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A ‘Los Increíbles 2’ solo se le puede echar en cara que nos haya hecho esperar catorce años

El pasado miércoles tuve la oportunidad de ver, rodeada de niños, la segunda parte de Los Increíbles. Una película que se estrena en España este primer fin de semana de agosto pero que ya viene precedida por un estreno en otros países arropado por estupendas críticas y números en taquilla.

Entré a la sala contando desde mis redes sociales que la primera parte puede que no fuera la obra maestra de Pixar, pero que tenía una calidad muy alta. En mi podio de cintas ideadas por John Lasseter, el primer puesto es para Wall-E (de cuyo estreno se cumplirán este agosto diez años), pero Los Increíbles es realmente más que notable, una película excelente de la que disfruté mucho en su día y con la que volví a pasármelo bien al revisitarla siendo madre.

A mi parecer, Los Increíbles 2 la supera. Efectivamente, es uno de esos raros casos en los que las segundas partes son incluso mejores que las primeras. Es inteligente, todos los personajes están bien dibujados y te dejan con ganas de pasar más tiempo a su lado, presenta conflictos creíbles, tiene un ritmo envidiable e introduce de maneras acertadas nuevos personajes, destacando el carismático villano, que tiene su fondo y forma.

La estética es sencillamente una maravilla, en ella se paladean los años cincuenta y sesenta, la series y películas de superhéroes clásicas, incluso me acordé viéndola de los supersónicos y de esa zona de los parques de Disney dedicados al futuro que Tomorrowland no supo hacer brillar. Artísticamente es impecable.

Nos gustó tanto a todos los que estábamos aquel día en la sala que hubo un aplauso generalizado al acabar, algo que sucede raras veces.

Solo hay algo que se le pueda echar en cara a esta cinta, y es que nos hayan hecho esperar tanto por la segunda parte. Los Increíbles se estrenó en 2004, los niños que la vieran con diez años ahora tienen 24. Yo era una veinteañera que fue al cine en pareja y ya tengo 42 y dos hijos.

Ojalá para la continuación de esa otra pequeña gran maravilla de Disney que es Big Hero 6 no haya que aguardar tanto.

Al menos tanta espera ha merecido la pena.

Hay películas de animación que en los avances te destripan prácticamente todo el argumento y las mejores bromas. No es el caso de Los Increíbles 2, algunas de las bromas más graciosas sí que están en los trailers, pero hay más. Y sobre todo hay mucho más allá de las risas.

Tiene un ritmo excelente, personajes bien dibujados, diálogos inteligentes, un villano complejo y memorable (se come la pantalla en todo momento) y también humor, que levanta el conjunto para todos, pero sobre todo para los más pequeños. Aunque tal vez a los muy, muy pequeños (de tres a cinco o seis años) les resulte algo árida. 

No quiero, por tanto, contar demasiado del argumento. Diré simplemente que la película retoma la historia exactamente en el punto en el que se quedó hace catorce años, por lo que puede ser recomendable tener fresca la primera parte antes de ir al cine.

También que tiene un par de mensajes de fondo de calado. El que primero encontramos es una lección sobre cómo vivir en pareja, en familia. La necesidad de hacer equipo, de ser flexible y asertivo, de saber adaptarse y apoyarse mutuamente. Es tal vez el que esté peor construido, porque se recrea en el arranque demasiado en la inutilidad del padre increíble para poner en valor a la madre, auténtica protagonista de la historia aunque toda la familia lo sea.

 

El segundo, secundario además y metafórico, es la necesidad de levantar la vista de las pantallas, de saber que son un elemento útil pero que entraña sus riesgos.

Atención además a dos de los nuevos personajes que aparecen, carismáticos y fantásticos para ejemplificar como un mismo suceso traumático se puede encarar de formas muy distintas, de cómo nos puede ayudar a crecer y ser mejores o llevarnos por un rumbo equivocado.

Igual que su predecesora, puede que no sea una obra maestra, pero se le acerca mucho.

‘Cars 3’, terceras partes a veces fueron buenas (una carrera a la madurez)

La tercera entrega de las aventuras de Rayo McQueen, una de las franquicias más rentables de Disney/Pixar, llega este viernes a los cines españoles; una nueva película que deja manifiesto, igual que ya lo hiciera la otra saga de la misma casa, Toy Story, que las terceras partes pueden ser buenas. O al menos pueden ser más que correctas y entretenidas.

Dirigida por Brian Fee, artista gráfico en las dos películas previas, Cars 3 vuela mucho más alto que la segunda y decepcionante entrega. Y remonta el vuelo -aunque tal vez debería decir que rueda más rápido- por muchos motivos, sobre todo a partir de la segunda mitad del metraje.

Cars 3 funciona bien en primer lugar porque supone una vuelta a las raíces; podría perfectamente ser la continuación de la primera película obviando la prescindible Cars 2. También porque toda ella es un viaje al proceso de madurez de Rayo y un descubrimiento de la generosidad que hay en él. Hasta ahora el bólido rojo era como un chaval de esos que siempre quiere ganar, algo chulito, pero al que se lo perdonabas todo porque era encantador y, sobre todo, tenía buen corazón. Los niños que vieron la primera película hace once años ya son jóvenes adultos y se podrán identificar con esa asunción de Rayo, no siempre fácil de aceptar, de que todos cambiamos con el tiempo, que no permanecemos inmutables con el paso de los años, que hay que ir acomodándose a nuestro lugar en el mundo, que debemos ser flexibles, capaces de adaptarnos a esos cambios y seguir siendo felices.

Cars 3 es una carrera a la madurez, de su protagonista, de la saga entera y también de su público.

Mejora además porque reduce considerablemente la presencia de Mate en pantalla.
El papel de amigo graciosillo, inocente y pesado del viejo remolque oxidado está más que amortizado. Es lo más parecido a Jar Jar Binks en el universo Pixar y se agradece que su presencia disminuya en esta película, en la que ya no es el constante compañero de Rayo. También es poco más que testimonial la aparición de los compañeros de Rayo en la primera película y de su novia Sally. En su lugar se abre paso una nueva colección de personajes en la que destacan el nuevo rival, Jackson Storm, y, sobre todo, la nueva compañera de aventuras del veterano coche de carreras.

Se trata de una entrenadora de nombre latino -Cruz Ramírez- y orígenes humildes, que encierra en un giro del argumento el mensaje de que hay que tener valor para perseguir los sueños. Un mensaje que convive con un constante homenaje a aquellos que nos enseñaron, que nos guiaron haciéndonos mejores.

Sobra decir que la calidad técnica ha dado un salto espectacular, algo lógico dado los años transcurridos y que ya habíamos podido apreciar en los avances, con la espectacular escena del accidente de Rayo.

Es una película larga para estar destinada al público infantil, casi dos horas. No obstante, el ritmo, sin ser frenético, no decae y mantiene la atención de los niños, con excepción tal vez los que sean muy pequeños. No es la película indicada para acudir por primera vez al cine con nuestro hijo de tres o cuatro años.

Termino con un par de curiosidades relacionadas con el doblaje: podremos escuchar en castellano a Fernando Alonso, echando un cable en los entrenamientos de Rayo y a Carmen Jordá como una corredora.

Y en la versión original también a Paul Newman, ya que aparecen flashbacks de Doc Hudson, el desaparecido e inolvidable mentor de McQueen, que emplean grabaciones de Newman que no fueron empleadas en la primera película.


Concept art de la escena en la que Cruz y Rayo entrenan en la playa.

‘Enredados otra vez’, a Rapunzel le vuelve a brillar la melena


Vuelve Enredados, a mi parecer una de las mejores películas de Disney de los últimos años por su enfoque aventurero en una historia de princesas atípica. Vuelven Rapunzel y Eugene, la mejor pareja Disney, la más carismática y equilibrada de las películas de princesas. Vuelve la princesa que gustaba de ir descalza, que era una artista polivalente, que se alegró de que le cortaran la melena y que ha generado miles de millones en merchandising. Una reciente gallina de los huevos de oro solo superada por Frozen en ese sentido y en los últimos años. Pero no vuelve en pantalla grande, sino en forma de película y luego serie para televisión (a partir del 28 de abril en Disney Channel). Algo que no es noticia, aunque tal vez no todo el mundo que me está leyendo supiera.

Visitar las cocinas en las que Disney Television Animation elabora con precisión digna de un chef con varias estrellas Michelin sus productos televisivos, supone viajar por una constelación de edificios en Los Angeles. Disney es tan grande y tan diverso que es imposible contenerlo en una única construcción. Y os aseguro que las imágenes que acompañan este texto no hacen justicia a uno de esos lugares, aquel en el que los artistas de Disney vuelven a dar vida a Rapunzel dedicando ocho semanas de trabajo aproximadamente por episodio.

La creatividad rezuma, literalmente, por las paredes en forma de story boards, todo tipo de dibujos y fotografías. La zona de descanso homenajea a El patito frito, la tasca en la que se reúnen los villanos de corazón de oro. Los artistas, que pueden estar acompañados de sus mascotas, trabajan en cubículos amplios y cómodos que permiten la concentración y en los que su nombre está dibujado en el interior de pequeñas sartenes que son de hierro de verdad.

Eso que veis bajo este párrafo es un despacho, aunque no lo parezca del todo. El de Chris Sonnenburg, productor ejecutivo y supervisor de dirección con el que tuve el placer de charlar brevemente. Igual que con Ben Balistreri, supervisor de producción sentado a esa mesa de dibujo que es casi una pieza de museo y cuyo despacho es como una exposición de Star Wars organizada por alguien con horror vacui.

Hablando con ambos y con otros miembros del equipo responsable de volver a dar vida a la princesa de Disney que cantaba, bailaba y pintaba, compruebas la pasión con la que encaran su trabajo y el cuidado que ponen en todo detalle. Muchos de esos detalles pasan desapercibidos incluso a los espectadores más atentos. Hablando con ellos aprendes a ver la película con otros ojos, descubres por ejemplo como absolutamente todo tiende a ser ondulado como el pelo de Rapunzel, los códigos de colores, la luz omnipresente que representa a Rapunzel…

Incluso Pascal es más de lo que parece. Así me hablaba del pequeño camaleón Sonnenburg cuando, le pregunté por la cantidad enorme de ‘pascales’ que había en su despacho’: «Pascal es la verdad de Rapunzel. Pascal muestra lo que Rapunzel está realmente sintiendo y me encanta eso de él, me encanta cómo ve a través de ella cuando trata de decir algo que no es verdad. Me encanta esa pequeña conciencia que está sobre su hombro». Sí, efectivamente. Pascal tiene mucho que ver con el Pepito Grillo de Pinocho.

He tenido la oportunidad de ver el arranque de la serie, concebido a modo de película televisiva y que se ubica entre la película y el corto apoyándose en una línea que hay al final de la película, cuando Eugene dice, «después de años y años pidiéndoselo, finalmente dijo sí». Esos años son los que encontraremos en la serie, con segunda temporada ya confirmada.

¿Qué nos encontraremos? Pues tras un arranque vertiginoso de persecución a caballo con Eugene como narrador que recuerda a una de las primeras escenas de la película original, a Rapunzel aprendiendo a ser princesa, a asumir sus responsabilidades y a relacionarse con sus padres, con un cabello que vuelve a crecer dorado. También a un Eugene enamorado hasta las trancas y con demasiada prisa (de nuevo, al igual que en Frozen, aparece el mensaje de que hay que conocerse y pasar tiempo juntos antes de lanzarse al altar). Veremos la presentación de nuevos conflictos, besos frustrados, un elevado porcentaje de aventuras y muchas canciones.

Es posible que echemos en falta a Mother Gothel, una malvada memorable que recordaba a Cher, obsesionada con la belleza y la eterna juventud, pero encontraremos a todos los demás personajes. Y unos cuantos nuevos, entre los que destacan la tatuada Lady Caine, como nueva antagonista, y, sobre todo (por tiempo en pantalla), la dama de compañía y mejor amiga de la princesa, que responde al nombre de Cassandra y que no acaba de hacer buenas migas con Eugene.  En esta serie, las chicas son de armas tomar, literalmente.

«Rapuzel necesitaba un amigo con el que hablar, más allá de Eugene»,
me explicó Balistreri, «así llegó Cassandra. Rapunzel es tan optimista, tan feliz por todo, que para equilibrarlo necesitábamos a alguien que la bajara a tierra. Y Cassandra es maravillosamente sarcástica, sabia en un estilo callejero. Era un elemento muy necesario y nos dimos cuenta muy rápido».

Colorido, ondulante, casi algo vivo… otro de los protagonistas de la serie es el reino de Corona, cuyo nombre en castellano en la versión original no tiene que ver con los lugares en los que se inspiraron. «Cuando miro Corona. Hay partes de Polonia, Alemania, Prusia. Pero realmente lo veo como Fantasyland en Disneyland. Es como un reino de cuento, intrincado, con colores vibrantes y muy inspirado por las ilustraciones», cuenta Sonnenburg.

Viendo esa película me dio la impresión de que había más presencia de Rapunzel que de Eugene, que tal vez ese equilibro de la película se resentía. Pero Chris Sonnenburg me pidió paciencia: «Tenemos una larga historia que contar. Espera. Hay un montón de Eugene. Necesitábamos que el pelo creciera y por eso hay mucho de ella al principio. Pero créeme, Eugene tiene una parte gigante en la serie».

A falta de ver cómo se desarrolla la historia, sus protagonistas y en qué consiste esa mitología ideada para explicar que el cabello de Rapunzel vuelva a crecer y sea, además, indestructible, el retorno de Enredados es una buena opción de entretenimiento televisivo, apto para ver en familia.

Os dejo con el tráiler:

¿Cómo son los cuentos de Disney adaptados con pictogramas de la editorial GEU?

Hace ya bastante, antes de las navidades, Disney tuvo la cortesía de enviarme varios títulos de la nueva colección de cuentos adaptados que lanzó sobre algunas de sus películas más exitosas la editorial GEU. Una editorial muy interesante con mucho material adaptado cuya página os recomiendo visitar si amáis o trabajáis con personas con discapacidad que necesitan material pensado para ellas.

Lo primero que querría destacar es que la colección Disney Cuentos accesibles para todos es un esfuerzo que hay que agradecer. Todo lo que se haga para proporcionar material con el que trabajar, estimular y entretener es bienvenido.

Cada caja contiene un cuento, tarjetas ilustradas y tarjetas con pictogramas. Tienen un precio recomendado en la web de la editorial de 14,96 euros. La calidad de impresión y de los materiales son buenas. Cada título incluye una App gratuita basada en la lengua de signos en Sistema Bimodal, que reconozco no haber probado.

He tardado en hablar de estos cuentos porque Jaime, mi hijo, está lejos de poder disfrutarlos. No son cuentos para todas las personas con autismo o discapacidad intelectual en absoluto. El nivel cognitivo y los intereses de cada niños va a condicionar mucho la utilidad y el uso de los libros. Jaime nunca ha mostrado interés por los pictogramas, yo tengo la íntima convicción de que no es un pensador visual, no al menos como muchos otros chicos con autismo. Y está aún lejos de iniciarse en la lectura.

Según comencé a verlos en casa pensé que eran cuentos para chicos que sí se apoyen en pictos, mejor aún si ya empezaban a leer, así que los llevé a un colegio especial, específico para niños con autismo (gracias Fundación Aucavi), para que los profesionales que allí hay pudieran trabajar con ellos con los alumnos a los que sí resultan útiles.

Eso han estado haciendo este tiempo y han tenido la amabilidad de darme sus impresiones, que hoy os traigo.

La colección consta de adaptaciones de La sirenita, Frozen, La bella y la bestia, Toy Story, Bambi, Blancanieves, Buscando a Dory, Cars, El libro de la selva y El rey león. Son personajes muy conocidos y muy atractivos para muchos niños, que pueden motivarles mucho. Así me lo reconoció la profesional de Aucavi que me trasladó sus impresiones, «hemos repartido los cuentos en función de los intereses de los niños». Me hablaba de un niño en concreto, loco por Cars y que conocía la historia todos los personajes.

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‘La bella y la bestia’, un perfecto homenaje al clásico de animación de 1991

Imagino que el titular no es demasiado original, que muchos de los que hablemos de esta película durante estos días nos expresaremos en términos parecidos, pero es que es inevitable destacarlo. La película que nos ha traído Bill Condon es extremadamente semejante a la de Gary Trousdale y Kirk Wise que logró una nominación al Oscar a mejor película en 1991.

El diseño de los personajes es heredero directo, igual que la concepción del vestuario, gran parte del guión, los guiños, los diálogos, los planos… Pero no es una copia, transcurre como un homenaje. Hay diferencias sutiles que, en su gran mayoría, enriquecen y modernizan la película. Noté tal vez innecesario todo el asunto de la madre de Bella y la escueta referencia al padre de Bestia, pero no es nada que lastre.

El elenco es espectacular. Luke Evans brilla como Gaston. Kevin Kline da vida a un padre creíble. Emma Watson logra que no eches de menos al dibujo animado, que no es poca cosa, moviéndose por un castillo que en ocasiones recuerda más a Hogwarts que al clásico de Dianey. Tener a Ian McKellen y a Emma Thompson es un regalo. Dan Stevens lo clava como Bestia (tras esta elección y la de la protagonista de La Cenicienta, está claro que los directores de casting de Disney han visto bastante Downtown Abbey). Ewan McGregor es una gozada dotando de personalidad a su candelabro, que se convierte en un robaescenas. Igual que Josh Gad, el personaje de LeFou manifiestamente homosexual y que supone un (estupendo y de agradecer) paso más de Disney a favor de la diversidad (algo que también se aprecia en la abundancia de parejas interraciales de la película).

Julia la disfrutó. Y yo también. Y creo que lo hará cualquiera que recuerde con cariño la película en la que la inolvidable Ángela Lansbury era la voz de la sabiduría hecha tetera.
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Hay que entender que Blancanieves, Cenicienta y Aurora son hijas de su tiempo

No fui una niña a la que le gustasen demasiado Blancanieves, Cenicienta o La bella durmiente. Mis películas favoritas Disney eran Tod y Toby y Los 101 dálmatas, aventuras con animales que también leía una y mil veces en los grandes tomos de lomo blanco de Películas que las mostraban en formato cómic. También Robin Hood, El libro de la selva o Los aristogatos.

Las princesas Disney que había siendo yo niña me interesaban poco, la única con la que recuerdo haber disfrutado era La bella durmiente, pero por su magnífica malvada y por las aventuras del príncipe, el auténtico protagonista, enfrentándose a ella.

Muchos años después de las tres princesas clásicas llegó una segunda hornada de princesas modernizadas con Aladdin, La sirenita y La bella y la bestia. Sí que las vi en su momento, pero Jasmine, Ariel y Bella me encontraron entrando en la adolescencia y más interesada en escuchar a Madonna.

No fue hasta muchos años después, tras ser madre, que me reencontré con las princesas Disney.
Con las clásicas, con las nuevas y con las novísimas representadas por Tianna, Rapunzel, Mérida, Elsa y Anna. En los últimos años he podido ver todas las cintas con mirada de adulta y comprender todas sus virtudes.

Cuando Julia era muy pequeña gustaba especialmente de ver a Blancanieves, ese cuento clásico que dice que no te fíes de los extraños a menos que sean currantes bajitos y barbudos o que lleguen bien vestidos a lomos de un caballo blanco (ejem) y que lo mejor que puedes hacer es ser bondadosa, cocinar y limpiar a fondo todo, aunque sea con el culo de las ardillas a modo de bayeta (ejem 2). «¡Qué horror!», me dijo en alguna ocasión alguna que otra madre que tenía prohibido que sus hijos vieran esas películas por los estereotipos que arrastra. Bueno… Cada cual educa a sus hijos como mejor cree, pero a mí no se me pasó nunca por la cabeza prohibir su visionado. Hay muchas maneras de compensarlo y es algo que se puede hacer ver a los niños. Porque mi hija haya visto y disfrutado con Blancanieves su objetivo en la vida no va a ser cocinar, fregar y encontrar un príncipe. Ella también es hija de su tiempo.

Blancanieves es una película que se estrenó hace ocho décadas, cuando en España estábamos enfangados en una Guerra Civil. Es un icono popular innegable, es historia del cine y una obra de arte cuya elaboración en su momento fue un trabajo monumental de muchos artistas, un punto de inflexión en el cine de animación y no se puede entender sin tener en cuenta el tiempo en el que se hizo. No podemos juzgarla con nuestros ojos de hoy día, igual que no podemos hacerlo con las protagonistas femeninas de Casablanca, Historias de Filadelfia o Lo que el viento se llevó. Bastante bien han envejecido todas ellas, princesita incluida, teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado desde su creación.
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¿Es Rogue One una película para ir con niños? ¿A partir de qué edad?

Recuerdo perfectamente el momento en el que las películas clásicas de Star Wars me deslumbraron. No tenía ni diez años, eran los ochenta, y mis padres acababan de comprarse un reproductor VHS. Los viernes tocaba visita casi obligada al único videoclub de la ciudad, que era enorme y que lleva muchísimo tiempo cerrado como podéis imaginar. Allí mis padres elegían una o dos películas mientras yo seleccionaba una infantil. Nuestra primera relación con un sistema de televisión a demanda algo arcaico. La única alternativa era tragarse lo que emitieran en los únicos dos canales que había disponibles. Y, ojo, aquello tenía algo bueno: todas las películas de vaqueros y todos los clásicos que tanto disfruté siendo una cría porque eran lentejas.

La película no está recomendada a menores de 7 años.


Pero me voy del tema. La cosa es que una noche de fin de semana me adentré por vez primera desde el sofá de mi salón y en una pantalla que ahora parecería ridículamente pequeña en las aventuras galácticas de Han Solo, Leia y Luke Skywalker. Siempre pensé en lo mucho que me hubiera gustado verlas de niña en cine, que claro que tiene una magia especial. Por eso he acudido a ver en pantalla grande todas las nuevas entregas, y seguiré haciéndolo pese a que de algunas salí horrorizada. Por eso me gusta llevar a mi hija al cine a verlas.

Este sábado dejamos a Jaime con su abuela, que a él el cine no le interesa, y acudimos con Julia a ver Rogue One. Igual que lo hicimos hace un año para ver el Episodio VII, una película que disfrutó mucho con un personaje femenino que le encantó.

Fuimos confiados en que a sus siete años ha visto mucha película compleja para su edad con éxito y que conoce bien el universo StarWars. Como nosotros debía haber muchos padres, porque abundaban los niños, bastantes disfrazados y algunos más pequeños.
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‘Vaiana’, la Mulan de los mares del sur: sobresaliente en calidad técnica

382483-944-866En casa teníamos muchas ganas de ver las aventuras de Vaiana (también Moana y Oceanía, que la película tiene más nombres que Prince). En los últimos años llevamos una racha de princesas Disney con muchas virtudes: la más reciente, carismática y exitosa Frozen, la deliciosa película de aventuras clásica que es Enredados y La princesa y el sapo, que también tiene su encanto y gana con cada visionado. Incluso es remarcable Brave, ésta última de Pixar, interesante pese a no haber sido el fenómeno de otras.

Elsa, Anna, Rapunzel, Tiana y Mérida. Un testigo difícil de coger para la exótica princesa de los mares del sur. Salva el reto a medias.

Este domingo estuve viéndola con Julia, a la que le gustó pero no fascinó. Y mi hija es público objetivo para la cinta, no sólo por sus siete años, también porque es una niña que huye del rosa y gusta de personajes femeninos peleones.

A mi pregunta de si le había gustado poco, mucho o normal, respondió con un normal. Y no volvió a acordarse de la película en todo el día. Algunos niños más pequeños, de unos cuatro años, se revolvían a nuestro lado inquietos en sus butacas e incluso hubo alguno que lloró en algún momento.

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Lo más destacable de Vaiana, lo que me dejó con la boca abierta, fue su calidad técnica. La melena rizada de la protagonista, el mar en todas sus manifestaciones, la textura de la piel… es tan so recogedor que te preguntas cual será el siguiente paso de la animación generada por ordenador, hasta donde puede llegar.

Lo más decepcionante, las canciones, pese a que hay muchas. De otras películas Disney podías salir tarareando algunos temas, aquí las canciones, salvo por pequeñas pinceladas, se escuchan y resbalan. Están lejos del buen musical que acompaña a las imágenes y emociona, que podrías imaginar perfectamente representado en Broadway. De Vaiana no saldrá un Let it go que todos aprendamos, ni de lejos.

Entre medias una princesita adorable tanto de niña pequeña como de adolescente, unos pocos buenos guiños, personajes bien diseñados, una abuela que es un acierto absoluto y que roba todas las escenas en cualquiera de sus formas, un mensaje que invita a no negarse a uno mismo, unas escenas maravillosas de los antepasados navegantes y un animalito de compañía atípico y por eso interesante.

¿Y la historia? Recuerda mucho a Mulan. No hay ningún interés romántico (algo que comparte también con Mérida y que se agradece). Tenemos una familia con padre, madre y abuela (también es de agradecer que no haya huérfanos, aunque no se resisten a mostrar una muerte), una cultura exótica, nuevas leyendas y tradiciones, un coprotagonista con el que se forma un relación casi de buddy movie, una protagonista que se rebela y adopta un papel que no le está permitido para encontrarse a sí misma y salvar a los suyos y un viaje repleto de aprendizajes. Y, al igual que Elsa tiene una relación especial con la nieve y el hielo, Vaiana la desarrolla con el mar.

¿Merece la pena? Sin duda, es uno de los grandes estrenos infantiles del año. ¿Se convertirá en un fenómeno como otras princesas Disney previas? No lo creo.

¿Cómo es HBO para niños? ¿Qué contenidos infantiles y control parental tiene? ¿Y Netflix?

HBO ya ha llegado a España, las tres letras que identificamos todos con series de televisión convertidas en fenómenos que acumulan premios, buenas críticas y telespectadores, como Juego de tronos, True Detective o Girls, llega al fin tras un acuerdo con Vodafone. No voy a ponerme a analizarlo en profundidad o a entrar en comparativas genéricas, que ya hay muchos haciendo eso y este blog va de cosas de niños.

Niños… Ahí sí que tenía ganas de echarle un ojo. ¿Qué trae HBO para los niños? Muchos de los que tenemos infantería en casa valoramos mucho los contenidos infantiles que ofrecen los servicios de streaming antes de lanzarnos a la piscina y teclear los números de la tarjeta, incluso teniendo un mes de prueba gratuito.

En mi casa apenas se han visto los canales convencionales de televisión infantiles, esos en los que la programación cambia, ponen y añaden entre series y películas que aprobamos otras que no son apropiadas y (algo sobre todo sangrante en esta fechas prenavideñas) que bombardean de publicidad a nuestros hijos a una edad en la que son especialmente sensibles. Nosotros al principio optamos por los DVDs y, sobre todo, por tener un disco duro en el que teníamos las películas, series de televisión y música infantil que nos parecía adecuado que vieran. Por eso nos lanzamos entusiasmados el año pasado a Netflix, que es prácticamente lo único que vemos ahora en casa. Por eso tenía mucha curiosidad por la oferta infantil de HBO.

Por lo que he podido ver, el plato fuerte de HBO es Disney. Ya incluso desde la división de contenidos que ofrecen, Disney aparece como uno de los tres destacados. hbo2hbo5Mientras en Netflix al principio no había nada de Disney y poco a poco van aumentando los contenidos de esta factoría gigante del entretenimiento infantil y juvenil (en casa celebramos mucho la llegada de Big Hero 6 recientemente), HBO desembarca ya de entrada con muchas películas y series. Muchos clásicos como La Bella y la bestia, Dumbo, Peter Pan, El Rey León, Alicia en el país de las maravillas…  también éxitos recientes como CarsFrozen. ¡Qué cosas! Big Hero 6 no está… De hecho no está todo ni mucho menos. Estrenos más recientes que han salido hace poco en Blue-ray y DVD tampoco se encuentran. Pero sin duda en tema Disney, HBO gana la partida.


Dejando de lado Disney hay mucha franquicia conocida entre las series para los más pequeños, como Dora, la exploradora, La patrulla canina, Caillou, Ben&Holly, Pocoyo o Peppa Pig, pero en cantidad y variedad Netflix se lleva esta baza. La oferta es limitada. Algo semejante pasa con la opción para niños más mayores, el catálogo es escueto y tirando a manoseado. Al menos de momento. Entiendo que en ambos casos irán creciendo con el tiempo.


Aquí cada uno deberá valorar en función de los gustos que predominen en casa qué plataforma interesa. Aunque dependiendo del presupuesto que manejen, lo mismo interesan ambas. En absoluto son excluyentes. Tienen precios similares, 7,99 al mes HBO con ofertas para clientes de Vodafone y entre 7,99 y 11,99 Netflix. Ambos con un mes de prueba en cualquier caso.

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Películas que nos vienen esta Navidad y en 2017 para ir al cine con nuestros niños

Este post lo suelo hacer todos los años el mes de septiembre, en esta ocasión casi lo publico encima de las navidades, una época propicia para los estrenos infantiles potentes. Cosa del frío y las vacaciones escolares supongo.

El retraso ha hecho que ya no tenga mucho sentido hablar de Kubo y las dos cuerdas mágicas, Cigüeñas, Trolls y Ozzy, los estrenos que hemos tenido este otoño y del que yo destaco dos: Trolls, de Dreamworks, por el buen rollo que transmite y que ahora es ahora número 1 en taquilla y Kubo, una absoluta belleza, la mejor de todas ellas, que ha pasado discretamente por nuestros cines.

A continuación os voy a hablar de los próximos estrenos que más me llaman la atención. Algunas son películas que se pueden ver con niños más que películas infantiles, pero es que Julia va creciendo y disfrutando también de esos títulos. De hecho, este viernes iremos a ver la nueva entrega de Harry Potter, Animales fantásticos y dónde encontrarlos.

Hablo solo de Julia. Jaime, aunque le llevamos cuando era bastante más pequeño al cine, lo cierto es que no lo disfruta. No le gusta estar sentado a oscuras, pronto se aburre, protesta y quiere irse. El cine es uno de esos ejemplos en los que tener un hijo con autismo en la familia supone dividirse. No pasa nada. Nos parece lo lógico que Julia no tenga que renunciar a ciertos entretenimientos y que respetemos los deseos de Jaime.

Bueno, vayamos al lío.
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