Archivo de diciembre, 2020

La capa de Jaime

Érase un bebé, un niño, un adolescente. Tirando a tranquilo, también a perezoso; con pelo de surfista y sonrisa de Han Solo. Comilón y dormilón; ajeno a los animales que le rodean por casa y amante de la música.

Érase una vez Jaime bebé, diminuto y redondo, aferrándose a un aspito con sus manos pequeñitas.

Érase una vez Jaime niño, pedaleando hacia atrás en su primera bicicleta con ruedines sin importarle el no avanzar.

Érase una vez Jaime, de anchas espaldas y músculos poderosos, al que no le importaba llegar a ser tan alto como la luna pese a tenerla cada vez más cerca.

Y érase innumerables veces rostros que, cuando miran a Jaime, no lo ven.

No vieron al Jaime bebé. No vieron a Jaime crecer hasta convertirse en un muchacho más alto que su madre. Solo ven la capa que lleva siempre a cuestas. Solo son capaces de distinguir la discapacidad, que creen que lo define, que lo envuelve y oculta a sus ojos.

Les pasa igual con Javier, al que le cuesta mirarte y le vuelven loco los perros. Con Clara, a la que le fascina el golpear de la lluvia en la ventana y no sabe parar quieta. Con Alicia, que es paciente y no para hasta lograr lo que quiere. Con Pedro, que adora los trenes y siempre quiere estar al aire libre.

Los miran y no ven más que las capas que los cubren. Capas a veces tan pesadas que necesitan mucha ayuda para poder avanzar con ellas. Capas en otras ocasiones livianas, apenas perceptibles en muchas situaciones.

Capas que ocultan el hecho de que todos ellos son seres maravillosos, únicos. Como tú, como yo.

Capas que se pueden volver invisibles, para no eclipsar a las personas que las llevan, a poco que el que mira quiera que así sea.

Jaime, Javier, Clara, Alicia o Pedro no son su discapacidad. No merecen que les miremos y no les veamos como son.

(GTRES)

Hoy, 3 de diciembre, es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.