Jorge Remacha y su hijo decidieron pasar el fin de semana pasado en la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila (Zamora). Se las veían felices, disfrutando de la naturaleza en estado puro en una de las joyas medioambientales de Castilla y León, un remanso de paz para las aves esteparias y los miles de ánsares que cada año nos visitan en invierno. “¡Menos mal que existen los espacios protegidos!”, se congratulaba Jorge. Pero lo que vio fue muy diferente. Os copio aquí el relato que me ha enviado:
El domingo, ya anochecido, empezamos a oír tiros a diestro y siniestro en los campos que rodean a la laguna de Barillos.
– ¿Pero quién estará disparando y a qué?, nos preguntábamos.
Dormimos en la furgoneta y de madrugada empezamos de nuevo a oír disparos por todas partes. Aquello parecía la toma de Irak. Cuando amaneció subimos con el telescopio al observatorio y vimos cómo varios cazadores llevaban orgullosos varios ánsares muertos.
– ¿Pero no puede ser, cómo pueden cazar aquí? ¿Serán desalmados? Vamos a llamar al Seprona ahora mismo.
– Oiga, que estamos en Villafáfila y los cazadores se están cargando a los ánsares y yo creo que no pueden cazar aquí.
– Sí…, ¿que están dónde?
– En Villafáfila.
– Bueno pues ya le digo yo a la patrulla si eso que se pase.
– ¿Pero oiga si no le he dicho el sitio concreto donde estoy?
– Bueno, pues dígamelo.
– En un observatorio de aves que hay….
Al rato vienen dos lugareños con tres ánsares y un azulón más tiesos que la mojama. Yo, en un acceso de ira le digo al que llevaba los trofeos:
– No sabía que estaba permitido cazar ánsares aquí. ¿Tiene usted permiso para hacerlo? ¿Esto no es una reserva?
Se me queda mirando en tono chulesco y me dice:
– Pues claro que se puede cazar, ya lo está viendo.
Y le comenta al compañero.
– Solamente falta que vengan de afuera a tocarnos los co….
Le dije que yo creía que no era así y que les tomaría la matrícula del coche para informar al Seprona.
– Infórmeles, infórmeles, y dígales que ayer maté a 12 como estos y que ahora me voy a tomar algo a un bar de Villafáfila.
Indignado me encaminé a la Casa de la Reserva a contar lo sucedido y uno de los empleados de allí me miró muy sorprendido y me dijo:
– ¡Pues claro que se puede cazar en los límites de la reserva! Por eso se llama Reserva de Caza.
– ¿Pero cómo es posible que permitan cargarse a los ánsares de esa manera?
– No hombre, si en realidad hay muchos, la caza de unos cuantos no significa nada.
Y yo pensaba, si no se sabe ni los que matan, si hasta por la noche los cazan (me confirmaron que podían hacerlo según la ley hasta dos horas después de la puesta de sol), sin que hayamos visto guardería ni Guardia Civil ni a nadie controlando… Pero si hasta me dijeron que se subían al observatorio a pegarles tiros cuando al amanecer salían de la laguna para ir a comer a los campos de cereales. Que no les da tiempo ni siquiera a los pobres bichos a coger altura, de lo cerca que están de la laguna los cazadores.
En fin una tremenda decepción. Nos volvimos a casa pensando que éramos unos ilusos que nos pensábamos que los espacios naturales servían para algo.
Y tú ¿qué piensas? ¿Debe prohibirse la caza en un espacio protegido como Villafáfila? ¿Las reservas son ante todo simple marketing turístico? ¿Los derechos de los cazadores están por encima de los de los animales?
Aprovecho para poneros unas fotos de cazadores de gansos en Canadá, seguramente el sueño de muchos de los cazadores de Villafáfila. Para que os hagáis una idea.

