Archivo de marzo, 2021

Las trabajadoras del hogar, las que nos cuidan, merecen los mismos derechos que el resto de trabajadores

Son mayoritariamente mujeres. Más de la mitad no han nacido en España. El 32% vive bajo el umbral de la pobreza. Y son muchas, más de 550.000 trabajadoras, el 5% del total de mujeres empleadas en nuestro país según el extenso informe Esenciales y sin derechos que Oxfam Intermón ha hecho público hoy con motivo del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar. Otro dato más: un sorprendente 28% de las trabajadoras del hogar de toda la Unión Europea están en nuestro país.

(Pablo Tosco / Oxfam Intermón)

Son mujeres como María, gallega de 54 años que cuenta cómo la Covid-19 ha agravado su situación: «Yo ahora estoy sin trabajo y pregunto en mi entorno: todos los trabajos son sin seguro, sin contrato, incluso en el cuidado de niños y niñas. Si quieres, bien y si no, te dicen: pues mira, hay muchas mujeres así”.

Cuidan a nuestros hijos, a nuestros mayores, a nuestros dependientes. Es decir, dejamos en sus manos a aquellos que más queremos. Gracias a ellas muchas mujeres podemos desarrollar una carrera profesional. Ellas son los cimientos sobre los que se levantan esos referentes que no nos cansamos de decir que son imprescindibles para que nuestras hijas vuelen tan alto como deseen y en la dirección que quieran.

Toda construcción debería asentarse en unas bases firmes. Ni hombres ni mujeres deberían crecer personal y profesionalmente a costa de que otros vivan en una situación de injusticia, de subsistencia o de malos tratos. Y la realidad a día de hoy es que estas mujeres, incluso en el mejor de los casos, no cuentan con derechos laborales tan básicos como el desempleo. La legislación parece haber sido escrita pensando más en el empleador que en ellas, que están en una mayor situación de vulnerabilidad. Una situación que no es deseable que se prolongue. Como cuenta Jessica Guzmán, chilena de 53 años que ha trabajado 15 como interna, “la sociedad debe entender que hay una gran deuda con nosotras. Aunque tengamos necesidad, no somos esclavas, somos trabajadoras y pedimos los mismos derechos”.


«El sistema de dependencia descansa sobre un colchón de trabajadoras baratas», denuncia el informe de Oxfam. Y no puede seguir siendo así. Es cierto que a nivel individual, si necesitamos a estas trabajadoras, podemos hacer mucho: pagar salarios dignos, cumplir la ley existente o tener  con ellas el mismo trato que desearíamos que tuvieran con nosotros. Pero no es suficiente. 

Tener equiparación total de derechos y deberes con el resto de trabajadores. Ese es el objetivo. Y es una petición justa. Los merecen. Los necesitan. Se los debemos. Liliana Marcos, responsable de políticas públicas de la ONG, recuerda que «hace ya casi una década que se planteó equiparar los derechos y obligaciones de las trabajadoras del hogar al resto de asalariadas y que, cada vez que se ha acercado el plazo legal para su integración plena en el Régimen General de la Seguridad Social, se ha pospuesto esta medida». El motivo está más que claro: «Se mantiene sine die a un amplio colectivo de mujeres en la precariedad para que su labor sea asequible para el resto de la población. No es coherente con una sociedad que se dice comprometida con la igualdad de género».

Magaly Rivera: “Me gustaría para el futuro, para las que vienen, la eliminación de la jornada laboral de 24 horas, de la jornada esclava, que tengamos una jornada de 8 horas, las que están regularizadas y las internas. Al menos que se respeten sus descansos, fines de semana y su vida propia”

Jessica Guzmán: “¿Qué me preocupa? ¿Qué mierda voy a hacer a los 60 años? ¿Regresar a mi país después de tantos años? No tengo nada. Aquí tampoco tengo nada. Aquí sola, vieja y con una pensión pobre».

María: “Al principio tuve un trabajo en que cobraba 5 euros la hora con seguro; ¡sin seguro era menos! Lo cogí, no me quedaba otra. La gente que no te asegura es para que luego, al echarte, no puedas reclamar nada, no tengas derechos. ¿Qué me gustaría? Tener derecho a paro».

Gladys: «Estuve 13 años interna, 13 años nefastos. Dormía en un sofá, sin habitación propia, 24 horas atendiendo a la señora… 13 años que supusieron un desequilibrio emocional y psicológico, porque yo de ahí salí loca. Fui a pedir ayuda a las hijas, y me dijeron que no son una ONG. Nosotras las trabajadoras del hogar tenemos problemas psicológicos: esto
no lo recoge ningún artículo de salud laboral, no se nos reconoce como enfermedad”.

Ana María: » ¿Qué pasa cuando enfermas? Yo ni siquiera conocía dónde era el ambulatorio. La consulta es en Zestoa, pero vivo en Urretxu. Con 2 horas libres de 16h a 18h, no da tiempo a ir y volver en bus, y no me dan permiso. No pude ir al médico».

 

Por último, quiero traer aquí un fragmento de un texto que escribí hace exactamente diez años. La lucha por lograr que se valore su trabajo y tengan los mismos derechos que cualquier trabajador es larga. Y ha habido avances, pero mínimos, claramente insuficientes.

“La liberación de unas mujeres se produce a costa de la opresión de otras”. Esa cita del libro Sirviendo a la clase media de Gregson y Lowe la leí en la primera novela de mi compañera María Fernanda Ampuero, Lo que aprendí en la peluquería. No pude evitar pensar en la razón que tenía.

Yo soy una mujer trabajadora. Y puedo serlo gracias a otra mujer trabajadora. Todas las mañanas, hasta que yo regreso a casa a la hora de comer y desde que me incorporé de nuevo al trabajo cuando Jaime casi tenía seis meses, mis hijos están en las excelentes manos de Flor. Flor es ecuatoriana, como Mafer. Es muy inteligente, cariñosa y una buena amiga. La conozco desde hace doce años. Tiene apenas un par de años más que yo y ha pasado por varios tragos francamente duros. Tuvo que dejar su país y a su familia siguiendo a su marido a este país buscando con todo el derecho un futuro mejor, se vio obligada a separarse de sus hijas cuanto eran pequeñas (no puedo ni imaginar lo duro que tuvo que ser) y a trabajar en lo que salía.

Si hubiera nacido en otro lugar o con otras circunstancias su vida habría sido y sería muy distinta. Pese a toda su buena cabeza no tuvo oportunidad de estudiar y encontrar una profesión cualificada, algo que ella se está esforzando por ofrecer a sus hijas. Ahora no está oprimida ni mucho menos. No podría mirarme a mi misma al espejo por las mañanas si así fuera. Hoy en este post quiero acordarme y agradecer a todas las flores que nos permiten a muchas madres recientes compaginar nuestra profesión con la maternidad, igual que en otras ocasiones quise acordarme y agradecer por lo mismo a los abuelos.

Hoy en este post quiero acordarme y agradecer a todas las flores que nos permiten a muchas madres recientes compaginar nuestra profesión con la maternidad, igual que en otras ocasiones quise acordarme y agradecer por lo mismo a los abuelos. Todas esas mujeres que cuidan a nuestros niños mientras nosotras trabajamos. Mujeres que en algunos casos tienen a sus propios hijos lejos. Y por último me sumo a una justa reinvidicación por regularizar la situación de las empleadas del hogar ya que se rigen por una normativa laboral vigente que data de los años 70 y es completamente favorable al empleador. Por ejemplo, no tienen derecho a paro, vacaciones, derecho a contrato… En 2007 el gobierno prometió que antes de que acabara su legislatura lo solventaría. Aún estamos esperando.

Conciliación y corresponsabilidad tienen que ir de la mano

He hablado mucho de conciliar, he reflexionado mucho sobre la conciliación. La conciliación que no es solo una reivindicación vinculada a tener otros (niños, mayores o personas con discapacidad) a los que cuidar, pero que se hace especialmente patente en esas circunstancias. La conciliación, cuyo fomento puede llegar a ser motor de impulso económico. La conciliación, ante la que surgen numerosas barreras mentales y estructurales.

(GTRES)

Todos lo hemos hecho especialmente, imagino, a lo largo del último año. También ayer mismo, que fue el día de la conciliación, escuché el término en numerosas ocasiones, sobre todo en tono reivindicativo y de la mano de Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres, que acudió a la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados para poner de nuevo sobre la mesa la necesidad de contar con un Pacto de Estado por la conciliación, consensuado por partidos, empresas, sindicatos y familias, «con medidas concretas para acabar con la desigualdad a la que se enfrentan miles de mujeres madres, destapadas especialmente desde que estalló la pandemia».

En definitiva, hemos hablado, reflexionado y reivindicado mucho sobre conciliación. Lo seguimos haciendo. Pero al menos yo no me había paseado por la RAE para ver cómo describe a este verbo tan difícil de conjugar en todos los sentidos. Me he encontrado con que la segunda acepción, «hacer compatibles dos o más cosas», y me atrevería que es la que solemos tener presente cuando abordamos esta problemática, que ha alcanzado una nueva dimensión durante la gestión de la pandemia de Covid-19. Pero hay otra, la primera, que reza así: «Poner de acuerdo a dos o más personas o cosas».

Me gusta más porque evoca otro término clave en la consecución, no solo de la conciliación, sino de la construcción de una sociedad mejor para todos a muchos niveles, que es la corresponsabilidad. Con la única acepción en la RAE de «responsabilidad compartida», estoy convencida de que va a ser la piedra de toque que transforme la realidad, haciéndola más justa e igualitaria. Y soy optimista, tengo fe en que se irá alcanzando. Tengo los suficientes años como para haber visto un tiempo en el que este término era inexistente en cualquier conversación, en el que los hombres que se equiparaban en los cuidados a sus parejas, eran de una rareza casi mitológica. Incluso aunque deseasen corresponsabilizarse, chocaban con sistemas que no lo contemplaban, con una sociedad en la que la incomprensión era la moneda de cambio. Hoy día estamos estrenando unos permisos de paternidad igualitarios, una vieja reivindicación que ya podemos celebrar y va a suponer un auténtico cambio de paradigma; también estamos viendo florecer una forma creciente de entender a quién corresponde, criar, ayudar a crecer y cuidar.

Y la corresponsabilidad no solo hace referencia a los hombres, a nuestros compañeros, también involucra a las empresas, a las instituciones. Por suerte, en ese plano también se están viendo avances. Es cierto que el camino por delante es largo, con trabas, pavimentado en angustia y oportunidades perdidas. Pero es visible que avanzamos a poco que miremos.

Así tal vez logremos alcanzar la tercera acepción del verbo, «granjear un ánimo o un sentimiento determinados», sintiéndonos a gusto, felices manejando los diferentes ámbitos de nuestra vida, aspirando a la realización y la aceptación, en lugar de a la frustración por no llegar a todo.

(GTRES)

Felicidades a los padres que entienden que cuidar también es cosa suya

Felicidades a los padres que se involucran, que entienden que criar, que cuidar, también es cosa suya. También a aquellos que lo hicieron hace años o décadas. Que nadie crea que eso que ahora se llama «nuevas paternidades» no tuvo representantes en todas las generaciones previas.

Felicidades a los padres que van a llevar a los niños al colegio, que los recogen adolescentes tras las fiestas, que se sientan con ellos a estudiar Historia o Matemáticas.

Felicidades a los padres que saben que dar ejemplo es la mejor manera de enseñar.

Felicidades a los padres que están adentrándose con ilusión, con ganas, en la paternidad en pandemia, sin participar en el proceso del embarazo y del parto como querrían.

Felicidades a los padres tienen bajo control las expectativas que depositan en sus hijos, que saben que solo les pueden pedir que sean felices y buenas personas.

Felicidades a los padres que se equivocan, que no quieren ser perfectos. No hace falta que lo sean.

Felicidades a los padres que están ahí, con los que siempre se puede contar cuando se les necesita.

Felicidades a los padres, ya abuelos, que criaron con amor a sus hijos, que sostienen, que ayudan, y que llevan un año aguantándose las ganas de abrazar a sus nietos, que incluso no han podido siquiera verlos de cerca en todo este tiempo.

PD. Felicidades especialmente a ti, porque sin tenerte a mi lado tal vez no hubiera tenido hijos. Tú tenías claro que los querías, yo dudaba tanto que, al lado de otro sin vocación de padre, tal vez solo hubiera tenido perros y gatos. Quisiste, quise, y eso me convirtió en la persona que soy ahora e hizo que nacieran dos seres humanos únicos, valiosos e irrepetibles sin los que soy incapaz de concebir el mundo. Gracias porque todos estos años hemos avanzado igualando el paso, corresponsabilizándonos y haciendo equipo sin fisuras.