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Si les pegaron de niños, es más probable que acaben siendo violentos con su parejas (¿a alguien le sorprende?)

(GTRES)

Parece de cajón, al menos a mí me parte de cajón. El que es educado con violencia es más sencillo que la ejerza en el futuro. Que aquellos que más te quieran puedan pegarte es algo con lo que han crecido y es más fácil que en el futuro transiten ese poco recomendable territorio fronterizo con sus propios hijos, pero también con sus parejas.

Parece de cajón, pero lo corrobora un estudio publicado este mismo mes en Journal of Pediatrics. en el que han participado 758 jóvenes de entre 19 y 20 años.

El autor del estudio, el profesor de la Universidad de Texas Jeff Temple, concluye sin dudarlo que “los chicos que habían experimentado castigos físicos, es más posible que cometan violencia con sus parejas”.

Y que no se llame nadie a engaño, con castigo físico no hace referencia a lesiones que conducen al hospital, ahí se incluyen esos cachetes y bofetadas que aún muchos siguen defendiendo como algo necesario, cuando no es más que una muestra de la falta de recursos y paciencia de los adultos y de que muchos sigan considerando a los niños como algo menos digno de respeto que un adulto. Los padres no tenemos patente de corso sobre nuestros hijos.

El comité de Naciones Unidas dedicado a defender a la infancia define castigo corporal como «cualquier castigo en el que se emplea la fuerza física con la intención de causar algún grado de dolor o malestar, incluso ligero». Para el Comité de Derechos de la Infancia, además también se incluye: «patear, sacudir o empujar a los niños, arañar, pellizcar, morder, tirar del pelo o las orejas, obligar a los niños a permanecer en posiciones incómodas o la ingesta forzada».

Estoy de acuerdo. Pegar está fatal, da igual que no se llegue a hacer daño Desde mi punto de vista si justificamos pellizcos y cachetes suaves le estamos transmitiendo que pegar es algo aceptable si no hay dolor, o si duele poquito. Les estamos enseñando que si te levantan la mano pero no hay sangre hay que aguantarse y no llorar o protestar. ¿Y si lo asimilan y acaban aplicándolo cuando sean adultos? ¿Qué te parecería sí tu pareja te levantase la mano, aunque sin hacerte apenas daño, y te dijeran eso?

El resultado de este estudio que a muchos nos parece obvio, tampoco ha sorprendido a otros expertos
. El doctor Bob Sege, portavoz de la Academia Americana de Pediatras y experto precisamente en la prevención de la violencia hacia los niños, se ha mostrado de acuerdo con estas conclusiones y ha recordado que hay otros estudios que relacionan los castigos físicos (otro eufemismo para hablar dorar a los niños) con más desórdenes mentales y conductas agresivas.

“Para los niños, sus padres son las personas más importantes del mundo y aprenden de ellos las normas sociales, como las personas se comportan con otros. El castigo corporal confunde la relación entre amor y violencia en los niños cuando aún están aprendiendo cómo tratar a los demás«, ha asegurado Sege.
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No se puede sentar a una madre ante un juez por darle una bofetada puntual a su hijo

No se puede sentar a una madre ante un juez por darle una bofetada puntual a su hijo.

(GTRES)

No soy sospechosa de defender la bofetada a tiempo. No soy en absoluto de las que creen que dar cachetes a los niños es algo inocuo. Da igual que no duelan por fuera. Incluso da igual que no duelan por dentro. Siempre, como poco, dejan un poso de que la violencia es una salida en el marco de una relación que debería ser de amor y respeto.

Pegar un bofetón puntual a nuestros hijos es una triste muestra de que nos hemos quedado sin recursos, de que hemos perdido la paciencia. Si hemos soltado una bofetada a uno de nuestros hijos, da igual el alcance de su rabieta o la poca razón que el niño tuviera, lo hemos hecho por una simple cuestión de superioridad física, de abuso de poder, de falta de control.

Pegamos esos cachetes ‘educativos’ a niños pequeños. Cuando el chaval mide uno ochenta y nos dobla las espaldas es un recurso que ni nos planteamos. “¿Dónde voy yo a darle una torta a ese tiarrón?” procesan rápidamente nuestras neuronas. Y nos retenemos.

Y de esa situación viene otra pregunta. ¿Qué dice de nosotros entonces que sí se la demos a un niño pequeño?.

A los niños no se les debe pegar. Y punto. El objetivo como padres debe ser tener otros recursos, otras herramientas. Y existen, claro que sí. Mi hijo tiene casi once años, casi mi tamaño, y a veces comportamientos de un niño de dos años. Y no le hemos pegado jamás, ni jamás lo haremos. Aunque a veces no hayamos podido contener un grito huracanado, aunque hayamos tenido que contar hasta veinte.

Tampoco a mi hija, que tiene ocho años ahora, le hemos tocado un pelo nunca. Tenemos ambos, mi marido y yo, la suerte de ser personas templadas. De no tener un carácter explosivo.

No obstante, también es verdad que podría pasarnos. ¿Quién sabe? Lo mismo llega un mal día que perdemos del todo los estribos ante una trastada o una rabieta tamaño XL y se nos escapa la mano. En ese caso sería verdad aquello que cuentan de que nos dolería más a nosotros que al niño. También creo que no tendría sentido ninguno que nos fustigásemos por ello. Todo el mundo se equivoca. También nos equivocamos ejerciendo de padres. Somos humanos.

Lo que me parecería de locos es que acabásemos por ello sentados ante un juez como ha sucedido en A Coruña.

En 2015 un niño de once años, en plena rabieta por no querer hacerse el desayuno, estampa un móvil de 800 euros contra el suelo. Y su madre le estampa a él un tortazo.

Lo siguiente es que el mismo niño denuncia a su madre. En fin… La cosa es que se admite a trámite y el fiscal pide para ella 35 días de trabajos comunitarios y la prohibición de acercarse al menor a menos de 50 metros durante seis meses.

¿Cómo? ¿Seis meses sin acercarse a su hijo? ¡Seis meses sin acercarse a su hijo! ¿Y quién se responsabilizaría del niño? ¿Hay padres separados? ¿Hay algo más que se nos escapa? Seguro…

Y acaban en un juicio, ante un juez, por ese bofetón que no le causó ningún daño físico y que fue puntual. Que no, que no tendría que haberle pegado. Pero es algo excesivo se mire por dónde se mire.

Aparentemente el juez es de la misma opinión y ha absuelto a la madre. Dice el magistrado que «no abofeteó a su hijo para causarle una lesión. Su intención era clara y solo trataba de poner fin a una actitud violenta del menor».

También añade que «quien suscribe estas líneas en ningún momento defiende el castigo corporal sistemático, o que ocasione cualquier tipo de lesión» y que «acudir a una corrección física moderada está justificado y así se hizo»

Ahí ya no estoy segura de estar de acuerdo con el juez. Obviamente, como él, no defiendo el castigo corporal sistemático o que cause lesiones. Pero tampoco que las correcciones físicas moderadas puedan estar justificadas. Claro que lo mismo él tampoco quería dar eso a entender en un plano general, sino en el sentido concreto de acabar en un juzgado.

No, no se puede sentar a una madre ante un juez por darle una bofetada puntual a su hijo.

Y a los niños no se les insulta

Unos familiares tienen unos vecinos con dos niños pequeños. Dos niños además aparentemente de buen carácter. El padre de esos niños, que es muy dado a los gritos, con frecuencia les dedica todo tipo de insultos. Mis familiares cuando lo oyen se ponen negros. Yo también cuando me lo cuentan.

A los niños no se les insulta. A los niños se les habla con cariño y respeto, incluso cuando tenemos que corregir un comportamiento.

No se les insulta porque no se lo merecen, porque debemos lograr que crezcan queriéndose a sí mismos que es el andamio para acabar siendo adultos equilibrados y felices y porque si les estamos insultando les estamos transmitiendo que eso es un comportamiento aceptable cuando crezcan. Tal vez les encontremos en el futuro insultándonos a nosotros y no tendremos autoridad para decir que no lo hagan.

Y educar creyendo que no se debe pegar ni insultar a un niño no es incompatible con educar con autoridad. Aquí no estoy hablando de que los padres sean colegas de sus hijos, sino de que los traten como seres humanos merecedores de un mínimo respeto.

¿Adoptar a un niño para abofetearlo casi el primer día?

Yo hay cosas que no entiendo. En ocasiones he hablado en este blog de que no creo que haya que pegar jamás a un niño, bajo ningún concepto.

Es sorprendente encontrar adultos sensibles, razonables, inteligentes, que justifican el tortazo a tiempo
. Las excusas son muchas: que no se les hace apenas daño físico, que no se puede razonar con ellos, que a ellos sus padres también les pegaron y no pasó nada…

Son las mismas excusas que hace una o dos generaciones se oían respecto a la violencia a la mujer. Dar una bofetada puntualmente a la pariente no era para tanto, algo habría hecho, si no se te va a subir a la chepa, a su madre también la arreó su padre en alguna ocasión y fueron una matrimonio estupendo…

Todo se resume en algo muy sencillo, muy de base: un ser humano jamás debería ejercer la violencia contra otro. Menos aún si es de su entorno familiar. Menos aún si se le quiere. Menos aún si está en una situación de inferioridad.

Todo lo demás es maquillar la ética.

Y recuerdo hoy este tema a raiz de una noticia tremenda que veo en la web del periódico Latino: Investigan a unos españoles por golpear presuntamente a sus hijos colombianos adoptados

La cosa es así: una pareja de españoles acudieron a Colombia a completar la adopción de tres hermanos de corta edad y traérselos a España. Los niños ya eran sus hijos, tenían nacionalidad española, probablemente niños muy deseados por los que habrán esperado y tramitado mucho.

Y entonces aparece un vídeo grabado en un ascensor en el que el padre abofetea y trata con violencia a uno de los pequeños. Ahora les ha tenido sentados en el banquillo y casi con toda seguridad esos niños, que ya eran legalmente sus hijos, dejarán de serlo.

La madre en el vídeo parece destrozada. Imaginad las ilusiones rotas. Y el padre es muy posible que esté igual, y que sea una de esas personas inteligentes y sensibles que creen que «quien bien te quiere te hará llorar».

Me gustaría saber si sigue creyéndolo, me gustaría saber si no percibe un abuso de posición injustificable al verse en el vídeo.

Queda el debate abierto de si la medida adoptada es excesiva. Pero si yo hubiera sifo el funcionaro colombiano que acaba de entregar a esos niños y veo el vídeo, probablemente hubiera procedido de igual manera. No me quedaría viviendo tranquila con la duda de a quién he entregado tres pequeños.

«¡Lo digo yo y punto, imbécil!»

Subíamos por la escalera al piso de unos familiares y desde el piso de abajo traspasaron la puerta blindada esos gritos.

Llenos de violencia, de soberbia, de superioridad.

Iban dirigidos a alguno de los dos niños, ya no tan pequeños pero aún niños, que viven allí.

Nos hicieron frenar el paso y fruncir el ceño.

Y lo peor es que eso es poco para lo que se oye en esa casa. Los insultos que les dedica el padre a sus hijos son de imbécil para arriba. Y los gritos son frecuentes.

Pobres niños.

Pobres por la violencia verbal que sufren. Y por que no tienen forma de escapar de ella. En un país en el que tantos (muchos sorprendentemente razonables en muchos otros temas y buenas personas) justifican el azote y el tortazo esos gritos tienen mala solución.

Pero sobre todo por lo que pueda estar calándoles.

Ahora callan o lloran, ya veremos cuando pasen cuatro o cinco años y superen en estatura y fuerza a su padre.

Nadie merece que le griten e insulten así, con esa prepotencia y esa agresividad.

Salvo tal vez el padre que haya estado haciéndoselo constántemente a unos niños desde que eran casi bebés.

Ojalá esos niños entiendan inconscientemente el secreto del regalo de los insultos.

Pegar a un niño

Os recomiendo el post A mí también me pegaron (y no me ha pasado nada) del blog de Armandilio.

Es una pena que usar la violencia con los niños pequeños siga siendo tan frecuente. Es terrible. Tanto como sus consecuencias.

Gracias a ese post una amiga me ha descubierto dos poemas del uruguayo Emilio Asis Catichas Cáceres que me han encantado, tristes y realistas.

Aquí os los dejo.

Tus golpes no sólo hieren mi cuerpo…

¡Golpean mi corazón!

Me hacen duro y rebelde,

terco, torpe y agresivo.

Tus golpes me hacen sentir miserable,

pequeño e indigno de ti… mi héroe.

Tus golpes me llenan de amargura,

bloquean mi capacidad de amar,

acrecientan mis temores y

nace y crece en mí el odio.

Papi, tus golpes me alejan de ti,

me enseñan a mentir,

cortan mi iniciativa y mi creatividad,

mi alegría y mi espontaneidad.

No me golpees más…

soy débil e indefenso ante tu fuerza;

tus golpes enlutan mi camino,

y sobre todo endurecen mi alma.

La fuerza de tu razón es superior

a la fuerza de tus golpes;

si no te entiendo hoy

¡pronto lo haré!

si eres justo e insistes en explicármelo…

Más poderosos que tus golpes,

más efectivos y grandiosos

son tu afecto, tus caricias, tus palabras.

Papi tu grandeza no está

en el poder de tu fuerza física.

Tú, mi héroe, eres mucho más

cuando no necesitas de ella para guiarme…

Bajo la cama

Con un niño maltratado

Esta, mi amor escondido,

Metido bajo la cama

Doblado como un ovillo,

Esperando nuevos golpes,

Esperando nuevos gritos.

Con las manos en la cara

Tapa también sus oídos;

Llora muy bajo

Para que no puedan oírlo.

A veces por el cansancio

se va quedando dormido

y, sueña que si, lo aman

como lo merece un niño.

De repente se despierta

Temblando esta vez de frío,

sin nadie que lo caliente,

en el absoluto olvido.

Se pregunta «¿y yo que hice?»

He sido bueno, lo he sido.

Pero no hay razón alguna

para maltratar un niño

La confianza y la inocencia

Quedarán en el olvido;

Endurecido y violento

así crecerá el niño.

Y mi amor se quedará

Por siempre, siempre escondido

Pues el miedo le dirá

Si sales será lo mismo.

¿Las madres son más sensibles a la violencia?

Haciendo mi trabajo me topé ayer con una galería de una masacre en Costa de Marfil en la que se mostraban varias imágenes terribles de unos bebes de aproximadamente un año muertos a machetazos.

No voy a enlazar la galería. Como periodista, creo que no es necesario nunca mostrar imágenes tan crudas. Que su valor informativo no lo merece.

Como madre me producen pesadillas.

Soy consciente de que soy más sensible a la violencia desde que tuve a mi peque. Me afecta mucho más.

Hablo de la violencia en general, no sólo la violencia hacia los bebés y los niños.

Siempre me ha repugnado. Siempre la he rechazado. Ahora además me duele aún más verlo o imaginarlo.

El rechazo es más intenso y está relacionado con la maternidad.

Será que ahora soy más consciente de único y especial que es cada ser humano. Un pequeño milagro cotidiano.

También del trabajo que supone tener y criar un hijo, un trabajo que se cobra en amor.

La verdad es que no tengo ni idea.

¿También te ha pasado?

——–

La foto, que tal vez te suene, es de Agustí Centelles.