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‘Elefante y Miguel’, un cuento para aprender a querer bien, a respetar la felicidad ajena (y contrario a los circos con animales)

Un precioso cuento ha nacido de un post que apareció publicado en este blog. Un post que a su vez nació de otro hermoso cuento. Un juego de muñecas rusas literario y con el propósito de contribuir a hacer de este mundo un lugar un poquito más justo para todos, también para los animales.

El post lo publiqué en diciembre de 2015, se titulaba Carta de una madre al colegio de su hijo por organizar una excursión a un circo con animales y empezaba así:

Ayer estuve con María José Rodríguez en la presentación de Galguiel precioso cuento que ha hecho junto al ilustrador Andrés Arcos que recoge la historia de un perro abandonado. Me contó que el curso pasado organizaron en el colegio de sus hijos una excursión a un circo en el que había animales (elefantes, grandes felinos…). “¡Anda que no habrá opciones de salidas con niños: museos, jardines, otro tipo de espectáculos!”, convinimos ambas.

María José hizo algo me parece especialmente meritorio: escribió una carta al claustro de profesores explicando porqué su hijo no acudiría a esa excursión con la intención de que se replantearan en el futuro repetir salidas semejantes.

Estoy completamente de acuerdo con su postura. Mis hijos tampoco hubieran ido. Circos sí. Circos con animales, rotundamente no. Ni Julia ni Jaime pisarán un sitio así, mientras de mí dependa. Es un tipo de maltrato animal que insensibiliza. Y es especialmente sangrante porque va dirigido eminentemente a un público infantil, un público en el que cultivar la empatía y sensibilidad hacia otros seres vivos, que no los perciban como un objeto que nos tiene que ser útil o entretenernos, sino como un ser vivo con derechos.

Elefante y Miguel, heredero de aquella idea, pronto será realidad porque ha iniciado hoy mismo su andadura en Verkami y no tengo duda de que logrará su objetivo, conseguirá enamorar a suficientes mecenas como para ver la luz y convertirse en el cuento favorito de muchos niños. Niños que ojalá cuando sean adultos vivan en un mundo en el que los circos ya no utilizan a animales salvajes de una manera tan cruel.

Yo creo que sí, que así será, que cuando esos niños que se emocionen leyendo las aventuras de Miguel y de Elefante sean padres y lean este cuento a sus hijos, dentro de dos o tres décadas, tendrán que explicar a una audiencia incrédula que hubo un tiempo no tan lejano en el que cogían tigres y elefantes, los hacían vivir en instalaciones inadecuadas, viajar sin descanso y hacer payasadas hasta que eran descartados si dejaban de ser útiles o rentables.

Pero el cuento seguirá teniendo vigencia, porque atesora la enseñanza de que hay que querer bien. A los animales, pero también a nuestros iguales. Querer bien no implica poseer, dominar, utilizar, tener cerca. Querer bien es un acto de generosidad que busca la felicidad de aquel que amamos. Y así, también, encontramos nuestra propia felicidad.

El cuento es además una maravilla estética, luminosa y atrayente. Su ilustrador, Andrés Arcos, ya creó un inolvidable galgo con cara de lápiz en su anterior colaboración con la escritora y ha vuelto a repetir la proeza con Elefante, que es tiene una personalidad arrolladora.

María José Rodríguez ha tenido la amabilidad, en plena vorágine del lanzamiento de un crowdfunding, de responder un par de preguntas sobre su último libro:

 ¿Qué pretendes conseguir con este cuento?
En primer lugar que los niños entiendan que querer a un animal significa querer hacerle feliz. No solo quererle en el sentido de poseer, de tenerle cerca. Sino quererle en el sentido de hacerle feliz. Es el lema de nuestro cuento: Te quiero feliz. Y ese deseo de hacerle feliz implica satisfacer sus necesidades, que a veces pueden chocar con nuestros propios deseos.

Y para que los niños entiendan esto, primero tienen que ponerse en el lugar de ese animal que está pasándolo mal en un circo, en un zoo, en un chenil, en una jaula… con Elefante y Miguel buscamos que los niños reflexionen sobre qué sentirían ellos en su lugar, en un espacio reducido del que nunca salen, lejos de sus familias. Con esto a los niños les basta para entenderlo, para empatizar con esos animales. Si los niños entienden esto, entenderán que no está bien encerrar a un animal para nuestra diversión o beneficio, ni en un circo, ni en un zoo ni en cualquier otro lugar que no sea su hábitat natural. Y ojalá que, con estos niños, desaparezcan circos, zoos y todos aquellos lugares en los que los animales sufren.

Queremos que los niños miren a los animales a los ojos y comprendan todo lo que son: seres vivos con su carácter, sus preferencias, sus necesidades, su dignidad.

¿Qué te impulsó a convertir tu reclamación en un cuento?
La segunda vez que la tuve que poner, Diego ya era más mayor y entendía mejor las razones por las que nosotros no encontrábamos correcto que fuera a la excursión del colegio a un circo con animales. Él no quería ver animales tristes haciendo tonterías y comprendía que eso estaba mal. Miguel era más pequeño y entendía peor los conceptos, pero tenía claro que a él mismo tampoco le gustaría estar todo el día metido en una habitación y salir sólo para hacer reír a los demás. Después de esa explicación, Miguel jamás ha sentido ni siquiera curiosidad por un circo con animales. Pero tras la excursión, a la que habían ido sus amiguitos y él no, Diego vino a casa diciendo que no entendía porqué sus amigos sí habían ido y encima les había gustado. Que porqué sus padres eran malos y permitían que sus hijos fueran al circo a ver animales tristes. Y que porqué sus amigos decían que esos animales no parecían tristes. Yo tenía clara la respuesta: sus padres y sus amigos no eran malos, simplemente no habían pensado en ello, no habían pensado en cómo habían llegado esos animales allí ni si allí estaban alegres o tristes. Y entonces me quedó clarísimo que para explicárselo bien, no sólo a él y a Miguel, sino a los demás niños y a los padres que nunca habían pensado en eso, había que hacerlo con un cuento. Un cuento que les permitiera reflexionar y entenderlo.

Tras esto decidí que tenía que explicarles a los niños por qué no era correcto ir a circos con animales si amabas a los animales. ¿Y cómo mejor que con un cuento?. Un cuento que les haría pensar antes de opinar.

Y una vez dí con el texto que me gustó (y que me llevó varias versiones… prometo contar algún día dónde surgió la inspiración para el texto definitivo, ¡esa es una buena historia!), necesitaba un ilustrador, y lo tuve muy claro: quería a Andrés Arcos, el ilustrador de Galgui, por supuesto, ¡que afortunadamente se sintió entusiasmado con el proyecto y dijo que sí!. Podréis disfrutar de unas ilustraciones maravillosas, llenas de significado, de expresividad, de color, de vida… Vuelvo a sentirme afortunada de que Andrés esté implicado en hacer este sueño realidad. Las palabras se me quedan cortas, pero podréis entenderme en cuanto tengáis el cuento en vuestras manos y veáis su trabajo.

Y si a Galgui le ayuda un niño llamado Diego (como nuestro hijo mayor, ¡casualidades de la vida!), a Elefante le ayuda un niño llamado Miguel (¡Anda, como nuestro hijo pequeño!, ¡más casualidades!). Y lo que tienen en común ambos niños (aparte de llamarse como nuestros hijos, ¡jeje!) es que ambos deciden actuar, deciden implicarse activamente en buscar el bienestar de sus amigos animales. Porque los quieren felices. Ojalá se nos dé tan bien educar a nuestros hijos en la realidad como soñamos hacerlo en la ficción.

Podéis apoyar el proyecto y disponer de mucha más información sobre cómo es y qué lo motiva desde la web Verkami, yo ya lo he hecho.

Es, además, una iniciativa solidaria: «Si conseguimos más dinero del mínimo que necesitamos para editar el libro, lo invertiremos en la edición y en los mecenas, en pagar parte de nuestro trabajo y en hacer donaciones a cada una de las ocho protectoras asociadas al proyecto, al igual que hicimos con Galgui, que son: Animales Con Un Nuevo Rumbo, Galgos112, El Refugio Escuela Sofía de Sevilla, Arca de Noé de Córdoba, La Madriguera, Doganzo, Animales Rioja y ANAA».

 

Es nuestra responsabilidad como padres no fomentar la existencia de los tiovivos con ponis de las ferias

Los padres tenemos la responsabilidad de fomentar la sensibilidad de nuestros hijos hacia los animales, que es una manera de cultivar su bondad. Tenemos la responsabilidad de no favorecer el maltrato a otros seres vivos a cuenta de mirar hacia otro lado, de no querer ver lo que tenemos delante de nuestras narices.

Todos los carruseles tendrían que ser así, de plástico.


Tenemos la responsabilidad por tanto de no acercarnos a esos ponies que aún se pueden ver dando vueltas en las ferias por toda España, ferias que se multiplican con la llegada del buen tiempo y las fiestas de los pueblos.

Si lo ignoramos, si cedemos a la ciega ilusión infantil por dar tres vueltas en uno de esos pobres animales por un par de euros, estamos cultivando en nuestros hijos que su diversión está por encima del bienestar de otros y estamos fomentando una práctica que ya va siendo siglo que acabe.

Los tiovivos de las ferias deberían tener únicamente animalitos de plástico de una puñetera vez. Son instrumentos de tortura para los animales que van atados a ellos, dando vueltas sin parar en un entorno ensordecedor, lleno de polvo con frecuencia, muchas veces con un calor excesivo, sin tiempo de descanso, sin estar convenientemente hidratados, sufriendo traslados constantes y siendo estabulados con deficiencias.

La primera vez que nos encontramos ante uno de estos horrores Julia tenía unos tres o cuatro años y quiso subir. La hice ver que los ponis no lo estaban pasando precisamente bien, que no estaban bien cuidados y que no íbamos a darle dinero a unos señores que los trataban así de mal. Lo entendió perfectamente.

Esos tiovivos son algo que es nuestro deber como padres evitar, haya ponis preñados o no como es el caso de este tuit, que es lo que ha motivado este post. Que no reciban nuestro dinero contribuirá eficazmente a que acaben desapareciendo.

La asociación AnimaNaturalis convocó hace escasos días unas protestas en Galicia a cuenta de estos carruseles, con motivo de esa concentración explicaban lo siguiente:

«Cada año», ha relatado Anima Naturalis, «en diferentes municipios de España se ponen carruseles con animales vivos, donde pasan jornadas enteras sin descanso, y algunas veces incluso sin agua cerca ni comida».

Entre los motivos por los que esta entidad se muestra en contra de los carruseles de ponis son que «pasan el 95 por ciento de su tiempo atados a cuerdas de poca longitud; hacen viajes muy largos y estancias muy cortas; con alojamiento poco apropiado; y cada atracción tiene sus propios altavoces, que produce estrés puesto que está calculado que pasan unas 1.500 veces al día delante de ellos».

A esto suman «las luces funcionando constantemente y distintas intensidades que producen alteraciones ópticas y ceguera; duermen en camiones durante el día y su jornada laboral es de noche alterando su ciclo vital; debido al peso que soportan y a la poca calidad de las sillas de montar sufren desviaciones de columna; falta de atención veterinaria al cambiar de ciudad constantemente; y están expuestos a climas y condiciones ambientales inadecuadas».

«Todo ello afecta negativamente a su salud, a su comportamiento (desarrollan estereotipias), a su alimentación y reproducción y les impide llevar una vida digna», ha añadido.

Animaturalis ha señalado que, «afortunadamente, las normativas son cada vez más restrictivas y van creciendo las atracciones que utilizan ponis de atrezo o mecánicos».

Los mejores amigos de los niños pueden ser sus perros, más que sus hermanos

Hay muchos estudios que recogen las diferentes razones por las que los niños se benefician de la compañía de animales, normalmente de perros. Mejora su autoestima, su sentido de la responsabilidad, proporcionan seguridad, un cariño incondicional, horas de juego e incluso de terapia.

Aunque el motivo para añadir un perro o cualquier otro animal a la familia no es la búsqueda de estos beneficios o atender al capricho de un niño emocionado con La patrulla canina o cualquier película de aventuras perrunas. Un animal es un compromiso y una responsabilidad por muchos años que un niño no puede asumir. Nosotros, sus padres, somos los que debemos estar dispuestos a afrontar los costes, molestias y retos que se nos plantearán. Y dar ejemplo haciéndolo. Nunca me cansare de decirlo.

Pero volvamos al estudio publicado en Journal of Applied Developmental Psychology del que quería hablar hoy aquí. Tras estudiar a 77 niños de doce años, los investigadores de la Universidad de Cambridge han llegado a la conclusión de que los perros son los mejores amigos de los niños, y no el resto de niños que les rodean. Ni siquiera los hermanos superan la relación que tienen con los canes.

“Uno de los hallazgos más chocantes de nuestro estudio es que los niños no muestran menos cercanía con sus mascotas que con sus hermanos, pese al hecho de que los animales no se pueden comunicar completamente ni entender lo que se les dice», comenta el autor del estudio Matt Cassels. «Sus principales ventajas frente a los hermanos es que no juzgan ni critican, no se muestran en desacuerdo y nunca comparten un secreto».

Pues a mí no me sorprende tanto. Tal vez porque tuve perro de niña y nunca hermanos. Tal vez porque sigo teniendo perro y conozco bien la relación que se establece con ellos. Tal vez porque he presenciado muchas peleas y rivalidades entre hermanos (intrascendentes cuando son niños, terribles cuando son adultos). No pasa siempre así, por supuesto. Hay hermanos que son los mejores amigos, de pequeños y de mayores. Y hay niños que no sienten ninguna afinidad con los animales y los perros les resbalan. Pero no, no me sorprende.

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‘El silencioso amigo del viento’, el libro que se rebeló y se convirtió en un cuento para niños

Hay libros que no están pensados para niños, pero que los niños descubren y aprecian. Eso ha pasado con El silencioso amigo del viento, un libro ilustrado con galgos que todas sus páginas y que se gestó en 2014 mediante una campaña de crowdfunding y que vio la luz con la intención de ayudar a estos hermosos animales.

Julia lo descubrió en casa al poco de su publicación. Llamó su atención su formato de cuento y quedó fascinada por las preciosas ilustraciones de Rafael Jaramillo. Aquella noche lo leímos, recorrimos sus páginas mientras yo se lo adaptaba y ella se emocionaba con la historia.

«Tengo que hablar de tu libro en el blog, es estupendo para los niños», le dije a Lisi Gutierrez, su autora, que manifestó sus dudas. Ella no lo había concebido para el público infantil. Y la cosa quedó ahí.

Las pasadas navidades Lisi me escribió: «Me convenciste primero tú y luego la Asociación Amigos contra el Maltrato y el Abandono Animal (AMAA) de que El silencioso amigo del viento sí es cuento para niños». Y me mandó este enlace a su blog: El silencioso amigo del viento ¿un libro infantil?, en el que contaba que un 2 de abril, día internacional del libro infantil, se había llevado a cabo un cuentacuentos que había sido un éxito.

Claro que sí, claro que es un cuento fantástico, aunque no naciera como un cuento. Hay libros que se rebelan y bien está que así sea. Cuando uno tiene hijos, tiene que estar preparado para que sigan su propio camino.

El silencioso amigo del viento es un cuento con un héroe que las pasa canutas hasta encontrar su final feliz en forma de caricias en el sofá y carreras en la playa; con monstruos y hadas madrinas que existen entre nosotros y conviene aprender a reconocer. No sé vosotros, pero yo enseñaré a mis niños a desconfiar de aquellos que son crueles con los animales.

La obra de Lisi y Rafa es un cuento que crea conciencia, que estéticamente es muy hermoso y que dona parte de lo que obtiene con su venta a protectoras de animales que luchan por un futuro para los galgos que se abandonan y maltratan en este país.

Una pequeña joya en la estantería, una de esas que se prestan con vuelta.

Si hay alguien interesado en el cuento lo puede adquirir por 18 euros en España y 25 al resto de Europa (gastos de envío incluidos) escribiendo a lisienator@gmail.com.

‘Fauna’, un juego de mesa para aprender geografía, pesos, medidas y mucho sobre animales

imageHace mucho que no os recomiendo un juego de mesa, y hace mucho que quería hablar de Fauna, así que aquí lo tenéis. Vamos a ello.

Fauna es un juego creado por Friedemann Friese, un autor conocido por su pelo verde y que casi todos sus juegos comienzan por la letra F. Suyo es el fantástico Alta tensión (en alemán debe ser más sencillo lo de la F dice mi santo). Ahora lo edita Devir y se puede encontrar por poco más de 30 euros.

Es un juego fantástico para aprender sobre animales, geografía y pesos y medidas. Ahí es nada. Educativo a más no poder. Y como a muchos niños les encantan los animales y aprender de ellos, pues hay una motivación extra.

El juego trae dos juegos de tarjetas de animales, 360 en total. En todas ellas hay información sobre las zonas en las que habita, su peso, su altura y la longitud de cola (de tenerla, claro).

Uno de los juegos de tarjetas, el negro, trae animales más difíciles por menos conocidos. La colección verde de tarjetas es más sencilla y más recomendada cuando empecemos a jugar con niños.

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‘Mascotas’, la película en la que los animales se contagian del humor y la ternura de Gru y los Minions

Este martes he podido ver con Julia y con un mes de antelación Mascotas, la apuesta de Universal para el verano: se estrenará casi exactamente dentro de un mes, el 5 de agosto.

Nosotras teníamos muchas ganas de verla, ya lo había comentado en este mismo blog en el pasado. Mi hija se sabía los tráilers de memoria y a mí el planteamiento me parecía original y apetecible. ¿Qué hacen nuestros animales de compañía mientras nosotros estamos en el trabajo?

Pues suponiendo que esos animales tuvieran una inteligencia humana y solo les faltara hablar, algo que hemos oído muchas veces a nuestro alrededor por cierto, harían cosas así:

¿Divertido, verdad? Pero poco más sabíamos de la película salvo que se desarrollaba en un Nueva York otoñal e impoluto. Y tampoco quiero desvelar mucho más, la verdad, que últimamente los periodistas que hacen spóilers en los medios reciben comentarios más duros que los corruptos que mangan del erario público.

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Una niña, un viejo gato, una historia de amor

Flash llegó a nuestra casa en 2002, siendo un cachorro nacido de una gata abandonada y rescatada. Incluso siendo una bola de pelo de pocos gramos, demostró tener una personalidad (gatonalidad) especial. Decidió que la cruce de pitbull con la que vivíamos entonces era su madre, que todo el mundo (bípedo o cuadrúpedo) era invitado a nuestro hogar mientras tuviera claro que era su castillo y que no había actividad que no pudiera supervisar ni caos al que no pudiera imponerse con su flema inglesa felina.

Cualquiera que entra en casa y dedica unos minutos a conocerle, llega a la misma conclusión. Flash es mucho Flash.

Cuando tenía casi cinco años llegó Jaime, que siendo bebé reía a carcajadas viéndole y se aferraba sin miedo con sus puñitos a su espeso pelo. Con diecisiete meses dijo «gato», fue una de sus primeras palabras, una de las que perdió cuando poco después el autismo le hizo dar un salto atrás.

Tenía siete cuando llegó Julia. No sabíamos entonces hasta qué punto iba a ser mágica la relación entre ambos. Pese a tener perro en casa, también otra gata, Julia siempre tuvo especial afinidad con Flash. Es su gato, su favorito. Si ella está enferma, no falla, allí está él a su lado. También si está en el sofá jugando con la tablet, una mano siempre reposa en su pelaje naranja. Le lee cuentos, duermen juntos con frecuencia, le ha disfrazado, le defiende cuando nuestra perra juega algo brusco con él.

Han llegado nuevos bebés a la familia, junto a todos ellos Flash se ha tumbado y ha permitido que le agarraran del pelo, de las orejas, ronroneando incluso.

imageNo todos los animales son para todos los niños, pero hay entre algunos animales y algunos niños hay una química especial que es una maravilla contemplar.

Y pensar que aún hoy hay gente que se deshace de estos animales cuando llega un bebé… Miedo a la toxoplasmosis, a que salten a su cuna y los sofoquen, a que los arañen. Miedos absurdos todos ellos que ponen freno a una relación mágica como la que yo veo a diario, como la que ambos, niña y viejo gato, disfrutan.

El otro día os hablaba de cómo los animales puede ayudar a los niños a asumir la muerte con naturalidad. También la vida, creedme.

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Los animales no son juguetes, pero la mitad de los niños reconoce haber pedido un perro o un gato a los Reyes

Hoy, diez de diciembre, es el Día Internacional de los Derechos de los Animales, así que vamos a hablar de animales y también de niños.
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En casa tenemos dos gatos y un perro. Formaban parte nuestra familia antes de que llegaran nuestros hijos, son ya animales mayores, con menos necesidad de actividad y mayores gastos veterinarios. Parte de nuestra familia como os contaba. A mis hijos jamás se les ocurriría pedir un animal a los Reyes Magos. Jaime porque por su autismo está lejos de entender ese concepto. Julia porque desde hace bastante sabe bien que los animales no son juguetes y que no se compran, que se adoptan. Hemos estado con ellos con frecuencia en protectoras y eventos relacionados con la adopción (que os recomiendo si tenéis niños).

Pero según un estudio de la Fundación Affinity, la mitad de los niños reconoce haber pedido un perro o un gato en navidades. Afortunadamente el 98% de los niños tiene claro que los animales no son juguetes.

¿Por qué los niños piden perros y gatos? Según el II Análisis Científico de esta fundación sobre el vínculo entre personas y animales de compañía, en un 60% de los casos los niños asocian al perro o gato con un ‘compañero de actividades y juegos’ e incluso, 8 de cada 10 niños de entre 9 y 12 años prefieren jugar con su gato o su perro antes que con videojuegos. Además, para uno de cada dos niños el animal, después de sus padres, representa la principal fuente de apoyo emocional.

Ahora os voy a dar otro dato: un tercio de los perros que hoy están en un centro de acogida llegaron a su casa en forma de regalo. En España se calcula que se abandonan 150.000 perros y gatos al año.

¿Qué es lo que está fallando entonces? Está claro. Somos, nosotros, los adultos, que tal vez en un plano teórico también sabemos de sobra que los animales no son juguetes, que son una responsabilidad para toda la vida y un miembro más de la familia por muchos años y que implica gastos y tiempo. Pero aun sabiendo de sobra todo eso con lo que nos han machacado, a veces tendemos a lanzarnos a la piscina sin reflexionar sobre la profundidad del agua cuando al otro lado de la balanza esta la ilusión de nuestros hijos.

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Un niño con autismo, una perra que ha pasado por el abandono y el maltrato (mi hijo, mi perra)

imageJaime tiene nueve años y autismo. Es un niño feliz que dice muy pocas palabras y al que le encantan las cosquillas y la gelatina roja. Cuando vamos con él por la calle, a menos que sea por un sitio muy tranquilo o peatonal, lo llevamos siempre de la mano. No es demasiado escapista (hay bastantes niños con autismo que sí lo son), pero no mide los riesgos y puede salir en una carrera repentina hacia un coche. A sus abuelos ya les empieza a costar llevarle por la calle, es un niño grande y con mucha fuerza que puede dar buenos tirones. Uno de los objetivos a trabajar con él es que pueda andar solo, a nuestro lado.

A veces me han preguntado, sabiendo de mi amor por los perros y que tengo más conocimientos que la media, si no me interesaría tener un perro de asistencia para Jaime, un perro preparado para ayudarle con su autismo, para practicar el anclaje y evitar conductas de fuga, deteniéndose ante semáforos y pasos de cebra, para dormir con él y procurarle buenos sueños, para calmarle en momentos de estrés.

Pero es que, independientemente de que esos animales no son tan fáciles de conseguir, yo ya tengo perro, una perra ya anciana que lleva muchos años en la familia, de cuya compañía se benefician mis hijos.

Troya tiene unos dieciséis años y es paciente, tranquila y sociable. En muy buenas condiciones físicas pese a su edad y la mala vida que llevó antes de que diéramos con ella. Es nuestra perra desde que la adoptamos hace más de una década. Un cruce de caza de unos veinticinco kilos que viene del abandono y el maltrato. Cuando la adoptamos tenía mucha hambre acumulada, miedo a los hombres y a los petardos, leishmania y decenas de perdigones bajo la piel. El miedo a los hombres ha desaparecido, la leishmania está negativizada y ya no hay hambre acumulada, aunque no perdona cualquier alimento que toque el suelo.

Jaime llegó a casa cuando Troya llevaba ya unos años con nosotros, creció con ella, acostumbrado a vivir rodeado de animales (también tenemos dos gatos) con toda la naturalidad del mundo. Igual que su hermana, que ahora tiene seis años.

Hace ya más de tres años empezó a llevarla de la correa. En sitios tranquilos, en los que el tráfico no es un peligro. Trabajábamos con él así la atención y la autonomía.

Este fin de semana hemos salido a pasear por primera vez por la calle con un arnés de canicross que le sujeta a Troya. Y lo haremos mas veces. De hecho tendríamos que haberlo hecho antes. Ha ido tranquilo, caminando a su lado, con la seguridad de que no puede escaparse, pero tampoco intentándolo; suelto, sin ir de la mano, atento.

Al ver ese vídeo algunos me han consultado cómo hacerlo con sus propios perros. Yo no lo intentaría a menos que tengamos la seguridad de tener un animal tranquilo y confiable. Y teniendo en cuenta que nunca vamos a tener un verdadero perro de asistencia, algo para lo que es necesaria mucha preparación y conocimientos. Pero nuestro perro de familia puede hacer mucho. La Fundación Bocalan tiene el programa Paws en el que nos dan pautas para poder sacar partido en este sentido a nuestros perros, en cuya presentación estuve hace dos años. Si os interesa el tema, os recomiendo que no le perdáis la pista.

También me han preguntado varias veces qué perro tener si se tiene un niño con autismo. Suelo recomendar ir a una buena protectora, una de confianza en la que conozcan bien a sus animales, contarles nuestras circunstancias y buscar un animal tranquilo, ya adulto, de al menos veinte kilos de peso. No es necesario que sea de ninguna raza en concreto, tampoco me parecen recomendables los cachorros, juguetones, con una evolución desconocida y exigentes en atención y cuidados. Algún caso he conocido de precioso cachorro de labrador que ha tenido que ser devuelto al criador.

En este último vídeo podéis ver a Jaime hace cuatro años y medio con Melchor, uno de los perros de asistencia para niños con Autismo de la Fundación Bocalán.

 

 

 

Qué hacer cuando nuestros hijos nos piden un perro o un gato

prote1Con mucha frecuencia nuestros niños nos piden un perro o un gato. Raro es el pequeño que no se empeña en tener un amigo de los de cuatro patas en algún momento de su vida. Lo más inteligente, la única decisión razonable, es negarse a menos que todos los miembros de la familia estén de acuerdo en hacerse cargo de la responsabilidad que supone, una responsabilidad que un niño no va a poder asumir por mucho que jure y perjure que él se encargará de todo. Tengamos meridianamente claro que ese cargo es de los adultos y puede durar más de quince años.

En España se calcula que se abandonan 150.000 perros y gatos al año. En las perreras y protectoras hay animales perfectos para nosotros. Siempre recomiendo a los que quieren tener un perro o un gato y tienen niños en cada, acudir a una buena protectora en la que conozcan bien a sus animales, dejar peticiones de aspecto a un lado y explicar al voluntario que nos atienda nuestro estilo de vida y buscar un carácter dócil y dulce, paciente con niños y con un tamaño al menos mediano para resistir sus embistes cariñosos. Así es prácticamente imposible equivocarse.

Cuando deseen un perro o un gato y, tras reflexionar, decidáis sumar otro miembro a la familia. Por favor, no compréis un cachorro de cristalera. Adoptar es la mejor opción en muchos sentidos: por la enseñanza de responsabilidad y conciencia, de no primar aspectos superficiales que damos a nuestros hijos, por el bien que hacemos.

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¿Qué pasa cuando nos piden un perro y un gato y, con buen criterio, decidimos que no podemos tenerlo? Estoy harta de ver regalos que son sucedáneos de tener a ese animal en forma de peluches de distinto tipo, incluso capaces de andar con correa, ladrar y reaccionar mecánicamente a caricias. Los catálogos de las jugueterías están llenos de ellos. La mayoría acaban olvidados al poco tiempo.

Muchos de nuestros niños tienen demasiadas cosas. Muchos juguetes, muchos peluches, mucho de todo que les aporta muy poco.

Otra opción frecuente es optar por una mascota más pequeña y menos exigente: hámsters, pajaritos, peces… Algunas veces sale bien y el animalillo suplente es bien cuidado y querido. Demasiadas acaba en desastre para los pobres bichos.

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Cuando deseen un perro o un gato y, tras reflexionar, decidáis NO sumar otro miembro a la familia, os voy a proponer algo muy distinto al juguete destinado al olvido o al hámster.

¿Qué tal regalar una experiencia solidaria, con la que se aprenda, con la que eduquemos? ¿Qué tal regalar el apadrinar a un perro o un gato? Se paga una pequeña cantidad, en algunos casos el niño podrá elegir su nombre, tendrá una foto del animal en casa, podrá acudir a pasearlo o jugar con él si va a visitarlo a la protectora. Incluso podemos intentar con nuestro hijo buscar un buen hogar para él, que siempre habrá más perros y gatos a los que apadrinar.

Se puede apadrinar sin pisar la protectora, pero también podemos ir a elegir a nuestro apadrinado.

De hecho creo que la visita a una protectora de animales debería ser una excursión obligatoria en todos los colegios. Sólo con medidas así se crea conciencia y hay una oportunidad de frenar la terrible situación de maltrato y abandono animal que hay en España.

Hace poco más de un mes estuve con mis hijos y su prima visitando las instalaciones de una protectora, fuimos en concreto a Amigos del Perro en Langreo. Recorrimos todos los cheniles acompañados por su presidenta y conocimos a todos sus ocupantes, uno a uno. Regalamos las caricias que pudimos, que siempre saben a poco tanto a los perros que allí había como a los que las prodigamos.

Las niñas estuvieron jugando con un par de preciosas y sociables panteritas, con algunos de los perros, pusieron nombre a los siguientes cuatro perros que entrarán y salieron de allí sabiendo que a un amigo como un perro o un gato no se le compra, se le adopta.

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Para terminar os dejo con Lara, una de las perritas con las que Julia y su prima estuvieron jugando y que doy fe de que es cariñosa, juguetona y está deseando una familia. Es poco más grande que un cocker, tiene casi dos añitos “de puras ganas de jugar y comerse el mundo, muy activa y nerviosa, necesita largos paseos, y es muy lista, aprende muy rápido lo que le enseñan los voluntarios”.

Contacto para adoptarla: adopciones@amigosdelperro.org 619 370 991

En los casi ocho años que llevo actualizando el blog he escrito varias veces de niños y animales. Aquí tenéis más lectura: