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Los niños que necesitan atención temprana no pueden seguir siendo los grandes olvidados #DíaAtenciónTemprana

Si un niño en España resulta que tiene alguna alergia alimentaria, inmediatamente recibirá atención médica y seguimiento. Igual sucederá si tiene varicela, asma, se rompe un hueso o, por supuesto, dolencias más graves como una diabetes o un cáncer. El sistema se vuelca con ellos, sin demoras, porque es lo que hay que hacer. Por suerte, en España cuidamos médicamente de nuestra infancia, de toda ella. Por eso resulta inimaginable, insostenible, que cuando un niño de entre cero y seis años con síndrome de Down, autismo, retraso madurativo, parálisis cerebral o algo que no está aún claro y puede acabar quedándose solo en susto, por poner algunos ejemplos habituales, necesita de los servicios de Atención Temprana (fisioterapia, logopedia, estimulación y terapia para que alcance su máximo potencial), la respuesta sea la falta de atención, la espera eterna hasta que se supera la edad para acceder a estos servicios o directamente la invitación para acudir a servicios privados y pagar por ello, aquel que pueda.

Es algo que vengo denunciando desde hace muchos años en este blog. La Atención Temprana debe ser una prioridad, los niños que la necesitan no pueden seguir arrinconados, vendidos a su suerte o los recursos de la familia en la que hayan caído. Necesitan terapias de calidad y sin listas de espera.

«La Atención Temprana debería incluir a todos los niños y niñas de 0 a 6 años que presentan problemas y preocupaciones evolutivas en algún momento de su desarrollo, lo que representa un 10% de la población infantil de esa franja de edad, supondría atender en España a 255.227 niños y niñas. En la actualidad hay CCAA donde se atiende a menos del 1% y en otras ya se ha alcanzado el 10%», reclama la Federación Española de Asociaciones de Profesionales de Atención Temprana-GAT, cuyo presidente, el neurólogo del Hospital Materno Infantil de Zaragoza José Luis Peña Segura, considera que «ha llegado el momento de avanzar hacia un modelo común de Atención Temprana en toda España, con un marco regulador que garantice los contenidos de la prestación, los principios de actuación, el modelo de provisión, las condiciones de acreditación e indicadores de evaluación, así como la financiación regular y suficiente de los servicios. La Red de Atención Temprana cuenta en la actualidad con más de 700 Centros de Desarrollo Infantil y Atención Temprana y más de 4.500 profesionales, pero es todavía insuficiente, no llega a todos los que lo necesitan, o llega de forma precaria. Existen listas de espera y zonas sin cobertura. Todavía el lugar de nacimiento es un factor de desigualdad».

Hoy es el Día de la Atención Temprana a nivel nacional, es el segundo año que se celebra, coincidiendo con el primer aniversario de la presentación del Libro Blanco de la Atención Temprana. Un día para visibilizar esta necesidad imperiosa y que, en redes sociales, ocupa los hashtags #AhoraMásTemprana y #DíaAtenciónTemprana, que esta Federación invita a que se naveguen y difundan, igual que exige «que la financiación de la Atención Temprana sea pública, prestada a través de centros públicos o concertados, como derecho subjetivo de quien la precise, gratuita, descentralizada y ubicada en la proximidad del lugar de vida de los niños y niñas. Es necesaria una ley o norma estatal de Atención Temprana para todo el país. Y poner las bases para un sistema público que, a través de un programa interdepartamental (servicios sociales, sanidad, educación) cuide el desarrollo personal de todos los niños desde su nacimiento y optimice todos los recursos humanos y materiales».

(GTRES)

Atención temprana, mucho que reivindicar

El día de hoy está dedicado a la atención temprana, esa herramienta imprescindible para el correcto desarrollo de muchos niños, para que alcancen su máximo potencial.

Una herramienta roma, herrumbrosa en algunos puntos y con un mango gastado, más semejante a un barato cuchillo de cocina mermado por los años y el uso que a un reluciente y eficaz escalpelo. Una situación imperdonable, nuestros niños merecen lo mejor, o al menos lo bueno, pero eso no es lo que se están encontrando con frecuencia.

A finales de enero os contaba aquí mismo la recogida de firmas de Ana, madre de la pequeña Vega, exigiendo una atención temprana de calidad, gratuita y sin esperas. No es la primera vez, ni la segunda, ni será la última que la reivindicación de una atención temprana accesible asome a este blog.

Una herramienta a la que espero que saque filo el reciente proyecto de Ley de Protección Integral a la Infancia y a la Adolescencia frente a la Violencia impulsado por el Gobierno. Es un texto que recoge la universalidad y el carácter integral de la atención temprana desde el nacimiento hasta los seis años de edad con una perspectiva sociosanitaria.

La música suena bien, habrá que vigilar cómo es el baile; cómo toma tierra y lo recursos que efectivamente se le dedican.

Una reivindicación que dejo hoy bajo los términos de la Plataforma por la Atención Temprana.

Hoy, martes 16 de junio de 2020, se celebra el Día de la Atención Temprana 2020. La atención temprana es fundamental para la salud de cientos de miles de niños: cuando existe una situación de riesgo o se produce de hecho una alteración en el desarrollo, intervenir precozmente durante la primera infancia es necesario para poder optimizar las posibilidades de desarrollo de ese menor. La atención temprana es la primera inversión que los poderes públicos han de realizar en fomento de la autonomía y equidad.

Sin embargo, miles de niñas, niños y sus familias en este país siguen sin tener acceso al conjunto de intervenciones sanitarias, educativas y sociales que componen esta atención, especialmente a las intervenciones terapéuticas que se prestan por los profesionales de los centros de desarrollo infantil: fisioterapia, logopedia, psicoterapia y otras. Miles de menores que, después de soportar diferentes trámites burocráticos, engrosan listas de espera interminables para poder acceder a los recursos de las redes públicas. La situación entre comunidades autónomas es de total inequidad, abundando la situación de déficit de recursos, falta de transparencia y escasa sensibilidad de las administraciones autonómicas a este problema. Ni siquiera existe un dato oficial agregado estatal que permita cuantificar los recursos existentes, pero seguro que está muy lejos a las necesidades existentes, que se estiman deberían cubrir al 10% de la población menor de seis años, unos 250.000 niños y niñas en toda España.

La Plataforma por la Atención Temprana quiere aprovechar este día para exigir una vez más una legislación específica estatal que consagre y desarrolle el contenido mínimo de este derecho, y que armonice las distintas regulaciones autonómicas, garantizando una atención al desarrollo pública, universal, gratuita y de calidad, que comience de forma precoz y que comprenda toda la infancia de los menores con alteraciones del desarrollo.  En este sentido, además de a los distintos responsables autonómicos, hacemos una llamada pública al Gobierno  para que avance con celeridad en los compromisos adquiridos con nuestra organización en las reuniones mantenidas con los titulares de los Ministerios de Sanidad y la Vicepresidencia Segunda del Gobierno y refrendados en el pacto de Gobierno: [punto 2.2.10] “desarrollar un sistema de atención temprana que implique el reconocimiento y garantía de un derecho subjetivo a la atención temprana integral, universal, gratuita y pública y sin discriminaciones en virtud del lugar de residencia”.

Los niños prefieren a los hombres sin barba

Por mucho que se puedan poner de moda (a todo esto: ¿habrá pasado ya la moda?), por atractivas que puedan resultar a muchos adolescentes o adultos, parece que a los niños, eso de las barbas, no les va en absoluto.

No es solo una impresión personal, aunque podría. He visto a bastantes bebés y niños pequeños extrañados ante el sonriente rostro barbado de un extraño o tras escucharles quejarse de que aquello rasca, pica y es raro. Claro que eran hijos de padres dados al afeitado y podría ser la falta de costumbre.

En la australiana universidad de Queensland se han puesto a estudiar el tema en serio y pusieron a prueba las barbas con 470 niños; niños que tenían desde nueve meses hasta trece años. Desconozco si tenían padres, abuelos o tíos barbudos.

A todos ellos les mostraron distintas series con parejas de fotos, en cada pareja se veía al mismo hombre con barba y recién afeitado. Las preguntas que hicieron a los niños fueron: «¿Qué hombre parece más fuerte? ¿Cuál parece mayor? ¿A cuál se le ve mejor? » ‘Which man looks stronger?’ ‘Which man looks older?’ ‘Which man looks best?'».

Pues incluso los niños más peques asociaron las barbas a mayor fortaleza y edad (que lo sepáis, la barba os hace parecer más viejos, al menos ante los niños). Pero ante cuál era mejor, la respuesta era abrumadora hacia los lampiños.

Con apenas un año y nueve meses ya les desagradan pero es que la cosa no mejora. Con trece años les gustan aun menos, aseguran los autores del estudio.

Ahora que ya lo sabéis, lo de tirar de cuchilla o maquinilla de afeitar si tenéis niños o trabajáis con ellos, es cosa vuestra.

Aunque como dice Álex, con toda la razón:

Baby Led Weaning, Baby Led Sleeping, Baby Led Playing o criar siendo flexible y respetando al bebé

Jaime tomó muchas papillas. Siempre le ha gustado comer y cuando a los cinco meses me tocó volver a trabajar y la lactancia materna ya no podía ser exclusiva, le ofrecimos papillas y las aceptó gustoso. Las tomó de cereales, con frecuencia elaboradas con mi leche, de frutas y verduras. Las tomó caseras y también potitos, que efectivamente resultaron muy útiles estando fuera de casa.

El problema es que luego, hasta pasados los dos años y medio, no logramos que masticase. Su autismo dificultó mucho el tránsito hacia los sólidos de verdad, esos que no hay que tragar sino también triturar con los dientes.

Un año entero estuvimos insistiendo, buscando aquello que más le gustaba como aspitos o galletas, para lograr que masticase. La primera vez que medio masticó medio rechupeteó un cuscurro de pan fue noticia para toda la familia. Es gracioso que, a día de hoy, haya eje esconderle el pan para que no se coma la barra entera.

Este tipo de problemas no es infrecuente en niños con autismo. Suele pasar que se queden enganchados más tiempo del recomendable a las comidas trituradas. Lo he visto con frecuencia, niños bastantes mayores en cuyo colegio especial tienen que trabajar con ellos mucho para que mastiquen. También suele pasar que se vean limitados a unos pocos alimentos, que no quiera. Probar comidas nuevas y no salgan de unas pocas cosas ya conocidas. Otro asunto que también se trabaja mucho.

Por suerte Jaime ha crecido siendo un niño que come bien y de todo, que quiere probar lo que hay en otros platos y con el que la comida ya no es un asunto a trabajar.

Julia era un bebé que tenía que empezar a tomar otros alimentos distintos a mi leche cuando estábamos precisamente en pleno quebradero de cabeza con Jaime para que masticase. Y ella hizo lo que lleva unos pocos años conociéndose como Baby Led Weaning, pero fue mérito suyo, fue porque ella así lo quiso antes de saber yo lo que era tal cosa, no por iniciativa de los adultos. Lo único que nuestras circunstancias lograron, como mucho, fue que no nos empeñásemos en imponer nuestros deseos.

A partir de los seis meses comenzó a interesarse por la comida que nosotros tomábamos. Alargaba sus manitas queriendo probar de todo y, al mismo tiempo, cerraba la boca y se negaba a tomar cualquier papilla o puré, daba igual de lo que estuviera hecha.

Y me pareció perfecto. Comenzamos a darle legumbres y verduras bien cocidas, pasta y arroz blanditas, frutas machacadas o cortadas en trocitos, pan, etc. Todo aquello que resultaba seguro tanto en el sentido de evitar ahogamientos como alergias, y siempre respetando el apetito de la niña.

Haciéndolo de esa manera pronto estaba comiendo de todo, sin problemas para masticar por supuesto. En alguna ocasión nos encontramos con que el tomate o las fresas le dieron una ligerísima reacción alérgica en torno a la boca, esperamos un poquito de tiempo hasta volver a ofrecérselos y listo.

No conocíamos eso del Baby Led Weaning ni falta que nos hizo, pese a hacerlo casi al pie de la letra siguiendo nuestro instinto (el de nuestra bebé más bien) y las indicaciones de nuestra pediatra sobre cuándo introducir ciertos alimentos.

Pudimos hacerlo, también es verdad, gracias también a una excedencia que me permitió estar con ella hasta que tuvo un año, con el pecho siempre preparado cuando lo reclamaba.

Ahora hay libros, artículos, jornadas grabadas en vídeo disponibles en YouTube, que hablan de las ventajas del Baby Led Weaning (Practicar la coordinación motora, ahorrar tiempo, que aprenda a regular su apetito, etc.) y dan pautas sobre cómo llevarlo a cabo, también citan estudios que aseguran que no hay mayor riesgo de ahogamiento.

Entonces nosotros no sabíamos lo que era como os contaba, me pareció fenomenal que mi hija quisiera empezar a comer de esa manera, pero también me lo hubiera parecido si hubiera comido gustosa las papillas, igual que su hermano. Los problemas para masticar posteriormente no suelen venir asociados a los niños neutotípicos.

Nuestra experiencia me hace preguntarme porqué hay niños, como mi hija, que reniegan del triturado y porqué otros, como mi hijo, que se lanzan encantados a los purés. Y recuerdo que hay bebés que parecen dormir perfectamente solitos y otros que requieren la presencia de un adulto a su lado, acompañando su sueño. También los hay que ruedan felices en un carro incluso en edad de ir al cole y otros que exigen brazos o caminar solitos.

Al final da la impresión de que más que razonar lo que a nosotros como padres mejor nos parece, más que abrumarnos a lecturas, consejos y congresos, lo importante es observar, escuchar y respetar a nuestros hijos en su crecimiento, acompañarles tirando de sentido común y de algún experto acreditado cuando surjan dudas concretas.

Baby Led Weaning, Baby Led Sleeping, Baby Led Playing

Dejar que ellos manden, hasta el punto que sea razonable, que sea posible teniendo en cuenta nuestras circunstancias, sin importarnos soluciones mixtas o poco ortodoxas o que cada hermano sea de distinta manera.

Criar queriéndoles y siendo flexibles en definitiva.

No parece mala idea, ¿no creéis?

En 2021 al fin habrá permisos de maternidad y paternidad (y lactancia) iguales e intransferibles

Este viernes acabó con una buena noticia, con un decreto ley que traerá de manera progresiva lo que tantos hemos pedido tanto tiempo: que los permisos tras tener un hijo sean iguales para el padre y la madre y que, además, sean intransferibles.

Una noticia que es el canto del cisne de un gobierno con la vista puesta en crear impacto electoral, pero buena es a fin de cuentas.

Dieciséis semanas para ambos dentro de tres años, las seis primeras de obligado disfrute a jornada completa. Si los permisos se disfrutan de manera equitativa, habrá además una semana extra para ambos. Y también se equipará el permiso de lactancia, hasta que el niño cumpla nueve meses.

Así será si nadie tiene la capacidad y decide boicotear la medida antes de tiempo, claro está. Es lo que tienen los decretos leyes, que no están escritos precisamente en piedras bíblicas.

A la igualdad es a lo que hay que aspirar porque los padres tienen y por suerte cada vez más quieren involucrarse activamente en la crianza. Laboralmente también coloca a padre y madre en la misma situación. Las implicaciones son muchas.

Que sean permisos intransferibles es de vital importancia. España no es Suecia. Las jóvenes parejas de nuestro país que quieren ser padres, salvo en unos pocos y afortunados casos, están lejos de poder permitirse un reparto equitativo si es algo opcional.

Si el permiso no es intransferible, los hombres no lo tomarán en gran medida, aunque quisieran, y seguiremos siendo las mujeres las que nos ocuparemos de nuestra prole, con todo lo que eso implica en términos de desigualdad laboral y renuncias personales.

Ahora necesitamos que los padres ejerzan su derecho a estar junto a sus hijos, apoyando a la madre. De poco servirá si los hombres no hacen uso de ello.

¿Qué son unas pocas semanas en toda una vida laboral? Apenas nada. O eso debería ser. Sobre todo si la razón es traer un niño al mundo.

bebé

(GTRES)

Embarazos, bebés y gatos son perfectamente compatibles

Ayer, 20 de febrero, fue el Día Internacional del Gato. Un día que recuerda a Socks, inquilino de La Casa Blanca entre 1993 y 2009 que fue toda una celebridad sin necesidad de subir gracietas a YouTube.

A cuenta del día del gato me percaté de que hacía muchos años que no hablaba de estos animales, con los que llevo muchos años compartiendo mi día a día. Y sigue siendo necesario porque aún muchos se ven en la calle cuando el primer niño va a llegar a la familia.

Sucede por dos motivos principalmente. El primero es el temor a la toxoplasmosis, el segundo es el miedo a que se apoderen de él los celos y decida sacar los ojos al bebé o ahogarlo en la cuna.

También puede darse la falta de interés, que cuidando un bebé ya no se tienen ganas de seguir cuidando a un gato que ya no es novedad; también que estábamos hartos de quitar pelos de la ropa y tener el sofá arañado y cualquier excusa es buena para dar puerta al animal que deberíamos ver como un miembro de la familia del que somos responsables pero que ahora vemos solo como un estorbo.

A esos últimos poco hay que decirles. Jamás debieron tener un animal en primer lugar y, obrando así, ponen de manifiesto su mezquindad. Deberían trabajar en sacar lustre a ese alma gris que tienen y valorar lo que realmente es importante.

Ojo al sexto y al undécimo  motivo de abandono según el estudio de Fundación Affinity:

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Para los dos primeros casos, mucha tranquilidad. El miedo no suele ser buen compañero. Es mucho mejor caminar acompañado de la información, que es la mejor manera de contrarrestarlo.

La toxoplasmosis no es de temer si se tienen en cuenta unas mínimas medidas (y aún no teniéndolas es prácticamente imposible contagiarse). Y nuestro gato no va a mutar y convertirse en una suerte de Cujo felino.

Vamos con la toxoplasmosis recuperando la explicación que publiqué aquí mismo hace años:

La toxoplasmosis es una zoonosis (enfermedad que los animales pueden transmitir al hombre, o viceversa). Se trata de una enfermedad invisible, que un porcentaje muy elevado de personas padece sin darse cuenta y desarrolla sin mayor problema las defensas necesarias.

Los felinos son los únicos animales capaces de liberar las formas del parásito, llamado toxoplasma gondii, que contagian al hombre.

No obstante, en la práctica totalidad de los casos el contagio se produce al ingerir los quistes del parásito en la carne poco hecha, verduras mal lavadas, embutidos o huevos crudos.

El problema aparece cuando una mujer que no ha pasado antes esa enfermedad y por tanto no tiene anticuerpos queda embarazada, ya que en caso de enfermar el feto tiene un 40% de posibilidades de sufrir malformaciones.

Por eso muchas mujeres, cuando quedan embarazadas, se deshacen de sus mascotas. Algunas veces mal aconsejadas por sus médicos. Algo completamente innecesario.

A todas las embarazadas se les hacen las pruebas de la toxoplasmosis si se demuestra que ya ha estado en contacto con el parásito, ya no hay de qué preocuparse. De no ser así, el riesgo de contagio sigue siendo mínimo y basta con seguir unas pocas indicaciones para evitarlo.

De lo que realmente debe preocuparse es de comer carne bien hecha y frutas y verduras bien lavadas, que es la principal fuente de contagio.

La mayor parte de los gatos caseros nunca en toda su vida adquieren la toxoplasmosis. Lo que suelen contagiarse son aquellos que hacen vida al aire libre y comen carne cruda (cazan ratones y pajarillos).

Los gatos que adquieren el parásito solo están en disposición de contagiar durante unas dos semanas a lo largo de toda su vida. Ya sería puntería que coincidiera con el embarazo de su dueña.

Los parásitos están en las heces del animal, pero para que sean contagiosos tienen que pasar al menos 24 horas.

Bastaría por tanto con recoger a menudo los excrementos de la caja de arena del animal, empleando guantes y lavándose después bien las manos. O más sencillo: dejando que lo haga otra persona.

Resumiendo, la única forma de contraer la toxoplasmosis de un gato
es que nunca antes la hayas pasado, que tu gato la esté pasando por primera vez en su vida, que dejes sus cacas por casa más de un día y menos de una semana y que toques esas cacas con las manos desnudas y luego te las lleves a la boca.

En cuanto a mis gatos, cuando llegaron mis hijos, reaccionaron sin el menor problema, cada uno acorde con su carácter.

La gata, bastante tímida, se limitaba a no ponerse al alcance de sus atenciones mientras eran muy pequeños. Con mi hija ya más mayor, se muestra y busca sus caricias sin problema. Con Jaime, que por su autismo es impredecible para ella, sigue manteniendo las distancias.

El gato no tenía ningún miedo y se convirtió pronto en el compañero inseparable de mi hija. Ha permitido que todos los bebés que han pasado por casa le acariciaran a su tiene y a veces brusca manera sin hacer un mal gesto.

Por supuesto, desde el primer momento que pudo entenderlo le expliqué cómo debía tratarles: básicamente con suavidad, no montarse encima y respetarle cuando se quiere ir. Y todo fue como la seda. Tuvieron una relación estupenda. Y hablo en pasado porque el gato, Flash, murió hace dos años. Aun le echamos de menos.

Hay gatos que pueden necesitar algo de paciencia para adaptarse a los cambios de espacios y rutinas, pero en ningún caso se van a convertir en bestias asesinas.

Embarazos, niños y gatos son perfectamente compatibles.

¿Qué sientes cuando miras a un bebé prematuro?

Este viernes los grandes prematuros con protagonistas de nuestro periódico. Mi compañera Carlota Chiarroni, que ya habló del método canguro no hace mucho, nos presenta a Paquito, que vino al mundo frágil como hecho de alas de mariposa, con apenas 23 semanas, en el Hospital Gregorio Marañón.

Más allá de los medios de comunicación, en nuestra cotidianidad los niños que nacen prematuros siempre son noticia. Es imposible no enterarse si algún familiar o conocido, por lejano que sea, es padre de un bebé que nació mucho antes de lo que le correspondía. “Te acuerdas de la hija de Luisa, la vecina del pueblo, pues ha tenido al bebé con siete meses”, “mi compañero de trabajo ha sido padre ya. Pobres, solo estaban de 25 semanas”, “¡mira qué guapo está ya Manuel! Con lo pequeñito que nació y todo el tiempo que estuvo en incubadora”…

GTRES

Tan pequeños, tan empeñados en aferrarse a la vida, tan dependientes y extraños. Los bautizamos como milagros si están saliendo adelante contra pronóstico. Nos solidarizamos, a poco que anide un mínimo de empatía en nosotros, con el duro proceso en el que se esfuerzan sus padres por sacarlos adelante.

Una pelea que a veces es tan dura y con un futuro tan incierto que es fácil plantearse si merece la pena, aunque como apunta la doctora Pilar Sáenz, del Hospital valenciano La Fe, «aunque los padres no quieran, si el bebé nace vigoroso estamos éticamente obligados a intentar salvarlo».

Dependiendo del caso, de la relación y de cómo sea cada persona, los recién nacidos prematuros despiertan fascinación, incertidumbre, morbo, ternura, interés, curiosidad, lástima… un cóctel a veces de todo o parte.

Es así incluso para los profesionales de la salud:

¿Qué sientes cuando miras a un bebé prematuro?

Tal vez deberíamos empezar a normalizarlo, plantearnos ese empeño como un reto, por respeto a esos recién nacidos, que no son más que niños como aspiran a ser como cualquier otro y que simplemente tuvieron la mala suerte de perder antes de tiempo el calor y la protección que les procuraba el vientre de su madre.

Empatía y apoyo, también ternura, creo que eso es lo más importante que deberíamos experimentar viéndolos.

Porque lo importante son ellos y los que luchan por ellos.

Sí, aún a día de hoy hay presiones por no poner pendientes a las recién nacidas

El viernes os hablaba de pendientes. En un post titulado “Es una vergüenza que a tu hija, que es chica, no le pongas pendientes”, que fue un comentario que recibió Adriana Abenia por no habérselos puesto a su pequeña Luna, os contaba que me seguía sorprendiendo que en un ya avanzado 2018 este tema fuera motivo de polémica.

Pero lo sigue siendo, y la publicación de ese contenido me lo dejó aún más claro. No solo por la repercusión que alcanzó, también por la cantidad de comentarios que recibió en redes sociales de personas que también habían tenido que escuchar todo tipo de impertinencias o habían recibido presiones por algo tan nimio como no poner pendientes a sus hijas.

He decidido traer aquí algunos de esos comentarios, como prueba evidente de que esa presión existe y de que abunda eso de críticas, opinar y meter las narices demasiado alegremente en las decisiones del vecino, por mucho que no nos afecten y en esté en su absoluto derecho al tomarlas,

A ver si suma un granito de arena en la difícil cruzada de lograr que se respete a los padres en sus decisiones de crianza. Por mucho que no coincidan con las nuestras o que nos extrañen, si están tomadas primando el bienestar del niño y con amor, nada nos corresponde opinar.

El tema de los pendientes es un buen ejemplo de lo que tienen que aguantar muchos padres recientes en demasiados aspectos a la hora de criar y educar a un niño.

 

«Es una vergüenza que a tu hija, que es chica, no le pongas pendientes»

Me sorprende, no puedo evitarlo, que en agosto de 2018 siga generando polémica el hecho de no poner pendientes a una recién nacida. Esa innecesaria y minúscula intervención (llamadla acción si os gusta más) estética.

Pero así sigue siendo. No hace mucho Adriana Abenia, nueva madre reciente (enhorabuena), protagonizaba el último episodio al contestar estupendamente a uno de tantos impertinentes en sus redes sociales.

Esta es la segunda ocasión en la que hablo de pendientes y bebés en este blog. La primera vez fue hace casi diez años, en octubre de 2008. Entonces estaba embarazada de Julia y ya había pasado por dos charlas de personas cercanas presionando a favor de los pendientes.

Haciendo un híbrido de ambas conversaciones, saldría algo así:
– Yo regalaré unos pendientes a Julia cuando nazca.
– ¿Ya le estás poniendo pendientes? Deja que nazca primero. Además, ya hemos decidido que no le haremos agujeros.
– ¿Y por qué? Con lo monas que están las niñas con pendientes.
– Monísimas, pero que se los haga ella si quiere.
– Pero es que luego le dolerá. Y de recién nacida ni se entera. Tiene las orejitas tan pequeñas que no cuesta nada hacérselos. Ni les duele.
– Si no sabe hablar, si no sabe ni siquiera enfocar la vista, dudo que sepa transmitirnos si le duele.
– Además, hay niñas que no se sabe que son niñas si no llevan pendientes.
– Bueno, pues así podrán acceder a más papeles en las funciones del cole.
– Pues seguro que te regalarán pendientes.

Yo fui una niña a la que no pusieron pendientes. Nada menos que en 1976. Fue una decisión de mi padre que debió ser bastante revolucionaria para la época y que yo le aplaudo. Dijo que a su niña nadie le hacía agujeros, que los tendría si yo los quería más adelantes. Acabé con las orejas perforadas a los cuatro o cinco años. No porque yo tuviera unas ganas locas y los pidiera insistentemente, la sensación que albergo es que parte de mi entorno me empujó a ellos. Aún tengo vagos recuerdos del momento de la puesta de pendientes.

Treinta y tres años más tarde, repetimos la jugada con Julia. Cuando era muy bebé es cierto que nos encontramos con gente que buscaba desesperadamente pistas sobre si era niño o niña buscando vestidos o pendientes y que algún error hubo. Nada importa. Nos importa más que ella decida. Y nos preocupa más evitar imposiciones de género.

Ya tiene nueve años y sigue sin pendientes. ¿Sabéis qué? Yo también me los quité al poco de nacer ella, por una intervención quirúrgica, y no me los he vuelto a poner.

Los padres podemos no querer poner pendientes a nuestras hijas por esos motivo y por muchos otros. Distintos profesionales de la salud recomienda no perforar las orejas a la recién nacidos porque el pendiente puede no quedar centrado, por evitar posibles pequeñas infecciones o riesgos de enganchones con la ropa que llevan ellos o nosotros, aunque sean mínimos. No suele suceder, pero tampoco es tan raro. Y recuerdan que esa vieja creencia de que a los bebés no les duelen estas cosas son mentira.

Los padres también podemos decidir poner pendientes y, por lo que me he encontrado, suele ser por cuatro motivos: por seguir lo que se supone que hay que hacer sin replanteárselo; por presiones del entorno; por ahorrarle a la niña hacérselo más tarde (convencidos de que es inevitable) y por razones puramente estéticas. A veces varios confluyen.

No pasa nada. No es algo a criticar, por mucho que no se esté de acuerdo, por mucho que no lo queramos en nuestros propios hijos.

Pero tampoco es de recibo recibir críticas por lo contrario.

Espero que dentro de otra década, si es que sigo escribiendo este blog como madre de adolescentes, hayamos superado ya esta historia.

Las fotos son de GTRES. Es curioso que no haya encontrado ni una sola foto de recurso de un bebé con pendientes en ese banco de imágenes para medios. Los modelos proceden de otros países de Europa y allí no está tan arraigada como en España esa costumbre.

Carta de una madre a los integrantes de Cantajuegos

Os conocí hace casi doce años, al poco de nacer mi hijo. Raquel y Nacho, unos padres recientes pero algo más veteranos que nosotros, fueron los primeros a los que oímos exclamar: “¡¿Pero de verdad no conocéis la canción del tallarín?!”.

De no haber sido ellos, os habríamos conocido por otras vías, estoy convencida. Era imposible no saber de vosotros siendo entonces padres recientes.

No sabíamos nada de vuestra existencia porque Jaime fue el primer niño de la familia en muchos años. Luego han llegado bastantes más y ninguno ha escapado a vuestra influencia, aunque con los recién llegados he comprobado que el tallarín o la cubertería ya no son los megaéxitos de antaño y la competencia de otros grupos es mucho mayor.

De hecho ahora os escuchamos en las tabletas, os ponemos en la aplicación de YouTube en la tele inteligente del salón y en el coche sonáis con Spotify o Apple Music. Al principio aún tirábamos de CDs y DVDs. Y a saber de qué manera accederemos a vosotros en otros doce años.

Dentro de doce años seguiremos oyendo música para niños en casa, seguro. Nuestra relación es larga y seguirá siéndolo. Otros padres, tras unos pocos años, os dicen adiós. No es nuestro caso. Mientras estéis ahí sacando nuevas canciones, nosotros estaremos al otro lado. Mi hijo, que ahora tiene doce años, tiene autismo. Escuchar música, sobre todo infantil, es uno de sus pocos entretenimientos y no es algo que vaya a cambiar.

Tengo que confesar que nuestra relación no siempre ha sido fácil. Tiendo a pensar que estaría bien que, como en la mayoría de los hogares, dierais paso al KPop o a otras músicas adolescentes. A veces he acabado hasta el moño de vuestras canciones, que no de vosotros. Imagino que entenderéis que cosas como un viaje a Cádiz de siete horas no escuchando otra cosa o tener la tele del salón copada por el elefante al que hay que dormir, la casa crecedera, la tía que es ternura, el sapo Pepe o las manos danzarinas, llega a saturar y anima a buscar alternativas. También que pasarse media mañana en el trabajo cantando internamente La mané o Chuchuwa Por tenerlas incrustadas en el cerebelo no es plato de gusto. Seguro que sois más que conscientes.

Más confesiones. Tengo que reconocer que a veces nos hemos reído un poco de la factura de algunos vídeos, sobre todo de los primeros. Y, por mucho que repitáis vuestros nombres, os conocemos por los motes que os hemos puesto en casa, normalmente referidos a algún atributo físico. Es algo que he intentado erradicar porque nos dimos cuenta de que es muy poco educativo para los niños que escuchen a sus adultos de referencia referirse a vosotros como “el gafitas”, “la rubia de las trenzas”, “el sueco” o “el larguirucho”. Mil perdones, os aseguro que nunca hubo ánimo de ofender.

En todo este tiempo os hemos visto en mejorar y evolucionar, haceros políglotas, llegar a Disney o trabajar para mejorar una aldea perdida. También cambiar de integrantes. En los últimos años parece que la cosa es más estable y me alegro. Espero que los que estáis ahora tengáis un trabajo satisfactorio, aunque no sea perfecto (los mayores ya sabemos que eso no existe). También que seáis razonablemente felices (y eso va por todos, también por los excantajuegos). No me gustaría que los rostros sonrientes que entran a diario en mi casa, trabajan en malas condiciones o lo pasan mal, más allá de algún día suelto o alguna pequeña y lógica mala racha.

Fuisteis los primeros, pero no os hemos sido fieles. Doce años dan para mucho y hemos escuchado muchos otros grupos infantiles. Prácticamente todos los que hay en España (algunos con antiguos integrantes de vuestra formación) y también de muchos países. Imagino que lo entenderéis. No os voy a engañar, algunos os hacen buenos y otros regulares, pero aguantáis bien el tipo. Y habrá muchos, pero fuisteis los primeros, los más habituales, los más duraderos.

Supongo que en todas las relaciones largas hay sus más y sus menos.

Y ahora viene lo importante: gracias.

Gracias por ese concierto hace seis veranos en Almería en el que nos lo pasamos teta.

Gracias por todas las horas de entretenimiento en casa, pero también en el coche en la espera de una consulta médica o en un restaurante. Ha habido muchos ratitos en los que nos habéis hecho las cosas más fáciles.

Gracias por servirme de inspiración durante los primeros años de vida de mis hijos, en los que apenas recordaba canciones infantiles y me descubría usando a Tahures Zurdos como nana, ese otro tipo de canciones de amor. En aquellos años cantaba a diario vuestras canciones, para jugar con ellos, para estimularles, para consolarles… Ya menos, pero sigo cantándoos. Por ejemplo cuando tienen que sacarle sangre, cuando se pone nervioso o cuando jugamos en la cama.

Gracias por trabajar desde vuestras canciones tanto valores positivos y defender los derechos de los niños.

Gracias en nombre de muchos padres de niños con discapacidad y circunstancias semejantes a las mías, de muchos colegios especiales, centros de atención temprana, lugares de terapia… en el que me consta que habéis sido y sois de gran ayuda.

Gracias por ser tan amables con mi hijo. No lo recordaréis, pero conocisteis a Jaime en una presentación de Disney en la que se agobió un poquito al ver a sus héroes de la tele tan cerca y estuvisteis haciéndole un pequeño concierto privado.

Y gracias por esa vertiente solidaria que asomáis cada poco.

Al César lo que es del César, y a Cantajuego (algún día tendréis que aclararnos ese lío del plural y el singular) lo suyo.

Esta carta va dirigida a los rostros que vemos cantando, a los que vimos en el pasado, y también al equipo que lo hace posible sin enseñar la cara.