Archivo de septiembre, 2020

“¿Mamá, quién es Mafalda?”

Estaba con mi hija en el coche, esperando que fueran las 17 en punto para que pudiera entrar en el polideportivo para jugar al voleibol con distancia, gel y mascarilla, al aire libre, cuando en la radio nos dieron la noticia: Quino ha muerto, el padre de Mafalda, el lúcido argentino universal que abrazó sabiamente el escepticismo y entendió que los niños no son menos que nadie

“Ha muerto Quino”, repetí para mí. “¿Quién es Quino mamá?“. “Un viñetista genial, el autor de Mafalda”. “¿Y quién es Mafalda?”.

Tras ver sonreír a mi hija de once años al mostrarle alguna de sus tiras, acabo de comprar el libro que las contiene todas para que ambas las disfrutemos. Mañana llegará a casa y no soy capaz de entender cómo no lo tenía ya en lo biblioteca.

Sinceramente, era mi obligación que mi hija supiera quiénes eran Quino y Mafalda.

Quino y Mafalda son cultura, sentido común, filosofía y risas.

No puede ser que nuestros niños crezcan sin conocerlos. No se me ocurre mejor homenaje al genial creador y mejor regalo para ellos.

Quino posa en su estudio de Madrid en 2018.
Firma: JORGE PARÍS

De niño a tiarrón (con autismo)

Jaime tiene autismo, que en su caso es severo, por lo que apenas pronuncia unas pocas palabras a su manera y necesita ayuda para casi todo: ducharse, lavarse los dientes, vestirse (si queremos que vaya con la ropa al derecho)…

Jaime tiene 14 años y ya pesa y mide más que yo. De hecho, además de superarme en tamaño también tiene más fuerza y lo sabe. A veces se para frente a mí, muy cerca, con nuestros rostros casi tocándose, y se ríe. No hace falta que diga nada, bien sé lo que está pensando: «¡Qué pequeña se me ha quedado mi madre!».

No tenía ninguna prisa porque pasara de niño a tiarrón. Intuía que íbamos a encontrarnos con nuevas dificultades y así ha sido.
Tiene buen carácter y suele ser obediente, pero cuando se rebela es más complicado controlarlo y esta primavera hemos tenido que recurrir por vez primera a la medicación. Los abuelos hace tiempo que no pueden echarnos una mano en su cuidado, es preciso ser joven, fuerte y con recursos, para evitar que un simple paseo por la calle suponga un riesgo si decide pisar la carretera. Su afán por hacer nudismo en casa ya no resulta gracioso sin más a las visitas. Trabajar la intimidad es una prioridad que tal vez hubiéramos tenido que iniciar antes.

Siempre hay retos, siempre estamos aprendiendo siendo sus padres. Tenemos asumido que, al contrario que su hermana que es cada vez más autónoma, Jaime va a requerir toda su vida que estemos volcados en él, cuidándole y procurando su bienestar.

Pero ser madre de un Jaime adolescente también tiene sus ventajas. Por ejemplo, no voy a tener que preocuparme porque una noche no haya vuelto a casa a la hora del toque de queda; jamás pisará la cárcel o será cruel y hará sufrir a otras personas; es feliz y tiene mucho más fácil que muchos el seguir siéndolo. Y volando a ras de suelo, lleva las camisetas que a mí me gustan sin rechistar y va de mi mano encantado de la vida.

Cuando Jaime tenía dos años y me dieron el diagnóstico de autismo, rompiendo nuestra imaginaria foto de familia y pintando nuestro futuro de incertidumbre, me ayudó escribir todos los días una pequeña buena noticia, un pasito adelante, un avance mínimo, momentos del día que habían merecido la pena.

Ya no necesito hacerlo. Nuestra vida no es ningún drama como parecen creer muchos cuando saben del alto grado de dependencia de Jaime. Simplemente es nuestra y única, como la de cualquier otro. Hay que aprender a apreciarla. Nada más. Nada menos.

Hola cole, adiós abuelos

Madrid anuncia «medidas drásticas» y «confinamientos selectivos» por la Covid. Es una de las grandes noticias del día y  no es algo que extrañe a nadie; de hecho somos muchos los que ya habíamos adoptado nuestras propias «medidas drásticas», moviéndonos mucho menos de lo que las restricciones permiten.

No se les ve o se les ve poco, pero son legión los mayores y personas de riesgo que solo se están moviendo el mínimo imprescindible. Para comprar, ir al médico y estirar las piernas mínimamente a las horas y en los sitios más solitarios. También los jóvenes y adultos sanos y responsables que no han vuelto a ir por el centro de la ciudad, a pisar sus garitos preferidos o a quedar de fiesta, aunque sea íntima, desde marzo. Y la vuelta al cole ha traído de la mano que muchos padres hayamos interrumpido el contacto con los abuelos, por doloroso o complicado que resulte.

Nosotros somos de esos. Desde que Jaime empezó sus clases el pasado martes no hemos vuelto a ver a nuestros mayores. Tampoco a otros amigos y familiares. Por mucho que nos echemos de menos, por mucho que nos gustase encontrarnos, hemos preferido prevenir y esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos, en qué resultaba tanta vuelta presencial al trabajo tras las vacaciones y el retorno a las aulas.

Somos muchos. Sin buscarlos he encontrado numerosos padres que han adoptado medidas similares, que no ven a los abuelos, que no quedan para que los primos jueguen, que no van a terrazas, cuyos planes con niños son cine en casa, paseos al aire libre o juegos de mesa.

También hay muchos que no pueden evitarlo, que necesitan a los abuelos, para los que la tribu sigue siendo imprescindible. Pero los cuidan y se cuidan todo lo que pueden.

Hay miedo, claro que hay miedo. Los récords de contagios se suceden, las Unidades de Cuidados Intensivos se llenan, los muertos están en ascensoUna mayoría se cuida tanto como sabe o es capaz, pero también los hay que lo hacen de manera negligente o no lo hacen en absoluto, convirtiéndose en un peligro para los demás. El domingo, detrás de mi coche, iba una furgoneta cuyo copiloto llevaba en brazos a un bebé de pocos meses sin ningún sistema de sujeción. Personas que no siguen normas tan básicas de seguridad, dudo mucho que entiendan la necesidad de protegernos entre todos ante la Covid.

No sabemos como se desarrollarán los acontecimientos, qué va a suceder, cuantas semanas irán presencialmente los niños al colegio, el número de semanas que no veremos a los abuelos…

Seguimos desde marzo matriculados en un máster para gestionar la incertidumbre al que nunca nos hubiéramos apuntado voluntariamente y que es imposible saber cuándo terminará y de qué manera.

Ánimo, cuidado y paciencia.

Jesús Hellín/EP

 

«¿A quién quieres más?» y «¿tienes novio?», preguntas que evitar hacer a los niños

Somos muy preguntones con los niños. Las conversaciones que los adultos entablamos con ellos parece, con demasiada frecuencia, interrogatorios. Somos metralletas de interrogantes. No es lo ideal para charlar con nadie, da igual su edad, pero si son preguntas como «¿qué tal la vuelta al cole?», tampoco pasa gran cosa. El problema es que a veces esas preguntas son de una impertinencia asombrosa. Preguntas que jamás plantearíamos a otro adulto, pero parece que con los niños todo da igual.

Hay muchas de esas cuestiones insolentes e inoportunas, pero hay dos en especial, muy frecuentes además, a evitar.

La primera de ellas es el «¿A quién quieres más?». Luego puede ir si a papá o a mamá, si a los abuelos maternos o a los paternos o si al hermanito pequeño o al mayor. Da igual la continuación, ya el simple planteamiento es nefasto. ¡Cómo que a quién quiere más! Ya son ganas de crear malos rollos y ya de paso transmitir que el amor es pequeño y limitado; que es algo sencillo y comparable; que las personas importantes en nuestra vida compiten entre sí como en una carrera de velocidad.

La segunda es el clásico «¿Tienes novio?» que ha vuelto a ser noticia después de que anoche Pablo Motos se lo soltara a una actriz de nueve años.

En caso de hacer dicha pregunta, lo mínimo sería plantear «¿Tienes novio o novia?», para respetar que uno de cada diez niños no tendrán relaciones heterosexuales y si no les metemos con cucharón esa opción como la única viable haremos su camino más fácil. Pero vamos, que en realidad no tiene sentido ninguno plantear esa cuestión, da igual como la formulemos.

Hay una variante aún peor, que incluye el concepto de la belleza como detonante para ser merecedor del afecto ajeno: “Con lo guapa/o que eres, seguro que tienes muchos novios en el cole, ¿verdad?”.

Ya lo dije aquí hace años. A esa edad no tienen novios ni tienen que preocuparse siquiera en ese concepto. A esa edad tienen que tener amigos con los que jugar. Nada más (y nada menos). Ya son ganas de meterles prisa para ser mayores, cuando lo que habría que hacer es dejarles disfrutar de su infancia en paz.

(GTRES)

Malasmadres pide firmas para regular con urgencia las bajas y el teletrabajo para cuidar a nuestros niños

Ahora sí, ahora no, ahora sí de nuevo, luego nada está claro. Esta semana hemos sido testigos de un vaivén de declaraciones por parte de nuestros gobernantes sobre si habrá y cómo serán las bajas de los padres cuyos hijos estén enfermos o tengan que llevar a cabo cuarentenas preventivas. Un baile que no inspira precisamente confianza en nuestros gestores. La ministra de Trabajo Yolanda Díaz ha asegurado que estas bajas existirán, pero su puesta en marcha y regulación requieren ahora «celeridad», como indica Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres, cuya lucha por la conciliación es manifiesta desde sus inicios que se intensificó con la llegada de la pandemia, que trajo de la mano la campaña Esto no es conciliar.

«Después de 6 meses exigiendo medidas de conciliación urgentes, seguimos sin respuesta por parte del Gobierno. Las familias estamos abandonadas y necesitamos soluciones y un compromiso activo para no tener que renunciar. ¿Qué vamos a hacer cuando nos manden a los niñas y niñas a casa o tengan síntomas compatibles con covid-19, dejar el trabajo?«, apunta Laura.

(EUROPA PRESS)

Por eso precisamente este club y la Asociación Yo No Renuncio han lanzado hoy mismo una campaña de recogida de firmas que apoyen su petición de cuatro medidas para encarar esta vuelta al cole marcada por el coronavirus, entre las que destaca la exigencia de una «regulación urgente de la incapacidad temporal (IT) o bajas para las madres y padres de menores que se encuentran en cuarentena por contacto con un caso positivo de Covid-19», extensible a autónomos.

No puede quedar a la arbitrariedad del médico de Atención Primaria el hecho de tratar al progenitor como caso sospechoso a su vez y así otorgar la IT. Los criterios han de estar unificados. En el caso de que el menor sea positivo, la IT es clara dado que toda la familia está obligada a mantener cuarentena. En el caso de menores sospechosos por un positivo en el centro, el tratamiento para los progenitores ha de ser el mismo, mientras esta situación de excepcionalidad y pandemia sigan vigentes”, explica la abogada de familia Emi de Sousa.

Las otras tres medidas son:

  • Teletrabajo por imperativo legal (como excepción, dada la actual situación de emergencia), en los casos en que sea posible, cuando las circunstancias familiares del trabajador o trabajadora así lo exijan. No existen fundamentos razonables para denegarlo por parte de la empresa porque la situación que dio lugar a su implantación no ha cambiado sustancialmente, y desde luego, puede empeorar con la vuelta al cole. Aunque no es la situación ideal para ninguna familia, el teletrabajo ha permitido a muchas mujeres no renunciar a su trabajo ni solicitar una reducción de jornada sin sueldo. Por eso, Malasmadres considera que esta modalidad laboral debe ser de obligado mantenimiento por parte de la empresa si las circunstancias personales del trabajador o trabajadora lo exigen así, como, por ejemplo, el cuidado de menores o mayores a su cargo.
  • Facilitar la adaptación de jornada y su reducción sin pérdida salarial, siendo el Estado quien asuma la diferencia. Cuando el teletrabajo no fuera posible, el/a trabajador/a tendrá opción a adaptar su jornada laboral lo máximo posible, siendo de obligado cumplimiento para la empresa el respeto a este derecho sin tener que acudir a la vía judicial.
  • Ayuda económica a los cuidados para las madres y padres que trabajan fuera del hogar (también autónomos/as), cuando ni el teletrabajo ni la adaptación o reducción de jornada sean posibles. Malasmadres pide una ayuda o subsidio para estas familias que por cualquier circunstancia han de cuidar. Por ejemplo, menores con patologías previas que de ninguna manera pueden acudir a clase. Esta ayuda de carácter económico es distinta del IMV (Ingreso Mínimo Vital) ya que va destinada a aquellas familias que aún trabajando, no tienen solvencia suficiente para costear los gastos de un cuidador, o para los padres o madres que deciden renunciar a su trabajo para permanecer al cuidado de su hijo.

Podéis acceder al manifiesto completo tras este enlace y firmarlo, si estáis de acuerdo, tras este otro.

Una vuelta al cole llena de miedo e incertidumbre

La semana próxima Jaime volverá al colegio. Los centros de Educación Especial en la Comunidad de Madrid, igual que los ciclos de Infantil y Primero, Segundo y Tercero de Primaria, pisarán de nuevo las aulas de las que fueron vetados en marzo el 8 de septiembre.

En su caso, su colegio es pequeño, con menos de medio centenar de niños y ratios de cinco alumnos por clase, minúsculas comparadas con las de su hermana que el 17 de septiembre comenzará Sexto de Primaria. Quiero creer esos números reducidos rebajan el riesgo de contraer la enfermedad, pero lo cierto es que el virus puede estar en cualquier parte. Y no creáis que todos los colegios de Educación Especial son pequeños, hay centros muy grandes y poblados. Eso sin contar que también hay niños como él incluidos en colegios ordinarios.

Quedan pocos días y sobran las incógnitas. Jaime no tolera llevar mascarilla, no entiende de distancias sociales, no se le puede explicar que no puede tocar todo lo que le venga en gana. Tiene catorce años, pero igual que muchos de los niños que se incorporaron esta semana a las escuelas infantiles, no sabe lo que es el covid, no tiene ni idea de que existe un virus que tiene al mundo en jaque.

Muchos de sus compañeros están en la misma situación. No me cabe duda trabajarán todas esas medidas de seguridad y la comprensión de la situación en el cole, para que en mayor o menor medida puedan ir aplicándolas y entendiendo lo que pasa según su capacidad; pero es una realidad que muchos seguirán sin poder cumplirlas, lo que supone un factor de riesgo añadido. Y eso se traduce en más temor de cara a la vuelta al cole más atípica que se recuerda, sin noticias del peso de la mochila o el coste de los libros de texto.

Los sanitarios no son los únicos retos de muchos alumnos de Educación Especial. Interrumpieron sus clases de forma abrupta hace siete semanas, una mayoría sin comprender en absoluto o bien el motivo. Ahora tendrán que volver tras haber pasado por confinamientos y restricciones, con sus rutinas patas arriba, y tampoco será fácil explicarles y que acepten ese retorno.

Alumnos, padres y docentes tenemos muchos retos por delante que afrontar con asertividad.

Y a los padres y docentes, da igual el ciclo o las circunstancias de nuestros niños, nos toca este curso ser especialmente responsables. Y también cruzar los dedos, no vamos a engañarnos.

Estamos mandando a nuestros hijos aleccionados, cargados de geles y mascarillas, pero con una piedra en el estómago.

¡Qué difícil es gestionar el miedo y la incertidumbre!