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¿Pondríais ‘La bola de cristal’ a vuestros hijos?

La bola de cristal arrancó en octubre de 1984 y terminó en junio de 1988. Es decir, en pocos meses se cumplirán treinta años de la despedida de los electroduendes y la bruja Avería.

Yo tenía entre ocho y doce años mientras el programa se emitía. La edad ideal, supongo, para ver un programa que, sin la menor duda, hizo historia de la televisión.

No voy a detallar lo que todos sabemos: el elenco estelar de jóvenes artistas que había tras este programa infantil, lo transgresor que fue, la música de calidad que nos regaló o los mensajes que aún tenemos grabados los niños de los ochenta: “si no quieres ser como ellos, lee”, “viva el mal, viva el capital”, “Tienes quince segundos para imaginar… si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías ver menos la tele”.

Os confieso, no obstante, que no era un programa que me entusiasmara tanto. Sé que hay gente de mi edad para los que La bola de cristal es un recuerdo de su infancia mítico e intocable, igual que hay otros que no podían soportarlo. Yo lo veía y lo pasaba bien, pero no pasaba nada si me lo perdía. Había cosas que me gustaban mucho, otras en las que me perdía e incluso aburría. Lo recuerdo con cariño, pero irregular. La música era lo que más me atraía, tanto las más infantiles (“¿qué tiene esa bola que a todo el mundo le mola?”, aún podría entonarla entera a mis casi 42 años), como los videoclips que ponían, quedé fascinada por completo con el de Annabel Lee, que para mí fue un precioso e inolvidable cuento cantado.

Hace unos diez años, cuando mi primer hijo era un bebé, compramos un CD con los primeros programas y nos pusimos a verlos. La impresión que tuve es que había envejecido mal, que el ritmo a veces se ralentizaba demasiado, que en ocasiones se enredaba demasiado sobre sí mismo, que ya no era algo que pudiera resultar atractivo a los niños.

Puedo estar equivocada, no lo descarto. Hablo de una percepción muy personal.

Publiqué hace poco en mis redes sociales, recordando todo aquello lo siguiente:

Encontré lo que imaginaba. Defensores a ultranza, gente que considera que no era para tanto y que la nostalgia lo ha elevado y otros que lo vivieron como yo, con normalidad. También, respondiendo a mi pregunta, padres que se lo pondrían o ya se lo han puesto a sus hijos (con éxito) y otros que ni se lo plantean.

Pero tras leer todas las opiniones, mi conclusión es otra. Es posible que La bola de cristal haya envejecido mal, que no sea un programa que podamos rescatar para los niños de hoy, pero lo que me parece realmente triste es que hoy día, treinta años después, creo imposible repetir un fenómeno que tantos aplauden.

Coger a un grupo de artistas jóvenes y dejarles la suficiente libertad como para crear un programa infantil distinto, innovador, que no considere a los niños pequeños adultos en miniatura algo tontuelos, parece ciencia ficción a día de hoy.

Más aún en la televisión de todos.

‘Atípico’, las luces y sombras de la serie de Netflix protagonizada por el autismo

Varias personas me han preguntado a lo largo las últimas semanas mi opinión sobre Atípico, la serie de Netflix en la que seguimos las andanzas de un joven dentro del espectro autista, en lo más alto de espectro. No se menciona el síndrome de Asperger en ningún momento, pero probablemente ahí se encuadre.

No ha sido hasta ahora que he podido verla entera y que puedo dar respuesta a esa cuestión que me ha llegado formulada de dos maneras:  ¿representa bien el autismo? y ¿te ha gustado?.

Voy a contestar primero a la segunda pregunta, a la fácil. Sí que me ha gustado y más adelante expondré los principales motivos.

Respecto a si creo que representa bien el autismo: no, no me lo parece. Representa bien a Sam, que tiene autismo. Pero Sam no se parece en nada a mi hijo, que también lo tiene, absolutamente en nada. El autismo se manifiesta en Sam de una manera completamente distinta a como lo hace en Jaime (o en Laura, David, Pedro o Bruno).

Sam quiere tener una novia, va al instituto y saca buenas notas, también trabaja, habla con total corrección y un exceso de literalidad, se mueve con una autonomía envidiable, es muy rígido, adora todo lo relacionado con los polos y la fauna que en ella habita, casi carece de sonrisa social, le cuesta tolerar determinado tipo de contacto físico, los ambientes sobrecargados de estímulos le superan, es incapaz de comprender las complejidades sociales y ha tenido algunos comportamientos agresivos y autolesivos en el pasado.

Jaime no sabe lo que es una novia, es perverbal, apenas tiene unas pocas aproximaciones a palabras, va a un colegio específico con otros niños con autismo, tiene que ir de nuestra mano por la calle  y necesita nuestra ayuda para casi todo (vestirse, lavarse los dientes…), nunca ha perdido la sonrisa social, adora el contacto y el agua, no suele tener problemas para ir a sitios con mucho estímulos, es tan flexible como pueda serlo cualquiera, jamás se ha autolesionado y no ha tenido comportamientos agresivos.

Está claro que los niños como Jaime dan menos juego a los guionistas.

Ver la serie no va a ayudar a que los espectadores que desconocen por completo lo que es el autismo, entiendan lo que es. Van a entender únicamente a Sam, y tal vez así un poco lo que es tener Asperger o autismo de muy, muy alto funcionamiento (Sam parece un compendio de cómo se es si se tiene esos diagnósticos) de una forma muy estereotipada, pero no a Pedro, a Laura, a David, a Bruno o a Jaime.

La serie de Robia Rashid podría haber mostrado más rostros, más manifestaciones del autismo en diferentes chavales con personalidades, gustos y circunstancias familiares distintas, pero solo aparece Dam (y muy brevemente otro chico muy similar a él. Hay una mención de una madre de un grupo de apoyo a esa otra realidad: su hijo adolescente ha logrado decir por primer vez una frase con tres palabras. Nada más.

Es imposible acercarse a explicar lo que es el espectro del autismo si no se intenta algo muy coral. Atípico no es el caso. Sam es incluso demasiado típico si se miran los criterios diagnósticos y descripciones de los chicos con Asperger. Porque incluso si observamos solo a los diagnosticados de Asperger, también entre ellos llegan a ser tan distintos como la noche y el día. Eso no se ve. En la producción de Netflix

El espectro es tan diverso como un pequeño universo. Y luego está el hecho de que las personas son más que su diagnóstico.

El peligro de dar una visión estereotipada de algo tan complejo y variado como es el espectro autista, con tantas manifestaciones, es que se corre el riesgo de que una mayoría crean que el autismo es eso, que crean conocer cómo son todas las personas con autismo viendo a Sam.

Pero también hay muchas luces en Atípico (tal vez debería haber hecho una lista de pros y contras, como le gusta hacer a Sam en la serie) que quiero destacar y que hacen que su visionado merezca la pena.

Se nota que han querido hacer bien las cosas. No es un documental y no tiene que serlo, pero se ve que se han documentado, que han mimado el producto, que entienden y defienden la inclusión, que saben que las personas con autismo son empáticas.

Es valiente y de agradecer que tenga como protagonista, como hilo conductor, a una persona con autismo. No es algo que abunde en la televisión o en el cine. Ojalá hubiera más ficciones que incluyeran a un protagonista o un rol importante dentro del espectro con esas ganas de hacerlo bien.

Es también valiente y muy de agradecer que muestren a su protagonista como un adolescente que quiere una novia y sexo. Las personas con autismo no son seres asexuados. Las personas con una discapacidad, la que sea, no lo son. Uno de los tabúes modernos.

Apunta aspectos que invitan a la reflexión, como la necesidad de encontrar tiempo para la pareja y para uno mismo cuando se tiene un hijo con autismo,  que no se puede vivir para el autismo, que no hay que cargar a los hermanos con responsabilidades que les corten las alas, que decir la verdad sobre el diagnóstico facilita las cosas aunque se entienda que no se quiera ir con la etiqueta siempre por delante, hasta qué punto son importantes y en qué circunstancias  las palabras que usamos…

Y todo eso en una ficción amena, con dos veteranos más que solventes como Jennifer Jason Leigh y Michael Rapaport como padres que buscan su lugar en la familia, una carismática Brigette Lundy-Paine como madura hermana pequeña y estrella del atletismo descubriendo lo que es el primer amor, Jenna Boyd de peculiar novia caída del cielo, Amy Okuda de terapeuta voluntariosa e imperfecta, Nik Dodani de excéntrico amigo y colega y Keir Gilchrist defendiendo correctamente a Sam.


Una ficción que exagera, que busca ser didáctica entre toques de humor y que a veces caricaturiza , juraría que a conciencia (la madre sale muy mal parada en ese sentido). Una ficción que juega con las reglas del último año y baile del instituto, y que te lleva a lo largo de sus ocho capítulos de menos de media hora cada uno en un suspiro.

Para terminar os traslado las preguntas que me hicieron a mí: ¿La habéis visto? ¿Os ha gustado? ¿Creéis que representa bien el autismo?

Una serie familiar como ‘El ministerio del tiempo’ no puede arrancar casi a las once de la noche

En casa nos gusta El ministerio del tiempo, es la única serie española que seguimos. No somos una familia demasiado televisiva. Casi todos los contenidos audiovisuales que consumimos proceden de plataformas como Netflix o HBO y de Youtube, esos que puedes elegir cuándo ver y, exceptuando el caso de Youtube, exentos de publicidad.

El ministerio del tiempo es la única excepción de serie que estamos pendientes de ver y disfrutar cuando se emite, esperando semana a semana por ella. La vemos solos. Julia, con ocho años, es aún pequeña para disfrutarla. Pero para niños a partir de unos doce años puede ser un buen entretenimiento en familia en una época en la que no abundan precisamente los contenidos de adultos aptos para preadolescentes (por suerte cada vez hay más producciones infantiles de calidad que nos pueden gustar a los mayores, pero ese es otro tema).

Tengo amigos con niños de esa edad a los que le gusta también la serie de Olivares, pero su única opción es verla en diferido, pasando rápido anuncios, a una hora decente. Porque la hora a la que la emite Televisión Española no es decente. En absoluto. No lo es para los chavales que tienen que ir al día siguiente al colegio y al instituto, pero tampoco para los adultos que tienen que trabajar y tal vez llevarles a esos colegios e institutos.

La noche del jueves se estrenó el primer episodio de la primera temporada. Arrancó casi a las once de la noche, a las once menos cuarto. El prime time del jueves es casi ya del viernes. Y eso que justo hace dos años TVE hizo propósito de enmienda de rebajar esa hora. En un canto al sol se quedó.

A mi alrededor, en este momento, hay media docena de compañeros interesados en esa serie. Solo uno la ha visto. Otro lo intentó y se rindió al sueño. Nosotros ni nos planteamos verla. Ya lo haremos cuando podamos.

Pasa también con otros productos televisivos pasa. El fútbol sin ir más lejos, que también les gusta disfrutar a muchos niños. Y ahí el directo juega a favor de las cadenas tradicionales, porque tiene poca gracia tragarse un partido si ya se sabe el resultado (ninguna si tu equipo ha perdido). Pero en otros como El ministerio del tiempo no tiene justificación ninguna, podemos verla perfectamente después y a mejor horario.

Luego se extrañarán cuando, en pocos años, las plataformas de streaming les hayan comido la tostada. Ya están en ello. Y no solo por el detalle importante de las horas de emisión. También se podría hablar mucho de programar a horas en las que los niños están en casa contenidos inapropiados por poner otro ejemplo, y habría más.

(RTVE)

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¿Verías con tus hijos ‘Por trece razones’?

La pasada semana terminé Por trece razones, la serie de Netflix que mas está dando que hablar los últimos meses. La he visto con un poco de retraso, ya lo sé, pero el tiempo que puedo dedicar a la televisión es bastante limitado.

Tenía curiosidad por esta serie por distintos motivos. Independientemente de su popularidad, tenía amigos en cuyo criterio confió que la tachaban de muy interesante, lo cierto es que había algún otro que reconoció su calidad pero añadiendo que le había dejado frío. Trata sobre acoso escolar llevado a sus últimas consecuencia, al suicidio que es un tema tabú en televisión y medios (cada vez menos, también es cierto) y que se trata de la segunda causa de muerte entre los adolescentes de Estados Unidos. Y en ese país precisamente ha suscitado un intenso debate sobre la conveniencia de que la vean adolescentes, incluso de ponérsela para trabajar sobre ella.

Es una serie cuyo mayor acierto creo que es su casting. Casi todo el peso de la producción recae sobre los jóvenes hombros de un elenco sobradamente capaz. Y no hablo solo de sus dos protagonistas (a mi parecer brilla especialmente Clay Jensen, la imagen del cartel promocional e hilo conductor interpretado por Dylan Minette), el trabajo actoral de todos ellos es el que da credibilidad a la historia, polémica por su crudeza y por mostrar sin apartar la mirada violación y sobre todo suicidio. Un intento declarado por los productores de mostrar que no es algo fácil ni bonito y que el dolor que causa en otros puede ser insuperable.

Otro gran valor es el de tratar a los personajes adolescentes con el respeto y aproximación que se daría a los adultos, sin filtros ridículos, interpretaciones simplistas o tintes de caricatura. Pero al mismo tiempo son adolescentes, imperfectos todos ellos, impulsivos, incapaces de expresar sus emociones, de entender del todo la situación en la que están, el mundo que les rodea.

Cuando la ves siendo padre es inevitable empatizar con los padres que también asoman a la serie, preguntarte cómo pueden estar tan ciegos en unos casos, cómo pueden estar así de desaparecidos en otros, constatar no saben lo que pasa en el día a día de sus hijos, su desconocen sus relaciones con sus iguales, y sufrir con el dolor de los padres de Hannah, que es inimaginable.

Pero no voy a entrar a hablar en profundidad de la serie, que para eso ya está mi compañero Víctor con su blog Smelly Cat (os recomiendo su tema Cinco consejos para padres aterrorizados de que sus hijos vean ‘Por trece razones’). Lo que yo quería era preguntar si habéis visto la serie y si la recomendaríais a adolescentes. Incluso a profesores como me sugieren por Twitter.

A mí aún me quedan unos cuantos años para verme lidiando con adolescentes, pero creo que sí lo haría. Es una ficción dolorosa pero que merece la pena para poder hablar luego de ciertos temas más que relevantes. Eso sí, me parece apropiada solo para adolescentes de al menos dieciséis años, creo necesario verla junto a ellos y no dejársela digerir a solas, y tendría especial cuidado si el adolescente en cuestión está en una situación de especial vulnerabilidad.

Tal vez lo indicado fuera verla primero nosotros y luego valorar si, en ese momento concreto, a nuestros hijos les puede venir bien verla y que luego (o durante) hablemos sobre lo que en ella se ve: el peligro de la difusión de imágenes, de que se malinterpreten, que nuestros comentarios, nuestras bromas a las que damos poca importancia pueden hacer sufrir mucho a otros, que aunque creamos estar solos no es así, que ante cualquier aproximación sexual es necesario el consentimiento expreso de la otra persona, que hay que saber pedir ayuda…

Al terminar los trece capítulos, las trece cintas, hay un pequeño documental en el que los creadores y los asesores de la serie, psicólogos especialistas en estas lides, que resulta especialmente interesante, porque trascienden la ficción y dan pistas sobre las percepciones erróneas que llevan a los chicos a sentirse completamente solos y sin salida y porqué no es así.

De hecho la serie, basada en una novela de Jay Asher, de la que ya hay una segunda temporada en marcha y tras la que está la actriz y cantante Selena Gomez como productora ejecutiva, tiene una clara vocación de ayuda a los chicos para afrontar situaciones de bullying y ofrece información y recursos en su página web.

Vuelvo, para terminar, a la pregunta inicial: ¿La veríais con vuestros hijos?

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Pobres niños de San Ildefonso

Justo estos días nos hemos encontrado con una nueva edición de MasterChef Junior. No os voy a hablar de nuevo de la opinión que me merece ese programa que ya se ha convertido en un clásico navideño, pero con él desde luego aflora el debate de hasta qué punto conviene exponer de tal manera en la televisión a los niños, algunos muy pequeños.

Y, de repente, hoy llega un clásico televisivo navideño con niños verdaderamente veterano: el sorteo de la lotería de Navidad con los niños de San Ildefonso cantando números sin parar, dando premios, dejando caer alguna bola, cometiendo algún error, con la voz fallando a veces. Niños expuestos de una manera distinta pero semejante.

Gente buena, respetuosa, amante de los niños, se dedica, cuando los ve en la tele, a opinar sobre ellos, a bromear en ocasiones rozando la crueldad sobre sus voces, su aspecto, sus pequeñas meteduras de pata… Normal, no son locutores profesionales ni modelos. Es un humor que no se permitirían si el niño estuviera delante de ellos o si el niño fuera su niño: uno de sus hijos, uno de sus sobrinos, uno de los niños que conocen y aprecian.

Pues los niños de San Ildefonso son los niños de alguien. Y además son niños, merecedores de todo nuestro respeto, objeto de una especial protección y no el blanco fácil de burlas aún más fáciles, algo que parece el deporte nacional la mañana del 22 de diciembre para muchos.

(EFE/Ballesteros)

Probablemente se subirían por las paredes si eso que ellos mismos están diciendo se lo escucharan a otro adulto respecto a sus pequeños durante su función escolar navideña, otro clásico (no televisado) de estas fechas.

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Guillermo del Toro se acerca de nuevo a la animación infantil con ‘Trollhunters’

Guillermo del Toro es uno de esos cineastas que me gusta seguir porque, aunque no todo lo que haya hecho sea redondo ni mucho menos, todo, absolutamente todo, me resulta interesante y mucho me ha calado. Ha logrado ser autor de obras que no pasan al olvido según termina el visionado y lo único que realmente le podría echar en cara es haber participado en el guion de esa ida de cabeza élfica que es El Hobbit.

El mexicano, conocido sobre todo por El espinazo del diablo y Hellboy, me enamoró hace un par de años con la maravillosa El libro de la vida, la historia de un torero que sabía que no estaba bien matar, estéticamente distinta, culturalmente muy mexicana y de la que os hablé aquí el año pasado. Tras Zootrópolis y Kubo y las dos cuerdas mágicas, El libro de la vida es, sin duda alguna, una de las cintas infantiles que más me han gustado estos dos últimos años. Y no sólo a mí, mi hija y mis sobrinas también sucumbieron a su encanto. Una pena que pasara por España sin pena ni gloria, creo que fue una película infantil antitaurina que no se supo (o no se pudo) vender en el país europeo más taurino.

No hace mucho supe que Guillermo del Toro va a repetir en esto de hacer un producto infantil, y me alegré mucho con la noticia. Se trata en esta ocasión de una serie de animación de DreamWorks Animation TV que se llama Trollhunters.

¿No os recuerdan estos trolls un poco a ‘Hellboy’? Yo veo cierto parecido familiar.

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¿Cómo es HBO para niños? ¿Qué contenidos infantiles y control parental tiene? ¿Y Netflix?

HBO ya ha llegado a España, las tres letras que identificamos todos con series de televisión convertidas en fenómenos que acumulan premios, buenas críticas y telespectadores, como Juego de tronos, True Detective o Girls, llega al fin tras un acuerdo con Vodafone. No voy a ponerme a analizarlo en profundidad o a entrar en comparativas genéricas, que ya hay muchos haciendo eso y este blog va de cosas de niños.

Niños… Ahí sí que tenía ganas de echarle un ojo. ¿Qué trae HBO para los niños? Muchos de los que tenemos infantería en casa valoramos mucho los contenidos infantiles que ofrecen los servicios de streaming antes de lanzarnos a la piscina y teclear los números de la tarjeta, incluso teniendo un mes de prueba gratuito.

En mi casa apenas se han visto los canales convencionales de televisión infantiles, esos en los que la programación cambia, ponen y añaden entre series y películas que aprobamos otras que no son apropiadas y (algo sobre todo sangrante en esta fechas prenavideñas) que bombardean de publicidad a nuestros hijos a una edad en la que son especialmente sensibles. Nosotros al principio optamos por los DVDs y, sobre todo, por tener un disco duro en el que teníamos las películas, series de televisión y música infantil que nos parecía adecuado que vieran. Por eso nos lanzamos entusiasmados el año pasado a Netflix, que es prácticamente lo único que vemos ahora en casa. Por eso tenía mucha curiosidad por la oferta infantil de HBO.

Por lo que he podido ver, el plato fuerte de HBO es Disney. Ya incluso desde la división de contenidos que ofrecen, Disney aparece como uno de los tres destacados. hbo2hbo5Mientras en Netflix al principio no había nada de Disney y poco a poco van aumentando los contenidos de esta factoría gigante del entretenimiento infantil y juvenil (en casa celebramos mucho la llegada de Big Hero 6 recientemente), HBO desembarca ya de entrada con muchas películas y series. Muchos clásicos como La Bella y la bestia, Dumbo, Peter Pan, El Rey León, Alicia en el país de las maravillas…  también éxitos recientes como CarsFrozen. ¡Qué cosas! Big Hero 6 no está… De hecho no está todo ni mucho menos. Estrenos más recientes que han salido hace poco en Blue-ray y DVD tampoco se encuentran. Pero sin duda en tema Disney, HBO gana la partida.


Dejando de lado Disney hay mucha franquicia conocida entre las series para los más pequeños, como Dora, la exploradora, La patrulla canina, Caillou, Ben&Holly, Pocoyo o Peppa Pig, pero en cantidad y variedad Netflix se lleva esta baza. La oferta es limitada. Algo semejante pasa con la opción para niños más mayores, el catálogo es escueto y tirando a manoseado. Al menos de momento. Entiendo que en ambos casos irán creciendo con el tiempo.


Aquí cada uno deberá valorar en función de los gustos que predominen en casa qué plataforma interesa. Aunque dependiendo del presupuesto que manejen, lo mismo interesan ambas. En absoluto son excluyentes. Tienen precios similares, 7,99 al mes HBO con ofertas para clientes de Vodafone y entre 7,99 y 11,99 Netflix. Ambos con un mes de prueba en cualquier caso.

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¿Qué demonios hacen los niños viendo ‘Sálvame’?

Por las mañanas, en el largo trayecto en coche en hora punta desde la periferia obrera madrileña hasta la redacción, voy escribiendo en la tablet. Que nadie se asuste antes de tiempo, ni tengo un coche autónomo ni voy infringiendo ninguna norma. Voy ocupando el asiento de copiloto. De esos atascos nacen muchos posts, a veces boicoteados por el corrector automático que sabe que le odio.

Nos acompaña la radio, a veces los informativos de La Ser (era RNE cuando estaba Juan Ramón Lucas), a veces Javi Nieves y Mar Amate en Cadena Cien. Cogimos esa costumbre durante los años que llevábamos a Jaime al colegio, un centro que estaba a veinte kilómetros de casa porque hay muy poquitos centros específicos para niños con autismo en Madrid y solo uno está en la zona sur, aunque ese es otro tema. La cuestión es que él prefiere la música a las noticias.

En uno de los espacios del programa de Javi y Mar un colaborador acude a la puerta de un colegio a preguntar cualquier cosa a los niños pequeños. Lo de menos es la cuestión, lo divertido son las respuestas que sueltan los críos, muchas desternillantes.

Esta mañana les ha preguntado por lo que les aburre viendo la tele. La verdad es que no me he enterado mucho porque andaba concentrada escribiendo, pero se me ha activado el radar cuando he escuchado a varios responder con sus vocecitas infantiles que «el Sálvame«. ¿Por qué les aburría? Pues uno decía que porque hablaba mucha gente a la vez y no se entendía nada, otro porque te estaban intentando vender cosas de mayores todo el rato.

Bastante más listos esos niños que los adultos que se tragan esa basura y obligan a que los pequeños tengan que aguantarla. ¿No tendrán nada mejor a lo que dedicar su tiempo que a sentarse a ver ese circo absurdo y alienante? Horas desperdiciadas que yo les compraría si pudiera sin dudarlo. El transmisor de tiempo sobrante sería un gran invento, tanto como la cabina de teletransportación y el reductor de materia.

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Skylanders da el salto a serie de animación en Netflix

En casa nos gustan los videojuegos, tenemos distintas consolas y creemos en que se puede sacar provecho, no solo entretenimiento, con los mandos en la mano. Entre los títulos favoritos de nuestra hija se encuentran los Skylanders, a los que juega en nuestra compañía desde que tenía cinco años.

Como ya os conté en su momento, es lógico que le entusiasmara. Son buenos juegos. Los niños no son tontos y distinguen un trabajo bien hecho como cualquiera. Tienen puzzles, enemigos que son hasta simpáticos (Caos es incluso achuchable), no hay sangre, no hay muertes, las figuras con las que se juega están muy bien hechas, con diseños atractivos y las aventuras tienen el nivel de dificultad perfecto para disfrutar sin quedarse encasquillados.

Mañana, 14 de octubre, se lanza un nuevo título de la saga de Activision, Skylanders Imaginators, aunque para saber de los videojuegos de Skylanders, mejor leer a Vandal, que hace ya muchos años que yo no me dedico a escribir de ocio electrónico.

Lo que yo quería comentaros es que pocos días después, el 28 de octubre, llegará una serie animada inspirada en el mundo de Skylands. Un camino similar al protagonizado con éxito por los videojuegos de Pokemon, algunas de cuyas películas y series también están disponibles en Netflix.

Como protagonistas de la serie, cuyo título es Skylanders Academy, tenían multitud de personajes a elegir, pero se han decantado por Spyro (un clásico ineludible), Eruptor, Stealth Elf, Jet-Vac y Pop Fizz. Y me da que sobre todo lo serán los tres primeros, ya veremos.

skylanders

Ahí tenéis al jefe de los malvados. ¿Es casi achuchable o no?

malvados

La dirige y produce Eric Rogers (Cuestión de pelotas), Justin Long (Ask Me Anything) pone la voz a Spyro, Ashley Tisdale (la rubita de High School Musical) a Stealth Elf y Jonathan Banks (Breaking Bad) a Eruptor. Y hay cameos sonoros de la talla de Susan Sarandon, Daniel Wu, Parker Posey o James Hetfield.

Os dejo con el tráiler, que acaba de presentarse en todo el mundo y que ha dejado a mi hija entusiasmada.

‘Los hermanos Kratts’, una serie infantil para aprender mucho de los animales, también a respetarlos

9090633 - Kratts Hay pocas series de dibujos animados que hayan gustado tanto a Julia como esta de la que os voy a hablar hoy. Y es una serie que, cuando otros niños han pasado por casa y se la hemos puesto, también la han disfrutado. Mi sobrina es otra que está encantada con ella. Y yo os confieso que es de las pocas series infantiles que veo con gusto en su compañía, sin tener que esforzarme para no desconectar de lo que aparece en la pantalla. Es un ejemplo fantástico de que se están elaborando buenos contenidos, educativos y divertidos, pensados para los niños.

No es un éxito como La patrulla canina (que es una locura lo que está vendiendo), La princesa Sofía o La doctora juguetes (os recomiendo esta entrevista que hizo mi compañero Isra Alvárez a su creadora), probablemente porque se emite en Netflix que todavía no es de consumo mayoritario pese a las virtudes de control de contenido que tiene con los niños. Bueno, el ‘todavía’ es la palabra clave…

Volviendo a Los hermanos Kratts (Wild Kratts en inglés), se trata de una serie en la que los hermanos Chris y Martin siguen de cerca a todo tipo de animales. Cada episodio está protagonizado por un animal, desde humildes lombrices de tierra hasta leones, pasando por halcones peregrinos o lagartos voladores, gracias a unos trajes que los convierten en algo parecido al animal que estudian. Se aprende mucho y de manera divertida sobre cada especie animal con ellos.

Obviamente todo el tema de los trajes que les confieren características animales y el vehículo tortuga que lo mismo vuela que navega es todo una fantasía estupenda, pero lo realmente destacable de la serie es que destila respeto por todos los animales. Un respeto informado y nada ñoño. El último capítulo de la primera temporada habla de la cadena trófica, y no se esconde que los animales se devoran los unos a los otros y en absoluto son malvados por hacerlo.

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