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Lo de que que los bebés a partir de los seis meses deben dormir solos y del tirón es una leyenda urbana

La semana pasada tuvo lugar un encuentro al que me hubiera gustado poder asistir, pero la ubicuidad por desgracia aún no está inventada. Fue el II Congreso sobre Lactancia organizado por Suavinex, al que acudieron más de 100 matronas, asesoras de lactancia y madres que divulgan sobre crianza en sus redes sociales.

Este blog evoluciona conmigo, crece igual que mis hijos, por lo que ya no hablo demasiado de lactancia. Pero mi apoyo por esta práctica sigue muy presente, no por nada pasé cinco años lactando tan feliz, consciente de sus diversas ventajas.

GTRES

Mi último contenido al respecto fue recordar, por la semana que la ONU dedica al fomento de la lactancia a comienzos de agosto, que defender la lactancia materna no implica atacar a las madres que no han lactado. El respeto y el sentido común deberían enterrar más pronto que tarde las guerras de la lactancia.

Con ese espíritu quiero recabar aquí lo que allí se dijo. Pero, claro. Ya os dije que yo no estuve. Por suerte las redes sociales permiten sentirse allí, estar informados de lo que se cuenta en muchos encuentros a los que, por el motivo que sea, no llegamos.

En el acto el protagonismo lo tuvo el sueño de los recién nacidos y sus padres. Es algo de lo que más preocupa los primeros meses, sobre lo que más preguntamos a los padres recientes. Sobre ello habló la doctora María Berrozpe, especializada en lactancia materna y centrada en la investigación de la básica y el desarrollo de los niños. Habló sobre el breastsleeping, que analiza la relación entre el sueño y el pecho.

Va lluvia de conceptos interesantes en forma de tuits:

Y el otro gran tema también es importante. Y además solidario. Joanna Saldón, presentadora del acto y madre de una niña prematura extrema que recibió leche materna durante los tres meses que estuvo ingresada en la UCI subrayó la enorme labor que realizan los bancos de leche y el acto de generosidad de las madres donantes. Y para conocer la otra cara de la donación acudió Lorena Renedo, madre donante.

Defender la lactancia materna no implica atacar a las madres que no han lactado

Hoy, día siete de agosto, es el día que termina la semana por dedicada a la lactancia materna, designada por la ONU para poner en valor la que es, a día de hoy, la alimentación mejor y más saludable para los bebés, también beneficiosa para las madres.

De cara a su arranque publique aquí mismo un trivial sobre lactancia, y al difundirlo en mis redes sociales me encontré la misma polémica que siempre asoma cuando se habla de lactancia.

Una polémica que acompaña a este blog desde que empecé a escribir hace doce años. Una que ya deberíamos ir superando.

Defender la lactancia materna no implica atacar a las madres que no han lactado, porque no se es mejor ni peor madre por haber dado el pecho o el biberón.

Hay que intentar moderar las susceptibilidades. Tener el pellejo más duro, vamos.

La maternidad es mucho más que eso.

Dar el pecho es motivo de satisfacción, pero no tiene sentido que sea motivo de presunción.

Defender la lactancia y sus innegables virtudes tampoco tiene que derivar en presión a aquellas mujeres que acaban de ser madres. No podemos pasar de invitar a usar chupetes y biberones a hacer sentir mal a una mujer en un momento tan delicado por insistir en demasía o sin delicadeza en las ventajas de la lactancia.

La lactancia es más saludable tanto para los niños como para las madres. Es un hecho demostrado con evidencias científicas de sobra y ponerlo en duda es ridículo. Lo que no quiere decir que un niño alimentado a biberones no pueda crecer sano y estupendo.

Como en casi todas las circunstancias de esta vida, debería primar el respeto, la empatía y el sentido común.

Tal vez así algún día logremos acabar con las guerras de la lactancia.

(GTRES)

¿Cuánto sabes sobre lactancia materna?

Del 1 al 7 de agosto se celebra en más de 170 países la Semana Mundial de la Lactancia Materna, destinada a fomentar la lactancia materna, o natural, y a mejorar la salud de los bebés de todo el mundo.

Con esta Semana Mundial, que siempre recojo desde este blog, se conmemora la Declaración de Innocenti, formulada por altos cargos de la OMS y el UNICEF en agosto de 1990 con el fin de proteger, promover y respaldar la lactancia materna.

He hablado mucho y de muchas maneras sobre lactancia: sobre que no se es mejor madre por dar el pecho y que deberíamos acabar ya con ‘las guerras de la lactancia’, sobre la lactancia prolongada que tan poco se respeta con frecuencia, sobre el regreso al trabajo siendo madre lactante, la lactancia en partos múltiples, sobre si es más fácil lactar con el segundo hijo e incluso sobre si son necesarias las semanas que promueven la lactancia.

Por eso en esta ocasión he decidido traer un trivial, para aprender y divulgar divirtiéndonos.

(GTRES)

La lactancia natural es el mejor modo de proporcionar al recién nacido los nutrientes que necesita. La ONU ha lanzado precisamente este lunes un informe que asegura que millones de bebés corren peligro por no ser amamantados pronto. Los principales inconvenientes de la lactancia artificial, especialmente peligrosos en países en desarrollo, son la carencia de anticuerpos, usar agua o biberones insalubres y que se diluya demasiado para ahorrar. Y otro problema es que no siempre hay a mano una lactancia artificial de la que tirar.

Aquí tenéis dos enlaces con más información sobre la OMS: Alimentación del lactante y del niño pequeño y recursos sobre la lactancia materna.

¿Quieres tener hijos? ¿Cuánto sabes sobre embarazo, lactancia y crianza del recién nacido?

Un tercio de las madres puntúa por debajo del 4 sobre 10 sus conocimientos sobre embarazo, lactancia y crianza del bebé antes de la llegada de su primer hijo. De manera parecida se titulaba la nota de prensa de Danone Early Life Nutricion que he recibido recientemente, y que también concluía que un 68% de las madres españolas confiesa sentirse insegura después de dar a luz.

Son datos apoyados en una muestra poco representativa (apenas 130 madres, todo hay que decirlo), pero no dudo que haya bastante de verdad tras esta afirmación. Por mucho que nos lancemos a la maternidad y la paternidad cargadas de lecturas, nos sentimos a veces gigantes con pies de barro.

«Mi prima dice que me puede regalar una maxi-cosi. ¿Qué demonios es eso?». «¿El humidificador es necesario?». «He leído en unos sitios que al cordón umbilical del bebé hay que ponerle alcohol y en otros que nada, ¿con qué me quedo?». «¿Debo esterilizar las cosas del bebé o no?». «¿Qué demonios es eso del baby lead weaning?».

No sé qué habría respondido yo antes de tener a mi primer hijo, probablemente que sabía muy poco sobre embarazo, lactancia y crianza. En gran medida por la falta de niños pequeños en mi entorno. Y cuando ya estaba decidida a tener hijos y había leído al respecto, tampoco sé cómo habría podido valorar mis conocimientos. Ahora, a posteriori, sí que sé que había mucho que no sabía y que no sabía que no sabía. Mucho que creía saber y también desconocía. Mucho instinto agazapado para salir y que debe ser escuchado.

He decidido, traducir todo eso en el primer trivial que elaboro para este blog (otros compañeros blogueros los hacen con frecuencia, os recomiendo los trivials históricos de David Yagüe y los literarios de Regina exLibris). Un trivial al que sobra decir que están invitados todos aquellos interesados en sumergirse en la maternidad o la paternidad.

Sí, madres y padres, que en el texto que ha inspirado todo esto solo se habla de madres y maternidad, pero va siendo siglo ya de cambiar también eso, incluso desde la elaboración de notas de prensa.

Criamos a nuestros hijos como mejor sabemos o podemos y merecemos respeto, también de los que no comparten nuestros métodos

Los pediatras de Estados Unidos recomiendan que los bebés duerman al menos hasta el año en la misma habitación que sus padres. ¿Por qué? Pues para evitar el síndrome de muerte súbita del lactante. Ese fantasma temible que nos impulsa a los padres recientes a comprobar que nuestros hijos respiran cuando les vemos profundamente dormidos y que se reduce hasta un 50% si dormimos cerca de ellos.

Aconsejan, eso sí, que lo hagan en una superficie diferente. No les parece buena idea que compartan la misma cama que sus padres porque hay factores que pueden incrementar el riesgo de asfixia por aplastamiento. El riesgo radica cuando hay obesidad mórbida, tabaquismo, problemas de alcoholemia o drogadicción o alteraciones del sueño. En esos casos no está recomendado. En condiciones normales, compartir cama con nuestros pequeños es perfectamente seguro

Hoy es noticia un estudio de la universidad de Pensilvania, uno muy discutible (discutido por preeminentes pediatras cuyas recomendaciones escucha la Academia de Pediatría de EE UU, no por mí), que recomienda que a partir de los cuatro meses los niños se vayan a su propio cuarto porque así duermen una media de 46 minutos más.

Que cada cual haga lo que mejor considere con sus hijos, dentro del sentido común, sus circunstancias y el carácter que muestre el niño. Es cierto que yo no me saltaría las recomendaciones de los pediatras yanquis de compartir habitación durante el primer año. Que el niño esté en su propia cuna o que el niño esté colechando con nosotros si no hay factores de riesgo, que lo decida cada cual. Pero que esté en nuestro cuarto, eso sí para reducir el temido síndrome de la muerte súbita.

Yo coleché. Con Jaime intenté brevemente hacer caso a las recomendaciones de tener la cuna junto a la cama. Ni a él le gustaba ni yo descansaba. Tardé pocos días en meterle en la cama a mi lado, poner una barrera como la de la primera imagen, y dormir ambos tranquilos. Compartimos cama hasta que superó los dos años, que se fue a dormir tranquilo y felizmente a su cuarto.

Con Julia, desde el principio, opté por la barrera. No hubo cuna en casa. Descansamos estupendamente las dos. Ella no llegaba a despertarse para mamar un poco y seguir durmiendo. Yo apenas recuerdo despertarme para facilitarle el acceso al pecho. En mi memoria el colecho está muy unido (y facilitado por) a la lactancia. Igual que su hermano, pasados los dos años comenzó a dormir en su cuarto y su cama al tiempo que la lactancia iba despidiéndose hasta desaparecer.

Guardo de toda aquella etapa, de los cinco años de lactancia y colecho, un recuerdo feliz. Parte de las sensaciones más agradables a la memoria de mi maternidad están vinculadas a tener a mis hijos junto a mí. Conozco a padres que aseguran que si volvieran a criar a sus hijos habría aspectos del poner a dormir que cambiarían. Una buena amiga me recordaba este mismo fin de semana que al primero de sus tres hijos lo llevó enseguida a otro cuarto por recomendación de la enfermera de pediatría y la lactancia apenas duró, y que a día de hoy no obraría así.También conozco a otros padres que están encantados con haber tenido a sus hijos en una cuna en su habitación o en otro cuarto. Y padres que intentaron el colecho y no lo disfrutaron ni pudieron descansar.

La verdad es que si yo volviera a atrás no cambiaría nada a ese respecto (tal vez sí en cuanto a otros, pero esa es otra historia).

Hay tantos factores en juego: el carácter del niño, el nuestro, nuestras circunstancias personales, habitacionales, nuestros miedos y creencias… que no hay una fórmula idónea para todos. Lo único que debería haber es respeto.

 Si dormís juntos, disfrutadlo haciendo oídos sordos. Ni caso a los agoreros. Si sois de los que por el motivo que sea habéis descartado el colecho, pues ni caso tampoco.

Criamos a nuestros hijos como mejor sabemos o podemos y merecemos respeto y apoyo, también de aquellos que no comparten nuestros métodos.

(GTRES)

GTRES.

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¿Cabinas de lactancia en la playa? ¿Nos hemos vuelto locos?

Hace una década, en Galicia.

Me pasa el jefe de actualidad de 20minutos una noticia que me deja estupefacta. Peñíscola instalará cabinas de lactancia en sus playas para el verano.

¿Cabinas de lactancia en la playa? ¿Pero de qué estamos hablando? ¿Nos hemos vuelto locos?

Vamos a ver, que no hay lugar en el que haya más tetas al aire que una playa española en verano. No hay lugar más fácil en el que dar el pecho que en una playa. Yo lo he hecho, sin el menor problema jamás por supuesto. Y el biberón no veo que entrañe más dificultad en la playa que en una cabina.

Si una es pudorosa, siempre tiene la opción de usar una toalla, una camiseta, el pañuelo de porteo o lo que sea que le venga en gana para que no se vea absolutamente nada. Cualquier cosa suena mejor que tener que alejarse bajo el sol de dónde se tenga asentado el campamento playero (que con frecuencia no es pequeño si se va con bebés niños pequeños) para meterse en una cabina en la que si no hay aire acondicionado tal vez te cuezas y si lo hay tal vez te agarres (tú o tu prole, que es aún peor) un buen catarro estival.

Y si vas paseando por el paseo marítimo, nada mejor que amamantar viendo el mar bailar y disfrutando de la brisa que trae o de una buena charla ante una bebida fresquita en una terraza.

Por otro lado, si las cabinas son para que otros playeros susceptibles no se molesten viendo tomar teta a un bebé, que se lo hagan mirar, que ya va siendo siglo. Dar el pecho es un acto natural que no tiene porqué esconderse y no debería resultar incómodo de ver, menos aún en un sitio que se caracteriza por mostrar carne a espuertas.

Que sí, que se agradecen las buenas intenciones e incluso puede parecer a priori buena idea, hasta que te paras a pensar un poco más en ella y en si no tendrán otro asunto mejor al que dedicar los presupuestos municipales.

Si es que verdaderamente acaban siendo cabinas como asegura el teletipo, por supuesto. Otra compañera en la redacción me dice que en Castellón hay zonas infantiles cerca de la playa, con apartado de juegos para los niños, y unas casetas de alimentación infantil con cambiador y nevera por lo que se ve. Con sillas cómodas no (las de plasticucho de terraza de toda la vida) y en un prefabricado poco apetecible, pese a estar impoluto en la foto por lo nuevo (me gustaría verlo un 20 de agosto a mediodía). Y con poca intimidad si eso es lo que se busca ya que puedes tener a otras peronas (y no penséis necesariamente en mujeres por favor) cogiendo el puré o cambiando un pañal. No obstante, a falta de saber cómo serán exactamente esas cabinas de Peñíscola, una solución como la de Castellón, aunque a mí personalmente siga sin gustarme, tal vez pueda resultar útil ocasionalmente a algunas personas.

Aunque yo nunca eché de menos nada de eso, teniendo la arena, el mar y el horizonte.

Las fotos dando el pecho ahora tienen un nombre: #brelfie

311310901_62156540cb_bMe gusta que se visibilice el dar el pecho, ese momento que es al mismo tiempo un acto de amor y lo más natural y cotidiano del mundo (o debería).

No me gusta que se imponga y se criminalice a aquellas madres que no amamantan.
Tampoco me gusta que se reste el valor que tiene dar el pecho y se ataque a las que defienden que es la opción más natural y saludable, porque lo es. Me parece tan obvio se puede ser tan buena madre dándolo como cogiendo el biberón que me resulta absurdo tener que ponerlo en negro sobre blanco.

Me guardo para mí las sensaciones de tener a mis hijos junto a mi corazón, vencidos a dulces sueños y regalándome aromas aún más dulces. Y luego las risas, los dientes, las miradas de complicidad… recuerdos que me acompañarán hasta el final, solo míos pese a ser semejantes a los de millones de mujeres.

Confieso que cuando veo a otras madres amamantando, sentadas en un banco esquinado de un centro comercial, en una sala de espera, en la playa, en la calle… me enternece y sonrío para mí, recordándome ahí.
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Hay muchos prejuicios y poco respeto cuando se habla de lactancia prolongada

Marietta dando el pechoa su hija (Jorge PArís)

Marietta dando el pecho a su hija (Jorge París)

Hoy hay en portada de 20minutos una foto que me encanta, la de una mujer dando el pecho a una niña de casi tres años. Una mujer, Marietta, que en el reportaje que hay en las páginas interiores habla llena de sentido común y respeto hacia los demás y que, a su vez, merece todo el respeto.

Me encanta ver esa imagen en portada y ese reportaje en el interior y en nuestra web porque creo que contribuye a normalizar algo que debería verse como normal, pero que muchos contemplan aún llenos de prejuicios.

«La gente me decía: ‘La niña te está usando, ya va siendo hora de dejarlo’. Fue bastante frustrante. ¿Por qué todo el mundo cree que sabe de todo? Aquí todos somos médicos, todos somos abogados y todos sabemos de niños», se indigna. Pero no solo su familia opinaba sobre la hora del destete, también se lo soltó una enfermera durante una visita a urgencias.

Y no debería ser así:

La máxima autoridad sanitaria, la OMS, recomienda expresamente «que las madres inicien la lactancia durante la hora siguiente al parto y la lactancia exclusiva durante los primeros seis meses. Además, la lactancia materna debe continuar hasta o más allá de los 2 años de edad». «Hasta o más allá», porque pasados los dos años recomienda que se mantenga hasta que la madre y el hijo así lo quieran.
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Por supuesto que no se es mejor madre por haber calentado o fabricado la leche

Estamos en la Semana Internacional de la Lactancia Materna, así que estuve buscando viejos posts en los que hablaba del tema para mostrarlos en mis cuentas de Facebook y Twitter estos días. Mi blog de maternidad ha ido evolucionando según crecían mis hijos, y hace mucho que ya no hablo de asuntos relativos al embarazo o la lactancia.
tetapequebonita
Cuando esos posts, algunos previos a la explosión de esas Twitter y Facebook, se han publicado en redes sociales ha aparecido la vieja polémica que ojalá estuviera ya superada. Nunca ha habido comentarios tan encendidos en este blog como cuando he escrito sobre lactancia o temas limítrofes (chupetes, biberones, porteo, colecho…).

Y la mayoría de la gente que saltaba, se enzarzaba, se picaba o discrepaba con mayor o menor intensidad, con mejores o peores modos, lo único que estaba haciendo era pedir respecto, defender su modo de crianza a su manera, a veces perdiendo las formas.

Lógico. ¿No os parece? A fin de cuentas estamos hablando de nuestras decisiones, aunque sea circunstanciales, respecto a lo que mas queremos en el mundo: nuestros hijos.

No es tanto pedir que haya respeto por parte de los demás, tanto si damos de mamar o biberones, da igual que sea por elección o porque las circunstancias hayan conducido a eso.

No es tanto pedir que respetemos a las madres que dedicen criar a sus hijos de una manera diferente, que no haya miraditas reprobatorias si vemos asomar chupetes o biberones, que no intentemos aconsejar o convencer de las virtudes de la lactancia materna y como tener éxito con ella a aquellos que claramente no están pidiendo esa charla, que no juzguemos a los demás por lo que hacen.

Y tampoco lo es que no nos juzguen a las que sacamos el pecho en público, o damos de mamar a niños que andan o estamos fascinadas por haber descubierto nuestra capacidad de lactar y cantemos sus virtudes igual que no podemos evitar hablar sin parar de la persona de la que nos acabamos de enamorar.

No es de recibo que por defender la lactancia materna se nos llame «talibanas de la teta». Defender algo no es atacar la alternativa.

Porque sí, la lactancia materna es mejor que la artificial tanto para la madre como para el bebé. Eso no se puede discutir, lo siento. Y si queréis hacerlo puedo ponerme a invocar fuentes de autoridad irrefutables, aunque agradecería no entrar en eso. Y es una práctica a fomentar, tanto en nuestro primer mundo como en entornos más desfavorecidos en los que salvaría muchas vidas.

Pero eso no significa que no haya leches de fórmula de alta calidad con las que los niños pueden crecer sanos como peras. Y es de perogrullo que la maternidad es mucho más que un colecho o una cuna, que una teta o un biberón. Por supuesto que no se es mejor madre por haber calentado o fabricado la leche.

¿Llegará el día en no nos enzarcemos entre nosotras cuando salga el tema de la lactancia? Ojalá.

Vivir sin atacar, sin sentirse atacado, sin estar a la defensiva, sin entrar al contraataque. Pero sobre todo vivir sin juzgar al otro, vivir respetando al de al lado.

¿Es tanto pedir?

1.315 madres, 4.967 litros, 1.500 bebés. Hoy es el Día Mundial de la Donación de Leche Materna

Tanto Jaime como Julia tomaron el pecho hasta pasados los dos años, hasta que ellos quisieron. Toda mi vida recordaré la experiencia de amamantar con ternura, fue un placer tanto para ellos como para mí.
lactancia
Con Jaime tuve todas las inseguridades del mundo, agudizadas por una cesárea y solventadas gracias al pediatra Carlos González y, sobre todo, a que el paso del tiempo me hacia ver que todo iba bien, que Jaime crecía sano y feliz y que no había que luchar contra mi instinto de madre que me pedía dar el pecho a demanda y practicar colecho. Hay que recordar que ha pasado casi una década y yo aún tuve que escuchar a mi enfermera de pediatría recomendando pautas horarias para alimentar al bebé, que en el hospital intentaban endosar chupetes y biberones a la primera de cambio a los recién nacidos y que no había tantos blogs de maternidad explicando otras opciones como ahora. Pasado el tercer mes, todo fue como la seda.

Con Julia todo fue más sencillo, pude parirla y no nos separaron en ningún momento. Salvo por un par de mastitis que pude controlar, todo fue fácil desde el primer momento hasta el último.

Pero hay algo que no fue sencillo en absoluto con ninguno de los dos: extraerme leche. Conozco mujeres que llenan biberones sin aparente esfuerzo. Yo era incapaz de obtener más que el culo de un biberón. Probé de todo: hacerlo manual, mientras el bebé mamaba del otro pecho (lo que mejor funcionaba), con el extractor doble eléctrico de Medela, con el manual de Avent (el que mejor me fue), tras duchas calientes… No había manera y me preocupó que él empezar a trabajar supusiera el fin de la lactancia materna. Pasaba de una lactancia casi exclusiva a pasar más de diez horas fuera de casa, un cambio muy brusco. Por suerte pronto comprobé que el cuerpo de más inteligente de lo que creemos y se adaptó rápidamente a la frecuencia decreciente. Usé el extractor casi seis meses, aunque sólo me sacaba la cantidad que me hacía sentirme molesta.
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