terminarlo compruebas que todas las páginas son otro grito, una sucesión de gritos que conforman una llamada de atención a la situación de la educación en este país por parte de un escritor que sabe bien de lo que habla.

Nando López fue profesor. Y escribo sin saber si estoy usando el tiempo verbal correcto, porque aunque un maestro no ejerza como tal, no creo que pueda jamás dejar de serlo del todo. Así que diré que Nando López es profesor y que conoce perfectamente ese mundo de aulas, patios, claustros y cafeterías escolares repletas de jóvenes en esa edad de la ira y del despertar, del buscarse a uno mismo. Lo conoce mejor de lo que conoce ese otro oficio también plagado de sombras y luces que es el periodismo.

Por eso es un libro que muestra un microcosmos de seres humanos dedicados a la enseñanza también imperfectos, y también necesarios. Personas que se esfuerzan por los chicos, recibiendo poco o nada a cambio, otras que solo cubren el expediente en mayor o menor medida y unas cuantas que ojalá hubieran escogido cualquier otro oficio porque yo jamás los querría enseñando a nuestros niños. Y un profesor-monstruo que aporta a la historia algunas pinceladas sobre el ciberacoso y la pedofilia desde redes sociales, igual que aparecen también pinceladas sobre racismo y prejuicios.

Un libro en el que se recogen los muchos armarios cerrados en nuestros centros de enseñanza y la necesidad que hay de airearlos.

Es un libro en el que a los padres solo se nos vislumbra, perdidas ya las riendas de nuestros hijos, en esa edad de la ira. Padres desconcertados, padres decentes, padres superados y el otro monstruo que despierta la ira adolescente: un padre-monstruo que confunde el orgullo mal entendido con el amor hacia sus hijos, que los quiere rectos antes que felices. Otra sombra, más translúcida, pero también presente en todo momento, ganando a cada página una consistencia viscosa y afilada.

Llegué a La edad de la ira sin saber qué iba a encontrar, pero sí sé que iba buscando libros amables, positivos, cuyos protagonistas fueran un ejemplo que visibilizara y normalizara la diversidad sexual, esos referentes culturales que tan necesarios son y tanto faltan.

La edad de la ira no es así; es un grito, es oscuridad, es violencia, es incomprensión y no tiene respuestas. No es luminoso y romántico, no es aventura y risas. Es un desgarro. Es un reflejo de la realidad.

Es, como ya os dije, un libro necesario.

No temas nunca amar al que te quiera bien, no hagas que otros teman amar de la misma manera

Aún eres muy pequeña Julia, pero muy pronto, en apenas unos tres o cuatro años (que pasan volando como todos los adultos sabemos), podré empezar a presentarte a un montón de chicos y chicas valientes. Chicos y chicas que aprendieron a entenderse, a saber qué querían, a vivir en el empeño de ser felices sin forcejear contra lo que sentían. No siempre fue fácil para ellos, pero lo lograron.

Están esperándote en mi estantería blanca novelas y cómics. No demasiados, ojalá fueran más. Sus protagonistas son chicos que se enamoraron de chicos, chicas que se enamoraron de chicas.

Los estoy leyendo y atesorando porque sé que vas a recibir pronto un bombardeo literario, cinematográfico y televisivo de relaciones románticas que, en casi su totalidad, mostrarán relaciones heterosexuales. A veces relaciones que dan una visión romántica de situaciones de abuso, que transmiten que los celos o el control son amor, que se puede salvar a los monstruos.

Yo quiero que crezcas aprendiendo a distinguir el peligro que hay tras todo eso. Y quiero que crezcas asumiendo que lo otro, los dos chicos o las dos chicas que se enamoran, será menos frecuente, pero es igual de normal, que negarse a uno mismo no conduce a ningún buen puerto. Quiero que lo entiendas desde que las mariposas del primer amor empiecen a estremecerte por dentro, porque te quiero feliz y te quiero siendo bondad con los demás.

Por eso también quiero ver contigo cuando seas algo mayor Glee y presentarte a kurt y Blaine. Y a Isak y Even de Skam. Veremos todas aquellas historias de amor adolescente que el mundo audiovisual tenga a bien ofrecernos en los próximos años que sean diversas y positivas. No hay demasiados referentes culturales así, pero tienes suerte. Van en aumento, contribuyendo a normalizar y visibilizar; a cimentar una sociedad un poco mejor.

Tienes suerte, sí, porque algo hay, cada vez más. En mi adolescencia no había nada.
Crecíamos queriendo ser parte del grupo y todo era un erial de invisibilidad que generaba con frecuencia mucho dolor. Sigue pasando, no creas que es un sufrimiento ya superado. Ni mucho menos.

Tienes solo ocho años. Eres aún muy pequeña para adentrarte en esas historias que estoy guardando para ti, pero nunca has sido tan pequeña como para no entender que hay chicos que se enamoran de chicos y chicas que se enamoran de chicas. No solo te lo he explicado, también has crecido viéndolo. Todos los niños lo entendéis bien a poco que vuestros adultos de referencia pongamos de nuestra parte. Un poco que es muy necesario.

No sé de quién te enamorarás en un futuro. No sé quién te robará el corazón. Solo espero que sea alguien que te quiera bien, que te haga volar y no te haga ser menos. Espero que no temas nunca amar a aquel ante el que tu corazón cante. Espero también que no hagas jamás, por acción u omisión, que otros teman amar de la misma manera.

Diez mangas aptos para regalar a niños, porque el cómic es un buen aliado para cimentar el amor a la lectura #LeerCómicsEsLeer

Ya os conté hace tiempo que mi amor por la lectura procede en gran medida todos los buenos ratos pasados leyendo bocadillos en mi infancia: los libros de películas de Disney, de la irreductible aldea gala, mortadelos, súperhumores, zipizapes, tintines, Súperlopez…

Los cómics son una buena herramienta para cimentar el interés por descubrir historias pasando páginas. Divertirse y emocionarse en estos libros en los que el texto está apoyado por las imágenes ayuda a comprender que hay multitud de personajes y aventuras emocionantes, divertidas, sorprendentes… al alcance de nuestra mano.

Leer cómics es fácil, es satisfactorio y en esa fase en la que la lectura arranca son magníficos aliados, porque empezar a leer cuesta, porque que aprender a leer y disfrutarlo no es fácil; porque en el amor y en la guerra por amar la lectura, todo vale.

Lo recordaba no solo rememorando mi infancia, también viendo el entusiasmo con el que mi hija, que ahora tiene ocho años, lee y relee muchos cómics desde hace un año y cómo el hacerlo le ha abierto la puerta a muchas otras lecturas. Lo recordaba porque he visto a otros niños encantados leyendo cómics que les hemos prestado y regalado.  Lo recordaba también porque hace pocos días me pidieron recomendaciones de libros escritos en mayúsculas para iniciar a los niños en la lectura.

En su caso los cómics que la han enganchado son mangas. En alguna ocasión me han preguntado si no es un inconveniente que se lean al revés, de atrás a delante y de derecha a izquierda. No, no lo ha sido en ninguno de los casos que he visto a mi alrededor. Se acostumbran fácil.

Tras más de un año inmersos en este tipo de lecturas y dado las fechas en las que estamos, con mucha gente pensando qué regalos poner bajo el árbol he decidido recomendar aquí unos cuantos títulos aptos para niños.Regalos fáciles de encontrar y baratos (la mayoría de los libros rondan los ocho euros).

¿A partir de qué edad están recomendados. Algunos pueden leerse a partir de los cinco años, otros a partir de los diez. Como la madurez lectora de los niños varía mucho a esas edades, Lo mejor es que un adulto que los conozca bien los lea primero, que no se tarda tanto, antes de decidir cuándo ofrecérselo. Son además libros que también pueden gustar a los padres, leerlos antes no supone ningún sacrificio, sino un disfrute.

Por otro lado, conocer aquello que les gusta para poder hablar con ellos de esos temas siempre es buena idea. Que sientan que nos interesa lo que a ellos les gusta, ya sean libros, series de televisión, películas y videojuegos, contribuye a que nuestra relación con nuestros niños sea mejor; que sientan que lo que les gusta nos interesa fortalece el vínculo entre padres e hijos, un vínculo que es un error suponer que no puede agrietarse.

Diez mangas recomendables para niños

Hay mucho manga basado en licencias conocidas como Pokemon, Doraemon, Mario o Yo-kai Watch. Son opciones estupendas porque ya sabéis que hay que compartir y aprovechar los intereses de los niños, no podarlos, pero los que traigo son otros. Vamos con ellos, pero que quede claro que es una selección subjetiva y abierta a vuestras matizaciones y a otras recomendaciones.

  1. El dulce hogar de Chi.Konami Kanata. Planeta.
    Sin duda, la mejor serie para iniciar a niños. A partir de cinco años, si es que ya están predispuestos a la lectura a esa edad. Cuenta como la familia Yamada encuentra a la pequeña Chi en la calle y decide adoptarla. Costumbrista y deliciosa, con mucho humor, refleja estupendamente el espíritu felino y lo que implica la convivencia con uno de estos animales. Un buen regalo también para amantes de los animales.
  2. Yotsuba.Kiyohiko Azuma. Norma.
    Un manga completamente blanco y muy popular: súperventas en Japón, con numerosos premios y buenas críticas. También a partir de seis o siete años puede ser una buena lectura. Se trata de un canto a la infancia, a esa maravillosa etapa de sorpresa, literalidad y aprendizaje. Julia no para de reír mientras lee sus salidas y aventuras cotidianas y no hay niño a partir de siete años al que se lo hayamos regalado o prestado y no le haya gustado.
  3. El pupitre de al lado. Takuma Morishige. Tomodomo.
    No tan conocido como los anteriores, pero igualmente recomendable. Delicioso y original, volcado en el humor. Yokoi, una niña muy estudiosa, se sienta junto a Seki, un chico que dedica las clases a idear todo tipo de locuras sobre su pupitre. Al final siempre queda la duda de cuál de los dos hace volar más su imaginación, si el niño inventor o la niña que interpreta. Otro canto a la imaginación y a la necesidad del juego. A partir de siete u ocho años.
  4. Tragones y mazmorras. Ryôko Kui. Milky Way.
    Una aventura rolera en toda regla. Un grupito de héroes (mago, caballero, explorador..) adentrándose en unas mazmorras para luchar contra un dragón y rescatar a los compañeros devorados. Divertida, sin sangre que salpique y con muerte poco drásticas, porque se puede resucitar. La originalidad consiste en que se van alimentando de los monstruos que encuentran, incluyendo recetas sencillas y, medio en broma, medio enserio, consejos nutricionales que harían las delicias a Boticaria García.
  5. My Hero Academy. Kōhei Horikoshi. Planeta.
    Izuku Midoriya es un niño normal, aparentemente sin súper-poderes, que entra voluntarioso en la academia en la que se forman los chicos que sí han nacido con dones especiales, que son la mayoría. Como es de suponer, no le toman demasiado en serio. Se da la casualidad de que su mejor amigo es el niño más poderoso de la clase. Acción, ciencia ficción y también comedia. Otra serie exitosa apta para niños a partir de unos ocho años.
  6. Padre e hijo. Mi Togawa. Milky Way.
    La historia está ambientada en el Japón rural del siglo XIX. Torakichi es un joven boticario cuyo trabajo consiste en viajar sin parar llevando los medicamentos a sus clientes. Pero sus aventuras arrancan cuando queda viudo y decide afrontar la crianza de Shiro y llevarlo con él en esos viajes pese a la oposición de muchos que no ven que sea vida para un niño. Costumbrista, centrada en las emociones, con ligeros toques de magia. Es una de mis series favoritas, pero también se puede disfrutar a partir de los 8 o 9 años.
  7. Noragami. Adachitoka. Norma.
    Volvemos a la acción. Otra serie muy popular de acción y ciencia ficción que cuenta con un anime que en estos momentos tiene en catálogo Netflix. Julia lo ha leído y visto en nuestra compañía (y disfrutado mucho) a sus ocho años, pero tal vez haya niños que deban acercarse pasados los diez. Yato es un dios menor que quiere un templo en un universo en el que los dioses tienen relaciones muy humanas y luchan contra malvados espíritus gracias a sus tesoros sagrados, almas puras que pueden convertirse en poderosas armas.
  8. Detective Conan. Gosho Aoyama. Planeta.
    Todo un clásico. El inteligente detective adolescente Shinichi Kudo que es convertido en niño pequeño y resuelve crímenes como nadie, pese a las dificultades que entraña estar en un cuerpecito tan pequeño. Pasa como con Noragami, habrá niños que con ocho años podrán leerlo, otros que a partir de nueve o diez años.
  9. One Piece. Eiichiro Oda. Planeta.
    De nuevo una serie muy popular, con mucha acción y mucho humor. La que más volúmenes tiene. También hay versión animada. Monkey D. Luffy es un pirata que de niño logró un poder muy especial, ser casi literalmente de goma. Su objetivo es convertirse en rey de los piratas con la ayuda de su banda, la del sombrero de paja, y encontrar un mítico tesoro.
  10. Los dioses mienten. Kaori Ozaki. Milky Way.
    El protagonista, un niño deportista como tantos otros, se encuentra un cachorro de gato herido y abandonado que le conducirá a entablar una relación con una niña que está viviendo una situación familiar muy dura. Un tomo único y la historia más profunda y poética de las que recojo en esta selección.

¡Ah! Y para niños más pequeños, os animo a leer la selección de cómics de la madre, psicóloga y bloguera Bebé a Mordor, que también recoge los beneficios que supone leer cómics para niños.

¿Deberían tomarse medidas para que los niños que juegan al fútbol no sufran goleadas humillantes? ¿Qué medidas?

Sucedió el pasado fin de semana, así que tal vez ya conozcáis la noticia. Un partido federado de niños de entre 10 y 12 años en Las Palmas acabó con un marcador de 47-0. Y ya de paso, con polémica.

Los niños del equipo perdedor no querían seguir jugando, se sentían humillados, lo pasaron fatal, acabaron llorando.

Los niños del equipo ganador no tienen culpa alguna, por supuesto. Tampoco tengo claro que la tenga el entrenador del equipo ganador. ¿Cómo decir que se dejen marcar, que no metan goles?

Aunque tal vez si se puede como recogían en Cuentaconlacantera.com el pasado año:

Aitor Cebrián Montiel es un joven de 21 años que entrena, desde hace un año y medio, al grupo benjamín del Ayelo, el club de fútbol de la localidad valenciana Aielo de Malferit. El sábado 5 de diciembre su equipo jugaba en casa contra el C.D Contestano, un conjunto que llevaba toda la temporada perdiendo por goleada. Al campo estaban a punto de saltar niños de entre 7 y 9 años y Cebrián, en la charla previa, decidió pedir a sus jugadores respeto hacia el rival. Este fue su discurso: «Acabo de ver entrar a los niños contra los que vais a jugar hoy, y son más pequeños que vosotros. Son de primer año y no debieran competir con vosotros en esta categoría. Están goleándolos cada semana y querría que os pusiérais en su lugar. No quiero que celebréis ningún gol, no los presionéis en su campo, dejadlos que jueguen un poco y que puedan disfrutar de jugar al fútbol. Vamos a ser respetuosos con ellos”.

Mientras Cebrián hablaba con sus jugadores un padre del equipo rival escuchó casualmente la conversación y quedó tan agradecido que al final del encuentro se acercó al él para felicitarle por su empatía. Unos días después el C.D Contestano remitió una carta al club para formalizar su gratitud. El escrito llegaría a manos de la Federación de Fútbol valenciana y, después de ser publicado el viernes en su web – y perfiles de Facebook y Twitter – los usuarios de las redes sociales han aplaudido el fair play de Cebrián y compartido el discurso.

“No esperaba tanta repercusión de algo que, a mi entender, debería ser habitual. Pero sí me gustaría que sirviese de ejemplo”, comenta el entrenador, “Hay otros técnicos que creen que respetar al rival significa emplearse al máximo y marcar cuantos más goles mejor. Es una actitud respetable, pero yo no la comparto. Los niños, ante todo, deben disfrutar jugando al fútbol”.

No es la primera vez que se pone esta cuestión encima de la mesa, que hay marcadores tan desigualados que muchos protestan. Yo estoy con ellos. En junio pasado, por ejemplo, destituyeron a un entrenador por ganar 25-0 en Valencia.Y mi compañero de blog Raúl Rioja escribió en El Tridente que no cree que pase nada porque a un equipo de niños le goleen así. Pero está claro que aquí hay debate. Su compañero de blog y autor de Qué fue de… El blog de los deportistas olvidados Edu Casado, que también es padre, me dice que «con un 47-0 no disfrutan ni los ganadores ni los derrotados. Y si un niño no disfruta haciendo deporte, no vale de nada».

Claro que los niños de entre seis y doce años deben aprender a perder, entender que las cosas no salen siempre como nos gustarían, pero creo que a esa edad es más importante inculcar otros valores más allá de la competitividad y encajar frustraciones, como el compañerismo, la nobleza y la generosidad.

Sobre todo me parece fundamental que durante esos años jueguen y se diviertan para que no abandonen al crecer la práctica deportiva. No puede ser que solo los más atléticos o entusiastas sigan haciendo deporte al crecer. También es noticia que la obesidad infantil crece y que nuestros adolescentes, sobre todo las chicas, dejan de hacer ejercicio demasiado pronto y en un porcentaje elevado.

No tiene que ver con la sobreprotección sino con entender que a esa edad no son pequeños adultos, no procesan las cosas como nosotros, y que las prioridades son otras.

Pero volvamos a los goles. ¿Qué se puede hacer?

Se habla, tras el caso en Las Palmas, de que debería hacerse como en Baleares, Asturias y Valencia. Allí el marcador no sigue sumando goles una vez alcanzados los diez tantos. Por lo que he visto la federación catalana tuvo una limitación por la que, daba igual el resultado real, en el acta nunca habría una diferencia superior a cinco goles, pero la eliminaron por las protestas que generó. En Galicia he visto que hablaron también el pasado año de tomar medidas en este sentido.

No tengo claro que sea efectivo,
por mucho que oficialmente conste un 5-0, si el resultado real ha sido 25-0 los niños bien que lo saben y la humillación de encajar goles sin parar y no meterlos está ahí.

A esas edades en el club de atletismo al que acudía mi hija aún no competían. Hasta los doce años la idea era jugar y divertirse. Tal vez esa sería la solución, que hubiera pruebas de control del balón, que se reuniesen para ponerse a prueba sin jugar un partido de competición tal cual. Aunque no me da la impresión de que fuera posible tal y como están las cosas.

Luego está la opción hacer como en el tenis o el voleibol. Establecer que se gana no con los goles marcados en un tiempo de juego fijo, sino por llegar a determinados goles. En cuanto un equipo llegue a siete goles (por poner un número cualquiera de ejemplo), el partido se acaba. Y si ha dudarlo solo veinte minutos, pues más descansados que llegan ese domingo a casa.

¿Cómo lo veis vosotros?

Fotos: (GTRES)

No tienes ni idea de lo que le pasa a ese niño que molesta

Juzgar es más rápido que intentar comprender. Juzgar es más fácil que ser prudente, reflexionar, ponerse en el lugar del otro, entender que hay matices, que las realidades son complejas. Juzgar es rápido, fácil y nos genera satisfacción o desahogo, así que nos da igual que dañe a otros y descartamos sin pensar que podamos estar equivocados en nuestros juicios.

Puede ser un bebé, puede ser un niño mayor, incluso un adolescente. Puede pasar en la calle, en un restaurante, haciendo alguna cola… La cosa es que te molesta. Llora, juega chocando los cubiertos, canturrea, salta aleteando los brazos, suelta un grito, se tira al suelo, intenta alcanzar un móvil ajeno, invade tu espacio personal, no para quieto.

Te molesta y la conclusión llega pronto. Está consentido. Es un maleducado. ¡Cómo le permiten comportarse así! Si yo fuera su padre, su madre o su abuelo se iba a enterar, se le iban a quitar las tonterías en un momentito. Son unos blandos. Si no saben controlarlo, que se vayan de aquí. Ahora los niños están muchos malcriados.

Tal vez mires con desaprobación a ese niño o a los adultos que están con él. Tal vez despotriques sin mirar a nadie en particular. Tal vez protestes dirigiéndote a ellos. Tal vez  eleves tus quejas al dueño del restaurante, del museo o del hotel.

Si ese niño llorase, saltase, chocase los cubiertos o gritase estando en una silla de ruedas, con una discapacidad visible, tal vez te molestaría igual pero es probable que te callaras. Pero es que este niño es normal, parece normal, no parece tener ningún problema.

Y no te das cuenta de que no tienes ni idea de lo que le pasa a ese niño que te molesta. Tal vez tenga autismo, tal vez tenga algún otro de los muchos trastornos que alteran la conducta y que no dan la cara, que no resulta visible.

Sería preferible la amabilidad, la empatía, saber que no sabemos en realidad lo que esconde un comportamiento. Preguntar si se necesita ayuda antes que taladrar con la mirada o protestar.

Muchos padres de niños con autismo no se atreven casi a salir de casa y acudir a restaurantes, a parques de bolas, a centros comerciales, al teatro, a ver los puestos navideños. Y una de las causas, no la única, es la incomprensión que perciben con frecuencia.

(GTRES)

Sobre las fotos y vídeos que se toman en las funciones infantiles

Niños cantando villancicos, bailando, jugando al baloncesto, haciendo carreras de robots, pequeñas obras de teatro, gimnasia rítmica… en estas fechas, al igual que al final de curso, abundan las actuaciones infantiles en grupo, ya tengan lugar en el centro escolar, el club deportivo o en alguna academia.

¿Y qué hacemos con las fotos y los vídeos?

Porque hay fotos. Muchas. ¡Cómo resistirse a sacar el móvil! Incluso algunos llevan la cámara grande que tenemos cada vez más olvidada en casa y así dejar registrada para nuestra modesta eternidad esa función infantil. Nuestro hijo, nieto o sobrino está monísimo. ¡Mira qué bien lanza el balón! ¡Está para comérselo disfrazado de reno!  La mamá no ha podido acudir, que no pudo cambiar el turno, habrá que enseñárselo. Los abuelos que viven en Granada también tienen derecho a ver a su nieto.

Y claro. Grabamos y fotografiamos a nuestro niño e, inevitablemente, a niños ajenos que hay alrededor. Lo hacemos sin el permiso sus padres, sin saber si les hace gracia o se oponen a que se tomen esas imágenes, al margen de la legalidad. Lo mismo a nosotros tampoco nos gusta que saquen a los nuestros. Pero oye, ya que todo el mundo lo hace, pues queda libre la veda de retratar menores sin permiso. Grabamos, fotografiamos y a veces incluso se puede identificar en esas imágenes qué colegio o qué instalaciones deportivas son, en que ciudad están.

Los más prudentes graban y fotografían solo cuando sus hijos salen solos o en compañía de amigos cuyos padres sabemos que están encantados. “En la función no saqué el móvil y disfrute viéndote, pero ponte ahora con tu amigo Héctor frente al árbol de Navidad que os hago una foto”. Eso sería lo correcto.

Los prudentes a secas graban y fotografían para su uso personal y privado, sin mandar nada a redes sociales. Como mucho lo mandarán a algún amigo o familiar por WhatsApp, que les hará ilusión verlo (o no, pero ese es ya otro tema). Es el mal menor.

Los menos prudentes los suben orgullosos a redes sociales, permitiendo que potencialmente cualquiera pueda verlo. Dando de paso todo tipo de información sobre dónde encontrar a esos niños en la vida real.

«Pero yo firmé un papel al inicio del curso permitiendo que se le tomaran fotos al niño», protestan algunos que asumen erróneamente que todos los padres han dado ese mismo permiso y que ese permiso concedido al centro es extensible a todos los familiares de los niños que allí acuden.

Y, claro, ya hay padres protestando. No quieren exponer a sus hijos a eso y están en todo su derecho. Ya hay colegios, clubs deportivos y academias que, tal vez por haber recibidos esas quejas, tal vez por su propia iniciativa, prohíben que se tomen fotos.

No resulta una decisión simpática entre muchos adultos. Las discusiones proliferan en los grupos de padres de WhatsApp. Y los habrá que se pasen la prohibición por el forro de las carpetas y saquen la cámara del móvil igualmente a paseo. ¡Queremos recuerdos gráficos! Recuerdos que compartir más que conservar.

Está la opción de que el colegio, el club deportivo o la academia decidan hacer ellos las fotos y vídeos en formato digital y pasarnos todo luego. Pero claro, si nos lo mandan, estamos en las mismas. ¡A saber qué harán muchos padres con esos archivos! Poca diferencia hay entre que grabe el padre de Pablo o el profe de música.

Así que también hay otra opción creciente: el colegio, el club deportivo o la academia fotografían y graban y luego nos lo muestran a los padres en la siguiente reunión del trimestre. El que no venga, se lo pierde. El que pestañee también, porque de haber grabado nosotros saldría nuestro niño todo el rato, pero en esos vídeos y fotos no es el caso, y lo mismo Laura estaba todo el rato detrás de Marcos, ese niño tan alto.

Aunque hay que acatarlo, porque ese centro está intentando hacer bien las cosas, respetando los deseos (y derechos) de los padres que no quieren que se tomen y difundan imágenes de sus hijos. Que el mundo, además, es muy pequeño.

Un papelón, vamos. Un papelón sobre el que es preciso ir reflexionando y tomando conciencia. ¿No os parece?.

Escena de la función infantil de Navidad de ‘Love Actually’

TEAyudamos, un proyecto pionero de sanidad inclusiva del Hospital Universitario de Fuenlabrada

Siempre hay que agradecer las iniciativas que nacen para facilitar la vida de las personas con discapacidad para las que comprender nuestro mundo supone una dificultad adicional.

Un entorno que entraña un reto especial para personas como mi hijo, con autismo, es el hospitalario. Da igual si se acude al hospital por algo ajeno a su condición o no. Largas esperas, situaciones muy alejadas de lo cotidiano y difícilmente entendibles, situaciones molestas cuyo fin no se comprende…

Resulta llamativo que todos los hospitales y centros de salud pongan un especial cuidado (aunque no siempre se logre de la manera ideal) en ser accesibles para personas con discapacidad motora. Y está genial y así debe ser, las rampas y los ascensores son necesarios. Pero cuando hay una discapacidad que requiere de aumentadores de la comunicación como pictogramas, signados, textos adaptados a lectura fácil o reducción de tiempos de espera, las facilidades suelen brillar por su ausencia.

Igual que muchos profesionales de la salud carecen de formación para entender y tratar mejor a las personas con discapacidad. Aunque según mi experiencia suelen ser empáticos y facilitadores. Los mayores problemas los he tenido en trámites administrativos, largas esperas para pedir cita en entorno ruidosos, pérdidas de expedientes, retrasos difíciles de gestionar…

Mi experiencia, igual que la de Vanesa, bloguera en Y de verdad tienes 3, acompaña a la entrevista de la enfermera María Eugenia Galera, que explica cómo el Hospital Universitario de Fuenlabrada está embarcado en una iniciativa pionera para resultar más accesible e integrador. Un esfuerzo que ojalá es extendiera en centros de toda España.

Podéis escuchar en qué consiste TEAyudamos aquí:

Y si preferís leer, Diana Oliver explica estupendamente este proyecto en este tema de SaludEsfera: TEAyudamos, un proyecto pionero para una mejor atención sanitaria inclusiva. Os dejo su arranque.

cinco años de edad, se esforzaban a diario por adaptarse el uno al otro para compartir sus vivencias. Quién iba a pensar que aquella amistad especial, cultivada al calor de un patio de colegio, serviría de inspiración para un proyecto que revolucionaría el enfoque en la atención sanitaria para niños con alteraciones socio-comunicativas. Difícil imaginar, en aquel momento, la cantidad de niños que se iban a beneficiar de una atención sanitaria libre de barreras, más respetuosa y humana, adaptada a sus necesidades.

Y es que, fue precisamente esa amistad de su hija con Pablo la que llevó a Belén Toribio, enfermera del Área del Niño del Hospital Universitario de Fuenlabrada, a proponerle a Mamen Gómez, Supervisora del Área del Niño, algunos cambios en la urgencia pediátrica para niños con dificultades socio-comunicativas. Fue así como llegó hasta María Eugenia Galera, enfermera de la Urgencia Pediátrica con muchas ganas de asumir retos, con Nuria Trápaga, y Mª Ángeles Antúnez, también enfermeras del hospital y madres ambas de niños con autismo. Además contaron con el apoyo del dibujante Víctor Manuel Rodríguez Vidal que diseñó el logotipo e imágenes del proyecto. Juntos se pusieron manos a la obra para dar forma a un proyecto mucho más amplio, destinado a una mejora de la atención sanitaria de la población infantil con TEA y otras alteraciones de la comunicación social a través de la adaptación visual y funcional del entorno, pero también de la adaptación de los profesionales sanitarios. Todo ello con el objetivo de hacer de la inclusión una realidad y no un simple conglomerado de buenas intenciones.

Seguir leyendo…

Si les pegaron de niños, es más probable que acaben siendo violentos con su parejas (¿a alguien le sorprende?)

(GTRES)

Parece de cajón, al menos a mí me parte de cajón. El que es educado con violencia es más sencillo que la ejerza en el futuro. Que aquellos que más te quieran puedan pegarte es algo con lo que han crecido y es más fácil que en el futuro transiten ese poco recomendable territorio fronterizo con sus propios hijos, pero también con sus parejas.

Parece de cajón, pero lo corrobora un estudio publicado este mismo mes en Journal of Pediatrics. en el que han participado 758 jóvenes de entre 19 y 20 años.

El autor del estudio, el profesor de la Universidad de Texas Jeff Temple, concluye sin dudarlo que “los chicos que habían experimentado castigos físicos, es más posible que cometan violencia con sus parejas”.

Y que no se llame nadie a engaño, con castigo físico no hace referencia a lesiones que conducen al hospital, ahí se incluyen esos cachetes y bofetadas que aún muchos siguen defendiendo como algo necesario, cuando no es más que una muestra de la falta de recursos y paciencia de los adultos y de que muchos sigan considerando a los niños como algo menos digno de respeto que un adulto. Los padres no tenemos patente de corso sobre nuestros hijos.

El comité de Naciones Unidas dedicado a defender a la infancia define castigo corporal como «cualquier castigo en el que se emplea la fuerza física con la intención de causar algún grado de dolor o malestar, incluso ligero». Para el Comité de Derechos de la Infancia, además también se incluye: «patear, sacudir o empujar a los niños, arañar, pellizcar, morder, tirar del pelo o las orejas, obligar a los niños a permanecer en posiciones incómodas o la ingesta forzada».

Estoy de acuerdo. Pegar está fatal, da igual que no se llegue a hacer daño Desde mi punto de vista si justificamos pellizcos y cachetes suaves le estamos transmitiendo que pegar es algo aceptable si no hay dolor, o si duele poquito. Les estamos enseñando que si te levantan la mano pero no hay sangre hay que aguantarse y no llorar o protestar. ¿Y si lo asimilan y acaban aplicándolo cuando sean adultos? ¿Qué te parecería sí tu pareja te levantase la mano, aunque sin hacerte apenas daño, y te dijeran eso?

El resultado de este estudio que a muchos nos parece obvio, tampoco ha sorprendido a otros expertos
. El doctor Bob Sege, portavoz de la Academia Americana de Pediatras y experto precisamente en la prevención de la violencia hacia los niños, se ha mostrado de acuerdo con estas conclusiones y ha recordado que hay otros estudios que relacionan los castigos físicos (otro eufemismo para hablar dorar a los niños) con más desórdenes mentales y conductas agresivas.

“Para los niños, sus padres son las personas más importantes del mundo y aprenden de ellos las normas sociales, como las personas se comportan con otros. El castigo corporal confunde la relación entre amor y violencia en los niños cuando aún están aprendiendo cómo tratar a los demás«, ha asegurado Sege.
Lee el resto de la entrada »

¿Tu parto estuvo más cerca de ser una buena experiencia o algo traumático?

Más de una vez he dicho que hablar de nuestros partos (para las mujeres que hemos parido, claro) es como cuando a los hombres les da por hablar de su mili (los que la hicieron). La mayoría nos explayamos, lo recordamos bien, tenemos anécdotas, malos momentos superados, otros buenos e inolvidables… Haciendo memoria conozco mujeres para las que fue algo traumático, también otras para las que resultó algo maravilloso. Casi todas nos movemos en un plano intermedio.

Para mí no fue traumático traer al mundo a mis hijos; a Jaime por cesárea y a Julia tras un largo parto inducido. Hay aspectos que ojalá se hubieran desarrollado de otra manera: que me separasen de mi hijo mientras me recuperaba de una anestesia que me mantuvo siempre consciente, el primer biberón que le soltaron antes de que yo subiera a planta, la inducción y la oxitocina con Julia o una de las matronas que me tocó con ella ordenando que empujase en plan sargento de hierro. Pero todo resultó con bien, todo mereció la pena.

Lo recordaba tras leer el estudio en el que Suavinex ha preguntado a más de 14.000 mujeres sobre su parto y del que resulta que para el 13,33% de las mujeres españolas fue una experiencia traumática. Y sin llegar al trauma, el 19,34% de los casos lo valoran su parto con un suspenso.

Un 48,18% de las mujeres señala haber pasado miedo durante la experiencia del parto y hasta un 16,37% asegura haber sentido fases de pérdida de control. Más allá, un 10,65% de las encuestadas afirman haberse sentido indefensas durante su parto e, incluso, un 6,32% de ellas han calificado la experiencia como una amenaza real contra su integridad física y su vida. Además, se dan situaciones significativas como las alteraciones en la percepción del tiempo, la pérdida de contacto con la realidad mediante estados de trance o abstracción, la expresión de emociones que no se corresponden con las existentes, los casos de despersonalización (estado psíquico por el cual la persona se siente extraña a sí misma, a su cuerpo y al ambiente que le rodea) y la amnesia.

No extrañan estos datos si tenemos en cuenta que hasta un 45,75% de los partos en España tienen alguna complicación médica implícita. Las más frecuentes son, en orden descendente, el sufrimiento del feto, la posición del feto, las contracciones no efectivas, el parto prematuro y las hemorragias.

A día de hoy, solo el 47,95% de los partos en España serían naturales y practicados de forma no instrumentalizada. Un dato que se une a la lista de porcentajes que muestran cómo el 29,03% de los nacimientos se producen mediante cesárea y que el 27,90% de los partos son inducidos. Además, se llevarían a cabo episiotomías en un 33,60% de las ocasiones, un 17,64% de las prácticas serían instrumentales y se proporcionaría oxitocina a la madre en el 43,56% de los partos. En el 93%, la mujer estaría tumbada y un 45,27% de las encuestadas no habrían contado con libertad de movimientos durante el proceso.

Además, del estudio se desprende que el 31,80% de las encuestadas ni siquiera tuvo capacidad para decidir sobre su tipo de parto. También se ven diferencias según periodos de tiempo que prueban que a día de hoy es más frecuente tener capacidad de elección que hace 10 o más años. En este sentido, cabe destacar que el porcentaje asciende hasta un 52,77% en las mujeres que han sido madres por primera vez hace más de 10 años.

Por otra parte, un 3,74% de las mujeres participantes en el estudio afirma que, aunque sí que se les dio la opción de decidir su tipo de parto, las peticiones fueron desoídas y su elección, por lo tanto, no fue respetada.

Me creo lo que cuentan. Yo no pasé miedo, pero sí tuve momentos en los que noté que perdía el control (no de mí misma, sino del parto, de lo que me hacían). No sentí que mi integridad física ni mi vida peligrasen, pero sí indefensión. No hubo complicaciones médicas, pero sí instrumentalización. Ninguno de mis hijos nació mediante un parto natural.

Los resultados de esta encuesta me parecen relevantes, no para meter miedo a futuras parturientas (ojalá no se produzca ese daño colateral), sino como llamada de atención. Las madres necesitamos que se nos escuche, que se humanice el parto, que se establezcan protocolos más respetuosos con las necesidades de los niños y sus padres.

Soy optimista, se está haciendo. El mismo hospital en el que nació mi hijo hace once años por cesárea, ahora no nos hubiera separado ni le hubieran ofrecido ese biberón. Estamos mejorando sin duda alguna y muy deprisa… pero no sé si lo suficiente.

GTRES

‘Winner’s Circle’, un juego de mesa de carreras de caballos ideal para partidas rápidas en familia

Winner’s Circle es, sin lugar a dudas, uno de los juegos de mesa al que más partido hemos sacado, tal vez uno de los tres a los que más hemos jugado. Un clásico que vio la luz en 2001 de la mano de Reiner Knizia, un autor muy conocido y valorado (al menos entre aquellos que se fijan en el nombre de los creadores de juegos de mesa, claro).

Es un juego sencillo de explicar y de entender. Por nuestra experiencia, niños de unos cinco o seis años ya pueden disfrutarlo, por mucho que en la caja ponga que es a partir de ocho años. Lo pillan al vuelto en cuanto ven desarrollarse un primer turno a poco que tengan algo de interés por jugarlo y aguanten media horita sentados en la mesa.

Y las partidas en las que coinciden niños y adultos están equilibradas, porque aunque se pueden plantear conatos de estrategias y tomar decisiones, lo cierto es que la suerte dictada por los dados manda. Y sobra decir que la suerte no entiende de edades; en nuestras partidas en familia Julia suele ganarnos.

También es un juego rápido. Una carrera se puede desarrollar en unos veinte minutos (se supone que una partida son tres carreras, pero nada impide que juguemos solo una). Que la partida de un juego de mesa no se prolongue demasiado suele ser también una ventaja con niños.

Su sencillez y velocidad favorecen que lo podamos jugar en familia y que sea un éxito cuando hay invitados en casa que quieren algo rápido, fácil y divertido.

Es cierto que la temática de las carreras de caballos con apuestas tal vez no sea la más llamativa para los niños, pero los caballos de colores es raro que no les gusten, y lo de echar carreras es un concepto que también dominan.

Lo mencioné en el blog hace unos años, pero no me he atrevido a hablar en profundidad antes de él porque estaba descatalogado (tiene su gracia que el corrector me haya querido escribir descabalgado). No era imposible encontrarlo, pero sí más difícil y más caro. Pero ya disponemos de una nueva edición en España gracias a Más que oca que tiene un aspecto muy similar a la vieja edición que nosotros contamos en casa.

La reedición ha tenido el suficiente éxito como para que no pueda recomendar su compra de cara a estas fiestas navideñas, porque se ha agotado y hasta mediados de enero no habrá nuevas unidades. El precio supera los cuarenta euros.

Pena que esta nueva edición española, del todo correcta y acorde con la original, no haya dado un paso más allá como hizo la de DiceTree, que ha quedado preciosa. Tiene las figuras pintadas, monedas más realistas y cartas mejoradas, con imágenes. Pero bueno, esa es otra historia que no afecta a la jugabilidad.

¿Cómo se juega?

Admite de dos a seis jugadores que tienen tres fichas de apuestas. Es decir, pueden apostar a tres caballos: a uno doble (su favorito, con el que duplicaran ganancias si gana algo) y a otros dos, apuestas sencillas.  Varios jugadores pueden apostar al mismo animal, de hecho sucederá casi con toda seguridad, y en ese caso habrá que repartir las ganancias (tocará menos dinero a cada jugador).

Para apostar hay que fijarse en las características de cada animal. Los hay muy equilibrados y los hay que algunos aspectos son muy rápidos y en otros muy lentos; también hay sur tener siempre en cuenta que el dado con el que jugaremos tiene tres caballos y solo uno de los otros tres símbolos. Lo indican unas cartas que hay en abundancia y salen al azar. También es importante valorar en qué posición empiezan. Los de los primeros puestos parten con ventaja.

Se tira el dado, cada jugador por orden, y va moviendo a un caballo que todavía no haya avanzado en ese turno. Puede mover caballos por los que haya apostado él o sus adversarios. Esto permite jugar a ganar avanzando a tus campeones, beneficiando a contendientes  y haciendo surgir alianzas, pero también optando por fastidiando a otros. Algo que le da mucha vidilla al juego.

El primer caballo en cruzar la línea de mitad de carrera generará más dinero si es uno de los tres ganadores. El último caballo en cruzar la meta restará ganancias a los que hayan apostado por él.

El objetivo es sencillo, lograr que nuestros caballos queden entre los tres primeros porque ganará aquel jugador que más dinero haya sumado al final de tres carreras (o de una o de cinco, la flexibilidad es bienvenida, sobre todo si hay niños presentes).

Un juego en el que los niños harán cálculos sencillos, empezarán  a pensar en probabilidades, comenzarán a plantearse estrategias de juego y, sobre todo, lo pasarán bien con un entretenimiento social que también enseña a ganar y a perder.