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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El picudo amenaza de muerte al palmeral de Elche

Palmeral Elche

El palmeral de Elche (Alicante), el más grande y bello de Europa, se muere. Un terrible escarabajo asiático lo está devorando sin que hagamos otra cosa que contabilizar sus víctimas. La plaga del picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) avanza imparable a un ritmo cada vez más vertiginoso. 50 árboles al mes sólo en el palmeral histórico, plantado por los árabes hace doce siglos y declarado por la Unesco ¿inútilmente? Patrimonio de la Humanidad. El desastre es total. En todo el municipio llevan taladas este año 27.816 palmeras. 165.000 desde 2010.

Una sola hembra del voraz insecto vive hasta tres meses, tiene puestas de 300 a 500 huevos y es capaz de volar decenas de kilómetros en busca de nuevos árboles. Lee el resto de la entrada »

Los telediarios cada vez hablan más de medio ambiente

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No sé si te has dado cuenta, pero en los telediarios casi siempre sale alguna noticia dedicada al medio ambiente. Un toque verde entre tanta política, economía y fútbol. Pero no es un florero. De hecho, los informativos televisivos son la primera fuente de información ambiental para el 64% de los ciudadanos, por delante de la prensa escrita, Internet y la radio.

Asombroso ¿verdad? Como que el 71% de los españoles dependamos de los medios de comunicación para conocer la problemática ambiental.

Todos estos datos proceden de un reciente estudio realizado por tres expertos gracias a la colaboración de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA). Según este trabajo [*], las noticias de temática ambiental supusieron un 3,4% del total de las emisiones en los telediarios, donde han conquistado por mérito propio un nicho permanente en el espacio “prime time” de la programación televisiva.

¿Poco? ¿Mucho? Pues no está nada mal, aunque nunca llegarán a ese 20% que ocupa el deporte. Como curiosidad, TVE1 fue la cadena que más noticias ambientales emitió, seguida de Cuatro, A3 y Tele5.

Pero una cosa es la cantidad y otra la calidad. Ahí flojeamos. Las noticias ambientales se centran en el catastrofismo, el dramatismo, el atractivo visual y el conflicto. Por no hablar de los errores garrafales muchas veces vertidos en ellas, herederos de la dramática desaparición de periodistas especializados.

Al menos en 20 Minutos tenemos abierta esta ventana al campito desde hace ya una década, La Crónica Verde, todo un récord. O más bien una necesidad.

Y es que con estas ciudades cada vez más insufribles, con unos espacios naturales cada vez más degradados y con unas especies cada vez más amenazadas, la voz del poeta Miguel Hernández sigue tronando tan actual como un telediario cuando dice: ¡Pobre flor! ¡Qué mal naciste!

[*] FRANCESCUTTI, Luis Pablo; TUCHO FERNÁNDEZ, Fernando; ÍÑIGO JURADO, Ana Isabel (2013): “El medio ambiente en la televisión española: Análisis de un año de informativos”. Estudios sobre el Mensaje Periodístico. Vol. 19, Núm. 2 (julio-diciembre), págs.: 683701. Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense. Versión digital en este enlace.

Foto: Wikimedia Commons.

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Resucita un simbólico olivo medio siglo después de morir helado

Nos lo pidió Miguel Hernández: “Sonreír con la alegre tristeza del olivo”. Para el poeta de Orihuela, este árbol recio y agradecido era símbolo indiscutible del pueblo español, combativo, optimista ante las adversidades, sabedor de que al final es capaz de regalarnos ese maravilloso oro verde obtenido de estériles tierras tan duras como su madera. Y seguía su verso alejandrino proponiéndonos que, por mal que nos vayan las cosas, “sonriamos, doremos la luz de cada día, en esta alegre y triste vanidad de estar vivo”.

Miguel murió en 1942 en la cárcel, triste como un olivo. 14 años después, pero ni tan triste ni tan olvidado, murió en Culla (Castellón) un olivo silvestre (Olea europaea var. sylvestris) multicentenario tiernamente admirado por sus dueños. Una fuerte helada lo mató como a tantos otros. Pero éste era diferente. Ser querido, nadie osó tocar el cadáver de ese formidable ser capaz de morir de pie, mirando de tú a tú al viento. Otros lo habrían reducido a astillas, pero no la familia Celades, decidida a preservar el cadáver en el pedregoso piedemonte de la sierra Esparraguera donde había nacido hace quizá un milenio. Así pasó medio siglo. ¿Muerto? ¿Dormido?

No os lo vais a creer, pero el árbol ha resucitado. Arturo Esteve, un excepcional fotógrafo especializado en inmortalizar olivos monumentales, lo ha confirmado. Milagrosamente, el reseco pie del acebuche ha rebrotado 50 años después de morir. Vuelve a la vida cual ave Fénix. Son apenas unas ramitas, es verdad, pero sus raíces profundas le garantizan un futuro prometedor lleno de frutos.

Y volviendo al poeta alicantino, y a esta crisis que nos mata en vida, bien está recordar de nuevo sus palabras dedicadas a esa Jaén de aceituneros que es España. Levantémonos y cambiemos la realidad asfixiadora, no vayamos a ser esclavos con todos nuestros olivares.

El milagro ha obtenido recompensa. La Asociación Española de Municipios del Olivo ha concedido a este ullastre catellonense del Alto Maestrazgo de Santa María de Montesa el Primer Premio AEMO al Mejor Olivo Monumental de España 2012. El jurado ha premiado con ello la extrema sensibilidad y perseverancia de los propietarios del árbol, la familia Celades, al conservar un olivo helado y aparentemente muerto durante más de 50 años al cabo de los cuales rebrotó, permitiendo así expresar la capacidad de supervivencia única en esta especie. De este modo se proyectan sobre el olivo valores emocionales más allá de criterios de utilidad.

Muchas gracias a Arturo Esteve por pasarme toda la información y las fotografías que ilustran esta entrada.

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Desidia y destrozos en la higuera mítica del poeta Miguel Hernández

No podía pasar cerca sin visitarla, precisamente en el centenario del nacimiento de su amigo más querido. En Orihuela, “su pueblo y el mío”, me esperaba la nostalgia de aquel a quien nunca conocí pero siempre amé en secreto, Miguel Hernández. El poeta de las tres heridas, cantor de la naturaleza como sólo un pastor sabe hacerlo.

“Volverás a mi huerto y a mi higuera”, nos prometió. Y allí estaba yo reviviendo su poesía en respetuosa peregrinación al árbol mágico de su casa natal, último testigo vivo de las ensoñaciones y desesperaciones del hijo de la luz y de la sombra. Hojas coloreadas pegadas sobre el pavimento me señalaron el camino inequívoco hacia el que ­–estaba seguro­– iba a ser el ejemplar vegetal mejor cuidado de España, pero no. Nuestro país no preserva árboles, los utiliza.

Pobre higuera. Es preciosa, robusta, pero la tienen machacada. A ella, centenaria, pues cuando los padres del poeta compraron la casa ya existía, y a la otra plantada al poco de llegar la familia, cuando Miguel tenía cuatro años. Mutilada más que podada. Y a la que un jardinero ignorante ha rellenado los huecos de su vejez con injustificables pegotes de cemento. Abandonada a su suerte, nada ni nadie impide a los turistas hacer lo que quieran con ella, y por eso todo el suelo aparece compactado por el pisoteo de las visitas que, sin saberlo, ahogan sus raíces.

Algo más han hecho por ella. Este año, con motivo del centenario, un periódico de Murcia ha regalado a todos sus lectores en Orihuela “un trocito” de la higuera hernandiana junto a su certificado municipal de origen. Como si fueran trozos del muro de Berlín, vulgares piedras o huesos de santo.

¿Y el árbol original? ¿Alguien se ha preocupado por él? De las podas salvajes realizadas se han extraído 200 esquejes que, también con certificado oficial, se han repartido por toda España, palacios de La Moncloa y La Zarzuela incluidos. Qué alivio. Cuando matemos entre todos al original nos quedarán las copias.


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Hasta el gorrión se extingue

Sí amigos. El gorrión se extingue. El pájaro más abundante de pueblos y ciudades, el único que nos ha acompañado fiel desde el Neolítico, se bate en retirada. No hoy ni mañana, es verdad, pero sus tendencias mundiales a la baja son cada día más preocupantes.

Nuestras ciudades irrespirables, ajetreadas, apretadas, resultan ya demasiado para él y se va. Lo echaremos de menos, pues a pesar de no ser bello, de no ser un gran cantor, sus piares nos alegran tanto como un beso, nos recuerdan nuestro pasado rural, nuestra condición natural.

Prácticamente se ha extinguido ya de grandes ciudades europeas como Londres, Dublín, Edimburgo, Praga o Berlín. En Gran Bretaña han desaparecido 5 millones de parejas en los últimos 30 años. La situación no es aún tan alarmante en España, donde con una población de 10 millones de parejas se considera la especie más abundante y más ampliamente distribuida. Pero se comienza a ver una preocupante tendencia negativa. En los naranjales de Valencia, por ejemplo, los descensos son superiores al 90%. Y en el centro de Madrid cada vez hay menos.

Decía el poeta Miguel Hernández que “los gorriones son los niños del aire”, empeñados en una lucha alegre “por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo”. Quizá estos niños se han hecho mayores y se han cansado de nuestros malos modos.

>¿Por qué se extinguen?

En las áreas urbanas la culpa la tiene nuestra excesiva limpieza de calles y jardines, lo que les escamotea alimento. También la competencia feroz de las palomas por esas migajas de nuestros desperdicios.

En las zonas rurales la razón es el despoblamiento de los pueblos, el abandono de las tierras de cultivo, unido a un excesivo uso de productos químicos.

Si hasta los gorriones nos abandonan ¿no será una señal?

Terminemos, sin embargo, con un sabor dulce. Con la poesía del genial Claudio Rodríguez dedicada al humilde gorrión. Ojalá esta simpática ave siga enredada entre nuestros zapatos mucho tiempo.

GORRIÓN

No olvida. No se aleja

este granuja astuto

de nuestra vida. Siempre

de prestado, sin rumbo,

como cualquiera, aquí anda,

se lava aquí, tozudo,

entre nuestros zapatos.

¿Qué busca en nuestro oscuro

vivir? ¿Qué amor encuentra

en nuestro pan tan duro?

Ya dio al aire a los muertos

este gorrión, que pudo

volar, pero aquí sigue,

aquí abajo, seguro,

metiendo en su pechuga

todo el polvo del mundo.

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Oro de olivos milenarios

Es tiempo de olivos y aceitunas. Como cada otoño, las almazaras inundan con ese olor único del alpechín los pueblos de media España. El aceite, el oro de las olivas, comienza a manar generoso; un millón de toneladas para un año no demasiado bueno en producción por culpa de la sequía.

Pero también en los olivares se notan los nuevos tiempos. Los “aceituneros altivos” que cantara el genial Miguel Hernández habían dado paso a jornaleros inmigrantes africanos. Sin embargo, con esto de la crisis, los puestos están volviendo a ser cubiertos por parados locales, quienes como diría el poeta alicantino, acuden ahora a trabajar a las fincas “sonriendo con la alegre tristeza del olivo”. Aunque llegan más tecnificados, pues los olivareros han solicitado al Gobierno central permiso para poder utilizar quads en las labores de recolección más costosas.

Ajenos a tanta modernidad, todavía quedan hermosos lugares donde el aceite de oliva es hijo de la tradición. Como el procedente de los olivos milenarios de la mancomunidad de la Taula del Sénia, a caballo entre Castellón, Tarragona y Teruel.

Frente al expolio generalizado de estos árboles excepcionales para acabar adornando urbanizaciones y campos de golf, o muriendo de tristeza en una rotonda, aquí los cuidan como lo que son, grandiosos monumentos naturales. Y son muchos, más de 4.000. Supieron conservarlos y ahora se han convertido en reclamo turístico e importante fuente económica diferente y diferenciada. Los que vendieron los suyos por cuatro perras se mueren de envidia, desposeídos de una herencia irrecuperable. ¿Os imagináis qué aceite puede salir de unos ejemplares tan soberbios? Oro líquido.

Vuelvo al poeta cabrero. Decía Miguel Hernández que “el olivo sabe a tiempo”. Estos olivos milenarios saben a historia, pero también a futuro para el campo.