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Por qué voy a proponer a mi hija de 11 años que veamos juntas ‘Lo que el viento se llevó’

Voy a ser una madre rebelde, o reaccionaria no lo tengo del todo claro, y voy a proponer a mi hija de once años que veamos juntas Lo que el viento se llevó. Nos va a llevar un tiempito, que yo creo que hay series en Netflix más cortas. Lo mismo tenemos que dedicarle tres días, aunque yo me recuerdo a mí misma a su edad luchando contra el sueño para ver aquel culebrón sureño en el que no paraban de pasar cosas. Algo que repetí varias veces además en años siguientes.

Era una película que me encantaba, aunque
no me acabase de caer bien la hermosa (y vanidosa) Escarlata O’Hara, por mucho que admirase su capacidad para salir a delante; que no entienda a Melania, en exceso bondadosa y aparentemente simple; que no empatice demasiado ni con el estirado Ashley o el canalla de Rhett. Es posible que le pase como a mí, también lo es que no le guste en absoluto. A saber, pero habrá que darle la oportunidad de decidir qué le parece.


Viéndola juntas puedo explicarle que Mammy, la esclava negra de Escarlata, es un estereotipo andante y que existió algo execrable llamado esclavismo, que millones de personas de raza negra fueron arrancadas de sus hogares y tratadas peor que al ganado por una errónea concepción supremacista del hombre blanco. De hecho puedo explicarle que el esclavismo sigue existiendo, aunque de formas distintas. Puede servirnos de excusa para hablar de la Guerra de Secesión que dividió Estados Unidos en norte y sur, una división que aún puede percibirse, y del limitado papel de la mujer en el pasado.

‘Lo que el viento se llevó’ puede aportarnos mucho más que su mero disfrute. También en su edición impresa.


Igual que tantos otros títulos inolvidables.

Creo que es nuestra responsabilidad como padres darles a conocer esas películas. Cuando veamos que procede, sin forzar, sin pretender que todo guste; pero al menos debemos ofrecer aquello que sabemos que merece la pena, que emociona, hace reflexionar y disfrutar, y que forma parte ya de la cultura universal.

Que accedan a esa cultura gracias a nosotros, también es educar.

Sería una enorme lástima que clásicos de la talla de Lo que el viento se llevó, Cantando bajo la lluvia, Centauros del desierto, La ventana indiscreta o La gata sobre el tejado de zinc (que cada cual ponga en esa enumeración sus favoritos) quedaran en el olvido de las nuevas generaciones.

Sobre todo si ese olvido viene de la mano de guardianes de la moral que no entienden que esas películas son hijas de su tiempo.

Lo que el viento se llevó se estrenó hace ocho décadas, cuando en España estábamos enfangados en una Guerra Civil. Es historia del cine y una obra de arte. No podemos juzgarla con nuestros ojos de hoy día, igual que no podemos hacerlo con Casablanca, Historias de Filadelfia, Rebeca o La diligencia. Bastante bien han envejecido todas ellas, teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado desde su creación.

Esos clásicos pueden ser unos estupendos instrumentos educativos. Mejor que crear un castillo a salvo de todo riesgo, una burbuja que es imposible que sea perfecta por mucho que lo intentemos, es enseñar a nuestros niños a tener criterio.

‘Nuestro planeta’: entre lo mejor para ver en familia no solo hay series o películas

– Está también tu hija estudiando ahora los distintos ecosistemas, pues te recomiendo una serie documental que hay en Netflix y se llama Nuestro planeta.

– ¡Anda! Pues son los mismos documentales que también nos ha recomendado el profe de ciencias naturales.

Fue una conversación real, un intercambio entre madres de niñas de Primaria que tuvo lugar en mi casa este fin de semana a cuenta del contenido audiovisual que estamos viendo en casa, en familia. Porque plataformas como Netflix no son solo fuente de entretenimiento vía películas, series o incluso realities. También pueden entretener y al mismo tiempo contribuir a que aprendamos, incluso a trabajar contenidos curriculares.

Hay documentales muy variados y aptos para distintas edades, que ayudan a entender el espacio, la naturaleza, la Historia o la lucha de la ciencia contra las enfermedades (ojo a Pandemic, aunque es más apropiada para chavales de Secundaria o Bachillerato).

Nuestro Planeta, narrada por el imbatible David Attenborough, muestra hasta qué punto este mundo está lleno de criaturas fascinantes, merecedoras de todas las salvaguardas que podamos darles, con imágenes de una belleza abrumadora.

También nos deja clara la amenaza que la acción de hombre, con la tilde puesta en el cambio climático, está impactando en todos los hábitats, que a su vez están interconectados. Pero lo hace sin caer en un espíritu apocalíptico, mirando al futuro con optimismo y dando ejemplos de cómo a natural se regenera rápidamente en cuanto facilitamos las condiciones para que así sea.

Compuesta por ocho capítulos de menos de una hora, el primero es una presentación general para luego recorrer los mundos de hielo, las selvas, las aguas costeras, los desiertos y praderas, alta mar, agua dulce y bosques. También tiene una web con más información y un apartado entero con recursos para colegios y estudiantes.

Mi hija está fascinada, pidiendo ver más episodios de esta hermosa serie, que conmueve, divierte y enseña.

Recomiendo ver, tras completarlo, otro documental disponible en Netflix y de la misma factura, de un solo episodio y narrado por Stephen Fry llamado Bailando con los pájaros. Delicioso y divertido.

Los documentales tienen un valor inmenso, están mucho más allá de los típicos chistes de las siestas de sofá de sobremesa, y es fácil descubrirlo si les damos una oportunidad.

‘Klaus’ es una joya animada que reivindica la bondad y merece ser vista en cualquier momento del año

Esta semana vi Klaus, la película de animación española de Netflix nominada a los Oscar, junto a mi hija. A buenas horas me diréis. A quince de enero, con la Navidad casi olvidada. Tenéis razón, pero es que en las pocas ocasiones que pudimos sentarnos en familia a ver una película durante las fiestas, Julia se había negado repetidamente a adentrarse en esta historia. Nunca le apetecía. Tal vez es que con casi once años se sentía mayor para este tipo de películas de animación y navideñas.

Un gran error. Si era por ese tipo de prejuicios, desde luego ayer los mandamos a hacer puñetas. Tampoco esta semana posterior a los festejos le apetecía demasiado, pero en cuanto la historia arrancó nos mantuvo a ambas cautivadas hasta el final.

Con un arranque que, como bien apunta mi compañero Miguel Romero en la crítica que hizo en Cinemanía recuerda a Pesadilla antes de Navidad, rebosa sentido del humor, tiene una estética propia y hermosa, un guion inteligente y un ritmo que no decae en ningún momento.

La primera vez que escuché hablar de ella fue durante una entrevista hace algo más de un año con Melissa Cobbs, vicepresidenta de Netflix y responsable de la programación infantil y familiar. La directiva me destacó este título entre sus predilectos: «es un reconocido y respetado animador, un gran contador de historias con su propia imaginería que ha reunido ideas sobre cómo empezó esa tradición y está creando una forma innovadora de aportar magia a la película, de animación tradicional».

Pero no he venido a traer otra reseña estas alturas. A título particular, me ha gustado especialmente la reivindicación que hace de la bondad. Una virtud demasiadas veces menospreciada, confundida con blandura o estultez.

El espíritu tras la película casa por completo con una reflexión que ya compartí en este blog hace seis años:

La bondad, como la empatía o la amabilidad apenas se aprecian en este mundo lleno de conflictos con motivaciones espurias.

Cuando vas por la vida procurando ser bondadoso, te encuentras que muchos confunden eso con estulticia. Te toman por bobo, no parece una virtud que te haga brillar o avanzar. Incluso los que dicen apreciar la bondad en primer lugar luego en el día a día quedan deslumbrados y admiran otras características como la ambición, el estilo, la competitividad, el conocimiento intelectual, el encanto, la delgadez… Ninguna tan importante, alguna completamente innecesaria para una vida plena.

Si vas además intentando ser feliz, reconociendo que estás avanzando por ese camino con éxito, más motivos tendrán muchos para considerarte bobo de nuevo. Con la que está cayendo en el mundo, con los políticos robando, con tus desgracias personales, con mis desgracias personales. Si vas tranquilamente contento por la vida es que debe faltarte un tornillo o que eres un simple.

Va a ser que no. Tener éxito en ser feliz en esta vida es algo que cuesta más o menos trabajo en función de cada cual (hay quien lo tiene más fácil de serie, es cierto), pero que lleva su aprendizaje y su esfuerzo, que va ligado a la aceptación de lo que uno tiene, a querernos como somos, a no compararse con lo demás, a no frustrarse deseando lo inalcanzable, a no querer sentirnos bien a costa de los demás, a mantener toda la vida algunas características ligadas a la infancia como la curiosidad, la capacidad de sorpresa y el gusto por el juego, a aprender identificar y apartar a las personas tóxicas y rodearse de otras que también busquen la bondad en los demás, a cultivar unos valores y no venderlos ni siquiera a buen precio…

Va a ser además que la búsqueda de la verdadera felicidad está ligada a la bondad. Y va siendo hora de reivindicar a ambas.

La obra de Sergio Pablos, un nombre a recordar y un cineasta a seguir que espero que logre soporte a sus proyectos, apoya esa reivindicación y además es una película deliciosa y atípica. Una joya que merece la pena verse en cualquier momento del año.

‘Aladdin’, dos horas de entretenimiento familiar sin más trascendencia

Este viernes llega a los cines la que probablemente sea la más entretenida de las adaptaciones a acción real de los clásicos de Disney; desde luego mucho más que el estreno más reciente, ese Dumbo que no fue en taquilla tan bien como la compañía habría deseado y que a los niños que me acompañaron al cines se les hizo plúmbeo a ratos.

No es el caso del Aladdin de Guy Ritchie. Transcurre amena, sin apenas salirse de los senderos ya transitados por la versión animada. La fórmula que funcionó para llenar los cines en 1992 aquí se repite, escamoteando cualquier sorpresa al espectador, para que los padres que la disfrutaron de niños acompañen a sus hijos a revisitar la historia.

Naomi Scott, Mena Massoud y Guy Ritchie durante el rodaje. (Daniel Smith/DISNEY)

No inventa nada, no aporta nada nuevo. Juega sobre seguro y es ahí donde radica su mayor lastre para aquellos que quieran encontrar algo más en esta película, que solo será una buena experiencia para aquellas familias que acudan sin grandes expectativas más allá de pasar un rato agradable comiendo palomitas entre las inolvidables canciones de Alan Menken y acompañando al ladronzuelo encantador y con buen corazón que roba el corazón de la princesa entre vuelos de alfombra, bailes epilépticos y un parkour por el bazar que recuerda no solo al original, también al videojuego de hace veinticinco años.

En gran medida el mérito de que funcione a ese nivel corresponde a los intérpretes. Will Smith defiende con soltura y dotando de personalidad propia a su genio, y no es poco mérito, porque la sombra del inolvidable Robin Williams es alargada.

La pareja protagonista también funciona. Tanto Naomi Scott, una londinense de origen indio, como Mena Massoud, canadiense nacido en Egipto, cuentan con carisma, belleza, talento y química. Mucha más que Jon Nieve y Danaerys por ejemplo. Casi debutantes, espero que los sigamos viendo en otras producciones.

La película se centra en esos tres personajes y el resto del elenco es poco más que decorado. Ni siquiera pasa el corte el malvado Jafar interpretado por Marwan Kenzari.

Decorado por cierto es el mejor término para describir el marco irreal en el que se desarrolla todo; un colorido mejunje visual de inspiración oriental, mejor dicho, inspirado en el Agrabah de los parques temáticos de Disney.

Dejando de lado la apropiación cultural de cartón piedra y ser un calco, lo más discutible tal vez sea cierta estética de videoclip, clamorosa en la nueva canción Speechless que en algún momento recuerda a las series para adolescentes de Disney Channel, como Los descendientes.

Hay mensaje, por supuesto. Hablamos de una película de Disney pensada para ser disfrutada en familia y parece obligado, aunque no lo sea, dar lecciones en los títulos que van a ver masivamente los niños.

Encontraremos la importancia de ser sincero con los que amas, de ser tú mismo; de no hacer del poder, la riqueza o la fama tus objetivos vitales; también empoderamiento femenino, con esa Jasmine tan fiel al original.

Puede que Jasmine sea una princesa de segunda fila comparada con otras de la casa, que no venda tantos disfraces o reúna tantas colas de seguidores buscando su foto en los parques, pero es indiscutiblemente más interesante que Blancanieves o Aurora, más por su ombligo al aire, su tigre, su negativa a casarse (aunque luego caiga, como todas salvo Elsa y Mérida) que por su novedoso empeño por hacerse oír.

Pero la Jasmine que recordaremos con más cariño, el Aladdin que siempre será el primero en nuestro corazón, siempre será el que nos hizo soñar con un mundo ideal en dos dimensiones.

‘Hilda’, la serie de la niña del pelo azul que gusta tanto a niños como a mayores

A falta de ver cómo será la plataforma de streaming que prepara Disney, puedo afirmar con toda sinceridad que la mejor a día de hoy en cuanto a cantidad y calidad de contenidos infantiles y también respecto a su sistema de control parental es Netflix.

Abundan las series de animación que podemos disfrutar felizmente en familia junto a nuestros hijos. No hace mucho terminamos la segunda temporada de El príncipe dragón, que es altamente recomendable por la manera en la que combina una historia de fantasía aparentemente clásica, con dragones, magia y elfos, con giros actuales e inesperados. Ya os hablé de la primera hace algún tiempo.


Tienen también, por ejemplo, una nueva versión de She-Ra y las princesas del poder que también es una maravilla disfrazada de pastelito de unicornio y que está condensando una buena legión de seguidores, también adultos. Acaba de estrenar segunda temporada.

Pero hoy vengo a recomendar en concreto otra, una que tal vez ya conozcáis porque lleva desde el pasado mes de septiembre deleitando a todo niño que se acerca a ella. Hablo de Hilda, una serie de trece episodios de aires nórdicos, cuya magia bebe directamente de los mitos escandinavos, adaptados a su espíritu insurgente.

Hilda tiene el pelo azul, es muy inteligente y valiente de verdad, porque tiene miedo y se sobrepone a ello. También es una niña muy poco convencional. Se crió junto a su madre, aislada en la montaña, en compañía de su zorrociervo. A esta moderna Pippi Calzaslargas le toca trasladarse a la ciudad de Trolberg, a cuyo bullicio le costará adaptarse y dónde encontrará buenos amigos, entre los que destacan Frida, David y el elfo con corazón de notario Alfur.

Cada capítulo es una aventura en la que la magia y el sentido común echan un pulso para ver quién puede más. Hay diversión, libertad, pero también aprendizaje. Hilda no solo se afianzará siendo como es, única, también tendrá que comprender a asumir las responsabilidades de sus actos, crecer poniéndose en zapatos ajenos y entender que los amigos pueden oponerse a nosotros y seguir siéndolo.

La animación es inconfundible, con una gama cromática distinta y acertada y que sostiene un buen pulso con lo adorable. Y sus méritos, que contribuyen a que disfruten con ella tanto los niños como los adultos que se deciden a dedicarle un poquito de tiempo, le han valido distintos premios y nominaciones a los Annie, Daytime Emmy o Peabody.

Hay confirmada una segunda temporada, pero que habrá que esperar a 2020 para verla. No obstante, tenemos a nuestra disposición los libros de su creador, Luke Pearson, igualmente deliciosos.

De hecho, como suele suceder, los libros estuvieron antes que la serie. Hay tanto cómics como novelas infantiles disponibles en España. Una de esas novelas ha pasado por casa y es estupenda para primeros lectores, para los niños que con siete u ocho años comienzan a dar sus primeros pasos pasando páginas solitos. Bienvenido sea el interés que pueda despertar la serie para animar a la lectura.

También hay un videojuego para móviles que confieso no haber probado.

¿Conocéis a Hilda? ¿Le daréis una oportunidad?

¿Cuál es la mejor de las adaptaciones a acción real que ha hecho Disney de sus clásicos?

Hace apenas un par de semanas que Disney estrenó la versión que Tim Burton ha hecho de Dumbo. Una película con más virtudes estéticas que de fondo a mi parecer, que concluye con el mensaje explícito de la necesidad de proscribir a los animales salvajes en los circos, por que eso de los viajes constantes y tener que actuar en público, no es cosa para ellos. Y toda la razón, la verdad.

También hemos podido ver recientemente nuevos avances de Aladdin y de El rey león, las siguientes historias clásicas en revisarse que veremos en los cines.

Hay más remakes en marcha. Mulán llegará las próximas navidades de la mano de Niki Caro (En tierra de hombres); La sirenita, que parece que será un musical en el que participarán Alan Menken y Lin-Manuel Miranda; Cruella de Vil, que sí, que ya se podría considerar adaptada, pero lo será de nuevo con Emma Stone como la malvada amante de las pieles en su juventud; Campanilla, con Reese Whiterspoon; La dama y el vagabundo; Lilo y Stich; Peter Pan, que también tiene adaptaciones a aburrir pero tendría otra de la mano de David Lowery; El jorobado de Notre Dame, Merlín el encantador; Pinocho

Desde luego, material para remakes tienen de sobra. Ya veremos si todas las posibles adaptaciones de las que se está hablando se acaban culminando y de qué modo. Mientras sigan siendo rentables, nada hace pensar que no vayan a encararlas.

TEPHEN TILLEY/DISNEY ENTERPRISES

Ya hemos tenido la oportunidad de ver un buen puñado de adaptaciones de esta línea estratégica de la compañía. Desde Alicia en el país de las maravillas, también de Tim Burton, hace nueve años y la que podríamos considerar pionera en estas adaptaciones, hasta El aprendiz de brujo (de la que pocos se acuerdan) , Maléfica, Cenicienta, La bella y la bestia, El libro de la selva, Peter y el dragón, Christopher Robin (Winnie the pooh) y Mary Poppins.

¿Cuál creéis que ha sido la mejor hasta la fecha?

‘Mirai, mi hermana pequeña’, el niño que saltaba a través del tiempo

Este viernes Sherlock Films estrena en los cines españoles una de las cintas de animación más relevantes del último año. Se trata de Mirai, mi hermana pequeña (Mirai no Mirai, no entiendo que no hayan traducido el título de manera más literal, como Mirai del futuro), la última película de un director japonés al que conviene no perder la pista: Mamoru Hosoda, del que tal vez os suenen La chica que saltaba a través del tiempo, Los niños lobo o El niño y la bestia. Sobre todo las dos últimas son películas que se pueden disfrutar mucho junto a niños a partir de unos siete u ocho años.

Decir que es una de las películas de animación más relevantes es algo evidente cuando uno se da cuenta de que fue una de las nominadas en la categoría de mejor película de animación de los Oscar, en los Globos de Oro y en los Critics’ Choice Awards. En nuestro país fue la ganadora de la Sección Anima’t del Festival de Sitges y se llevó el premio al mejor guion y el premio del público del festival Nocturna.

Yo tuve la oportunidad de verla hace unos días y me pareció una plasmación magistral de la cotidianidad de una familia en la que ya hay un niño pequeño y acaba de llegar un bebé. Su protagonista es un niño de cuatro años, cuyos perfectamente imperfectos jóvenes padres acaban de tener otro bebé, una niña que le hará sentirse príncipe destronado. Un cambio que coincide además con tener a su joven padre, un arquitecto con muchas inseguridades, asumiendo una mayor responsabilidad en la crianza de los hijos para que su mujer, periodista, crezca profesionalmente.

Hosoda es un maestro de lo que se llama slice of life, mostrar fragmentos de la vida del todo cercanos, en su caso siempre salpicados de elementos fantásticos. Esta película no escapa a ello, aunque en este caso queda la duda de si en verdad estamos ante un universo con sus propias reglas más allá de la lógica o ante la imaginación desbordante de un niño superado por las circunstancias y marcado por los álbumes de fotos familiares.

Los viajes imposibles del pequeño Kun, cuyo detonante es la morena de su pequeño jardín, le llevarán a conocer a su hermana pequeña siendo mayor, pero no solo eso. Nada más lejos de mi intención que estropear la sorpresa de ese dejarse llevar tan distinto con el que el pequeño aprenderá y crecerá, pero atención a la conmovedora parte en la que el viaje es al pasado, a un Japón de posguerra.

Mostrar lo más cercano, situaciones que a todos nos resultan familiares, es la mayor maravilla de esta película, por encima incluso del componente fantástico, que en gran medida también se dedica a enseñarnos eso. Tiene más de Los niños lobo en ese sentido que de otras películas de Hosoda. Con pulso firme Mirai, mi hermana pequeña logra conmovernos, hacernos sonreír reconociéndonos en lo que vemos en la pantalla, darnos cuenta de nuevo de cómo pequeños detalles aparentemente insignificantes pueden marcar una vida y otras muchas sucesivas, algo que también está en todas sus obras.

Hay muchas lecturas en esta película a poco que se esté atento y se reflexione al respecto. La más obvia tal vez sea el valor de la familia, del amor que sus miembros se tienen y cómo están todos, incluso los que ya no están presentes, relacionados. También algo tan obvio pero que se nos olvida como que todos fuimos niños, que todos seremos jóvenes y ancianos.

No es una película apta para todos los paladares en cualquier caso. Hay que apreciar la animación japonesa; no esperar el ritmo vertiginoso de otras producciones que nos llegan para toda la familia, como el reciente estreno de Capitana Marvel sin ir más lejos. Tal vez los niños (y los mayores) que estén más acostumbrados o deseosos de historias que transcurren a esa velocidad, más convencionales en su desarrollo, se sientan algo desconcertados ante las andanzas del pequeño Kun, porque no es que la cinta de Hosoda sea lenta, pero sí es muy íntima, y no sigue una línea argumental clásica.

No obstante, es una cinta de animación de una calidad muy superior a la media de la oferta que nos llega en todos los sentidos (atención por ejemplo al nivel de detalle de los escenarios), por lo que bien merece el intento. Puede resultar especialmente interesante acudir con niños que vayan a tener o tengan hermanos y experimenten o hayan experimentado esos celos imposibles de contener, para ver si son capaces de reconocerse en Kun y aprender a reírse de sí mismos y comprender que la dedicación de los padres puede tener límites, pero no su amor.

‘Todos los caminos’, una aventura en bicicleta por el síndrome de Rett, llega este viernes a los cines

Escucho síndrome de Rett y pienso en Josele y en María, a los que conozco desde hace siete tirando del carro de lograr fondos para dar a conocer e investigar esta enfermedad rara que solo afecta a las niñas, a unas 6.000 en España.

Recuerdo también el cuento La princesa sin palabras , nacido del amor de Laura por su hija Marta, del amor de Marta por la vida y del amor de Cruz por su amiga de la infancia y por la niña que tuvo, de la misma edad que la suya y afectada por el síndrome de Rett.

Recuerdo a una niña, recién diagnosticada, que conocí los años que pase en la sala de espera del centro de atención temprana mientras mi hijo con autismo recibía sus terapias. Recuerdo varios temas de compañeros de 20minutos. Recuerdo las guerras de otros padres de niños con enfermedades raras, que pelean por investigación y recursos y lo hacen mostrando lo que les pasa a sus hijos.

Visibilizar es muy importante. Lo que no se ve no es un problema, no se convierte en algo a solucionar.

A partir de ahora también pensaré en Martina, en su padre Francisco Santiago y en Dani Rovira, que le ha acompañado junto a Germán Torres y Martin Giacchetta en bicicleta hasta Roma y cuyo periplo, captado por Paola García Costas en el documental (Impulsado por Selecta Visión y Costas Films) Todos los caminos llega este viernes 11 de enero a las salas de cine acompañado de una canción de Antonio Orozco.

1.500 kilómetros pedaleando, pero también el día a día de Martina y su familia. Una manera de conocer el síndrome de Rett, pero también de conservar la esperanza en el ser humano. Hay mucha maldad, aún más mezquindad, pero también bondad y ganas de hacer del mundo un lugar mejor para todos.

En la web de la fundación Ocho Tumbao hay más información sobre esta película, que ojalá atraiga a mucha gente a las salas, porque desde la Fundación Ocho Tumbao tienen razón cuando dicen:

Es importante ir al cine a ver Todos los caminos no sólo por su calidad cinematográfica, que sin duda la tiene gracias a que todo el equipo ha hecho un trabajo excepcional. Es importante y es necesario, además, ver la película porque no dar la espalda a otras realidades y a otras problemáticas nos enriquece como personas. Nos convierte sin duda en seres más solidarios, más empáticos y, por supuesto, más humanos. Hablar sobre las enfermedades raras y darles visibilidad ayuda a difundir información sobre ellas y a denunciar la falta de fondos para investigación.


El ‘efecto Netflix’ también se da en los perfiles infantiles (las películas y series que nos llegarán entre 2019 y 2022)

Creo que todos conocemos (y hemos sufrido) el efecto Netflix, al menos todos los que contamos con esta plataforma de contenidos por streaming que justo por estas fechas celebra el tercer aniversario de su llegada a España. La oferta es tan grande, el algoritmo te ofrece tantos contenidos afines a tus gustos, que te encuentras con el mando (o la tablet, el portátil o el móvil) en la mano, incapaz de elegir qué demonios ver entre tanto como tienes por delante. No es raro que al final haya pasado tanto tiempo o estés tan abrumado que optes por irte a la cama a leer o ver lo mismo de siempre (lo que explicaría la renovación millonaria que ha hecho Netflix de la serie Friends por un año más). Es, en cierto modo, el equivalente a no saber dónde dejar el coche cuando encuentras un aparcamiento lleno de sitios vacíos.

Pues los niños no están libres de sufrir el efecto Netflix. Es tanto lo que hay en los perfiles infantiles, tanto de producción propia como ajena, que es fácil perderse un buen rato cotilleando qué ver. Aunque la experiencia me dice que los niños no se lo piensan tanto, que se deciden más rápido y repiten con más frecuencia aquellas series y películas que ya les gustaron una vez.

Ojalá la compañía californiana se animara a contarnos los hábitos de nuestros niños en su servicio de streaming comparados con los de los adultos. Seguro que veríamos diferencias. Pero Netflix no es demasiado dado a compartir datos, tampoco de audiencia. Hay que quererles así. Tanto es así que me sorprendió descubrir el mes pasado que en un comunicado confesaron que «casi un 60% de los usuarios de la plataforma a nivel mundial disfruta de contenido infantil y familiar cada mes». Probablemente cuando se busquen hashtags en redes sociales con los títulos de series o películas infantiles no asomen tantas publicaciones como con otras más seguidas por adultos, pero es que los niños no andan tuiteando o con instagram. Y de hecho, hacerlo sorprenderá a muchos al ver a numerosos adultos comentándolas.

Hoy hay un tema en 20minutos que habla largo y tendido de la ofensiva que Netflix prepara para incrementar su oferta de contenido infantil y familiar que os recomiendo si es que el tema os interesa. Una ofensiva necesaria dado el valor estratégico intrínseco que tienen estas series y películas e impulsado por la decisión de Disney de lanzar su propio servicio de streaming (estoy deseando valorar cómo es).

En él se mencionan varias producciones que la compañía tiene en marcha. De todo tipo, eso es lo que más llama la atención. Y encaja con lo que dice Melissa Cobb vicepresidenta de Kids and Family en Netflix: “Sabemos que hay diferentes tipos de familia. Por ello, contamos con creadores de diferentes estilos para poder contar historias únicas y diversas con las que puedan sentirse identificadas todas y cada una de las familias de Netflix».

En total hay, que sepamos, al menos 13 proyectos en marcha para ver la luz a partir de 2019. A mí los que más me llaman la atención son las adaptaciones animadas del universo de Roald Dahl, un escritor infantil mítico conocido sobre todo por Matilda o Charlie y la fábrica de chocolate. Creo sinceramente que la animación podrá hacer mejor justicia a su universo que las películas que hemos visto hasta la fecha.

En segundo lugar despierta mi curiosidad My Father’s Dragon, de Nora Twomey. Twomey ha estado vinculada a maravillas como El secreto del libro de Kells o El pan de la guerra, junto a mi admirado (y ponderado desde este blog, no os perdáis sus películas) Tomm Moore.

Guillermo del Toro me gusta mucho, aunque en casa no nos entusiasmó con su Troll Hunters, aunque me consta que sí ha gustado a mucha gente en mi entorno con niños de menos de diez años. Eso no quita que tenga muchas ganas de ver su Pinocchio. Será su primer largometraje de animación y en stop motion.

El libro de la vida es otra película maravillosa de la que os hablé en su día en el blog y su creador, Jorge Gutiérrez, también nos traerá una miniserie en 2021 a la que tengo muchas ganas. Se llama Maya and the three y está inspirada en la cultura mesoamericana.

Jacob and the beast, protagonizada por un marinero y un monstruo marino, es un largo de  animación ordenador, escrita y dirigida por el ganador del óscar Chris Williams (Vaiana, Big Hero 6, Bolt). Me llama mucho la atención.

Klaus será la primera que veremos, a finales de 2019, y no había captado demasiado mi interés hasta que escuché a Melissa Cobb hablar de ella con entusiasmo, destacándola por encima de otros títulos. Su director es Sergio Pablos, co-creador de Gru, y rastrea sobre los orígenes de este mito navideño. Tiene la particularidad de que se está produciendo en Madrid.

Over the Moon es un musical «sobre una chica que construye un cohete espacial para viajar a la luna y demostrarle a su padre que la legendaria diosa de la Luna realmente existe. Cuando llega al «otro lado» descubre un mundo repleto de criaturas fantásticas, algunas que la amenazan y a otras que la ayudan a encontrar el camino a casa». ¿A alguien más le recuerda al Mago de Oz? La dirige un veterano de la animación: Glen Keane (La sirenita, Aladdin, La bella y la bestia) y ha sido escrita por Audrey Wells (Bajo el sol de Toscana, George de la jungla).

Y Wendell & Wild, de otro peso pesado como es Henry Selick (Pesadilla antes de Navidad, Los mundos de Coraline) sobre dos hermanos demonio que escapan del inframundo y llegan a una ciudad donde deben evadir a una adolescente que está tratando de destruirlos.

¿Cuál os apetece más ver?

‘Maquia’, el amor de una madre llevado al ánime

En Maquia hay dragones, por mucho que no tengan ese nombre y se consuman bajo la docilidad del cautiverio. En Maquia hay elfos, aunque tampoco se llamen así y equivoquen sus pasiones. En Maquia hay construcciones que nada tienen que envidiar a las altas y blancas torres de Minas Tirith; tampoco en los malos gobernantes. En Maquia hay hermosas y desdichadas princesas, encerradas en torres de marfil. En Maquia hay magia, maravilla y épica. También poesía, la que enmarca los últimos momentos de las leyendas.

Maquia es todo eso. Es un universo de fantasía bellamente diseñado que logra deslumbrar. También sorprender, pese a los muchos mundos similares que hayamos conocido, con un guion que huye de los caminos transitados en exceso.

El gran mérito de esta película, premiada en Sitges, es que ni dragones, ni elfos, ni batallas épicas o amores desgarrados son los protagonistas. La verdadera magia que esconde Maquia se encuentra en el amor de las madres por sus hijos, firme como una roca una vez despierta; en el amor de los hijos por sus madres, cambiante y también permanente; está en la belleza de lo cotidiano, de tal manera que aquello que no rutila es lo que acaba calando más profundamente nuestro corazón.

Los elfos y los dragones, los reyes y las princesas, quedan pronto eclipsados por el transcurrir de las vidas de personajes que en las grandes sagas épicas serían secundarios. Personajes para los que el transcurrir del tiempo es disparejo, convirtiendo la asunción del dolor y la pérdida en una valiosa enseñanza. El amor siempre merece la pena, por mucho que no vaya a ser eterno.

El paso del tiempo tiene un sentido. Igual que lo tiene avanzar encontrando personas a las que querer y viendo cómo la distancia o la muerte nos las arrebatan. Somos lo que otros hacen de nosotros, cómo nos criaron nuestros padres, de quienes estuvimos alguna vez enamorados por mucho que lo hayamos olvidado.

Me resulta inevitable contemplarla en cierto modo como heredera de otra película de animación notable, nacida de la colaboración entre artistas japoneses y estadounidenses y que cumple este año su 36 aniversario: El último unicornio, inspirada en un delicioso relato de Peter S. Beagle. Encuentro cierta similitud estética y también un parecido tono melancólico, crepuscular. Así como el hecho de que en El último unicornio también hay criaturas mágicas, reyes y castillos, pero busca profundizar y trascender en un universo de emociones reconocibles por todos y se recrea en los clásicos personajes que son comparsas en otras historias.

Igual que me recuerda al espíritu de Olvidado rey Gudú de Ana María Matute, una escritora a la que nunca está de más reivindicar.

Esta película de animación de la directora Mari Okada, guionista de Anohana (2013) y The Anthem of the Heart (2015) llega este viernes a los cines. No a demasiados y no durará mucho, así que si os interesa os recomiendo reaccionar rápido para no perder la oportunidad de verla en pantalla grande.

Dura casi dos horas y creo que los niños a partir de 8 o 9 años pueden disfrutarla, teniendo siempre en cuenta que es una narración que conmueve hasta las lágrimas, que encierra esperanza pero no es la típica historia fácil y cerrada a la que muchos niños están acostumbrados.

La protagonista de esta obra se llama Maquia y es de la raza iolf, cuyos miembros conservan la juventud durante siglos. El segundo protagonista es Ariel, un chico que pierde a sus padres a una edad muy temprana. Maquia no envejece por más años que pasen, pero Ariel sí. Y esta es la historia sobre cómo se va transformando el vínculo entre ellos.