Oro hilado y carne de niño. Catorce agostos tejidos a unos ojos de carbón pulido, a un millón de sonrisas radiantes, al amor descubierto, al olor de la leche dulce y el pan crujiente.
Piel como pan crujiente. Oro hilado y carne de niño. Catorce veranos cosidos con sueños reconstruidos, cantares y cosquillas.
Cosquillas que suben por una piel como pan crujiente. Oro hilado y carne de niño. Catorce años tramados para unir otoños y primaveras, océanos y bosques, incógnitas y risas.
Risas nacidas de cosquillas que suben por una piel como pan crujiente. Oro hilado y carne de niño. Catorce vidas si es preciso, atadas por ojos de carbón pulido, sonrisas radiantes, sueños, aromas, canciones y deseos.
Un niño escondido en un niño feliz de oro hilado y carne.
Y luego yo.
Entretejidos. Entrecosidos. Entramados. Atados.
Siempre.