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«Yo no soy defensora del parto en casa, como no soy detractora del parto hospitalario»

Hace un par de días un par de personas me sugirieron escribir sobre el parto en casa, tras el dramático suceso en el que un bebé que venía de nalgas murió asfixiado. Los padres quisieron un parto domiciliario pese a que las comadronas les advirtieron de lo contrario. Decidí no hacerlo por distintos motivos, pero podría resumirlo en cuatro.

No quería cargar tintas contra esos padres, más aún desconociendo los detalles, por mucho que su decisión parezca cuestionable. Bastante tienen ya.

No quería tampoco arrojar sombras sobre el parto en casa, tan cuestionado injustamente, y sobre las madres que optan por él. Incluso las que lo afrontan en las mejores condiciones y en las mejores manos, son tachadas como poco de inconscientes.

Yo no he parido en casa ni me lo planteé nunca. Mi hijo mayor vino de nalgas con una cesárea programada. La segunda venía grande y tras una cesárea, por lo que tampoco procedía plantearse un parto en cada.

Lo único que sentí que podía aportar
era recomendar que, ya elijamos parto hospitalario o en casa, lo hagamos siempre bien informados, asesorados y acompañados por profesionales capaces.

(GTRES)


Me ha alegrado encontrarme hoy con un texto de Jessica Gómez, que en 20minutos escribe el blog Qué fue de todos los demás pero que además tiene un blog personal que os recomiendo de corazón.

Ella sí ha vivido la experiencia del parto en casa y ella sí ha querido escribir al respecto. Lo ha hecho tan bien, con tanto tino, que he querido hoy traer aquí parte de su texto, Yo no soy defensora del parto en casa, y animaros a leerlo entero. La frase que titula mi post es suya, pero bien podría ser también mía.

Yo no soy defensora del parto en casa, como no soy detractora del parto hospitalario. Yo soy defensora de que cada mujer es perfectamente capaz de elegir libremente, y de que esta sociedad debería favorecer las decisiones libres, sin presuponer incapacidad o enajenación, y sin intentar, constantemente, interceder en esa decisión, y mucho menos desde el miedo. Resumiendo: yo lo que defiendo es que cada mujer pueda elegir. Si es que estoy loca.

Cuando una mujer decide que quiere parir en el hospital (en realidad, tanto si lo decide como si lo hace por inercia de grupo) no pasa nada. “Ok, baby, todo correcto. Vas por el buen camino”. Pero cuando una mujer decide, no, se plantea parir en casa, se encuentra con la combinación que desde el inicio de los tiempos se opone a cualquier cosa que cuestione lo establecido: desconocimiento + prejuicios. Mortal.

Como puedo presumir (y de hecho lo hago) de tener uno de los espacios de internet, hoy día, en el que más respeto, diversidad y diálogo se puede encontrar entre las lectoras habituales (y lectores también: ¡Hola, 5%!), pues voy a aprovechar este espacio para compartir un poco de información veraz para aquellas personas que, de verdad, tengan un poco de interés en saber más sobre este tema.

Así que me lanzo: voy a contestar a los prejuicios y preguntas con los que YO me he encontrado al decidir
, con dos de mis tres hijos, parir en casa. Vaya por delante que no pretendo, ni muchísimo menos, convencer a nadie de nada, pero creo (y veo) que existe MUCHA desinformación acerca del parto en casa, así que voy a exponer la información de que dispongo a través de la investigación y mi propia experiencia, por si a alguien le puede interesar.

Y Jessica continúa, con sentido común, reivindicando el papel de las matronas, la necesidad de contar con personal cualificado en el parto en casa, hablando de seguridad y precio mientras contesta a las siguientes preguntas y comentarios, a los que se enfrentan todas las mujeres que se plantean no tener a sus hijos en un hospital: “¡Pero tiene que haber un ginecólogo!”, “parir en casa es más peligroso que parir en el hospital”, “¿pero cómo va a ser seguro si en casa no tienes medios?”, “¿y si pasa algo durante el parto?”, “si la Seguridad Social no lo cubre, será por algo”, “antes las mujeres/los bebés se morían en el parto”, “eres una irresponsable/ estás loca”, “eres una valiente”, «es carísimo»,

Si os interesa mínimamente el tema, por favor, leed a Jessica.

¿Quieres tener hijos? ¿Cuánto sabes sobre embarazo, lactancia y crianza del recién nacido?

Un tercio de las madres puntúa por debajo del 4 sobre 10 sus conocimientos sobre embarazo, lactancia y crianza del bebé antes de la llegada de su primer hijo. De manera parecida se titulaba la nota de prensa de Danone Early Life Nutricion que he recibido recientemente, y que también concluía que un 68% de las madres españolas confiesa sentirse insegura después de dar a luz.

Son datos apoyados en una muestra poco representativa (apenas 130 madres, todo hay que decirlo), pero no dudo que haya bastante de verdad tras esta afirmación. Por mucho que nos lancemos a la maternidad y la paternidad cargadas de lecturas, nos sentimos a veces gigantes con pies de barro.

«Mi prima dice que me puede regalar una maxi-cosi. ¿Qué demonios es eso?». «¿El humidificador es necesario?». «He leído en unos sitios que al cordón umbilical del bebé hay que ponerle alcohol y en otros que nada, ¿con qué me quedo?». «¿Debo esterilizar las cosas del bebé o no?». «¿Qué demonios es eso del baby lead weaning?».

No sé qué habría respondido yo antes de tener a mi primer hijo, probablemente que sabía muy poco sobre embarazo, lactancia y crianza. En gran medida por la falta de niños pequeños en mi entorno. Y cuando ya estaba decidida a tener hijos y había leído al respecto, tampoco sé cómo habría podido valorar mis conocimientos. Ahora, a posteriori, sí que sé que había mucho que no sabía y que no sabía que no sabía. Mucho que creía saber y también desconocía. Mucho instinto agazapado para salir y que debe ser escuchado.

He decidido, traducir todo eso en el primer trivial que elaboro para este blog (otros compañeros blogueros los hacen con frecuencia, os recomiendo los trivials históricos de David Yagüe y los literarios de Regina exLibris). Un trivial al que sobra decir que están invitados todos aquellos interesados en sumergirse en la maternidad o la paternidad.

Sí, madres y padres, que en el texto que ha inspirado todo esto solo se habla de madres y maternidad, pero va siendo siglo ya de cambiar también eso, incluso desde la elaboración de notas de prensa.

¿Tu parto estuvo más cerca de ser una buena experiencia o algo traumático?

Más de una vez he dicho que hablar de nuestros partos (para las mujeres que hemos parido, claro) es como cuando a los hombres les da por hablar de su mili (los que la hicieron). La mayoría nos explayamos, lo recordamos bien, tenemos anécdotas, malos momentos superados, otros buenos e inolvidables… Haciendo memoria conozco mujeres para las que fue algo traumático, también otras para las que resultó algo maravilloso. Casi todas nos movemos en un plano intermedio.

Para mí no fue traumático traer al mundo a mis hijos; a Jaime por cesárea y a Julia tras un largo parto inducido. Hay aspectos que ojalá se hubieran desarrollado de otra manera: que me separasen de mi hijo mientras me recuperaba de una anestesia que me mantuvo siempre consciente, el primer biberón que le soltaron antes de que yo subiera a planta, la inducción y la oxitocina con Julia o una de las matronas que me tocó con ella ordenando que empujase en plan sargento de hierro. Pero todo resultó con bien, todo mereció la pena.

Lo recordaba tras leer el estudio en el que Suavinex ha preguntado a más de 14.000 mujeres sobre su parto y del que resulta que para el 13,33% de las mujeres españolas fue una experiencia traumática. Y sin llegar al trauma, el 19,34% de los casos lo valoran su parto con un suspenso.

Un 48,18% de las mujeres señala haber pasado miedo durante la experiencia del parto y hasta un 16,37% asegura haber sentido fases de pérdida de control. Más allá, un 10,65% de las encuestadas afirman haberse sentido indefensas durante su parto e, incluso, un 6,32% de ellas han calificado la experiencia como una amenaza real contra su integridad física y su vida. Además, se dan situaciones significativas como las alteraciones en la percepción del tiempo, la pérdida de contacto con la realidad mediante estados de trance o abstracción, la expresión de emociones que no se corresponden con las existentes, los casos de despersonalización (estado psíquico por el cual la persona se siente extraña a sí misma, a su cuerpo y al ambiente que le rodea) y la amnesia.

No extrañan estos datos si tenemos en cuenta que hasta un 45,75% de los partos en España tienen alguna complicación médica implícita. Las más frecuentes son, en orden descendente, el sufrimiento del feto, la posición del feto, las contracciones no efectivas, el parto prematuro y las hemorragias.

A día de hoy, solo el 47,95% de los partos en España serían naturales y practicados de forma no instrumentalizada. Un dato que se une a la lista de porcentajes que muestran cómo el 29,03% de los nacimientos se producen mediante cesárea y que el 27,90% de los partos son inducidos. Además, se llevarían a cabo episiotomías en un 33,60% de las ocasiones, un 17,64% de las prácticas serían instrumentales y se proporcionaría oxitocina a la madre en el 43,56% de los partos. En el 93%, la mujer estaría tumbada y un 45,27% de las encuestadas no habrían contado con libertad de movimientos durante el proceso.

Además, del estudio se desprende que el 31,80% de las encuestadas ni siquiera tuvo capacidad para decidir sobre su tipo de parto. También se ven diferencias según periodos de tiempo que prueban que a día de hoy es más frecuente tener capacidad de elección que hace 10 o más años. En este sentido, cabe destacar que el porcentaje asciende hasta un 52,77% en las mujeres que han sido madres por primera vez hace más de 10 años.

Por otra parte, un 3,74% de las mujeres participantes en el estudio afirma que, aunque sí que se les dio la opción de decidir su tipo de parto, las peticiones fueron desoídas y su elección, por lo tanto, no fue respetada.

Me creo lo que cuentan. Yo no pasé miedo, pero sí tuve momentos en los que noté que perdía el control (no de mí misma, sino del parto, de lo que me hacían). No sentí que mi integridad física ni mi vida peligrasen, pero sí indefensión. No hubo complicaciones médicas, pero sí instrumentalización. Ninguno de mis hijos nació mediante un parto natural.

Los resultados de esta encuesta me parecen relevantes, no para meter miedo a futuras parturientas (ojalá no se produzca ese daño colateral), sino como llamada de atención. Las madres necesitamos que se nos escuche, que se humanice el parto, que se establezcan protocolos más respetuosos con las necesidades de los niños y sus padres.

Soy optimista, se está haciendo. El mismo hospital en el que nació mi hijo hace once años por cesárea, ahora no nos hubiera separado ni le hubieran ofrecido ese biberón. Estamos mejorando sin duda alguna y muy deprisa… pero no sé si lo suficiente.

GTRES

«Mejor ir mentalizada de parir sin epidural»

Fue un consejo de mi matrona, a la que siempre recordaré con cariño como una buena profesional apasionada con su trabajo (tanto que creó su propia página web divulgativa con el nombre Vivir la maternidad), cuando estaba embarazada de Julia. Fue hace ya casi una década, en las clases de preparación al parto.

Nos contó, a la docena de embarazadas que estábamos allí sentadas, aguantando el pis y las incertidumbres, que era mejor ir al parto mentalizadas de hacerlo sin epidural. «¿Pero cómo? Si yo estoy convencida de quererla. Si no tengo ningún interés en intentar parir sin ella», pensaron muchas y verbalizaron algunas.

Entonces nuestra matrona nos contó que hay muchos motivos por los que nos podemos encontrar en pleno trabajo de parto sin posibilidad de acceder a esta forma de mitigar el dolor. Puede pasar que el anestesista esté atendiendo una urgencia y no pueda acudir a tiempo a atender a la parturienta, puede ser que la dilatación avance deprisa o lleguemos tarde al hospital y ya no proceda ponerla (a partir de los 8 o 9 centímetros de dilatación), puede que el anestesista vea algo que le desanime a ponerla, puede ser que nos la pongan y no funcione…

Pasa con más frecuencia de lo que parece. En una noticia de 2014 publicada en 20minutos se contaba que los partos en los que se emplea la epidural se encuentran alrededor del 80% y que de entre estas mujeres que optan por esa técnica analgésica, en un 75% funcionará bien. Es decir, que en un 25% no lo hará. Una de cada cuatro, que no es poca cosa.

También nos contó que se había encontrado bastantes partos en los que la embarazada iba confiando en la epidural y cuando resultó que no se le podía poner por alguno de estos motivos, se bloquearon, casi colapsaron al darse cuenta de que se les venía un parto encima sin esa ayuda. «Así que mejor ir mentalizada de partir sin epidural por si acaso, por si no puede ser con ella, para no llevarse el susto».

Recordé sus palabras en mi propio parto. Yo iba intentando citar a conciencia la epidural, porque no quería correr el riesgo de que se prolongase el parto, porque quería ayudar a mi hija, porque quería sentirlo, quería poder moverme (ahora hay más opciones para lograrlo, epidurales mejoradas, no era una opción entonces en mi hospital). Nueve horas después y con una niña de casi cuatro kilos y 90 de percentil de cabeza, la pedí porque no podía más. Y no funcionó. Mejor dicho, solo funcionó en la mitad de mi cuerpo, me impidió levantarme y caminar y no ayudó demasiado.

Las he vuelto a recordar de nuevo hace poco, tras el parto de una amiga en el que la epidural no funcionó en absoluto (no es el único caso que me he encontrado entre medias). Y volví a pensar, casi diez años después, en la razón que tenía mi matrona, que también decía que el parto era más cansado que doloroso y en lo que creo que también tenía razón.

 

Walking epidural (HOSPITAL DE MANISES/CHANAWIT)

¿cómo se pone la epidural? Hay que sentarse o tumbarse sobre el lado izquierdo y permanecer muy quieta. Se limpiará la zona, se inyectará un anestésico local y luego se insertará una aguja en el espacio epidural, entre las vértebras lumbares ojo, que los tatuajes en esa zona pueden impedir el procedimiento).

Luego se colocará un catéter que irá introduciendo la medicación según la pauta decidida por el anestesista. Existe la opción de que la parturienta se suministre las dosis cuando sienta que las necesita (y limitadas, claro).

Existe la opción de lo que llaman ‘walking epidural’, que permite una mayor libertad de movimiento. No obstante, cualquier tipo de epidural afecta a la fuerza, el equilibrio y la capacidad de reacción.

Y para terminar, unos consejos que la que fue mi matrona tiene en su web relacionadas con este tema:

La manera de recibir a un hijo es decisión de la madre y no de los profesionales. Nuestra misión es acompañaros durante todo el proceso de maternidad para que lo viváis de forma saludable y feliz. Existen muchas alternativas para aliviar el dolor durante el parto no farmacológicas. En el siguiente enlace podrás informarte de ello.

Es interesante que ese enlace consultes el documento elaborado por el Ministerio de Sanidad. Ofrece unos consejos sobre estrategias alternativas para aliviar el dolor durante el parto.

También te aconsejamos que lleves tu plan de parto, esto es, un documento escrito que la mujer embarazada utiliza para manifestar sus deseos y expectativas en relación al desarrollo del parto. Puedes consultar el siguiente enlace donde hay plan de partos.

También te recomiendo que visites la maternidad y que te hagan una visita guiada. Seguro que cogerás información muy valiosa. Espero que todo te ayude a que tengas una vivencia como la que habías soñado desde siempre.

¿Qué os parece llevar un dispositivo durante el segundo trimestre del embarazo que registre las contracciones?

Este es un fragmento de un viejo post de 2008, de cuando estaba embarazada de Julia, Jaime apenas tenía dos años y la lactancia y el embarazo campaban a sus anchas por este espacio:

Una de las cosas que nos estuvieron enseñando en la clase de preparación al parto de este lunes fue cómo identificar que estabas de parto y cuándo ir al hospital. Si es que vas a tener a tu hijo en el hospital claro.

Creo que todas las primerizas nos hemos planteado cómo será eso de notar que comienza un parto, si nos daremos cuenta (cualquier madre responderá que no te preocupes), en qué momento será y de qué manera.

Lo primero es que días o semanas antes el cuerpo da señales de estar preparándose: se puede expulsar el tapón mucoso (una mezcla de sangre y moco) y se tienen con frecuencia contracciones de Braxton Hicks o falsas contracciones de partos (vienen y van, son irregulares y suelen desaparecer si descansamos). En ninguno de los dos casos hay que ir corriendo al hospital. El parto se acerca pero puede tardar mucho en llegar.

¿Cuándo sí hay que ir? Si se rompe aguas (si son claras podemos ir con más calma, si están teñidas de meconio hay que salir pitando) y cuando las contracciones en caso de las primerizas se producen aproximadamente cada cinco minutos (dos cada diez minutos) y con regularidad.

Es mejor pasar la primera etapa de las contracciones en casa, tranquila y relajada, que acudir al hospital y que te devuelvan a casa o tengas que pasar más horas de la cuenta en la sala de dilatación, siempre más incómoda que en tu sofá.

 Y claro, te sueltan eso en tu primer embarazo y te quedas hecha un mar de dudas. ¿Sabré que estoy teniendo una contracción¿ ¿La confundiré con otra cosa? ¿Sabré cómo distinguir las contracciones que inician el parto de las de Braxton Hicks que no son más que un entrenamiento? ¿Podré medir los tiempos con seguridad para no ir al hospital ni antes ni después?

Dado que con frecuencia nos plantamos en el hospital sin necesidad y en algún caso incluso se llega por los pelos, está claro que no lo tenemos tan bien controlado. Y la monitorización que te hacen los últimos días tumbada un rato en el hospital de turno es mejor que nada, pero tampoco tranquiliza demasiado.
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Cuando los planes no salen como habías pensado, cuando tienes un hijo prematuro

Las cosas no tenían que haber salido así, pero es que la vida nos suele demostrar que nuestros planes no son más que castillos en el aire, ensoñaciones frágiles, tan frágiles como el hijo que vemos y apenas podemos tocar, con su piel transparente, sus párpados azules.

Cuando estás embarazada o lo está tu pareja no te atreves a pensar que pueda salir nada mal. Por supuesto que no. En la mayoría de los casos que conoces todo ha ido como la seda. Más o menos nauseas, más o menos horas de parto, más o menos puntos con los que bregar durante el puerperio y bebés más o menos guerreros después con lo del comer, el llorar y el dormir. Todo eso es lo que nos encaja, ante lo que estamos preparados, la foto que nos hemos creado en nuestra cabeza cuando planificamos ser padres.

Tal vez conoces casos de niños que han nacido prematuros, cuyos padres tuvieron que pelear mucho hasta tenerlos en casa, en sus brazos. Pero probablemente tú ya conociste a esos niños cuando les habían dado el alta y todo volvían a ser sonrisas.

Y claro que no, claro que eso no te puede pasar a ti. Te estás cuidando, a tu niño precioso no le puede pasar nada malo, estarás en la mayoría a la que los planes les han salido bien, lo apartas de tu mente. Tú tendrás a tu hijo, que tendrá un peso normal, y después de un par de días en el hospital, en los que no se separará de tu lado, os iréis a casa felices y nerviosos.

¿Y si no es así? 1 de cada 13 bebés nacen bastante antes de los nueve meses. En España se dan unos 38.000 nacimientos de niños prematuros al año. 38.000 historias de lucha, de superación, donde la ayuda médica y familiar es clave para que salgan adelante. 38.000 casos al año en los que nada es como habías imaginado, en los que descubrir la fuerza que atesoras y lo mucho de lo que eres capaz.

«No sé cómo lo haces» puede que te digan a veces, cuando te vuelves a casa sin tu bebé, cuando vas y vienes del hospital para ver a tu hijo, cuando te extraes leche para darle, cuando hay pruebas médicas o complicaciones en ese cuerpecito tan pequeño que duele.

Claro que puedes. Puedes porque no hay otra opción, porque es lo que tienes que hacer, igual que podría esa personas que te pregunta, o lo piensa, si se viera en esa situación.

Puedes porque tu bebé también está pudiendo, también está luchando. Y deberías poder sin culpas, porque a veces las cosas simplemente suceden y nada ni nadie podría haberlo evitado. Encallarse en los «si yo», «ojalá que», «podría haber»… no lleva más que a callejones sin salida. Hay que mirar adelante. Pronto todos los malos ratos no serán más que un mal sueño.

Europa Press

Europa Press

Este jueves es el Día Internacional de los Niños Prematuros. Un día para recordar que las UCI neonatales de los hospitales deben ser suficientes y bien equipadas, con lugares adecuados para la lactancia y el reposo de unos padres que pasan allí horas y horas, que los niños deben recibir una atención integral y especializada, que no olvide la Atención Temprana y todos los cuidados de fisioterapia o estimulación necesarios y que laboralmente estos padres tienen también que estar apoyados y sus derechos protegidos.

Salvador es uno de ellos: nació junto a su melliza, a los 6 meses de gestación. La mala suerte quiso que su hermana muriese a los dos meses de vida, mientras que él sobrevivió. Su madre cree que Salvador fue «salvado» por su hermana.

«No existe recién nacido guapo, sino padres enajenados»

Jaime fue un recién nacido guapo. Siempre he estado convencida de ello. Nació muy limpio, gordito, en una cesárea que le ahorró el trabajo de pasar por el canal del parto por venir grande y de nalgas, aunque ojalá hubiera sido un parto como su hermana.

Es curioso (y hermoso) ese primer instante en el que una madre ve a su hijo. Es un momento de reconocimiento, coges sus deditos, te miras en sus ojos, absorbes todos sus rasgos… Pero no te paras a analizar si es guapo o es feo. Es tu cachorro y eso es más que suficiente.

Eso es en el primer momento. Más adelante ya es otra historia. Ahí ya te fijas de manera más o menos objetiva en si es un bebé bonito o no. Que oye, que sigue sin importar, que como sea de recién nacido no tiene que ver con cómo será de mayor, que sigue siendo tu cachorro y te importa un bledo, pero te fijas y sacas tus conclusiones. Conclusiones poco objetivas, es probable, aunque todos conocemos a padres que han confesado abiertamente que sus hijos nacieron feos.

Mi conclusión es que Jaime fue un recién nacido precioso. Por lo que yo veía y por lo que me decían los demás. Alguna amiga aún recuerda hoy, diez años después, lo bonito que era en su primer día de vida. Y no soy de esas personas que ven a todos los bebés guapos, os lo aseguro. Por mucho que todos despierten dulzura e instinto protector, me he encontrado bebés muy feítos.

Ahí le tenéis:

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Y sigue siendo guapo a rabiar. A veces bromeo con que será el primer top model con autismo, y que su discapacidad tal vez sea una ventaja si trabajas en ese mundillo.

Pero volvamos al tema. Convencida como estoy de que mi hijo era guapísimo tras nacer (Julia también salió mona, pero no tanto), tuve que saltar y enviar fotos cuando escuché decir a mi lado: «No existe recién nacido guapo. Incluso los mejores, son todos raros».

Pues no, no convencí con las fotos a los que sostenían que no hay bebe guapo, que lo que hay son padres enajenados.

A ver, no se puede pretender que un recién nacido sea como un adulto. Lo bonito que sea no sigue las mismas reglas de los rostros de niños y mayores. Incluso los más guapos nacen un poquito achinados, un poquito aliens, con rasgos sin definir…

En fin. Voy a parar porque si sigo por ese camino al final voy a darles la razón a los que me decían que no hay recién nacido guapo.

¿Y vosotros qué opináis?

¿Te gustaría que un fotógrafo profesional registrara tu parto y los primeros momentos con tu hijo?

Soy muy de hacer fotos con el móvil, lo confieso, me gusta registrar en imágenes los momentos importantes. Hice una foto de la sala de dilatación en la que entré para la cesárea programada de Jaime y para el parto, también programado, de Julia. Con Jaime no había opciones de foto. Y durante las muchas horas que duró la aventura con Julia ni se me ocurrió. Pero sí que tengo una fotografía aún en el paritorio, con cables alrededor y una Julia que acababa de venir al mundo con los ojos abiertos y buscando mi pecho. Una foto casera, con el móvil, que recuerdo con cariño.

Pero aún siendo una foto especial que no se me olvidará nunca, no se me ocurriría contratar a un fotógrafo profesional para que registrara ese momento. Simplemente yo no soy así. Y no porque me importe salir guapa o fea en esos momentos.

Eso sí, precisamente porque ahora sé que es una foto especial que no se me olvidará nunca, entiendo perfectamente que haya personas que quieran imágenes en ese momento, siempre y cuando estén hechas con sensibilidad, habiendo hablado y pensado bien lo que se quiere previamente y con consentimiento del equipo médico.

No sé qué opinaréis vosotros.
No sé si sería algo que os plantearíais hacer encantados o si ni aunque os pagaran dinero os prestaríais a ello. Lo que está claro es que las fotos resultantes son emocionantes, distintas y transmiten mucho.

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Esas tres imágenes que ilustran el post son de la fotógrafa Eva Gascón (en su página web podéis ver muchas más), una madre reciente que también es una de las pioneras en captar las emociones que se crean antes, durante y después del parto: «Creo en el amor incondicional entre padres e hijos. Con mi cámara intento captar las conexiones únicas que se crean entre ellos con un estilo fotoperiodístico ya que, al fin y al cabo, se trata de contar una historia; en este caso, en blanco y negro. Son reportajes que buscan la intimidad, con un estilo realista, sencillo y profundo a la vez. En el paritario intento ser invisible para no molestar al personal sanitario ni tampoco invadir la intimidad de los padres y nunca trabajo con flash para preservar la naturalidad del momento», explica Eva.

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Captar el primer momento de vida de un ser humano y las emociones que genera a su alrededor: su primera respiración, su primer llanto, las lágrimas de la madre, la primera mirada a su padre… Este es el objetivo de la fotografía de parto, que recoge todos estos instantes mágicos en el paritario de un hospital o en casa de los padres. Es una fotografía de emociones, por lo que no se centra en los profesionales que ayudan a la mujer en el parto ni en las técnicas que utilizan, sino en los sentimientos compartidos entre los padres al ver nacer a su hijo/a y en todos los acontecimientos que se desarrollan en esas primeras horas de vida.

Según datos de la Asociación Internacional de Fotógrafos de Nacimiento (IAPBP), hay registrados 760 fotógrafos en Estados Unidos, donde nació esta disciplina hace una década. En Canadá están inscritos 56 fotógrafos de parto; en el Reino Unido, 12 y en Holanda, 10. Otros países como Italia, Alemania o Portugal también cuentan con profesionales especializados en fotografía de nacimiento, aunque en menor volumen.

En España, en la mayor parte de los hospitales rige una política de un solo acompañante por habitación. Sin embargo, desde hace unos años estos centros son cada vez más flexibles a la fotografía de parto si la sugerencia parte de la madre y se entiende que la fotógrafa no interferirá en los procesos médicos, como la Fundación Jiménez Díaz o el Hospital Quirón San José.

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Cómo aliviar las naúseas, hacer masajes perineales… y aclarar muchas otras dudas sobre embarazo y parto

a00465631 3637En mis dos embarazos tuve la gran suerte de contar con una matrona maravillosa. Esther se llama. Tiene una edad similar a la mía, también dos hijos de edades parecidas, es asertiva, amable, está muy bien formada y adora su cometido. Fue una suerte porque era la matrona que me corresponde en mi centro de salud, me la encontré sin buscarla. Y desde entonces seguimos en contacto.

Esther tiene desde hace años una página web en la que facilita información práctica sobre el embarazo, el parto, el puerperio y los primeros estadios de crianza. No esperéis encontrar un blog con artículos de opinión, lo que ella hace es divulgar con sentido común y yendo al grano, apoyándose en las dudas que suele recibir en la consulta y las clases de preparación al parto.

En sus ganas por ayudar a las madres, futuras y recientes, la consulta se le quedaba corta. Y tan bien lo ha hecho que hace muy poco la revista enfermería en desarrollo le otorgó un premio por la educación maternal y paternal online (enhorabuena Esther, te lo mereces).

La web, que hoy os quiero recomendar, se llama Vivir la maternidad. A mí me gustan especialmente sus secciones de preguntas frecuentes.

Aquí las tenéis todas por temáticas:

 Encontraréis respuestas cortas, claras y concisas, como la que explica cómo aliviar las naúseas del embarazo:

Las naúseas durante las primeras semanas del embarazo son normales. Es variable la duración en cada mujer, por tanto, la desaparición de este síntoma no implica necesariamente que algo vaya mal. Hay algunas medidas que pueden aliviar este síntoma: descansa lo que puedas, evita olores que no te gusten, come de 5 a 6 veces al día pequeñas cantidades, evita los alimentos muy condimentados. Se ha demostrado que a algunas mujeres les resulta útil el jengibre. Si te alivia tomar limón, no es perjudicial. Y sobre todo, cada embarazo es diferente. Puedes consultar el siguiente enlace de cuidados del embarazo.

  • Evitar el estómago vacío o muy lleno, los alimentos de difícil digestión o repulsivos, el tabaco, café, grasas, bebidas gaseosas.
  • Comer 5-6 veces al día, de forma moderada. Antes de levantarse (10-15 min), tomar algo sólido (tostadas, galletas).
  • Mantener una buena postura corporal tras las comidas (semisentada).
  • Procurar evitar olores penetrantes o desagradables

Y otras respuestas, también claras, pero más extensas, como la que explica cómo hacer masajes en el perineo.

Es muy importante trabajar la zona del periné durante el embarazo para prevenir desgarros perineales y para ayudar a que se distienda bien el periné en el momento del parto, evitando de esta manera, en la medida de lo posible la episiotomía.

Los aceites en los que están basados los estudios científicos son en aceites naturales: rosa de mosqueta, oliva, almendras,..

La técnica del masaje perineal es la siguiente:

  • Lavarse bien las manos. Las uñas deben estar limpias y cortadas.
  • Buscar un lugar cómodo de la casa y utilizar un espejo para poder explorar el perineo.
  • Posición semisentada.
  • Se puede comenzar con un baño caliente de 10 minutos o aplicando compresas calientes en la zona perineal para relajarla.
  • En el caso de automasaje, se llevará a cabo con el dedo pulgar y, si lo hace la pareja, con los dedos índice y corazón, introduciéndolos hasta la segunda falange.
  • Lubricar los dedos, la vagina y el perineo con un lubricante acuoso.
  • Colocar los dedos dentro de la vagina (unos 3 o 4 cm). Empujar el perineo hacia la zona del recto y hacia los lados de la vagina, estirar la zona hasta que se note escozor y mantener la presión sobre la zona del perineo con los dedos durante 2 minutos o hasta que moleste.
  • Coger la zona perineal entre el dedo pulgar (en el exterior) y los dedos índice y corazón (en el interior) y realizar un movimiento de vaivén. Este movimiento estira los tejidos de la vagina, y los músculos y la piel del perineo. Realizar este masaje durante 3 o 4 minutos.
  • Durante el masaje, no presionar sobre la uretra, para evitar posibles infecciones de orina.
  • Coger la parte inferior de la vagina entre los dedos y estirarla. Ésto ayudará a experimentar la sensación de presión de la cabeza del feto sobre la zona.

Conviene practicar este masaje una vez al día. Después de una semana, se deberían apreciar los resultados de este ejercicio sobre el perineo y la vagina, aumentando su flexibilidad y estiramiento.

*Foto: GTRES

El aborto espontáneo; la necesidad de contarlo por uno mismo y por los demás

Hablamos mucho de un buen puñado de cosas; en persona, en facebook, en twitter, en blogs… no tenemos inconveniente en contar muchas experiencias, muy variadas. Explicamos nuestros viajes, si nos fue bien, mal o regular con la lactancia materna, si nos gustan o no determinadas series, libros o fichajes futbolísticos.

Hablamos mucho de un buen puñado de cosas, pero muy poco o nada de otras. Otras que  son realmente importantes, que nos dañaron íntimamente, que nos hicieron cambiar en esencia. Incluso cuando contar esas experiencias a nuestros amigos, digerirlas escribiendo sobre ellas, nos ayudaría a nosotros y al resto.

Lo que queremos reflejar ante los demás es sólo parte de lo que somos. A veces ni eso. Siempre ha sido así.

No hace mucho comentaba con unos amigos que hablar de la menstruación, de la homosexualidad o de métodos anticonceptivos era tabú hace muy pocos años, en esos años setenta y ochenta que ahora parece añorar todo el mundo. Un tabú que daba lugar a inseguridad, complejos, falsos juicios y la siempre peligrosa falta de información y formación.

En aquella misma época era frecuente que los padres con hijos que tenían alguna discapacidad lo ocultaran. Salían poco con ellos, para evitar miradas, para no dar explicaciones. Ni siquiera la familia más cercana sabía a veces realmente lo que les pasaba a esos niños. Pocos hablaban claro.

Hace menos aún hablaba con otros amigos de que a día de hoy apenas nadie explica lo que implica, lo que supone económica, física y emocionalmente el proceso de aceptar óvulos o esperma de un donante. Muchos niños nacen gracias a técnicas de reproducción asistida, no todos lo cuentan aunque no haya habido un donante, apenas nadie lo reconoce si lo hubo.

Tampoco suelen hablar los que han sufrido abusos sexuales, de niños o adultos. Y a día de hoy hay otro tabú: los abortos, todo tipo de abortos. Aunque de lo que os quiero hablar hoy es de los abortos espontáneos. Estar embarazada, ilusionada con ese embarazo, y perderlo. Quedarte vacía sin tener información apenas. Sufrir psicológica y físicamente. Y luego callar.

Casi todas las mujeres hablamos de nuestros partos, alguna vez he bromeado diciendo que es como hablar de la mili para los hombres. No nos cuesta contarlo, lo hacemos con gusto. Y de eso el resto aprende y sabe qué esperar, o al menos no es algo lejano, desconocido y aterrador. Pero no de nuestros abortos.

Silencios, secretos, no querer revivir el dolor de los sucedido, miedo al qué dirán, al chismorreo ajeno, a que no lo aprueben o lo entiendan, incapacidad de asumir plenamente lo sucedido… Hay muchos motivos. Y cualquier persona está en su derecho de callar. Pero callar de forma generalizada conduce a que no fluya la información, que no se normalice, que aumenten las inseguridades, los miedos, los traumas…

Pensad en los tabús, lo temas que eran vergonzantes antaño y que dejaron de serlo, en los que están en ese proceso que siempre es a mejor.

La que es mi mejor amiga desde hace muchos años ha tenido un aborto espontáneo este verano. Tuvo mala suerte, no estaba en España, y pese a ser una persona leída con dos hijos no sabía apenas nada sobre el proceso por el que estaba pasando. Fue encontrar información fiable de mujeres que han querido sacar del oscurantimo esta experiencia y dar información útil.

Tuve siete horas de lectura mientras expulsaba lo que quedaba de mi embarazo. Leer me ayudó a hacerme consciente del duelo, lloré mucho por mi bebé, no me podía creer que lo tuviese en la palma de mi mano, tan pequeño, tan indefenso, tan frío… fue una experiencia profundamente salvaje, hiriente. Pero leer e informarme fue a la vez muy sanador.

Es una mujer valiente, sin miedo a contar lo que le ha sucedido si puede ayudar a otras personas. Me ha permitido compartir aquí con vosotros lo que le escribió en agradecimiento a la autora de esa web que tanto la ayudó:

El lunes 25 de agosto del 14 sufrí un aborto espontáneo. Estaba en Alemania de vacaciones y no recibí atención médica por no tener impreso el original de mi seguro de asistencia. Al volver de mi visita frustrada del hospital y en la calle, rompí aguas y expulsé a mi bebé. ¡Estaba tan asustada! Volví a casa sangrando abundantemente, con miedo y llena de dudas. Una vez allí, expulsé el saco y la placenta y seguí sangrando tan fuerte que llegué a pensar que no volvería a ver a mis dos hijos nunca más.
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De madrugada y muy desorientada, comencé a buscar información sobre el aborto espontáneo y di con esta web, Gestando una doula, que me derivó más tarde a la web de El parto es nuestro y al foro de Superando un aborto de Mª Angels Casademunt. A partir de su lectura, mi actitud cambió completamente, leer esta entrada fue mi tabla de salvación. Ya más tranquila, abordé el aborto de otra forma, comprendí la importancia del sangrado y la expulsión de los restos fue continua durante toda la noche, expulsé cinco coágulos del tamaño de mi puño, empapé todas las compresas que tenía el paquete que compré en cuestión de tres horas, conseguí eliminar prácticamente todo en un proceso que duró siete horas.

Por la mañana, apenas había dormido una hora, cuando desperté y fui al baño, noté que el flujo de sangre había disminuido notablemente, que apenas salían restos. Ya no tenía dolor, ni contracciones, ni molestias en las lumbares, simplemente la sensación de una menstruación como las habituales mías. Ese mismo día volvía a España, tuve un vuelo tranquilo, sin hemorragias, tan solo el sangrado regular de una menstruación y ligeras molestias menstruales. Aún no he ido al hospital para comprobar si tengo algún resto, me estoy dando un poco de tiempo para expulsa cualquier materia que tenga y evitar así que me aconsejen legrado o aspiración. Pero iré simplemente para descartar cualquier complicación que pueda tener y yo desconozca.

Quería agradecer su orientación a las mujeres que como yo, estaban perdidas y asustadas en un proceso para el que muchas veces no se está informada ni preparada. Ha sido muy duro, pero me he sentido profundamente apoyada con esa una entrada tan sincera y a la vez tan llena de respeto hacia la mujer.

 Las cosas están cambiando, por suerte y gracias en parte a Internet. En mi post de hoy, un granito más de arena.