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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La primavera se adelanta este año tres meses

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No es porque no lo supiéramos y lo temiéramos, pero el cambio climático empieza a ser tan tangible como invisible lo es el primo negacionista de Rajoy. Especialmente este invierno inexistente en el que estamos batiendo todos los récords de disparate climático. Lee el resto de la entrada »

Descubrimos los secretos de Rajoy en Doñana

Viendo aves

Continuamos la crónica de la ruta de las aves Bird Flyway. 1.700 kilómetros de norte a sur siguiendo a los ánsares escandinavos en su viaje invernal hacia el sur de España. La primera estación fue en la laguna de La Nava (Palencia), la segunda en el Urdaibai Bird Center (UBC), la tercera recorrió la Reserva Ornitológica de la Laguna de El Oso (Ávila) y llegamos por fin a la ansiada meta justo para celebrar hoy con todos vosotros el Día Mundial de los Humedales (2 de febrero) en el paraíso de las aves acuáticas.

Última estación: el Parque Nacional de Doñana (Huelva, Sevilla y Cádiz), el humedal más importante de todo el continente europeo, pero también un mosaico de diferentes ecosistemas absolutamente asombroso y repleto de vida salvaje.

Hay una sorpresa. Los periodistas de este singular press trip no sólo tendremos el privilegio de recorrer frágiles zonas del parque nacional en donde están prohibidas las visitas turísticas sino que lo haremos en compañía del, sin duda, mejor guía de la reserva, José Manuel Galán; el encargado de guiar por el espacio a los más ilustres visitantes, incluidos todos los presidentes de Gobierno español desde Felipe González a Mariano Rajoy. De este último descubriremos algunos de sus gustos más privados, como pasear solo por las inmensas playas de Doñana o admirar los martinetes, una singular garza nocturna. Lee el resto de la entrada »

¿Es el hundimiento del Prestige un símbolo de la que se nos avecina?

Hoy 5 de junio celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente, pero tengo el día depresivo y para pocas fiestas, como la mayoría de los españoles desde hace cuatro años. Ni las mejores noticias me levantan el ánimo. Tampoco la remitida desde el proyecto Save the Beach. Gracias al patrocinio de la cerveza Coronita, la directora Isabel Coixet acaba de estrenar el documental ‘Marea Blanca’, un homenaje a los cerca de 300.000 voluntarios que hace diez años limpiaron las costas gallegas tras la catástrofe del Prestige. Así explica la realizadora catalana su último trabajo:

“La historia de los voluntarios del Prestige y de cómo combatieron una tragedia y limpiaron toda una parte de la costa de Galicia demuestra que si la gente se une con un motivo y causa concreta, y dejan de lado sus trabajos, estudios, por pura filantropía y por ayudar, es posible cambiar las cosas”.

Recuerdo esta tragedia y sólo me vienen a la mente simbólicos paralelismos con nuestra actual tragedia. Mariano Rajoy, en ese momento coordinador del Gobierno para hacer frente a la crisis ecológica de «pequeños hilitos de plastilina«, es ahora el responsable de hacer frente a otra crisis aún más grave, la económica. Y yo me pregunto:

  1. ¿Son también hilitos de euros los que se están escapando de los bancos españoles hacia mares menos revueltos?
  2. ¿Le valdrán como voluntarios para impedirlo los casi seis millones de parados de nuestro país?
  3. ¿Dejamos hundir el barco o tratamos de reflotarlo?

Pero el Prestige también nos dio una importante lección. Que los españoles estamos muy por encima de políticos y banqueros. Y que la marea blanca de la indignación acabará limpiando este país de tanta inmundicia.

Puedes descargarte gratuitamente el documental ‘Marea Blanca’ en http://www.coronasavethebeach.org/marea-blanca/site.php#/documentary.

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Vivimos en la era de la estupidez

Estamos en el año 2055, en un campo de refugiados instalado en un círculo polar ártico donde ya no hay hielo. El cambio climático ha dejado de ser una amenaza para convertirse en un hecho de devastadoras consecuencias ambientales, pero sobre todo sociales y económicas.

Con sólo mirar 40 años atrás, exactamente ahora, quedaba claro hacia dónde íbamos, hacia el desastre. «¿Por qué no hicimos nada para evitarlo?«, se pregunta el solitario protagonista de The Age of Stupid (La era de la estupidez), la última película de la comprometida cineasta británica Franny Armstrong.

Todos sabíamos y sabemos lo que se nos viene encima, pero nadie está dispuesto a cambiar un ápice su actual vida de derroche, basada en el despilfarro de combustibles fósiles. Los banqueros y los grandes empresarios los que menos. Corremos en círculos por la playa mientras vemos despreocupados cómo un gigantesco tsunami avanza implacable hacia nosotros.

La película, demasiado catastrofista pero cargada de realidad, se ha estrenado esta semana en 40 países, incluyendo el nuestro. El estreno coincidió con la celebración de la cumbre mundial sobre el clima celebrada esta semana en Nueva York, con miras a que en diciembre se firme en Copenhague un protocolo que dé continuidad al actual de Kioto, que expira en 2012, sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del cambio climático. Aunque tampoco se hagan muchas ilusiones. El tiempo y la ambición juegan en nuestra contra, así que no se hagan muchas ilusiones.

Cuando en 1990 España suscribió Kioto, se comprometió a aumentar sus emisiones un máximo del 15%, pero lo ha hecho un 52,3%. Ajenos al estrepitoso fracaso, ahora los países más desarrollados del planeta quieren reducirlas un 40% para el año 2020. Pero lo cierto es que sólo la crisis está logrado que contaminemos menos.

Evidentemente, somos estúpidos. Nadie en su sano juicio mantiene una loca carrera hacia el precipicio sólo por no tener claro si será él, o sus hijos, los que al final se despeñen. Eso lo sabe hasta el primo de Rajoy.

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Os dejo el trailer de la película The Age of Stupid. La verdad es que pone los pelos de punta.

Ana Botella: «El planeta está al servicio del ser humano»

La concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, Ana Botella, afirmó ayer miércoles que el planeta «está al servicio del ser humano porque el ser humano es el centro». Consciente de la trascendencia de tan rancio ideario, doña Botella eligió para hacerlo público el noveno Congreso Nacional del Medio Ambiente (CONAMA).

El hombre está en el centro del cosmos y en posición de superioridad respecto al resto de la creación. ¿Dónde he oído yo esto antes? ¿Aristóteles? ¿Santo Tomás de Aquino? ¿Creacionismo?

Según la agencia Europa Press, la concejala matizó que esta afirmación no implica que no haya que «cuidar» del planeta para que llegue en mejores condiciones al que viene detrás, pero no cree en las visiones «fatalistas y pesimistas».

Un micrófono, un público atento y miren hasta donde llega el optimismo botellil:

«Lo que no creo es que haya que ‘decrecer’ porque no vamos a ser capaces de generar recursos en cantidad, porque la experiencia no lo ha avalado».

Y la buena señora siguió diciendo barbaridades tales como:

«No todas las noticias medioambientales tienen que llamar al pesimismo porque hemos progresado y avanzado mucho y a los que estén dentro de 10 años les parecerá que estábamos muy atrasados».

¿Atrasados? Con planeamientos como los de esta mujer retrocedemos décadas, si no siglos, en la instauración de una conciencia medioambiental que precisamente propugna lo contrario: Ni somos el centro del planeta ni es nuestro.

Esto me recuerda la gran frase que dejó escrita recientemente en este mismo blog un lector:

«No me preocupa tanto el planeta que vamos a dejar a nuestros hijos como los hijos que vamos a dejar a este planeta».

Con personajes como la creacionista Botella y los negadores del cambio climático tipo Aznar y el primo de Rajoy es para preocuparse, ¿no os parece?

Así calentamos el planeta

«Bufa a bufa, aumenta o efeito de estufa», aseguran en un divertido vídeo los ecologistas portugueses de Quercus. Que traducido a román paladino se traduciría por algo así como «Pedo a pedo aumenta el efecto invernadero».

Este otoño fue tan seco que parecía verano. El invierno se presentó vestido de primavera y ahora que está a punto de concluir nos llegan los fríos y las nieves, insuficientes para remediar la dura sequía que se avecina. Ya no sabemos qué es lo normal, si lo de antes, lo de ahora, todo o nada.

Una vez le preguntaron a un antiguo miembro de la División Azul por su experiencia en el sitio de Leningrado, en concreto por las terribles temperaturas polares que debieron soportar los voluntarios españoles mientras los ejércitos alemán y ruso se masacraban sin piedad. Con una sonrisa, el militar respondió: «No miren, para frío Burgos».

Eso sería antes, cuando yo era pequeño y la nieve era tan cotidiana en esa ciudad como las cuestas heladas donde nos partíamos la crisma emulando a los patinadores. Porque este año sólo ha nevado una vez, el lunes, y apenas llegó a cuajar.

Pero algunos aseguran que el cambio climático es un camelo, todo mentira y manipulación. Todavía hay por ahí escépticos, incluidos Rajoy y su primo, que piensan que nuestro sistema económico de contaminación sin límite no tendrá efectos colaterales en el clima, en la calidad del aire que respiramos, en nuestra salud. Yo no estoy tan seguro.

La tierra es una madre solícita que nos da todo lo que necesitamos, caprichos infantiles incluidos. Niños malcriados, a sus caricias respondemos con golpes, arañazos, amputaciones y grandes, grandísimos pedos. ¿Cómo no va a ser entonces irrespirable nuestro aire? ¿Cómo no va a afectar tanta barbaridad a nuestro clima?