Archivo de septiembre, 2017

#TodosSomosCientíficos, un libro para inculcar en los niños el amor por la ciencia y luchar contra el cáncer infantil

Todos somos científicos es un libro que nace de la solidaridad, un proyecto precioso que merece todo el apoyo que podamos darle y por varios motivos.

Os voy a hablar primero del más obvio. Ya por su título se puede deducir el objetivo de su lectura: fomentar la vocación científica en los niños, el amor por explorar nuestro mundo de forma empírica para hacer de él un lugar mejor.

María José Rodríguez, que además de investigadora es escritora de cuentos infantiles e ilustradora, explica así cómo es el libro:

Es un libro de experimentos para hacer en familia, para niños y con las explicaciones sobre la ciencia que hay detrás del experimento también pensadas para que las entiendan los niños. Además es algo especial, pues cada capítulo tiene una introducción narrativa, una pequeña historia para enganchar a los niños y enseñarles que están interaccionando continuamente con la ciencia y la naturaleza, que la ciencia forma parte de nuestra vida diaria y es sorprendente y divertida.

Yo he escrito la parte narrativa y he asesorado en la organización del libro, la maquetación, los experimentos a plasmar y en que el lenguaje y las explicaciones fueran adecuadas para los niños. Y el resto del libro: experimentos, las explicaciones, las fotos, las anécdotas curiosas, la maquetación y las ilustraciones, las han hecho los voluntarios de Fundación Telefónica con el asesoramiento de Apadrina La Ciencia.

Además cada capítulo está supervisado por un científico del CSIC y de la Universidad, que es otro de los valores añadidos del libro.

 

Os hable de dos razones por las que apoyar este libro. La otra, probablemente la primera en importancia, es que es un libro solidario con una asociación que lucha activamente contra el cáncer infantil: APU, Asociación Pablo Ugarte. Poco conocida, su aportación a la investigación es notable; sostiene nada menos que 21 proyectos de investigación para acabar con ese monstruo que sí existe, que sí que nos acecha y a todos nos ha herido de alguna manera, más o menos profunda, un monstruo contra el que es preciso armarse y luchar.

Os lo he dicho en el pasado y lo repito. La guerra contra el cáncer la vamos a ganar. No sé cómo, ni cuando, ni de qué manera, pero lo lograremos. Acabará derrotado porque lo que sí sé es que cuando tantos hombres se empeñan con tanta fuerza en algo siempre lo acaban consiguiendo. Hemos demostrado con creces a lo largo de la historia que somos implacables, para bien y para mal.

Y los científicos son nuestra fuerza de asalto.

Todos somos científicos es un reto solidario, además de un libro. Os dejo de nuevo que os lo explique María José:

La idea es que si logramos recaudar con este libro 12.500 euros, Telefónica donará el doble de lo recaudado a la APU (25.000 euros) en la segunda parte del reto, con lo que la APU podría conseguir 37.500 euros que invertiría íntegramente en investigaciones contra el cáncer infantil.

Reto aparte, todo lo que venda (estará disponible desde Amazon) irá destinado a ese fin, así que Ojalá tenga muchas ediciones.

Su elaboración ha sido completamente solidaria, hay mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha ilusión de muchas personas que han arrimado el hombro por una buena causa. Y eso merece también tenerse en cuenta.

Es loable que gente sin experiencia en ilustración, maquetación, etc. haya hecho un libro tan bonito y en tan poco tiempo (empezamos el proyecto a finales de mayo). Y todos hemos trabajado gratis y no vamos a cobrar un duro: el libro vale 9,99 euros y todo el importe íntegro irá a la APU, a investigación contra el cáncer infantil, y, por ende, a aumentar la esperanza de niños y padres que sufren este tipo de enfermedad.

 

Este libro, este sueño de mejorar un poco el mundo y que devuelve la fe en el hombre, se presenta este próximo lunes, 2 de octubre, a las 19 en la sede que Fundación Telefónica tiene en la Gran Vía madrileña.

Allí podréis ver ver las investigaciones que la APU tiene en marcha y conocer a algunos de los investigadores, parte del equipo de Fundación Telefónica y de Apadrina La Ciencia. Yo también estaré por allí.

Os esperamos, con niños por supuesto. La entrada es libre pero conviene solicitar entradas en Ticketea.

Tenéis más información sobre el libro, cómo comprarlo y su presentación, en su página de facebook.

‘Cuentos de buenas noches para #niñasrebeldes’ y para niños también, por supuesto

Hay un claro interés por rescatar a las mujeres semiolvidadas de la historia, por reivindicar los logros de mujeres valientes, fuertes, inteligentes, dotadas, bondadosas, persistentes… de ayer y de hoy. Mujeres que nos sirven de espejo a todos, que ayudan a soñar con tener alas, que nos insuflan aire y ganas de volar.

Y no es un interés que parta de la cúspide de la pirámide para ser ofrecido en forma de producto a los que estamos en la base. En absoluto. El proceso ha sido el inverso. La gente ha sido la que ha reconocido con los brazos abiertos la apuesta de unas artistas visionarias.

Cada vez hay mas cuentos, mas productos culturales en general, que tiene una calidad extraordinaria y que nacen del crowdfunding.

Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, aunque ha llegado a España hace poco de la mano de una gran editorial, nació de esta manera. Sus autoras, las italianas Elena Favilli y Francesca Cavallo, lograron que su proyecto batiera récords de recaudación en la historia de la financiación colectiva . Buscaban recaudar 40.000 dólares y superaron los 1,28 millones gracias con donaciones de 30.000 patrocinadores de 75 países. Y lograron vender 500.000 ejemplares en 6 meses y derechos a 26 idiomas.

¿Cómo es este fenómeno editorial que al fin tenemos disponible en España? En una edición cuidada, acompaña una ilustración de diferentes artistas con una breve biografía de los logros de cien mujeres y una cita. Biografías breves, de fácil lectura, adaptadas para los niños (todas comienzan con «había una vez») y edulcoradas, sus sombras se han pasado por alto. Son cuentos de hadas basados en hechos reales. Lógico teniendo en cuenta que está dirigido a niños a partir de cinco años.

Tengo que reconocer que la selección de mujeres me ha parecido arriesgada. Hay figuras históricas razonablemente conocidas como Ada Lovelace, Jane Godall, Frida Kahlo o Amelia Earhart. Hay otras figuras históricas que nos saben a nuevas y que son nuestras favoritas. También hay muchas mujeres cuya historia aun se está escribiendo, desde Hillary Clinton o Michelle Obama a jóvenes deportistas que aun no cumplen los veinte años, con los riesgos que eso conlleva.

Una selección de cien mujeres de todo el mundo y todas las épocas entre las que no hay ninguna mujer española por cierto. Fue Julia la que preguntó expresamente por ello, y buscamos entre sus muchas páginas sin éxito.

En cualquier caso, hace un par de semanas que lo tengo en casa, que leo junto a mi hija de ocho años las historias que alberga y que ella se sienta a solas y pasa páginas hasta encontrar una ilustración que le llama la atención y se detiene a leer. En este tiempo he llegado a la conclusión de que es un libro necesario, tanto para niñas como (tal vez dote todo en algunos casos) para niños. Un libro de los que no se olvidan, de los que se recomiendan y prestan, de los que se conservan con cariño. Un libro con el los que los adultos también aprendemos y nos sorprendermos.

Es importante que las niñas conozcan los obstáculos a los que se enfrentarán a lo largo de su vida, pero también es esencial que sepan que dichos obstáculos son superables. En este libro no sólo encontrarán formas de sobreponerse a ellos, sino que pueden ir eliminándolos para las mujeres del futuro, igual que lo han hecho las grandes mujeres de este libro. Vivimos en un mundo en el que el género no debe definir el tamaño de nuestros sueños ni la distancia que podemos recorrer. Todas las niñas merecen crecer pensando que pueden llegar a ser lo que ellas quieran.


Viendo este libro me resulta imposible no acordarme de otros maravillosos. Los de Isabel Ruiz Ruiz, con un título tan corto y simple como extenso es el anterior: Mujeres.

También nacidos de crowdfunding, también editados con mimo, también recopilando en una página la vida y logros resumidos (narrados de manera menos infantil) de mujeres relevantes de la historia (aquí no hay atletas veinteañeras ni políticas discutibles), ilustradas todas por la misma artista que ha dado vida a los libros (unas ilustraciones que me tienen enamorada), con mucha presencia de nuestras mujeres relevantes: Concepción Arenal, Clara Campoamor, María Moliner…

Por lo que he visto, el proyecto de las italianas se financió durante la primavera de 2016. El de Isabel Ruiz arrancó a finales de 2015 y también fue un éxito, aunque no planetario como el de Favilli y Cavallo. Un éxito que ha propiciado que, hace muy pocos días, naciera de nuevo en Verkami el tercer volumen y sumara el dinero necesario para ver la luz en tiempo récord.

Como parte de una colección, su estructura es similar a la de los libros anteriores. Las ilustraciones van acompañadas de una cita en la que cada mujer nos habla de sí misma, de su forma de enfrentarse o de entender el mundo. Incluye una breve biografía de cada una de ellas que supone un punto de partida para seguir investigando, descubriendo. Es un ideario, mi homenaje personal a estas grandes luchadoras: Maruja Mallo, Angela Davis, Rosalind Franklin, Gloria Fuertes, Berta Cáceres…

Mujeres es otra de las joyas de nuestra pequeña biblioteca que también os recomiendo descubrir.

Y como despedida, un reto. Un trivial de mujeres relevantes que deberían aparecer en los libros de texto. ¿Las conoces?
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Si eres incapaz de imaginar un mundo en paz, al menos no robes ese sueño a los niños

Hoy, 21 de septiembre, es el Día Internacional de la Paz.

Y miras al mundo y te da la risa, la risa triste. Da igual que te vayas lejos, a Corea del Norte, a Siria, a Estados Unidos, o que te quedes en España, vislumbrando la brecha creciente construida tanto por los atrincherados a un lado o al otro.

La concordia brilla por su ausencia.

Hoy es el Día Internacional de La Paz y no estoy segura de si el mundo es más pacífico que en 1971, el año que John Lennon publicó su sencillo Imagine.

Precisamente hoy sale a la venta en varios países de forma simultánea este himno hecho cuento, con un prólogo de Yoko Ono Lennon y bellamente ilustrado por Jean Jullien. El objetivo de esta iniciativa es «dar a conocer a los más pequeños los valores de la paz y la tolerancia, trabajando el respeto».

No need for greed or hunger,
A brotherhood of man,
Imagine all the people,
Sharing all the world…

Los royalties que se obtengan de la venta del libro, editado en España por Flamboyant, se destinarán a la organización Amnistía Internacional.

La canción tiene un mensaje que pudiera parecer infantil, escrito por un hippy millonario, idealista e iluso, pero si te paras a pensarlo, en su aparente simplicidad, sigue siendo revolucionario en distintos sentidos y valido, el único camino a seguir. Leer el cuento despacio, rumiándolo, te hace darte cuenta.

Cuando lo veía con Julia me daba cuenta de que conozco a bastantes familias que lo cerrarían al leer:

Imagine there’ no countries,
It isn’t hard to do,
Nothing to kill or die for,
No religion too,
Imagine all the people
living life in peace…

Y eso también es triste. Despreciar o atacar el sueño hermoso de paz en el mundo, por mucho que sea inalcanzable, negándoselo además a nuestros niños, explica probablemente cómo estamos.

You may say I’m a dreamer,
but I’m not the only one.
I hope some day you’ll join us,
And the world will live as one.

Es necesario que imaginemos un mundo en paz para empezar a construirlo, para que poco a poco nos acerquemos a ese sueño; pero si no crees en ello, al menos no se lo robes a los niños, déjales crecer imaginándolo.

‘Imagine’, de John Lennon – Booktrailer from Editorial Flamboyant on Vimeo.

Hay también, asociado al cuento, un concurso de dibujo en marcha para las escuelas. Se llama Los pájaros del mundo Y pide a los niños que dibujen su pájaro de La Paz para «promover que los niños se imaginen un mundo lleno de paz a través del arte y la creatividad».

‘La Lego Ninjago Película’ entretiene pero no cala (aún estamos esperando La Lego Película Definitiva)

El curso pasado tuvimos la ocasión de ver la película de Lego basada en Batman, esa gamberrada que no dudo que a muchos entusiastas de Lego y el universo DC les gustara. No hubo aquí ningún comentario sobre ella porque fue una decepción. Para nosotros y para otras familias con niños que conozco y también acudieron a verla. Tal vez por un problema de expectativas, lo reconozco, pero es que era lógico entrar en la sala de cine esperando una película infantil de una calidad razonable, dado que los mimbres eran buenos: Batman y el resto de superhéroes y villanos de DC en formato Lego.

¿Cómo negar el carisma de Batman? ¿A quién no le gusta Lego, aunque sea un poquito?

En fin, la cuestión es que ni a los niños ni a los adultos que acudimos al cine nos pareció gran cosa, pero tampoco voy a ponerme a profundizar en ello.

Hoy quiero hablar de otra película de Lego que llega este fin de semana a los cines basada en Ninjago, los seis ninjas adolescentes de los que ya hay muchos juguetes y un buen puñado de productos televisivos: tenéis la serie y dos películas en Netflix, sin ir más lejos, que comparten personajes pero no trama con los noventa minutos que ahora se estrenan.

La vi el sábado acompañada de tres niños de entre 7 y 9 años y lo cierto es que a ellos les gustó
. Más que la de Batman, menos que La Lego Película. Se entretuvieron siguiendo las andanzas del ninja verde y sus amigos, les resbaló la relación de conflicto paterno-filial entre el héroe y el malvado, prima de la de Darth Vader con Luke, rieron sobre todo con el arma definitiva y pasaron por alto todo lo demás que no encaja, o sobra, o extraña, que es bastante.

La película, otra gran broma dirigida por Charlie Bean, Paul Fisher, Bob Logan y con guion de los dos últimos y Hilary Winston, no les caló en exceso, aunque es posible que cuando vean los catálogos de juguetes que en breve nos inundarán, pararán un par de segundos más en las páginas que muestren cajas de Ninjago.

Resumiendo, que es una película a la que se puede ir con niños a pasar el rato, sin más.

La Lego Ninjago Película arranca con dos actores de carne y hueso (Jackie Chan uno de ellos) en una escena que recuerda al arranque de La Historia Interminable.
Comparte con otras películas de Lego que llegan a los cines ese guiño de unir nuestro mundo y el de los juguetes, de que esas historias que vemos son la recreación de lo que niños y adultos imaginan mientras juegan. Un acierto diferencial, en mi opinión, de las lego-películas que asoman a los cines.

Y como todo es un juego, como todo podría nacer de la imaginación de los niños, parece que todo vale, que todo es una gran broma salpicada de referencias para el que sea capaz de pillarlas. Ahí es dónde esté película y otras de Lego se pasan de frenada.

No tengo nada en contra de dejarse llevar por la acción y la locura, pero me gustaría obtener más, que medios tienen; me gustaría encontrarme con una buena película que no sólo sea divertida, que también emocione, que no abuse del vértigo y la sal gruesa.

Porque Lego nos encanta, pero no vale con apostarlo todo al carisma de las figuras y los mundos de Lego, que puede que supere incluso al de Batman. Desde la notable La Lego Película (2014), el resto de películas de Lego no han remontado precisamente el vuelo.

No sé vosotros, pero yo aún estoy esperando La Lego Película Definitiva. Mejor aún, La Lego Película Definitiva Definitiva.

Y ojalá llegue pronto, porque hay medios para ello.

El autismo y los juegos de mesa

Este verano, como todos, nos llevamos varios juegos de mesa en la maleta. Que las cajas de estos juegos sean con frecuencia exageradas supone un problema de espacio cuando hay que ubicar bastantes en casa, pero en los viajes no viene mal. En una misma caja, si se organizan bien, pueden caber varios.

Uno de los juegos que nos llevamos fue el Carcassone, uno de los imprescindibles en cualquier ludoteca familiar. Una tarde tranquila estábamos jugando los tres habituales, mi santo, mi hija de ocho años y yo, cuando Jaime, que tiene once años y autismo, se acercó a la mesa interesadísimo en colocar losetas. No nos importó que nos descuajaringase caminos, castillos y abadías. Los tres nos miramos sorprendidos y encantados de que mostrase interés en unirse a nosotros colocando losetas, daba igual cómo cayeran.

Hemos tenido muchas jornadas de juego de mesa y jamás Jaime había querido participar. Aquello fue un destello que tenemos que intentar repetir en casa, sin forzarle, esperando que espontáneamente desee estar de nuevo unos pocos minutos participando con nosotros en la construcción de mundos medievales.

He recordado todo aquello al transcribir algunos fragmentos de la conversación que tuve sobre juegos de mesa con Núria Guzmán, psicóloga con un máster en Neuropsicología y Educación.

Nuria lleva desde 2012 trabajando con los juegos de mesa en la asociación Afim 21, que se creó «para dar respuesta a niños y adolescentes con necesidades educativas, con problemas emocionales o con muy pocas habilidades sociales». El éxito fue rápido y claro y podéis leer más al respecto en Los juegos de mesa llegan a las aulas, para aprender divirtiéndose.

Durante la larga charla que mantuvimos para la elaboración de ese reportaje, además de quedarme clara su pasión por enseñar a los niños entendiendo cómo funciona su cerebro, que no se aprende sin recompensa, que es preciso el disfrute para fijar las enseñanzas, que hay que descartar el adiestramiento finalista… también me contó que está trabajando con juegos de mesa y chavales con autismo, un campo que coincido con ella en que habría que explorar más.

Aquí tenéis lo que me contó.

Niños con síndrome de Asperger, autismo de alto funcionamiento y juegos de mesa

En muchas asociaciones se trabaja exclusivamente con el colectivo y eso no permite incluirlos luego en sociedad. Si los niños con asperger tienen dificultades para hacer inferencias con el lenguaje, si tienen un lenguaje muy literal, si lo que quieres es desarrollar sus habilidades sociales, la pragmática del lenguaje o la prosodia, no puedes juntarlos con niños con las mismas dificultades. Tienes que trabajarlo en grupos heterogéneos. Hay muy pocas actividades inclusivas porque… ¿quién se presta a ello?

Nosotros tenemos niños con asperger, pero en ese mismo grupo hay niños que no tienen nada. En un grupo de diez niños hay dos o tres con asperger. ¿Cómo trabajamos? Si vemos que es necesario explicarlo, porque son niños con signos muy marcados que pueden provocar rechazo, hablamos con las familias para que nos den permiso para explicar a los niños lo que pasa, lo que tiene ese niño. En primer lugar para que lo comprendan, que nos parece esencial. No vamos a etiquetar a ese niño, pero sí explicar que «este niño hace eso por este motivo». Y con que una vez al grupo se lo digas, ya lo comprenden. Sencillamente.

Son muy rígidos. Si dicen «a este juego no quiero jugar porque no me gusta», le hacemos ver que «no te gusta, pero céntrate en cómo juegan los demás o en como fulanito disfruta tanto». O le decimos «tu objetivo no va a ser ganar, sino aliarte con ese otro niño». Dirigimos un poquito.

En Avalon, la resistencia hay identidades ocultas y se necesita habilidad para engañar. La primera vez que juegan les cuesta mucho. Les preguntan directamente «¿Tú eres espía?» y responden «Sí, No». Pero primero te dicen el sí y se descubren. Pero quieren ganar y hay un potencial muy grande para trabajar la competencia social. Se fijan en lo que los demás están diciendo, imitan lo que hacen los demás.

También trabajas aspectos emocionales. En otro muy sencillito me encontré con un niño de 9 años que me decía «yo no puedo jugar a esto porque no sé engañar, soy asperger». Lo tenía completamente asumido, le habían puesto límites, le habían metido en la cabeza que no podía hacer eso. Le dije «ya verás como sí puedes engañar». Jugó, ganó la partida y se fue con el sentimiento de que era bueno.

Dime que juego no sirve para un niño con asperger. Incluso Catan que hay que establecer complicidades e intentar fastidiar al otro al mismo tiempo nos vale. También usamos mucho juego de rol que es muy potente, porque ahí puedes hacer lo que quieras.

También el autismo de alto funcionamiento lo tenemos integrado en los talleres normales.  Igual que con el síndrome de Asperger, van con niños de todo tipo. Uno está en un grupo en el que también está mi hija. Les explicas, le diriges un poco, y ya está.

Cuando el autismo es más severo

Con niños con autismo más afectados es diferente. Tuvimos una experiencia piloto en un colegio que aprobó que entrásemos a trabajar con niños con autismo. Fue hace un año con tres niños de unos diez años a doce años. Estábamos dos e incluso tres personas.

Aquí tienes que adaptarte al niño, no el niño a la actividad. Tienes que conocer al niño, sus intereses, y eso no es cosa de un día ni de tres, es una labor más larga.  A veces es una pasada, porque ha habido mucha comunicación, otras veces no tanto. Infirmamos mucho a los padres, hay que decir la verdad y reconocer si ese día ha ido fatal. El año siguiente los vamos a grabar para observar y sacar luego más detalle. Es mucho más lento, pero es muy interesante.

Son talleres en los que estamos experimentando. Realmente en psicología no se debe experimentar, tienes que seguir las directrices que te marcan los estudios, lo que se sabe que funciona. Yo no estoy tanto de acuerdo con esa filosofía. En un taller informal, en una actividad extraescolar, puedes experimentar tanto como quieras, lo único que tienes que tener en cuenta es que el niño tiene que sentirse tranquilo, a gusto, cómodo. Y luego le sacas el juego y ves su reacción. Tienes que observar mucho. Hay que explicar el juego con normas diferentes. Por ejemplo, hemos jugado al Dino Race. No incorporamos todas las reglas, pero el simple hecho de que pongan el tablero y avancen con el dinosaurio porque han sacado una carta y respeten el turno, ya es comunicación.

Hemos usado juegos donde hay piezas, que tengan que hacer composiciones, como el Chromino que es un dominó de colores. No hace falta explicar reglas, ellos hacen sus propios patrones, que muchas veces pueden ser válidos.

Creo que debería fomentarse desde que son muy pequeños.

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Una madre imperfecta

No soy una madre perfecta, en absoluto.

Jamás he sido capaz de hacer una trenza decente a mi hija, como mucho alguna coleta rápida con algún que otro huevo. A mí no me gusta peinar y a ella no le gusta que la peinen, así que muchas veces sale de casa con apenas un cepillado rápido. De hecho, en septiembre le han cortado el pelo para evitar historias.

Procuro que coman sano, en mi casa no hay lugar para zumos, bollos o colacaos y como sí me gusta cocinar, procuro hacerlo tanto como pueda. Pero a veces hay prisa y caen unas varitas de pescado, sopa de brick o pizza que nada tiene que ver con la casera que nos comimos ayer.

Debería trabajar más con Jaime en casa, debería insistir en el uso de imágenes para que haga peticiones y en la necesidad de que se vista o cepille los dientes solo, pero con frecuencia ejerzo de madre-mayordoma, y así no aprende. También peco de lo mismo con Julia.

Falto a reuniones del colegio. Suelen ser en horario laboral, trabajo lejos de los colegios y contando ambos centros podemos estar hablando de unas diez al año entre colectivas e individuales. Imposible ir a todas.

A veces Julia quiere jugar y a mí no me apetece, así que propongo que veamos la tele juntas o que juegue un ratito a la tablet o la consola. Nos pasa sobre todo en viajes largos en coche.

También a veces soy yo la que presto más atención al móvil de la que debería en su presencia.

Jugamos y desordenamos y no siempre volvemos a ordenar. Hay noches que he apartado los juguetes y los libros de la cama como he podido para hacer hueco al sueño.

Hay tardes que la pereza nos puede y en lugar de salir en familia a algún parque o montar en bici nos quedamos apoltronados en casa. Con Julia tiramos de juegos de mesa, con Jaime abusamos de la música en la tele.

Tengo mucha paciencia de serie, me resulta más fácil que a la media no gritar ni castigar, pero no es infinita y a veces la pierdo.

Tiendo al despiste y a veces olvido alguna cita en el pediatra, cambiar la muda de la mochila o que teníamos que hacer determinada tarea del cole en casa.

Podría seguir. No soy una madre perfecta y no creo que sea posible serlo. Tampoco me parece deseable vivir peleando por alcanzar la luna, o por fingir que se ha alcanzado desde una cuenta de instagram. El ser humano no es perfecto en nada de lo que hace, en nada de lo que es.

No soy una madre perfecta, pero quiero a mis hijos, ellos lo saben y están creciendo felices.

Y con eso tendremos todos que conformarnos.

Un uniforme para gobernarlos a todos

Un uniforme para gobernarlos a todos. Un uniforme para encontrarlos,
un uniforme para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas.

No he podido resistirme a torturar las líneas de Tolkien. Mil perdones y vayamos al lío.

Leo estos días que un colegio británico ha unificado el uniforme de niños y niñas. Es noticia en varios países, no solo el suyo, por haber instaurado un único uniforme para todos, que permite llevar pantalón corto o pantalón largo. Adiós falditas. Hola uniforme neutro.

Leo estos días que un club de alterne ha sido denunciado por publicitarse vistiendo a sus chicas de colegialas por incitar a la pedofilia, porque el uniforme escolar de faldita que ese colegio inglés ha prohibido entra en el imaginario colectivo de muchos como algo sexy.

En ese colegio inglés ya no habrá Lolitas haciendo volar tablas de cuadros mientras corren.

En ese colegio inglés sí que habrá shorts para todos, para que los chicos no se asen de calor, para que enseñen las rodillas si les place igual que ellas.

Leo en redes sociales y comentarios de blogs y noticias a padres defendiendo el uniforme porque iguala a todos los niños, y recuerdo que yo llevé hasta los quince años uno de esos uniformes junto a mis 46 compañeras (eran otros tiempos, los de la EGB que tantos añoran y nos apiñaba en las clases) y siempre hubo diferencias. En el lazo de Don Algodón de la coleta, en los relatos de las vacaciones, en los pendientes y relojes, en la actitud, la altura, la guapura o la gordura.

Leo en redes sociales y comentarios de blogs y noticias que se ahorra dinero, que no hace falta tener tanta ropa. Pienso entonces en el colegio de mi hija, en el que la mayoría de niños van vestidos con los chandals y las mallas de Decathlon, CyA o H&M, ropa barata que no pasa nada si se rompe jugando o hay que descartar aún nuevas porque hay un estirón repentino. El uniforme no oficial de los colegios sin uniforme.

Recuerdo también a la bloguera Madres Estresadas preguntándose si de verdad hay menos ropa de calle en el armario de esos niños con uniforme. Y hay algunos casos en los que conozco la respuesta: esos niños y niñas de uniforme tienen mucha más ropa que los míos, que no lo llevan. No pasará siempre, por supuesto, pero pasa mucho.

Leo también en redes sociales y comentarios de blogs y noticias que te ahorras discusiones sobre qué ponerse a primera hora de la mañana, sobre todo con niñas. De nuevo las terribles prisas que nos hacen correr y llevar a rastras a toda velocidad a nuestros pequeños, que nos privan de la oportunidad de aprender a dialogar y negociar con ellos, de aprender también a respetar sus decisiones cuando son posibles. Y pienso entonces en que muchos colegios prescinden del uniforme en la adolescencia, que es justo cuando ese factor se acentúa.

No descarto que pueda haber en según qué casos mayor comodidad para los padres y que no tiene que ser en absoluto traumático para los chicos, pero no es una solución que a mí me convenza.

Preferiría que se pudiera elegir en cada caso, que existiera la opción del uniforme sin ser obligatoria o que no hubiera uniforme en absoluto.

Parece  que soy minoría.

Pero de momento lo del uniforme que es igual para chicos y chicas, no parece mala idea. Aunque muchos ya lo rechazan porque las niñas van mucho más monas con faldita, porque así parecerán adefesios.

A lo mejor es que lo que a muchos defensores del uniforme más les gusta, es que vayan todos tan monos e igualitos todos, con el caché que parece revestir.

«Harta estoy de tener que explicar cómo es mi hija»

Miriam iba conmigo a la misma clase, desde muy pequeñas, desde aquel viejo parvulitos. Era de mis mejores amigas en aquel colegio femenino de monjas del que tan pocos recuerdos gratos guardo. Entre esos buenos recuerdos están Gemma, Soraya, Alicia, Sonia, Cristina… y también ella.

Nos perdimos la pista al hacernos adultas, pese a seguir viviendo en la misma ciudad. La vida nos llevó por diferentes derroteros. Y la vida nos volvió a unir hace pocos años. Fue cuando llevaba a Jaime a la piscina. Allí estaba ella con su pequeño y feliz terremoto, dispuesta siempre a robarte el móvil, pidiendo que le dediques tu atención, sin palabras, con los mismos enormes ojos de gata y sonrisa interminable de su madre. Su hija también iba a natación especial.

Jamás hubieran imaginado aquellas niñas de uniforme que coincidirían en el futuro de la mano de dos niños, sus hijos, uno con autismo y otro con lesión cerebral.

Ha pasado el tiempo y no nos hemos perdido la pista.

El texto que hoy os traigo es suyo. Lo escribió hace tiempo, solo para ella. Un desahogo (y  entended el contenido, por favor, también como tal)  que conozco bien, porque a mí escribir también me sana. Hace poco me dijo: te lo regalo.

Aquí lo tenéis, porque me ha dado su permiso para compartirlo:

Harta, harta estoy de tener que explicar cómo es mi hija. De tener que justificar cómo se comporta. De dar pequeñas clases de neurología y psiquiatría adaptadas al nivel intelectual de quien me escucha. De escuchar una vez finalizada mi master class que soy una súper madre cuando leo entre líneas ‘vaya putada’, incluso a veces lo escucho abiertamente como si te estuvieran dando el pésame por tu situación.

Y lo que me gustaría es no tener que dar lecciones ni explicaciones y que el día a día estuviera exento de prejuicios para que todos tuviéramos la libertad de ser y actuar como somos. Que no tengamos que ver esas miradas mal disimuladas de extrañeza porque, ignorantes ellos, no entienden lo que es la discapacidad.

Pobres necios, no saben cómo deben actuar o mirar en situaciones cotidianas, cuando les saludas o simplemente les coges de la mano. Pobres seres grises absortos en sus egoísmos, no saben mirar (ni sentir) con el corazón.

Y sin embargo tú, princesa risueña, cascabel incesante, tienes como objetivo principal ser amable con todo ser humano que te encuentras. Regalar tu risa y tu alegría es tu objetivo principal desde que despiertas. Sin rencor, sin intención, sin maldad, sin juzgar. Y yo lucho por controlarlo porque no quiero que te hagan daño. Y me es imposible.

No puedo controlar tus ganas de hacer felices a los demás. Tu fuerza sin malicia, tu energía desbordante, tu alegría sin límites. No puedo y tú no te dejas, porque no haces nada malo, son ellos los que no hablan el lenguaje emocional, el del amor sincero. Y es entonces cuando yo me doy cuenta de que el mundo debería ser como tú.

Esa niña preciosa, a la que tantos dedican su peor mirada marciana, ha aparecido en alguna ocasión en el calendario de la asociación Dedines, una asociación cuya carrera solidaria se celebra pronto. Un evento al que os invito a acudir.

He entrado unas pocas horas después de la publicación de este texto, porque me entristece ver muchos de los comentarios que ha suscitado. Es un texto sincero que muestra el cansancio que puede suscitar estar siempre dando explicaciones, siempre justificando, siempre viendo miradas de lástima, de incomprensión, de pésame… Imaginad por un momento que os encontraseis con ello a diario y referido a vuestros hijos. Puede agotar, por mucho que te guste explicar, por mucho que se sepa que es lo correcto, por mucho que animes a que lo hagan y seas consciente de las buenas intenciones que hay detrás. Es algo común, en mayor o menor grado, a la mayoría de padres con un niño con discapacidad, sobre todo cuando es una discapacidad invisible al primer vistazo.

Dicho lo cual. Preguntad. No tengáis miedo de hacerlo. No hay preguntas tontas si hay buena intención. Lo que se conoce, lo que es cercano, no asusta, no intimida, te prepara mejor para pasar por el mundo dejando una huella positiva. Y la naturalidad es el mejor trato.

Para terminar os voy a dejar un pequeño fragmento de mi libro, Tener un hijo con autismo, que está relacionado con todo esto:

Cuando tienes un niño con autismo, a tu alrededor escucharás muchas cosas, recibirás muchas preguntas, muchos tipos de miradas, habrá invitaciones que caerán y otras para las que insistirán demasiado; gente que te excluirá, no necesariamente con mala intención, y gente que se empeñará en forzar situaciones que tú sabes que no saldrán bien. Es como si esa discapacidad social que tiene nuestro hijo se contagiara.

Tener el pellejo duro, que las cosas que se hacen y se dicen a nuestro alrededor calen poco ayuda a ser feliz, os lo aseguro. De nada sirve centrifugar sin parar sobre las posibles segundas intenciones del mensaje recibido, las motivaciones ocultas, lo que pretenden despertar en nosotros con sus miradas, acciones y comentarios.

¿Eso que me ha sentado mal es realmente algo grave o algo sin trascendencia que se me olvidará pronto? ¿Con ese comentario u obrando de esa manera quería hacerme daño o ha sido una metedura de pata de alguien que me aprecia? Decir que hay que ponerse en lo mejor, que ante la duda es mejor pensar que no había mala intención, puede sonar muy inocente. Nadie quiere que le tomen por tonto, tampoco yo. Nadie quiere que malinterpreten lo que hace o dice su hijo con autismo. Pero por encima de todo eso quiero vivir tranquila y feliz. Esa manera naif de encarar las cosas ayuda a lograrlo, os lo aseguro.

Tener un hijo con autismo puede hacer que tengas la piel con la sensibilidad de un ala de mariposa o puede curtirte frente a los demás. Yo prefiero lo segundo.

‘Catch the moon’, para jugar en familia a alcanzar la luna

Hay juegos de mesa que requieren media hora de explicación, arrancar una partida de prueba y terminar al menos una en serio para pillar la mecánica, para comprender un poco de la estrategia que conviene o apetece seguir.

Hay juegos que ocupan casi toda la mesa del comedor cuando se despliegan, a los que hay que dedicar como poco una hora (es probable que más).

Muchos de esos juegos son aptos para jugar con niños, en familia, incluso sin adaptar las reglas, pero ese requisito de tiempo, espacio y atención pueden limitar las posibilidades de echar partidas, puede hacer torcer el gesto a los menos aficionados a este tipo de diversión.

No es el caso de Catch the moon, que es uno de esos otros juegos que se explican en un pispás, que no ocupan mucho ni en su caja no desplegados y cuyas partidas son rápidas (unos quince minutos, puede que menos) y te dejan ganas de más. Un juego en el que niños y adultos pueden hacerlo igual de bien.

Y además es muy bonito. Me consta que no soy la única que, al verlo, piensa en El Principito. También, tal vez, en ese cuento superventas que juraría que todos los niños conocen: ¿A qué sabe la luna?. Pero sobre todo recuerdo a este precioso corto de Pixar, que os recomiendo ver antes de jugar:

Hay que llegar a la luna, para barrerla de estrellas.

Teniendo claro el objetivo, cómo intentar alcanzarlo  es sencillo: tenemos dos escaleras verticales que inician el ascenso, un dado que nos indicará que debemos hacer, unas lágrimas que marcarán nuestros derrumbes y un montón de escaleras con distintas formas.

El dado indica si tenemos que colocar la escalera apoyada solo en una escalera de las que ya están puestas, en dos de ellas o de tal manera que acabe lo más arriba del todo.  Y siempre hay que hacerlo con una mano.

Al que se le caiga el universo inverosímil de escaleras, le toca una lágrima, porque «la luna espera ansiosa vuestra llegada, pero es muy sensible y derramará una lágrima al más mínimo contratiempo en vuestra escalada». Y esas lágrimas son las que nos hacen perder.

Sí, ya lo sé, así contado también recuerda al juguete de Tozudo y a todos sus herederos, pero además de ser mucho más estético, de generar construcciones de cuento, es muy ágil y funciona muy bien.

El juego de Fabien Riffaud y Juan Rodríguez, con Emmanuel Malin en la parte artística, ha sido editado por Asmodee y tiene un precio recomendado de 24,99 euros. Admite hasta seis jugadores y está recomendado a partir de seis años.

Es una opción estupenda de juego de mesa ligero con el que trabajar la visión espacial divirtiéndose, un juego que puede estar muy bien para introducir en este ocio de mesa a los niños y adultos con menos paciencia o capacidad de concentración, algo que también vamos a mejorar jugando a alcanzar la luna.

Otros juegos de mesa para pasarlo bien en familia:

Cuando ir al dentista con un niño puede implicar anestesia general

Si el niño es muy pequeño, o dependiendo de su carácter, miedo y del procedimiento al que tenga que someterse, cabe la posibilidad de que necesite anestesia general. Y ese tipo de anestesia siempre pesa.

(GTRES)

Si se trata de un niño con autismo o con otro tipo de discapacidad que impide que haga acopio de valor y calma y se mantenga quietecito y con la boca abierta, esa anestesia general también será necesaria, aunque sea para algo tan sencillo como una caries. De hecho es muy probable que muchos de esos niños la sigan necesitando toda la vida.

Y cuando no es posible acceder a ese servicio por la vía de la sanidad pública, algo que pasa con demasiada frecuencia, estamos hablando de que arreglar unas pocas caries puede superar los mil euros. No es de extrañar (y sí de agradecer) que en el anterior colegio de Jaime hicieran tanto hincapié en la importancia de la higiene dental de sus alumnos y hubiera un programa de desensibilización: cada poco les llevaban al dentista a una revisión, para que se acostumbraran a colaborar. Pero esa es otra historia de la que ya hablaremos más despacio en el futuro.

Hoy os dejo un texto de Marta, autora del blog (que os aprovecho para recomendar) Mamá española en Bulgaria, que hace poco tuvo que pasar con su hijo pequeño por la anestesia general en el dentista, con la esperanza de que a alguien le pudiera resultar útil su experiencia y recomendaciones.

La anestesia general es a veces necesaria en pediatría, no sólo para procedimientos quirúrgicos mayores, sino también para ocasiones en las que no es posible que el niño esté quieto o colabore. Por ejemplo, niños muy pequeños, niños con autismo o con alguna discapacidad…

Recientemente tuve que llevar a mi hijo pequeño al dentista, y como a sus cuatro años era impensable que pudiera estarse un par de horas inmóvil con la boca abierta, fue necesario hacerlo con anestesia general.

Busqué mucho en Internet antes del procedimiento y no encontré gran cosa, de modo que ahora que hemos pasado por ello quisiera compartir mi experiencia, por si ayuda a tranquilizar a otros padres.

Eso sí, los detalles pueden variar según cada centro y el caso concreto de cada niño y es bueno preguntar antes al médico; esto es simplemente orientativo.

Los preparativos:
Unos días antes hay que hacerle al niño una analítica y obtener una muestra de orina. Parece sencillo, pero sacarle sangre a un niño pequeño o con alguna discapacidad puede ser una odisea. Nosotros tuvimos que ir a tres centros hasta que dimos con uno en el que la enfermera tuvo agallas para intentarlo. Las dos anteriores no se atrevieron, porque el niño se movía mucho, y tenían miedo de desgarrarle la vena y causarle una hemorragia. No las culpo.

Hacen falta varias personas para inmovilizar totalmente a un niño asustado. Lo más sencillo es quizá que la madre se siente con el niño encima y le sujete torso y manos, mientras el padre o las enfermeras ayudan a sujetarle las piernas.

La muestra de orina se toma en casa en un botecito que te dan para ello, esta parte no tiene ningún misterio.

Si los resultados de la analítica están bien ya se puede ir al dentista (o al médico que corresponda) en los siguientes días.

En las seis horas previas a la intervención el niño no puede consumir alimentos ni bebidas. Como es complicado que un niño pequeño entienda que no puede comer ni beber durante tanto tiempo, es mejor pedir hora por la mañana temprano, y llevarle recién levantado.

Lo ideal sería hablar con él o ella y explicarle lo que pasará de forma simple y adaptada a su edad, aunque por desgracia, los niños muy pequeños o con alguna discapacidad pueden no comprenderlo, lo que hace que llegado el momento están más asustados.

Es recomendable llevar una muda para el niño (a veces tras la anestesia pueden vomitar), pañuelos de papel, y agua. El agua es importante porque al despertarse tienen mucha sed.

Normalmente en el centro dental hacen una ortopantomografía antes de empezar, aunque con niños pequeños no siempre es posible (en nuestro caso no lo fue, el niño se movía demasiado).

La anestesia general:
Siempre que se aplica anestesia general hay un anestesista acompañando al paciente durante todo el tempo que dura el proceso, desde la sedación hasta el despertar.

A mí me pidieron que me sentara en la silla con mi hijo encima, para poder sujetarle bien, y dos auxiliares le sujetaron torso y piernas mientras el anestesista le aplicaba la mascarilla. Es totalmente indoloro, pero los niños pueden asustarse.

Con la mascarilla se le da a inhalar al niño una mezcla de óxido nitroso y sevoflurano, dos anestésicos que le dejan KO en unos 15 segundos. El anestesista dijo que son los que se suelen usar en toda Europa por su eficacia y porque no suelen causar problemas en la recuperación.

Una vez el niño está dormido, los padres deben irse para dejar trabajar a los profesionales. A nosotros nos mandaron a dar una vuelta y nos dieron una estimación del tiempo que iban a tardar. En mi opinión es mejor no alejarse demasiado y asegurarse de que el personal tiene nuestro número de teléfono para que nos puedan llamar si acaban antes de lo previsto.

Antes de empezar el procedimiento pertinente se le pone al niño una vía en la mano y se le intuba por la nariz, para dejar la boca despejada para el procedimiento y para poder seguirle administrando por ahí más gas anestésico. También se le administra paracetamol mediante un supositorio.

Esto es en caso de procedimientos dentales, pero si la anestesia general es para otro tipo de intervención tal vez el sistema sea algo distinto.

El despertar:
La recuperación de la anestesia general es una parte importante de todo el proceso. Normalmente hay salas de recuperación para este propósito, equipadas con una camita, luces tenues y ambiente relajante.

Lo ideal es que el niño se vaya despertando solo de forma natural, y el anestesista nos dijo que a menudo tras la anestesia se sumen directamente en un sueño profundo que puede durar un rato o varias horas. Mi hijo durmió un par de horas.

Al despertar es bueno que lo primero que vean sea a sus padres, porque están desorientados y algo doloridos. Es común que sientan náuseas y pueden llegar a vomitar, de ahí que sea recomendable llevar una muda limpia por si hiciera falta. Mejor prevenir.

También es habitual que estén muy sedientos, porque entre tantas las horas de ayuno total y las que dura el procedimiento, están bastante deshidratados.

Cuando el anestesista da el visto bueno ya te puedes llevar al niño a casa. En nuestro caso nos aconsejaron no embutirle comida para evitar que vomitara, simplemente mantenerle hidratado y darle de comer poco a poco cuando lo pidiera.

También nos recomendaron darle paracetamol al llegar a casa, pero esto es decisión del médico según el procedimiento que se haya realizado y del estado del paciente. Cada caso es distinto y es mejor no medicar a los niños por nuestra cuenta.

Repito que esta es nuestra experiencia personal, los detalles pueden variar según cada niño, según el centro o según el procedimiento que haya que hacer, por eso es bueno preguntar unos días antes a los médicos para saber cómo se hará. Cuando sabes qué esperar estás más tranquilo.

A cualquier padre le angustia someter a su hijo a anestesia general, además de a la intervención que sea. Asusta, claro, ¡son tan pequeños! Por eso es bueno ir bien informado para poder mostrar tranquilidad, porque si los niños nos ven nerviosos ellos también se pueden alterar más de lo necesario.