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Nuestros diez juegos de mesa favoritos para lidiar con el confinamiento en familia

Los que me seguís sabéis de sobra que nos gustan mucho los juegos de mesa desde hace años y tenemos en casa, por suerte, una buena ludoteca. Siempre le hemos sacado partido, pero durante este confinamiento está siendo un recurso de un valor incalculable. Logran entretenernos, divertirnos, con una actividad que compartimos en familia y además sirven para que nuestra hija practique competencias curriculares, porque los juegos de mesa obligan a hacer cálculos, plantear estrategias, pulir la lógica e incluso aprender historia o geografía.

Hay muchas formas de hacer deberes, de aprovechar el tiempo. Ya hay profesores aprovechando a estos juegos en el aula. No tendría sentido que ahora que los padres nos hemos visto reconvertidos en maestros no aprovecháramos también los recursos lúdicos que tenemos a mano.

«Entrenamos a los niños en habilidades de memorización, matemáticas… pero en el cerebro no puedes separar los aspectos cognitivos de los emocionales y sociales. Vamos a poner un ejemplo: un niño tiene dificultad en el área matemática. ¿Qué se hace? Pues apoyo escolar y venga a hacer sumas y restas. Es un entrenamiento relacionando con una emoción negativa y que crea un rechazo. ¿Es útil ese entrenamiento? Pues no. El niño, al final de su etapa escolar va a tener una sensación de que eso no le gusta o no es bueno en eso. Para aprender un niño necesita juego y reto», me contaba hace tres años para un reportaje la psicóloga Nuria Guzmán, que lleva desde cinco años constatando la efectividad del uso de los juegos de mesa, también con niños con TEA, en la asociación Afim 21.

«A cualquier edad nos gusta jugar y el juego es siempre una herramienta de aprendizaje. Evidentemente no puedes estar todo el día jugando, pero con el amplio catálogo que hay, el que no lo utilice es porque no quiere», me comentaba el maestro y creador de juegos Manuel Sánchez Montero.

Los juegos que os voy a recomendar son al menos para tres personas, que son las que jugamos en casa (mi marido, mi hija de once años recién cumplidos y yo). De hecho son los juegos de mesa que más hemos usado en algo que se ideó mi hija, la ‘Copa Coronavirus’, un torneo para el que elaboramos una corona y todo que consigue el vencedor de la jornada.

De algunos de esos juegos ya os he hablado en el pasado más en profundidad, así que os dejo el enlace. Otros son nuevos y, si lo que os resumo os interesa, es fácil que encontréis cómo son de la mano de blogueros o youtubers especializados a poco que busquéis.

Potion Explotion. Hasta cuatro personas pueden pasar un buen rato. Se recomienda para niños a partir de ocho años, pero por mi experiencia con unos seis pueden jugar perfectamente, siempre que sean capaces de permanecer media hora sentados y atentos. De hecho la atención es precisamente lo que se puede trabajar gracias a este juego. ¿En qué consiste? Pues en elaborar pociones. Hay un dispensador con varias hileras de canicas de cuatro colores. Cada jugador elige dos pociones que exigen diferentes ingredientes/canicas. Cada vez que completemos una poción la reservaremos y podremos usarlas cuando las necesitemos. Tienen diferentes efectos: coger dos canicas juntas de distinto color, convertir las canicas de nuestro almacén en el color que deseemos, repetir el efecto de una poción ya usada… Cuando se logra elaborar cinco pociones distintas o tres iguales, cogemos una ficha de cuatro puntos, si se acaban esas fichas de bonificación, se acaba la partida. El que sume más puntos, gana. La gracia del juego está en cómo se consiguen los ingredientes con los que elaborar las pociones. Hay que coger una canica, provocando explosiones al chocar canicas del mismo color. Cuantas más explosiones, más canicas conseguiremos, casi como un candy crush. Hay expansiones para dotarlo de más jugabilidad, nuestra favorita es la que incorpora profesores que te favorecen o perjudican en función de cómo se desarrolle el juego.


Carcassonne ¡Qué decir de este clásico entre los clásicos! Losetas que se van colocando de una en una, recordando la región del sur de Francia del mismo nombre, al tiempo que ubicamos a nuestros trabajadores, para completar caminos, rodear monasterios, cerrar castillos controlar áreas abiertas. Yo no me canso de jugar a esta obra maestra de Klaus-Jürgen Wrede, que admite hasta cinco jugadores y cuyas partidas duran una media hora si vamos rapidito. LAs reglas se cazan al vuelo y tiene más enjundia de la que parece, por mucho que la suerte sea un factor importante del juego. Tiene una versión infantil para los más peques y variantes y expansiones para adultos de diferente tipo. Mi preferida es la de Cazadores y recolectores, ambientada en la Prehistoria.


X-Wing. Lo estamos jugando en una versión simplificada, porque los combates de naves de Star Wars tienen mucha tela para ponerse a ello a tope con niños. Pero con este juego, como con muchos otros, si queremos jugarlos en familia nada nos impide adaptarlos. Os aseguro que sus autores estarán encantados de ir creando afición aunque suponga aminorar la complejidad de la mecánica. En nuestro caso usamos las naves más sencillas, que se mueven y maniobran para alcanzar con sus disparos a sus oponentes, si es que los dados lo permiten. Si tenéis en casa pequeños (o grandes) aficionados a La guerra de las galaxias, es un acierto seguro. Nosotros hemos sacado del hangar las nuestras y las hemos quitado el polvo impulsados por la serie Clone Wars, que nos hemos puesto a ver juntos en Disney +. Las maquetas de las naves son preciosas, dignas de tenerlas más allá de jugarlas.

Love letter. Un juego de cartas muy ágil y bien pensado, igual que el Virus. Con un mínimo de dos jugadores y un máximo de cuatro, funciona con niños a partir de ocho años. Es fantástico para trabajar la atención, la concentración… y pasarlo bien en el proceso. El objetivo es ganar las suficientes rondas para acumular cinco cubos (o cartas de amor entregadas a la princesa Annette). El primero en lograrlo, gana. Para conseguirlo es necesario evitar que eliminen a nuestra princesa, si es que nos ha tocado a nosotros. La mecánica es muy sencilla. Se tiene siempre una carta en la mano, que representa a uno de los ocho distintos personajes con facultades diferentes. En nuestro turno robamos una nueva carta y elegimos cuál de las dos cartas jugar. También para calcular probabilidades y elaborar pequeñas estrategias Hay además facilidad para ‘tunearlo’ con los personajes que más nos gusten: Star Wars, Harry Potter… Las partidas (las que consisten en obtener los cinco cubos, no una mano suelta que puede ser rapidísima) no duran más de media hora.

La polilla tramposa, de Emely y Lukas, es otro juego de cartas que ocupa y cuesta poco y es muy divertido. La idea es hacer trampas, pero dentro de un orden, claro. No hay dados, no hay nada más que una baraja repleta de hormigas, arañas, mosquitos, cucarachas, polillas y una chinche guardiana (ya, bichos, ecks). Se reparten ocho cartas por jugador numeradas del uno al cinco y pinta una carta. Hay que colocar una que sea un número superior o inferior a la que hay descubierta. Si es un cinco puede ser un cuatro o un uno. Si es un uno puede ser un dos o un cinco. El objetivo es quedarse sin cartas y una manera prácticamente obligada de lograrlo es tirándolas o escondiéndolas. Eso sí, de una en una. Pero la carta de la polilla tramposa no se puede jugar, no puedes colocarla sobre la mesa para deshacerte de ella. La única opción que tienes es hacerla desaparecer sin que te pille el jugador que tiene la chinche guardiana. Si nos cazan con las manos en la masa, recuperaremos la carta tirada, el jugador que nos ha pillado nos entregará una carta de su mano y nos tocará ser la chinche a partir de ese momento. La gran ventaja de ser chinche es que, en ese caso, sí que podemos jugar las polillas con normalidad.

Catch the moon Uno de esos otros juegos que se explican en un pispás, que no ocupan mucho ni en su caja no desplegados y cuyas partidas son rápidas (unos quince minutos, puede que menos) y te dejan ganas de más. Un juego en el que niños y adultos pueden hacerlo igual de bien. Y además es muy bonito. Hay que llegar a la luna, para lograrlo empezamos con dos escaleras verticales, un dado que nos indicará que debemos hacer, unas lágrimas que marcarán nuestros derrumbes y un montón de escaleras con distintas formas. El dado indica si tenemos que colocar la escalera apoyada solo en una escalera de las que ya están puestas, en dos de ellas o de tal manera que acabe lo más arriba del todo. Y siempre hay que hacerlo con una mano. Al que se le caiga el universo inverosímil de escaleras, le toca una lágrima, porque “la luna espera ansiosa vuestra llegada, pero es muy sensible y derramará una lágrima al más mínimo contratiempo en vuestra escalada”. Y esas lágrimas son las que nos hacen perder. El juego de Fabien Riffaud y Juan Rodríguez, con Emmanuel Malin en la parte artística, ha sido editado por Asmodee y da para partidas de entre 10 y 20 minutos.


Takenoko. Otro juego muy bonito, probablemente el más cuqui de todos los que tenemos. A todos los niños les entra por los ojos. Mi hija lo empezó a jugar con siete años. Las partidas son rápidas, de tres cuartos de hora como mucho. Hablamos de un juego muy adictivo y bien pensado por Antoine Bauza. Tiene una mecánica lo suficientemente compleja como para satisfacer a jugadores adultos, pero sencilla de explicar, aprender y disfrutar por niños pequeños. La cuadratura del círculo. En el juego manejamos tres tipos diferentes de cartas de objetivo. En unas hay que dar gusto al jardinero del emperador y hacer crecer el bambú en la cantidad y color que nos exija cada carta; en las del panda hay que comer el bambú que se nos indique; en las de plantación hay que colocar e irrigar las losetas del color y formación correcta. Se van sumando puntos y gana el primero que consiga siete cartas de objetivo si juegan tres personas u ocho, si juegan los cuatro. Dos personas también pueden jugar, aunque no lo hemos probado. Para lograr nuestros objetivos tenemos tres acciones, dos que decidimos nosotros y una que viene marcada por un dado y vinculada a la climatología (viento que permite repetir la acción, sol para tener una acción más, lluvia que hace crecer el bambú…). Así iremos moviendo al insaciable panda para que coma, pondremos losetas, las irrigaremos para que pueda crecer el bambú, moveremos al jardinero, obtendremos mejoras (abono, pozos o cercas que impiden al panda glotón acercarse al bambú de esa loseta) o cogeremos nuevas cartas de objetivo. La expansión permite mover a la panda hasta el panda para que tengan un bebé, que dará dos puntos y una mejora.

Los pilares de la tierra. Julia lleva cuatro años, y tiene once ahora, jugando a este juego de gestión de recursos inspirado en la novela de Ken Follet. Es un juego creado por Michael Rieneck & Stefan Stadler editado por Devir ya bastante antiguo. Para cuatro jugadores, aunque hay una expansión que amplía ese número. El objetivo es acumular puntos de victoria, el que más tenga, gana. El número de turnos va marcado por la construcción de la catedral, que viene en piezas. Cada vez que concluye una ronda, se añade una parte. El turno comienza con cada jugador repartiendo a sus trabajadores entre el bosque, la cantera y la gravera para obtener los materiales con los que construir la catedral: piedra, madera o grava. Se lleva a cabo seleccionando cartas de recursos. En esta primera parte también se pueden contratar artesanos que convertirán esos materiales en otros, en puntos de victoria, dinero o ventajas. Si nos sobran peones (o estamos caninos de pasta), podemos mandarlos a la fábrica de lana para obtener dinero. La segunda parte del turno es la más extensa. Ahí nos centramos en el tablero y lo que hay que hacer es colocar nuestras tres piezas en las diferentes opciones que tenemos: el mercado para comprar o vender materiales, la corte del rey para evitarnos el lago de impuestos, para conseguir las cartas de los personajes que conocemos del libro con los que obtener ventajas, lograr directamente uno o dos puntos de victoria, asegurarnos del favor del prior Philips para que no nos afecten los eventos negativos… Hay que darle más que la media de los que he seleccionado al coco y puede ayudar a que nuestros niños, ya entrada la adolescencia, se animen con los libros. Partidas de una hora más o menos.

Funkoverse. Es un ‘protowargame’ según mi marido, lo cierto es que es estrategia de toda la vida de la de mover tus tropas sobre un tablero cuadriculado, simplificada, con el componente de suerte que dan las tiradas de dados y el aliciente de apoyarse en los mundos de Harry Potter y sus hechizos, o de Marvel y sus súperpoderes, o Parque Jurásico… y en los muñecos cabezones, que causan furor. La lógica dice que lo deben jugar dos personas enfrentadas, al modo del ajedrez, pero no cuesta nada dividirse por personajes. En casa mi hija y yo solemos mover a los buenos frente al pater familias que se coge a Voldemort y sus mortífagos. Es sencillo de explicar pero jugarlo bien entraña más dificultad de la que puede parecer. Y, opción divertida, nada impide enfrentar a magos y superhéroes.

Sagrada. Un juego de mesa abstracto como el estupendo, recomendable y precioso juego porcelánico que es Azul. Es imposible hablar de uno sin acordarse del otro. Sagrada permite hasta cuatro contendientes creando vidrieras, de diferente dificultad según cada uno elija, acumulando preciosos dados de colores. La dinámica de este juego de Daryl Andrews y Adrian Adamescu es sencilla: se lanzan en cada una de las diez rondas tantos dados como jugadores haya multiplicados por dos y sumando uno. Cada jugador acabará tomando dos dados en cada ronda que tendrá que colocar sin que coincidan ortogonalmente en número y color y cumpliendo con el diseño de la vidriera. Otro juego vistoso, inspirado en Gaudí y su Sagrada Familia, que además es rápido de explicar y de jugar, que requiere estar muy atento a las combinaciones de números y colores para cumplir con los objetivos, distintos en cada partida, y también obtener el mayor número de puntos posibles en nuestro color secreto. A partir de ocho o nueve años, si hablamos de niños jugones, puede gustarles. Una partida puede durar unos cuarenta minutos si somos rápidos.

Y estamos jugando o en proceso de jugar también a Saqueadores del mar del norte, Castles of Mad King Ludwig, Abracadabraqué, Mundodisco y Suburbia, con una versión simplificada. Hay todo un mundo de juegos a descubrir. Tras el enlace tenéis las recomendaciones para jugar en familia de diez expertos a los que consulté, entre los que destacan juegos como El frutalito, Monster Chase, Monza, Dixit, Dobble, El laberinto mágico, Story Cubes, La escalera encantada o Fantasma Blitz.

Hay todo un mundo más allá de Parchís, Monopoly, el Trivial, el Stratego o el Risk.



¿Cuáles son vuestros favoritos?

‘La búsqueda de la felicidad’, un juego de mesa con el que aprender que nada tiene más valor que el tiempo

Este verano hemos disfrutado de numerosas partidas a un buen puñado de juegos de mesa con mi hija de diez años. Un disfrute que continúa durante este arranque de curso. Ayer mismo, sin ir más lejos, fue a lo que más nos dedicamos. El mal tiempo invita a ello.

Uno de los títulos que más hemos jugado estas últimas semanas es La búsqueda de la felicidad, de David Chircop y Adrian Abela.

Fue mi santo el que lo descubrió y pensó que podría ser interesante para jugar con niños. Llegó un día hablando de un juego en el que tenías que vivir una vida con el objetivo de ser feliz, estudiando, teniendo hobbies, trabajando para conseguir dinero con el que poder comprar cosas, encontrando una pareja, etc.

Hemos podido constatar que, efectivamente, puede tener buenas enseñanzas para los niños. La más importante es que lo más valioso que tenemos, es nuestro tiempo. Nuestras acciones están designadas por el número de relojes de arena que tenemos, que disminuyen cuando llegamos a la ancianidad hasta terminar muriendo.

Tener una pareja consume mucho tiempo. También las aficiones (que suelen ser individuales pero también en algunos casos grupales para todos los jugadores) y la formación. El trabajo, por supuesto, gasta muchos relojes de arena, sobre todo si ascendemos. Ganaremos más, pero tendremos menos tiempo para otras actividades o nuestra familia.


Gestionamos nuestro tiempo, nuestro dinero, pero también otros conceptos: el conocimiento, la sociabilidad y el ingenio. Los distintos aprendizajes, oficios y parejas requerirán que tengamos más de unas características que de otras. Y hay aficiones, compras y parejas que nos procurarán también estos tres conceptos.

Es un juego que tiene mucho sentido del humor. Si escoges como afición la equitación, empiezas montando en pony y acabas en unicornio. Si haces artes marciales, el último nivel es ninja.

Es divertido además ver en qué nos estamos convirtiendo: un profesor aficionado a los juegos de mesa que va a concursos de la tele y tiene una tartana como coche; un crítico de arte con una pareja que buscaba en él sus conocimientos que escribe poesía y colecciona sellos; un cirujano sin pareja que escribe novelas y que no para de comprar cosas.

En La búsqueda de la felicidad Nuestro enemigo es el estrés. Forzarnos a alcanzar más de lo saludable acortará nuestra vida. Hay aficiones, no obstante, que la alargarán, como comer sano o correr maratones. Al principio nos hará un poco infelices, pero a la larga merecerá la pena.

Al final la felicidad es lo que cuenta. Ganará aquel que haya muerto siendo más feliz, no aquel que lo haga más tarde.

El juego de Artipia es una puerta abierta a muchas reflexiones, muchas conversaciones con nuestros hijos mientras o tras jugarlo. La necesidad de estudiar, de elegir bien tu camino, de aprovechar el tiempo… Es una idea estupenda, que desgraciadamente no se ha traducido en un juego sobresaliente. Sí notable. Coincido con el 7,3 que tiene adjudicado en la BGG.

Por ejemplo, el sistema de jubilación es mejorable. Alcanzar la jubilación es algo muy poderoso porque aunque se reducen tus ingresos vuelves a disponer de tanto tiempo como en la adolescencia al mismo tiempo que tienes unos ingresos asegurados. El problema es que es obligado a ascender en tu trabajo para llegar a ese retiro. Hay tres niveles en distintas rutas laborales, científicas, artísticas y sociales. Si quieres jubilarte, aunque tengas los requisitos necesarios, estas vendido a que salgan las cartas que te lo permitan y eso es fácil que no pase. Jubilarse es demasiado complejo. Y poco realista que requiera del obligado ascenso.

Tras varias partidas nuestra impresión también es que tener pareja no es algo que compense especialmente. El juego invita a la soltería o a buscar pareja en el ocaso de la vida, porque el tiempo que consume no se traduce en demasiados beneficios.

Permite hasta cuatro jugadores y cada partida, una vez ya sabemos jugar, dura en torno a una hora. Está recomendado para mayores de doce años, pero niños más pequeños que tengan el suficiente interés pueden jugarlo perfectamente. Ya os he contado alguna vez que la edad recomendada de las cajas es solo orientativa. Se puede encontrar por algo menos de 50 euros.

Ludo Ergo Sum, unas jornadas solidarias dedicadas a los juegos de mesa y de rol

Este fin de semana (viernes tarde, sábado y domingo), tienen lugar las jornadas Ludo Ergo Sum (LES) en Madrid. Una cita clásica para los aficionados a los juegos de mesa y de rol que se repite cada mes de septiembre. En este caso en un nuevo emplazamiento, en La Nave de Villaverde.

Nosotros vamos sin falta desde hace varios años. Un día del fin de semana está dedicado por completo a las LES. Vamos con Julia, que ahora tiene diez años, y allí coincidimos con amigos y familia que van con sus hijos. El sábado o el domingo pasan volando descubriendo nuevos juegos de mesa y jugando al rol, en las partidas que allí se organizan, para niños y mayores.

Son solidarias porque a sus organizadores, a los voluntarios de camiseta naranja, lo que les mueve es la pasión por difundir y disfrutar de este tipo de entretenimientos y también porque buscan recaudar recursos para el Banco de Alimentos. La entrada es gratuita (mejor inscribirse desde su web previamente que en el momento) pero solicitan que llevemos al menos un kilo de comida para donar. Y organizan un mercadillo solidario al que podemos llevar juegos y también comprarlos a buen precio.

Y hay mucho más, siempre hay charlas y actividades paralelas recomendables, tiendas con todo tipo de productos relacionados con estas aficiones y otras aledañas, un bar con cosas ricas y baratas, torneos, miniaturas, etc.

Este año me ha llamado la atención El juego de la ciencia, una mesa redonda con científicos, divulgadores, autores de juegos y docentes (hay mucho profe en las LES), una yincana y una zona de demostración de juegos de mesa con base en la ciencia.

Y también este concurso infantil de creación de juegos:

En definitiva, es un fantástico plan familiar si estáis por Madrid. Os animo a acercaros a conocer juegos de mesa y a disfrutar de alguna partida de rol en un ambiente sano y constructivo. En la web oficial tenéis más información.

Hay que acercarse a vivir las LES sin prisas para entender todo lo que son y nos pueden aportar.

Y termino dejándoos un par de lecturas sobre la diversión y los beneficios para los niños de los juegos de mesa y de rol.

Las fotos usadas en este post son de la web de las LES.

‘Saboteur’, ‘Hombres Lobo de Castronegro’ y ‘Secret Voldemort’, tres juegos de roles ocultos divertidos, fáciles y para multitudes

No son ninguna novedad, ni mucho menos. Son juegos de mesa (de cartas) veteranos (al menos los dos primeros, el tercero tiene sus particularidades) que si resisten en las estanterías de las tiendas especializadas es por algo. Son fáciles de entender, rápidos de jugar, baratos, abultan poco y las risas con ellos están aseguradas.

Tienen además en común que todos son juegos de roles ocultos, muy sociales y abiertos a la interpretación. La carta que te reparten indica quien eres, tal vez un hambriento hombre lobo, tal vez un minero boicoteador, tal vez un nazi (o un mortífago, en la versión que nosotros jugamos de Secret Hitler, que es Secret Voldemort).

Los hemos puesto a prueba con niños de unos siete u ocho años, abuelos y personas completamente ajenas al universo de los juegos de mesa, y siempre funcionan.

Me atrevo a decir que los dos primeros son imprescindibles en hogares en los que se reúnan muchos dispuestos a pasarlo bien juntos un rato ante una mesa. También si nos vamos de vacaciones en amplia compañía. Y el tercero es más que recomendable también.

Hombres Lobo de Castro Negro es una sencilla baraja de cartas, para el que hay ampliaciones, y que podemos adaptar a nuestro gusto con un buen puñado de personajes. Requiere al menos ocho jugadores (admite hasta 18) y un narrador, que indica cuando llega la noche y toca cerrar los ojos para permitir a los hombres lobo salir de cacería (o a Cupido para unir corazones, o a la la vidente o la bruja para intentar contrarrestar a los malvados), haciendo avanzar el juego. De día todo el pueblo debe ponerse de acuerdo para linchar a un sospechoso de ser hombre lobo, con el voto doble de un alcalde elegido democráticamente. Ganan los lobos si al menos uno de ellos queda en pie tras haber devorado a todos los aldeanos. Pierden si caen derrotados. Si jugamos con Cupido, que no es obligatorio, también pueden ganar los enamorados que designe si son ellos los que quedan en pie, aunque sean un aldeano y un licántropo.

A los hombres lobos los edita en España Asmodee y cuesta unos diez euros. Fue diseñado por Dimitry Davidoff, Philippe des Pallières y Hervé Marly e ilustrado por Alexios. Reconozco que lo único que me gusta poco del juego son precisamente las ilustraciones. Cosa de gustos. Y así como truquillo, con una baraja convencional o papelitos se puede también jugar, aunque siempre es de recibo comprar el juego si probamos y nos gusta.

Saboteur es otro clásico familiar. Otra baraja de cartas que, al contrario que con los hombres lobo, sí que habrá que desplegar sobre la mesa. Permite de tres a diez jugadores, cuyo objetivo será construir túneles poniendo cartas hasta llegar a la pepita de oro si son buenos enanitos mineros. Si son saboteadores su objetivo es boicotear sus esfuerzos colocándoles galerías truncadas y propiciando derrumbes. Las cartas que rompen y arreglan picos, luces y carros servirán de armas a ambos bandos. El problema, y lo divertido, es que no siempre está claro quién está en qué bando.

La idea es jugar tres partidas y gana el jugador que acumule más pepitas. Los saboteadores, por ser siempre menos, es fácil que obtengan más oro al ganar una ronda.

Este juego, un éxito mundial incontestable con continuaciones del belga Frederic Moyersoen, tiene un precio similar. Se puede encontrar por unos diez u once euros.

Vamos por último con Secret Hitler, aunque ya os comenté que en nuestra casa es la adaptación Secret Voldemort porque preferimos tirar del universo de Harry Potter. Cuesta el doble que los dos anteriores, cuesta algo más encontrarlo (aunque internet todo lo puede) y recuerda más al primero de ellos.

Permite de cinco a diez jugadores y divide a todos ellos en dos grupos secretos, que en la versión original, ambientada en la Alemania de los años 30, son liberales y fascistas (más de los primeros que de los segundos, entre los que se encuentra Hitler al que deben encumbrar como líder).

Los creadores de este juego, nacido de Kickstarter, son Mike Boxleiter (fan como yo de Band of brothers, la serie de Spielberg de la Segunda Guerra Mundial), Max Temkin y Tommy Maranges.

Es una pena que el éxito internacional que tuvo no se replicara en España. El juego lo merece.

Su versión Harry Potter, más apto para ser un juego familiar, requiere tirar de manualidades (también pueden llevarse a cabo en familia). Aquí podéis echar un ojo a cómo es:

‘Wingspan’, un buen juego de mesa familiar con las aves como protagonistas

Hace ya demasiado que no recomendaba por aquí un juego de mesa, iba tocando. Los que me seguís ya sabéis que solo asomo los juegos que disfrutamos jugando en familia tras bastantes partidas. Me importa poco que sean estrenos o ya veteranos.

En este caso se trata de un juego que lleva muy pocas semanas en España: Wingspan, creado por Elizabeth Hargrave y que ha editado en España Maldito Games con un precio de venta recomendado de 55 euros.

Wingspan nos entró a todos por los ojos nada más ponerle la vista encima. Es un juego muy bonito, muy bien acabado, con su torre de avistamiento que es torre de dados, sus huevitos de colores y sus coloridas cartas. Y a mí, que soy una enamorada de todo tipo de animales, me ganó ya antes de ponernos a jugarlo por su temática.

Es un juego que permite conocer mejor las aves, todo tipo de aves. Las tarjetas, con preciosas ilustraciones de Natalia Rojas, Ana María Martínez Jaramillo y Beth Sobel, nos enseñan, en líneas muy generales eso sí, su tipo de hábitat, de anidamiento, alimentación, tamaño, nombre común y científico, presencia en el mundo y alguna curiosidad.

Las cartas también incluyen las diferentes acciones de cada ave. Algunas, normalmente las que más puntos otorgan al final de la partida, no tienen ninguna. Las hay cuyas acciones se ejecutan una única vez al ponerlas en juego y otras que nos logran alguna ventaja cuando el adversario hace algo en concreto, como poner huevos o colocar aves en la zona boscosa. La mayoría tienen acciones que decidimos nosotros activar. Y son acciones consecuentes con el tipo de ave y su comportamiento en libertad.

Es decir, que Wingspan tiene el mérito añadido de ser una forma de aprender jugando sobre la fauna que nos rodea. O que nos rodearía si viviésemos en Norteamérica. Aunque hay aves que se pueden ver en Europa, lo cierto es que el juego está protagonizado por las especies del continente americano. Ojalá hubiera una versión, tal vez una expansión, con aquellas con las que convivimos en España.

¿Con qué edad podemos jugar con nuestros niños? En la caja recomiendan a partir de diez años y no están mal encaminados. No obstante, con niños jugones, que estén acostumbrados desde pequeños a los juegos de mesa, puede ser fácilmente un par de años antes.

Uno de los motivos por los que es un buen juego familiar, para sentarse con los niños, es que no es largo en absoluto. Que nadie espere dos horas de partida. En cuanto se juega una o dos veces se adquiere agilidad y en media hora o cuarenta minutos se pueden culminar sus cuatro rondas.

No es un juego complejo (al menos de jugar, para ganar ya es otra historia) y la mecánica, en la que combinando combinaciones de cartas y algo de gestión de recursos, está muy bien pensada. Empezamos con ocho acciones y vamos teniendo una menos a cada turno que pasa.

En este vídeo se explica pormenorizadamente cómo se juega:

Que nadie espere, eso sí, un juego con el que chincharse unos a otros. No está pensado para poner zancadillas a otros jugadores sino para desarrollar tu estrategia confiando en que la suerte esté de tu lado. Un factor suerte viene de la mano de los cinco dados que designan el tipo de alimento que hay disponible y permite colocar aves en nuestro cuaderno de campo y de las distintas aves que vayan saliendo.

El juego está muy equilibrado. Hay distintas vías para obtener puntos y las misiones iniciales no son necesariamente la que más destacan en este sentido.

Al final del juego se puntúa por el número de huevos que tengamos sobre nuestros pájaros, los puntos de las distintas aves que hayamos avistado (qué estén en nuestro cartón), las misiones de cada ronda, las misiones ocultas por nuestra profesión, el número de alimentos en las aves (hay pájaros que acumulan comida, como en la vida real) y de cartas bajo otras de ellas (las que se alimentan de otras aves).

Pueden jugar de una a cinco personas. El modo de juego en solitario, que se desarrolla con la ayuda de unas tarjetas, no lo hemos probado. Con dos y tres personas sí y se desarrolla perfectamente. Nos queda también la duda de cómo sería con cinco, si se resentiría en algo. No me da la impresión.

‘La polilla tramposa’, el juego de cartas que permite a los niños (y a los mayores) divertirse haciendo trampas

Como familia aficionada a los juegos de mesa que somos, era lógico esperar que el pasado sábado, por el décimo cumpleaños de mi hija, le regalasen algún juego. Este año han sido dos, ambos del tipo pequeño, de esos que puedes llevar en el bolso y que te permite pasarlo bien en casa pero también en vacaciones o durante cualquier tiempo de espera.

Uno ha sido Torre de gatos, de Tranjis Games (los mismos de ese exitazo que es Virus). Un juego de lo más cuco del que ya os hablaré en un futuro.

 

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Atención a la cucada que es #torredegatos, uno de los regalos de cumpleaños que recibió Julia. Ya os hablare de este #juegodecartas de @tranjisgames en el blog.

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Hoy os quiero recomendar el otro, La polilla tramposa, de Emely y Lukas Brand y editado por Devir. no es ninguna novedad (apareció en 2012), pero ya sabéis que eso no me guía en mis recomendaciones, sólo que el juego nos haya gustado en casa de verdad.

Es, en realidad, un juego de cartas. No hay dados, no hay nada más que una baraja repleta de hormigas, arañas, mosquitos, cucarachas, polillas y una chinche guardiana (ya, bichos, ecks). Y las ilustraciones están bien, son correctas, pero no tiene ni de lejos el componente cuqui de Torre de gatos. Por eso el primero que probamos fue el de los gatitos de grandes ojos que nos gustó. Pero al que acabamos jugando partida tras partida media tarde y entre risas fue a la feúcha polilla.

Se reparten ocho cartas por jugador numeradas del uno al cinco y pinta una carta. Hay que colocar una que sea un número superior o inferior a la que hay descubierta. Si es un cinco puede ser un cuatro o un uno. Si es un uno puede ser un dos o un cinco. El objetivo es quedarse sin cartas y una manera prácticamente obligada de lograrlo es tirándolas o escondiéndolas. Eso sí, de una en una.

La gracia que tiene el juego es que invita a hacer trampas. Y decía que el juego obliga a ello porque la carta de la polilla tramposa no se puede jugar, no puedes colocarla sobre la mesa para deshacerte de ella. La única opción que tienes es hacerla desaparecer sin que te pille el jugador que tiene la chinche guardiana. Si nos cazan con las manos en la masa, recuperaremos la carta tirada, el jugador que nos ha pillado nos entregará una carta de su mano y nos tocará ser la chinche a partir de ese momento. La gran ventaja de ser chinche es que, en ese caso, sí que podemos jugar las polillas con normalidad.



La mecánica es extremadamente fácil.
Tanto que niños de a partir de unos seis años pueden jugar sin problemas. Tanto que es el típico juego que los niños pueden disfrutar sin un adulto delante, como sucede con el Virus o el Uno, al que también recuerda.

Vayamos a los bichos que os mencioné antes. Hay una mayoría de cartas neutras (20 de 72) que simplemente se juegan con normalidad (o de las que nos deshacemos haciendo trampas). También bastantes que implican jugadas especiales. La hormiga obliga al resto de jugadores a coger una carta del mazo, la cucaracha permite colocar inmediatamente otra carta con el mismo número encima a cualquier jugador, la araña permite al jugador que la ha depositado señalar a un jugador que tendrá que coger una carta y si alguien deja un mosquito hay que correr a poner la mano encima, el último en hacerlo recibirá una carta de la mano del resto de jugadores.

Las tres palabras que lo definirían serían sencillo, portátil y divertido.

Se nota bastante el salto de tres a cuatro personas jugando. Y me refiero a que se nota para bien. Con cuatro jugadores la atención de la polilla está dividida y las risas arrecian. Con tres funciona muy bien pero es un poquito menos divertido. Con dos no funciona. Con más de cuatro no lo he probado pero creo que funcionará bien, aunque la chinche va a sentirse tal vez algo sola ante el peligro.

Se puede encontrar por unos doce euros.

‘El monstruo de colores’, el cuento para conocer y desenredar emociones ahora es un juego de mesa para toda la familia

Hay unos cuantos cuentos infantiles que son auténticos best sellers por mérito propio. Es prácticamente imposible no estar inmerso en el universo infantil y no conocerlos y apreciarlos. Uno de esos libros ilustrados, recomendado hasta la saciedad y presente en muchos centros educativos y hogares con niños, es El monstruo de colores.

Los niños, a partir de los dos o tres años, necesitan aprender a reconocer y gestionar unas emociones que, con frecuencia, les abruman. Les sucede igual que al monstruo protagonista del cuento, que es un buen instrumento para ayudar en este necesario proceso madurativo.

Tras su éxito ha habido más libros de diferente tipo protagonizados por este simpático monstruo, muñecos, y hace poco (en noviembre) llegó un juego de mesa cooperativo de la mano de Devir y firmado por la misma autora del libro original, Anna Llenas, y también por Josep M.Allué y Dani Gómez.

Hemos podido probarlo y nos ha gustado mucho. Tiene una mecánica sencillísima; tan sencillas son sus reglas que si hay por casa un niño que tiene a partir de seis o siete años, me parece buena idea animarle a que sea él el que lea las instrucciones y las explique a los demás.

Las resumo: hay un tablero en el que están representados, con áreas de colores, las distintas emociones: alegría, enfado, tristeza, calma y amor. En cada zona hay una ficha que representa ese sentimiento del monstruo. Hay que ir tirando un dado que nos permitirá ir desplazándonos con la figura del monstruo una o dos casilla. Al llegar a una zona concreta siempre hay que contar algo, una experiencia, situación, objeto, persona… que nos inspire ese sentimiento. Si en esa zona había una ficha, hay que elegir el frasco en el que colocarla, practicando la memoria para dar con el color correcto. Si acertamos, ya la dejamos girada y colocada. Si el frasco es de otro color, la volvemos a dejar en su zona. Si damos con un frasco de revoltijo lo dejamos girado y acumular tres revoltijos a la vista implica perder. En el dado también hay una opción que nos permite ir a cualquier zona que queramos y otra que nos permite mover a la niña. Si niña y monstruo se encuentran en una misma área, podemos anular un revoltijo.

También hay un

Lo importante aquí no es el reto cognitivo que suponga, sino lograr una experiencia de juego bonita y constructiva, hablando de sentimientos, que es algo que no siempre resulta fácil (no solo a los niños, también a muchos adultos), y que hacemos con menos frecuencia de lo que deberíamos. Solo por eso, ya tiene un gran valor.

Es además un juego que permite que nos conozcamos mejor, a los demás y a nosotros mismos, porque pensar en lo que nos hace sentir calma, cariño, felicidad, rabia o tristeza, supone un sano ejercicio de reflexión a cualquier edad.

Es eminentemente un juego para niños, el tamaño y manejabilidad de sus elementos lo proclama. También lo hace el hecho de que las partidas son muy cortas. En unos diez minutos podemos haber logrado colocar cada sentimiento en su frasco. Y para niños muy pequeños. Está recomendado para niños a partir de cuatro apos, pero con tres años los habrá que ya pueden estar lanzando el dado. No obstante, creo que puede ser un bonito juego para las sobremesas familiares, involucrando también a abuelos y bisabuelos en la diversión.

Y es un juego que no alienta la competición. Como ya apunté, es cooperativo. Es entre todos cómo hay que ayudar al monstruo, lo que también es un valor. Sé que los juegos cooperativos son los menos, que la gente a veces no se siente motivada si no existe la opción de ganar y perder, pero yo confieso que disfruto mucho con este tipo de juegos y me parecen especialmente interesantes con niños. Algunos de nuestros pequeños son demasiado competitivos, cooperar jugando puede beneficiarles.

Con dos jugadores funciona bien y admite hasta cinco. Aunque habiéndolo probado, si son seis o siete tampoco va a ser un problema y nada impide jugar por equipos. Los juegos están para ‘hackearlos’ siempre que el objetivo sea disfrutarlos.

En las aulas puede ser un excelente instrumento. Se puede encontrar por unos treinta euros y no es imprescindible conocer el cuento en el que se ha inspirado. En las instrucciones incluye una pequeña guía con recomendaciones para ahondar sobre los sentimientos que aparecen mientras jugamos o para animar a los peques a expresar sus emociones.

‘Familiarizados’, un juego de mesa para dedicar la sobremesa a conocernos mejor

Tal vez, a la altura de diciembre a la que estamos, ya hayáis visto este vídeo de Ikea que anima a dejar móviles y redes sociales a un lado durante estas fiestas y hablar entre nosotros, conocernos, compartir anécdotas, recuerdos y gustos, que las típicas sobremesas interminables españolas están en riesgo de desaparecer de la mano de la conectividad.

El hashtag asociado a la campaña es #DesconectaParaConectar. Y sí, ya sé que hay un interés comercial detrás, pero eso no quita que el mensaje sea acertado.

La mayoría de los comensales, aunque conocen muy bien los detalles de personajes digitales, paradójicamente desconocen muchos aspectos importantes de la vida de los seres queridos con los que conviven cada día. El mensaje que se quiere trasladar es que los que no acierten en realidad lo que pierden no es el juego, son todas esas conversaciones y momentos que dejan de vivir y disfrutar por estar excesivamente conectados.

“Con esta campaña queremos invitar a la gente a hacer un uso racional y responsable del móvil y las RRSS, y a que se desconecten de ese mundo virtual y se conecten con los seres queridos que tienen cerca. Seguro que con esa conexión van a disfrutar mucho más de las celebraciones navideñas en sus casas”. Afirma Laura Durán, directora de marketing de IKEA.

Como parte de la campaña, la empresa encargó y editó un juego de mesa llamado Familiarizados. Un juego que no se vende, pero que estará disponible mientras haya unidades para los socios de Ikea Family, empleados y unas pocas personas más.

Uno de ellos acabó en mis manos. Tenía que probarlo siendo un juego de mesa, que ya sabéis que es una de nuestras ocupaciones favoritas en familia.

Lo hemos sacado en un par de sobremesas familiares, con abuelos, tíos y sobrinos, y ha sido un éxito. No todo el mundo está dispuesto a jugar a juegos de mesa convencionales, a aprender reglas y aplicarlas pudiendo estar de charla con un café, pero este juego consiste precisamente en charles y reírse.

Permite hasta ocho jugadores, aunque nada impide si somos más descartar jugarlo de manera individual y hacer parejas o grupos. La mecánica, inspirada en la de un trivial, no puede ser más simple: colocamos nuestros móviles dentro de la caja cerrada y nuestras fichas en la casilla que más nos plazca y vamos tirando dados empezando por el jugador más joven. Podremos caer en casillas de cuatro tipos, que corresponden con cuatro cartas diferentes. Algunas son para contestar individualmente, otras para contestar todos.

En una de ellas, a la de tres, señalar a la vez a la persona que creemos que corresponde lo que dice la tarjeta, como quien ha estado en más países o quién lleva más cosas en los bolsillos. En otra roca contarnos una anécdota sobre otra persona, pero la tarjeta indica que esa anécdota debió tener lugar en un supermercado o un avión. Otra consiste en lanzar una pregunta aplicable a una persona tipo si le gusta más ser jefe o tener jefe o si viviera en el campo preferiría ser pastor o agricultor. Todo el mundo, incluida la persona a la que se dirige la pregunta, levanta al mismo tiempo la tarjeta con la A o la B que responde dicha pregunta. La última es contestar a una pregunta sobre una persona, del tipo ¿a qué país le gustaría viajar?.

Se puede saber o se puede adivinar. El objetivo es ir consiguiendo las fichas de todos los demás jugadores, igual Sur en trivial hay que lograr todos los que sitos. El primero que logre todas, gana. Si hay empate, gana el más joven, que como bien decía mi hija de nueve años tenía desventaja porque había tenido menos años para conocernos.

Y como colofón, toca reírse haciendo el tonto. Al comienzo de la partida todos los jugadores han tenido que escribir previamente en un papel algo fácilmente realizable, como saltar a la pata coja , contar un chiste, darle un abrazo al perro o cantar un villancico. Aquel que ha ganado abre todos los papeles y elige lo que hacer. Tras él, van haciendo todos los demás lo mismo en orden hasta que se llega al último, que tendrá que hacer lo que nadie ha querido.

Nosotros volveremos a jugarlo estas fiestas. Y sería estupendo que Ikea se plantease editar más, incluso venderlos a un precio moderado. Es un juego sencillo y que está muy bien. Para que fuera redondo solo habría que explicar algo mejor algunas reglas, que nosotros hemos al final adaptado algunos aspectos que no nos quedaban claros, como a quien se dirigía alguna pregunta, quién tenía que contestar o cómo se iban obteniendo las fichas de los demás.

En cualquier caso, Ikea acaba de lanzar una versión digital disponible de forma gratuita para todo el que lo desee. “A esta versión digital se accede través de un link que para poder abrirse pedirá al usuario que ponga su móvil en modo avión, para asegurar de ese modo la desconexión y evitar interrupciones”.

Al ser fácilmente jugable desde el móvil puede ser un buen recurso para jugar sin necesidad de ir con la caja bajo el brazo a todas horas.

Keltis, un cinquillo elevado a juego de mesa que funciona muy bien con niños

Cuando era pequeña jugaba mucho al cinquillo con mis abuelos y mis padres, sobre todo con los primeros. También con primos y amigos. Era un juego de cartas rápido, fácil de explicar, me parecía divertido ir construyendo una escalera de cada palo.

Keltis, el juego de mesa que os recomiendo hoy, es un cinquillo que ha ido a la universidad y se ha sacado el doctorado. Comparte con él la facilidad en entender las reglas y la agilidad. Es inevitable que cada vez que lo juguemos recuerde las partidas con mis abuelos, por eso tal vez le tenga especial cariño.

Pese a ser ganador de bastantes premios cuando salió a la venta hace una década (entre ellos el de mejor juego en Alemania), pese a tener como autor a uno de los creadores de juegos más afamados, Reiner Knizia, sé que a muchos adultos que han probado este juego les parece algo soso, creen que le falta enjundia. De hecho la puntuación que tiene en Boardgamegeek.com no es muy alta, 6,4 de 10. Y probablemente tengan razón; fue un juego hijo de su tiempo cuya mecánica está menos de moda hoy día e incluso pueda parecer superada, pero creo sinceramente que a día de hoy se ha convertido en un juego familiar muy recomendable.

Su sencillez y el hecho de que las partidas apenas duren menos de media hora, lo hacen muy apropiado con niños. Es cierto que la inspiración celta, les puede saber a poco comparada con la belleza de otros buenos juegos que he asomado por aquí como el Kanagawa, el Drum Roll o el Takenoko, que les entran por los ojos antes incluso de abrir la caja, algo que es importante con los niños. Pero siempre es posible añadirle magia. Por ejemplo, contándoles que somos druidas que tienen que aprender a manejar los cinco elementos y que las piedras que vamos encontrando secretos mágicos.

Lo recomiendan a partir de diez años, pero por mi experiencia niños de seis años ya pueden jugar sin problemas con él, a poco que pongan interés y sean capaces de quedarse sentados media hora.

Primo hermano de Lost Cities, tiene un tablero en el que hay cinco caminos de diferentes colores a escalar. En ese camino hay piedras que el primero que las alcance, se quedará. Algunas permiten seguir avanzando, otras dan puntos, también las hay que esconden unas piedras verdes que nos darán puntos (o nos los quitarán si no conseguimos los suficientes).

A cada jugador (el juego admite cuatro) se le reparten ocho cartas en las que aparecen representados los mismos colores que en el tablero y numeradas del cero al nueve. Para mover nuestras fichas tenemos que ir bajando ante nosotros la escalera de ese color, que puede ser ascendente o descendente, saltar números o repetirlos. Cuando soltamos una carta, recogemos otra del mazo o de los descartes.

Podemos intentar escalar todos los palos o centrarnos en unos pocos. Una de nuestras fichas, la más grande, puntúa doble. Para bien y para mal, porque empezar una ruta y quedarse demasiado abajo supone perder puntos.

De verdad, más sencillo imposible y matemáticamente bien pensado. Es muy dependiente de la suerte, de las cartas que lleguen a nuestras manos, pero también requiere planificación y la capacidad de tomar ciertas decisiones estratégicas.

Se puede encontrar por menos de 30 euros, aunque puede costar un poco dar con él. Y hay una versión de viaje a menos de diez que tengo pendiente de probar.

Juegos de mesa rápidos que apenas ocupan espacio y vienen muy bien con niños

Hay juegos de mesa, de cartas, que apenas ocupan espacio, de mecánicas sencillas que se explican en un pispás, que se pueden llevar en el bolso para sacar en cualquier momento. Ideales para entretener a adultos cuando hay poco tiempo por delante y también a niños.

Los aficionados a los  juegos de mesa llaman fillers a los juegos rápidos de pillar y poca duración, vocablo inglés de regular traducción en este caso. ¿Rellenadores?

Con los niños, además de divertidos y de permitir entretenerse en compañía estos días de tanto matatiempos solitarios, son útiles para trabajar la atención, las competencias lingüísticas, el cálculo mental, el pensamiento abstracto…

Nunca me cansaré de ponderar las ventajas (demostradas) de los juegos de mesa (y de rol) con niños y adolescentes, pero en concreto este tipo de juegos son especialmente recomendable para los neófitos de los juegos de mesa, para los adultos poco dispuestos o con poco tiempo para empollarse las reglas de los juegos más complejos.

Son divertimentos baratos y portátiles que además, en estas fechas de mucho viaje, de llevar a destinos en los que compartir tiempo juntos, pueden venir muy bien.

Os cuento cuales creo que destacan, todos recomendables, aunque en cada casa pueden gustar más unos que otros.

El rey de estos juegos yo diría que es el Dobble, una latita minúscula y versátil de la que han sacado ya varias versiones, incluyendo una resistente al agua y otra infantil, pero mi recomendación es apostar por el original. He visto niños de tres años jugando al Dobble clásico sin problemas.

Permite cinco juegos distintos, y nada impide inventar los propios. Es un éxito tal que han salido bastantes imitaciones fácilmente identificables, pero sí ya se tiene Dobble no son precisos otros juegos similares. Y si no se tiene ninguno, mejor tirar de éste.

Nuestro favorito es Love Letter. El pasado verano fue el juego que más disfrutamos con nuestra hija y hemos seguido jugándolo todo el año. Un juego de cartas a varias partidas del que ya os hablé largo y tendido.

Es posible además construir con nuestros hijos y un poco de maña en Photoshop las versiones que mas nos gusten con nuestros personajes favoritos. También hay disponibles adaptaciones para descargar, imprimir y plastificar basadas en las licencias más conocidas. Nosotros tenemos el original, una versión de Star Wars y tenemos pendiente crear otra inspirada en Haikyuu.

Al que más hemos jugado, y se nota por su estado, es a otro juego de cartas: Virus. No hay niño que conozca que haya probado a reunir los cuatro órganos del cuerpo humano esquivando viras a base de vacunas y lanzándoselos a otros que no haya disfrutado. Adultos y niños también juegan equiparados en este juego.

También es altamente recomendable Story Cubes, dados de los que también hay múltiples versiones y que permite crear historias. Una manera maravillosa de escurrir la imaginación y las capacidades lingüísticas.

Otro juego que permite salirse del guión. Se puede jugar con estos dados a las imitaciones, a descubrir que nos quiere decir el otro… Sé de quien lo usa para encontrar inspiración y dibujar o sacar temas de conversación.

Ya abultando un poco más está el Patchwork. A mi marido le entusiasma, confieso que a mí no tanto pero es incuestionable que se trata de un gran juego. La cosa es ir consiguiendo botones a base de poner piezas que recuerda a un tetris, uno especialmente geométrico, matemáticamente estratégico.

Siendo objetivos, la única pega que le encuentro para este listado que piensa más en niños y en entretenimiento familiar es que solo permite dos jugadores y que se nota mucho la diferencia de nivel entre niños menores de unos doce años y adultos. También que el bolso tiene que ser un poco más grande.

Yo prefiero La Colmena, una suerte de juego de damas hexagonal protagonizado por insectos que se mueven de diferente manera. Fácil y al mismo tiempo con más enjundia de que que parece (por eso es a partir de unos ocho o nueve años) y que permite que jueguen más de dos personas.

Su único posible inconveniente es que la colmena a veces requiere un poco de espacio dependiendo de cómo se despliegue. La bandeja de un avión no es bastante, con la mesa de un AVE sobra sitio. Por eso probablemente hayan sacado una versión aún más pequeña.

Hay más por supuesto: Port Royale es otro juego de cartas al que jugamos mucho hace dos años, en Normandía, Sushi Go, la versión de dados de Bang (el Bang original ocupa algo más y también lleva un poco más de tiempo jugarlo pero se podría considerar otro filler), el cooperativo Código Secreto, Los hombres lobo de Castronegro, Hanabi, Famiglia (otro al que le dimos mucho tute), Jaipur

¿Cuáles son vuestros favoritos entre este tipo de juegos y por qué motivo?