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¿Hablas solo? ¡No estás loco, eres un genio!

Puedes pensar que es una locura hablarte a ti mismo en voz alta. ¡Estás equivocado! Existen multitud de investigaciones que avalan los beneficios de este comportamiento: fortalece muchas habilidades, incluida la inteligencia o la creatividad.

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No es nada nuevo, ya había grandes personajes de la antigüedad clásica, como el gran orador Cicerón (106 a.C. – 43 a.C.), que ya apuntaban que una buena forma de preparar un discurso o escribir un libro es hablar solo, especialmente cuando uno se queda en blanco.

Piensa un momento… La realidad es que constantemente hablamos con nosotros mismos a través de nuestro pensamiento. Con nuestra voz, pero sin volumen.

Ahora no parece tan descabellado, ¿verdad? ¿Por qué iba a serlo?

Lo que hacemos simplemente es elevar el tono de nuestras conversaciones internas y de esta manera los mensajes se transforman en ideas más claras, coherentes y toman una fuerza mayor a través de las palabras sonoras, asumen más significado y estos mensajes nos influyen más que si las dejamos solo en una voz interior.

Es importante aclarar que hablar solos nada tiene que ver con la soledad, no nos hablamos a nosotros mismos por no tener compañía, son acciones independientes a nivel cognitivo.

Los soliloquios, de hecho, generan otra clase de activación cerebral; si hablas con otra persona tienes la intención de comunicar un mensaje, si hablas solo se activan áreas funcionales relacionadas con la concentración, la memoria, la organización de ideas, resolución de conflictos o el equilibrio emocional.

Por todo ello, hablar en alto, aunque sea en soledad, puede ser una muy buena opción cuando queremos retener información importante o aprender un nuevo idioma. Los estudios al respecto lo avalan: cuando se verbaliza cualquier dato será más efectivo el recuerdo posterior que cuando solo se lee para uno mismo.

Otro detalle muy interesante es el de darnos ánimos o fuerzas a nosotros mismos cuando estamos en una situación difícil. Tenemos dos opciones: hacerlo en primera persona (¡vamos! ¡yo puedo!) o en segunda persona (¡vamos! ¡que tú puedes!). Pues bien la investigación también tiene algo que decir al respecto:

Resulta que si optamos por hablarnos en segunda persona del singular obtendremos efectos más positivos en el desempeño y rendimiento de cualquier tarea en la que nos encontremos. Nos moviliza, nos motiva a la acción con mayor optimismo. Autoestimular nuestro ánimo en segunda persona incrementa nuestra confianza y nos aportará seguridad.

Hablarnos en voz alta también nos tranquiliza en momentos de alta ansiedad y estrés, podemos tomarnos unos segundos con nosotros mismos frente al espejo y decirnos que «todo va a salir bien», «venga, que no es para tanto», «no pasa nada, eres fuerte». Breves notas en altavoz que resuenan como un buen consejo que asumimos sin cuestionarnos.

Después de todo, va a resultar que hablar solos no es algo de locos, sino de genios! 🙂

 

 

¿Tienes un tono de voz grave? Estás de suerte

¿Te han dicho alguna vez esto de: «Me gusta escuchar tu voz«? Estás de suerte.

El estudio no verbal de la voz se denomina paralenguaje y analiza la forma en la que se expresan las palabras. Se abstrae de lo que decimos y se centra en el cómo lo contamos, qué proyecta nuestro tono, la rapidez y fluidez del habla, nuestras pausas y silencios… Todo comunica.

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La voz también puede ser el espejo del alma y resulta ser una muy buena carta de presentación en la formación de las primeras impresiones. Concretamente, tardamos solo 390 milisegundos en hacernos ya una idea sobre el otro, tanto la apariencia como la forma de hablar tienen mucho que ver en esta fase.

Existen estudios muy recientes que ya nos advierten de que el tono de voz es capaz de transmitir emociones, estados de ánimo e incluso algunos de los rasgos más importantes de nuestra personalidad.

Una de las conclusiones más significativas de la investigación es que las personas (indistintamente hombres y mujeres) con un tono de voz más grave, profundo, y capaces de realizar más inflexiones con la tonalidad, son más persuasivas con los demás; también más dominantes, extrovertidos y atractivos.

¡Ahí es nada!

¿Eres capaz de saber si tu pareja está sufriendo observando su lenguaje corporal?

Dicen que el dolor es inevitable y que el sufrimiento es opcional.

Sin embargo, estudios recientes afirman que el recuerdo del dolor físico puede debilitarse con el paso del tiempo, mientras que el dolor emocional puede revivirse a través de un simple recuerdo.

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No manejar adecuadamente las experiencias de sufrimiento pueden provocar más dolor de lo que pensamos. El sufrimiento prolongado, aunque sea opcional, destruye la calidad de vida y puede quitar las ganas de existir.

Puede ser sencillo para la mayoría de nosotros detectar, a través de las expresiones faciales de los demás, la alegría, el enfado o incluso la tristeza, pero ¿y el dolor? ¿Existe un rostro universal que representa el sufrimiento físico/emocional? Parece ser que esto es más complicado.

Hay estudios que ya advierten que podrían existir ciertos patrones comunes en la acción muscular de nuestra cara la hora de expresar dolor, un avance importante para la detección del sufrimiento en animales, bebés o en personas que no tienen la capacidad de comunicarse con normalidad.

Por mucho que conozcamos al otro, como podría ser nuestra pareja, con la que convivimos, nos es complejo evaluar esta sensación de dolor por varios motivos:

Los psicológos Ronald Riggio y Alan Crawley destacan al respecto que, en primer lugar, el dolor es una emoción muy negativa que normalmente tratamos de ocultar o enmascarar de algún modo.

Es por eso que, en la investigación, se ha demostrado que la sonrisa a veces se produce cuando una persona tiene dolor, en un intento por encubrir el verdadero sentimiento.

El dolor contempla una amplia intensidad. Ante un impacto o dolor agudo repentino se produce una expresión emocional igualmente intensa, específica e inequívoca, pero ante un dolor más cronificado o un sufrimiento emocional prolongado en el tiempo, los indicadores faciales se vuelven más sutiles.

«Por ejemplo, fruncir el ceño, estrechar los ojos, levantar el labio superior y una boca abierta y estirada son señales no verbales que comúnmente, pero no siempre, están asociadas con la cara del dolor. Estas señales pueden ser demasiado sutiles para detectarlas con coherencia».

Las expresiones de dolor y sufrimiento son muy variadas, y pueden ir desde el llanto contenido al llanto desbordado, desde la introversión a la necesidad de estar rodeado de gente y expresar el dolor, desde el abandono personal al cuidado extremo. Todo ello depende de nuestros aprendizajes, creencias, estilo de personalidad, etc.

 Investigaciones recientes sugieren que podemos pasar por alto las señales asociadas con el dolor y confundirlas con otra emoción negativa, como la ira o el asco. Quizás por eso, cuando interactuamos con alguien que sufre, podemos pensar que la persona está irritada o molesta incluso por nosotros.

Por último los estudios también nos muestran que, en general, tenemos una pobre habilidad de análisis no verbal. Los datos analizados muestran claramente diferencias individuales significativas en la capacidad de las personas para «leer» el lenguaje corporal de los demás.

«En muchos casos, podemos ignorar las señales obvias de que alguien está sufriendo o podemos «ver» otra emoción («ella está sonriendo, ¡así que debe estar feliz!»). Si no es muy bueno decodificando señales no verbales, hay dos cosas que puede hacer: puede trabajar para desarrollar mejores habilidades de decodificación [¡no es fácil y requiere mucho trabajo!], O puede recordar hacer preguntas cuando detecte que algo anda mal».

Un truco para detectar el dolor físico en los demás: algo que sí solemos hacer todos los seres humanos es tocarnos la zona dolorida con la mano, pues investigaciones recientes afirman que de este modo logramos reducir el dolor, no siendo igual de efectivo si es otra persona la que nos toca la zona afectada. Esto se debe a que el cerebro entiende el cuerpo como un todo, y trata de reestablecer el equilibrio del organismo de este modo.

Y curiosamente lo conseguimos: El contacto físico reduce el dolor #EstudioCientifico

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El síndrome FOMO afecta ya a 2/3 de los usuarios de redes sociales

¿Y qué es esto del síndrome FOMO? Corresponde con las siglas inglesas de Fear Of Missing Out, el miedo a perderse algo. En psicología ya es un trastorno reconocido tras el avance tecnológico y la continua conexión en red.

Fotografía con licencia Creative Commons

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Este fenómeno afecta ya a 2/3 de los usuarios de redes sociales y puede describirse como sentimiento constante de que el resto del mundo está disfrutando de experiencias interesantes y emocionantes y que ellas se lo están perdiendo.

En redes sociales se exponen momentos divertidos, viajes, conciertos, fiestas, eventos culturales, parejas, hijos o mascotas ideales… Todo ello proyecta la percepción de que tú en tu casa, aburrido, estudiando, en un mal momento, estresado, trabajando (es decir, en cualquier día normal, rutinario, y que nadie sube a su perfil) tienes una vida peor que los demás.

En las redes sociales mostramos cómo queremos ser o cómo queremos que nos vean nuestros contactos, pero no cómo somos o qué hacemos en realidad normalmente, así solo se visualizan vidas exentas de problemas. Esta ventana irreal es peligrosa, pudiendo afectar a la identidad social de las personas, sobre todo de menores de edad y de los más jóvenes

Los estudios correlacionan FOMO positivamente con circunstancias sociales como un bajo nivel de satisfacción social, lo que causa sentimientos de inferioridad y que puede llegar a provocar problemas en la salud mental de los adolescentes (y los que ya no lo son tanto), derivando en cuadros depresivos o ansiedad, que además, paradójicamente, resuelven estando al día de todo, conectándose más y mirando lo que los demás hacen, retroalimentando así el ciclo.

Siempre idealizan las situaciones que viven los demás por encima de las suyas, porque lo más curioso es que aunque en algún momento hagan lo que creían que se estaban perdiendo, o similares, tampoco les parece para tanto.

Los expertos advierten que este síndrome es consecuencia de un tipo de distorsión cognitiva que lleva a pensamientos irracionales y, para las personas con propensión a este tipo de pensamiento, las redes sociales pueden llegar a ser muy perjudiciales. Aun así, desenchufarse completamente de las redes no resuelve nada, ya que sería solo una forma de evitación.

La psicoterapia es fundamental en estos casos para reconducir y analizar el origen del pensamiento negativo, trabajar la autoestima, el miedo a la exclusión y gestionar mejor las emociones o la frustración ante las influencias externas.

Y recordemos que, siendo más realistas: “La diversión debe ser el postre de nuestra vida, pero nunca puede convertirse en el plato principal”.

-Harold Kushner-

La pandemia nos ha cambiado: la nueva comunicación no verbal

Un virus desconocido, un confinamiento inimaginable, miedos, duelos, teletrabajo, mascarillas… Hemos vivido toda una revolución a nivel social y psicológico. Es indudable que el Covid 19 nos ha pasado factura: nuestro comportamiento ha cambiado, de forma universal, de manera voluntaria pero también nos hemos transformado sin querer, obligados por las circunstancias.

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El psicólogo y experto en conducta no verbal, Alan Crawley, nos analiza las principales modificaciones en nuestro sistema de relaciones, ¿se quedarán para siempre?

Saludos ‘nuevos’.

Cuando dos personas se encuentran generalmente se realiza una forma ritualizada de saludo, como estrechar la mano, dar un beso en la mejilla o un abrazo. Para sorpresa del mundo, la pandemia borró del mapa (temporalmente) el conocido acto de dar la mano. Casi inmediatamente fue reemplazado por otros. Se popularizaron algunos saludos como el choque de puños y el contacto codo con codo.

Este hecho nos demostró que puede dejar de usarse de forma repentina hasta el saludo más universal.

Dubitación en el contacto.

La manera de interactuar ya no es la misma desde el momento en que tocar a otros se convirtió en un peligro para la salud. Ya sea la caricia de cariño a un niño o una palmadita en la espalda para felicitar a un colega, las personas tienen, según Alicia Martos (2020), ‘sed de contacto’ físico.

Sin embargo, se instauró la idea de que la mano podría ser un vehículo para transmitir la enfermedad. Es por ello que ahora en cada encuentro las personas están siendo muy conscientes de si tocan o no a otros. Hasta se pide disculpas por el más mínimo contacto, cuando antes se hubiera ignorado.

Mayor distancia física al interactuar.

La medida de distanciamiento social impuso que se debe tomar aproximadamente 2 metros de distancia respecto de otros. Ahora, sin darse cuenta, las personas se sientan a unos centímetros más lejos de un amigo o colega en comparación con el momento previo a la pandemia. Lo mismo cuando se paran frente a frente.

Lo que comenzó como una medida de salud hoy se propagó como una norma cultural que ha empujado hacia atrás la cercanía física. Está por verse si se mantiene o se vuelve pronto a viejas costumbres.

Mayor confianza en los ojos.

¿Cómo saber lo que sienten los demás? Se ha hecho más difícil conocer las emociones de otros. Los tapabocas ocultan más de la mitad de la cara. Numerosos artículos científicos demostraron que se necesita ver el rostro completo para identificar con precisión las emociones ajenas (Carbon, 2020; Proverbio & Cerri, 2021) y las máscaras son un obstáculo.

Ahora los gestos fugaces de las cejas y los ojos reciben más atención que antes y puede que se los considere como más importantes debido a que es lo único visible de la cara.

Menor contacto visual.

Parece contradictorio, pero en observaciones en la vía pública me he encontrado con que las personas miran menos a los ojos de los desconocidos (especialmente si no están hablando con ellos). Posiblemente porque: 1) la mascarilla incrementa la sensación de anonimato y 2) hoy día los encuentros con otros son potencialmente más peligrosos para la salud.

En otras palabras, se está menos motivado y se corre más riesgo (al contagio) en cada interacción, por ello, la mirada puede esquivar los ojos de los demás.

La importante lección detrás de todos estos cambios es que los estudios científicos de Comunicación No Verbal durante la pandemia reflejan lo rápido que aprendemos nuevas maneras de comunicar mensajes para seguir conectados con las demás personas.

La comunicación humana es como la vida, siempre encuentra su camino.

 

*Referencias:

Carbon, C. C. (2020). Wearing face masks strongly confuses counterparts in reading emotions. Frontiers in Psychology11, 2526.

Martos, A. (2020). Se hizo el silencio: las 22 claves psicológicas para entender la pandemia. Se hizo el silencio, 1-241.

Proverbio, A. M., & Cerri, A. (2021). Surgical Masks Impair People’s Ability To Accurately Classify Emotional Expressions, Except For Anger.

https://abcnews.go.com/Health/year-wearing-masks-talking-zoom-changed-us/story?id=76400154

Tendrás una vida más corta, literalmente, con un trabajo estresante

El estrés es un sentimiento/estado de tensión física o emocional que puede provenir de cualquier situación o pensamiento que lo haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso. Se trata de una reacción corporal a un desafío o demanda.

Fotografía de uso libre: Pixabay License

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Pequeños episodios de estrés pueden resultar incluso positivos, ya que nos puede ayudar a evitar un peligro o a cumplir con una tarea importante en fecha, pero ya conocíamos que los efectos del estrés prolongado son nefastos para nuestra salud física y mental.

Ahora, los autores Mark Borgschulte, Marius Guenzel, Canyao Liu y Ulrike Malmendier, han publicado recientemente un estudio que relaciona los efectos de estrés con el envejecimiento y muerte prematura de las personas que ocupan puestos ejecutivos.

Analizaron las fechas de nacimiento y muerte de casi dos mil directores de grandes empresas y utilizaron herramientas de aprendizaje automático para evaluar el envejecimiento visible, usando una muestra de 3.086 fotos de los directores ejecutivos de Fortune de 2006 en el transcurso de su mandato.

Los resultados fueron sorprendentes: «Cuando los directores ejecutivos se encontraban bajo un estrés significativo, durante una recesión económica por ejemplo, redujeron su esperanza de vida en 18 meses. Por el contrario, su vida útil aumentó en dos años cuando estaban aislados de las presiones del mercado«.

Además, el análisis de las imágenes mostró que la exposición a un evento significativo, como la Gran Recesión Económica, también aumentó la edad visible de los directores ejecutivos, desmejorando su rostro de forma muy significativa, según la investigación.

«Los regímenes de liderazgo corporativo más estrictos, que generalmente se consideran deseables y que supuestamente mejoran el bienestar, realmente imponen importantes costos para la salud personal a los directores ejecutivos«, concluyeron los investigadores.

Si bien carecemos de una medida física o médica, cuantificable o irrefutable, de mayor estrés, la evidencia implica que una gobernanza severa y las recesiones económicas sí constituyen un daño personal sustancial para los directores ejecutivos en términos de salud y esperanza de vida real.

Y tú, ¿qué tipo de trabajo tienes? 🙂

 

Que no vuelvan los dos besos al entorno laboral

Hace unos días leía un hilo en Twitter que trataba el tema con este titular, las opiniones al respecto eran variopintas pero la mayoría del género femenino apostaba por el abandono definitivo de saludarnos con dos besos en el contexto profesional.

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La pandemia ha puesto en jaque al contacto físico y ha supuesto un respiro para los amantes de la distancia física. Durante mucho tiempo, todos tuvimos sed de piel, echando en falta los besos y abrazos que poco a poco se vuelven a recuperar dentro de nuestro círculo más íntimo, pero puede que el Covid haya marcado un antes y después definitivo con desconocidos.

El saludo mediante el beso lo iniciaron en la antigua Roma. El cristianismo incorporó muy pronto este gesto y se usaba en ceremonias religiosas. Ya en la Edad Media se daba un beso como señal de fidelidad y sello de acuerdos. Precisamente se cree que durante la terrible epidemia de peste, que asoló Europa en el siglo XIV, esta costumbre pudo haberse abandonado y no se recuperaría hasta después de la Revolución Francesa, en 1789.

De forma indistinta, los dos besos nacen como fórmula de cortesía entre hombres y mujeres, como muestra de confianza y respeto, sí, pero la evolución cultural la ha desmarcado hacia una costumbre asimétrica de género, sin sentido, y quizás sea hora de al menos reflexionar sobre ello.

La comunicación no verbal tiene mucho que decir aquí, la proxémica es el canal que estudia y dota de significado al lenguaje de las distancias interpersonales. Con dos besos se invade el espacio personal del otro, y esto realmente es antinatural.

Animales y humanos rompen la barrera personal para pasar a un espacio íntimo de contacto solamente en tres casos: cortejo, expresión de afecto familiar/amistoso y en la lucha. Cuando saludamos a un desconocido no hay cabida para estas acciones, ni queremos mostrar cariño ni agredirle.

Los estudios científicos sobre este ritual han identificado que al saludar con dos besos, o con tan solo un buen apretón de manos, se activa la misma parte del cerebro que procesa otros estímulos de recompensa, como la buena comida o el sexo.

Nuestro sistema nervioso está diseñado para hacer que el contacto sea una experiencia no solo placentera, sino necesaria para la supervivencia. Eso sí, el contacto debe ser voluntario, si nos incomoda, o lo practicamos por la obligatoriedad de la costumbre, puede causar el efecto contrario al estimado: asco y rechazo.

Y vosotr@s, ¿qué experiencias habéis tenido en este sentido? Comentamos en redes.

*Fuentes:

Se hizo el silencio: Las 22 claves psicológicas para entender la pandemia

Por qué no debes dar dos besos para saludar en un entorno laboral

¿Existe realmente la falta total de empatía?

La empatía es una característica necesaria para establecer relaciones sociales, imprescindible diría yo. Pero su significado no se reduce a ‘ponerse en el lugar del otro’.

En general, se trata de comprender la perspectiva, necesidades, intenciones, sentimientos y experiencias de otra persona, incluso siendo opuestos a los nuestros, sin compartir las mismas circunstancias, y aun así responder mostrando apoyo regulando nuestras propias emociones.

Ahí es nada.

Fotografía con Licencia Creative Commons

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No siempre conduce a la acción porque hay varios tipos de empatía: cognitiva, comprender intelectualmente los sentimientos del otro aunque no experimentemos ninguna sensación; afectiva o emocional, es la tendencia a sentir las emociones de los demás, incluso a nivel físico; y compasiva o preocupación empática, es la suma de las anteriores y es el tipo de empatía que más moviliza a la acción, por ejemplo, tomar la decisión de parar para ayudar a alguien que tiene problemas con su coche, o donar dinero tras una catástrofe.

Hay bastante controversia sobre si la compasión es totalmente altruista o no. Parece que las investigaciones revelan que, siendo puristas, a nivel fisiológico, no lo es, ya que cuando ayudamos a alguien, nuestro cuerpo produce más dopamina, una hormona que provoca «sentirse bien», activando el sistema de recompensa en el cerebro.

Pero, ¿es posible no tener NADA de empatía?

Las personas con poca empatía se caracterizan por ser excesivamente críticos con los demás, por no conectar con las circunstancias y responsabilizar siempre al otro de su desgracia pensando que a ellos no les tocará o que podrían resolver mucho mejor ese tipo de situaciones complicadas, se muestran crueles, despectivos o indiferentes con las emociones de los demás.

Hay consenso en asegurar que la empatía existe en un espectro y, en la mayoría de los casos nunca está del todo ausente, simplemente está disminuida, en general o en particular, es decir, nos puede costar siempre conectar con las emociones de los demás, o a veces nos resulta imposible hacerlo con alguien en concreto, porque no le tenemos apego, porque pensemos que él/ella ‘no merece’ ya nuestra comprensión, porque nos ha hecho daño previamente, etc.

Los niveles de empatía pueden depender de nuestra genética, tipo de personalidad, cultura, educación, experiencias… Pero la empatía es una habilidad, la capacidad siempre está ahí y se puede desarrollar o aumentar entrenándola.

¿En qué casos nos encontramos una falta de empatía más acentuada o casi completa?

En personas con lesiones cerebrales en la zona de la ínsula (alexitimia), casos de autismo severo, aunque en las últimas revisiones se ha demostrado que pueden tener dificultades con la empatía cognitiva, pero sí que son capaces de desarrollar empatía emocional, lo que ocurre es que no pueden expresarla.

Ocurre lo contrario con las personas que padecen trastorno límite de la personalidad, que pueden tener dificultades para desarrollar empatía emocional (sentir), pero sí que pueden comprender los sentimientos de los demás. También se relaciona una escasa empatía con un bajo nivel de inteligencia emocional y con periodos de mucho estrés prolongado.

Tradicionalmente se pensaba que las personas que puntuaban alto en psicopatía o maquiavelismo, o diagnosticadas de trastorno narcisista de la personalidad, tenían una ausencia total de empatía, los últimos estudios apuntan que esta afirmación no es correcta, que en realidad tienen un cierto grado de empatía; simplemente pueden carecer de la motivación para mostrarlo o actuar en consecuencia.

*Fuente: Psych Central – Is it possible to lack empathy?

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Una excusa científica para una buena escapada este invierno

Hoy os muestro los novedosos resultados de un estudio recién publicado por las Universidades de Harvard y Amsterdam. La investigación trata sobre la tristeza, los pensamientos negativos y la prevalencia del suicidio en relación al tiempo (estación del año e incluso horas del día).

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Durante décadas de investigación previas sobre el tema, se habían establecido los efectos de la estacionalidad de episodios depresivos graves con un aumento en las tasas durante la primavera y principios de verano. Tras esta nueva investigación, con una sustancial muestra de población de EE.UU y Reino unido, y con modelos de pronóstico de los estados de ánimo más avanzados, los datos cobran más sentido ya que muestran que:

Efectivamente los patrones estacionales muestran variaciones significativas en la cognición explícita e implícita, seguida también por la hora del día: los pensamientos negativos alcanzan su punto máximo alrededor de las 4 a. M. a 5 a. M.

Los modelos de estudio demostraron que la negatividad era generalmente más baja en verano (concretamente en el mes de junio) y que alcanzaban su punto máximo en invierno (en el mes de diciembre exactamente).

Estas cogniciones negativas son las que preceden al aumento de las conductas suicidas durante la primavera y principios del verano, tal y como demostraban los estudios tradicionales.

Es importante esta aportación porque marca, no solo una pauta de tratamiento cuando el diagnóstico ya existe, sino que apunta a un momento concreto de posible intervención para la prevención de la depresión y el suicidio.

¡Ya sabes! Si sientes que en diciembre te invade la tristeza… escápate cuanto antes a un lugar cálido, al mar, a la naturaleza, con amigos, familia… Ya tienes una excusa científica 🙂

*Referencia: Freichel, R., & O’Shea, B. (2021, August 31). Suicidality and Mood: The Impact of Trends, Seasons, Day of the Week, and Time of Day on Implicit and Explicit Cognitions.

*Os recuerdo que hoy lunes vuelvo a la Feria del Libro de Madrid! De 18 a 20 horas en la caseta 21:

 

Prueba estas 5 formas de practicar atención plena con tus hijos

Esta palabreja de mindfulness no es otra cosa que la referencia moderna de las técnicas de relajación, concentración y meditación de toda la vida. Se traduce como atención plena y puede convertirse en una magnífica herramienta para trabajar con nuestros hijos la conciencia del momento presente, emociones y sentimientos, relajación física, aliviar el estrés, la ansiedad, el mal humor o la frustración.

Fotografía Pixabay License. Gratis para usos comerciales

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En definitiva, se trata de bajar pulsaciones y empezar o terminar el día de una manera positiva. Pero no se trata de traer un maestro externo de mindfulness como si se tratara del profesor de inglés o de piano a domicilio, el modelado es clave, el verdadero beneficio comienza con practicarlo en familia, empezando por los padres.

Aquí algunas ideas para poner en práctica la meditación con tus hijos:

  1. Respiración consciente: Esta es una de las prácticas de atención plena más habitual, se trata de elegir una sensación relacionada con esta acción, como la entrada de aire en las fosas nasales o la subida y bajada del pecho, y poner la atención ahí. Podéis probarlo durante 30 segundos o cinco minutos. Cuando el niño se distraiga, simplemente vuelva a dirigir su atención a la sensación de respirar. Con los más pequeños se recomienda practicarlo con su peluche o juguete de apego favorito, se coloca en su pecho o barriga para que sienta el movimiento de la respiración al mover el juguete hacia arriba y hacia abajo con su respiración. Es un ritual maravilloso para la hora de dormir.
  2. El paseo de la gratitud: Cuando salimos a jugar por las tardes al parque, y están a tope de energía y entusiasmo, no podemos pretender llegar a casa, que se pongan el pijama, cenen y se duerman. Hay que ir ‘preparando’ el momento del sueño de forma paulatina tras una tarde de excitación. Un buen truco es que de vuelta a casa hagamos un ejercicio de relajación positiva: con la mirada en el suelo vamos dando pasos lentos y cada diez pisadas paramos unos segundos, cerramos los ojos y decimos algo por lo que estemos agradecidos (por comer macarrones hoy, porque me hayas recogido de la escuela, porque papá cada noche me lea un cuento…)
  3. La sacudida: Efectivo para liberar tensiones y estados nerviosos. Alternamos un minuto de movimiento por tres minutos de quietud. Entonces, primero sacudimos el cuerpo al ritmo de un «pppprrrrrrrr» bien sonoro, movemos brazos y piernas, paramos, después reflexionamos sobre alguna sensación concreta de ese momento (siente tus pies bien anclados y posados sobre el suelo, respira profundo y escucha el sonido, nos damos las manos y fijamos nuestra atención en el tacto del otro…). Repetimos el proceso un par de veces.
  4. La atención hacia fuera: A veces estamos tan alterados que se nos hace muy difícil relajarnos con introspección y silencio, una tarea que puede irritarnos aún más, ya que lo que necesitamos no es centrarnos en lo feo que estamos sintiendo, sino que precisamos distraernos de ello y no pensar. Una buena manera es ‘jugar’ a algo parecido al ‘veo-veo’, o a que encuentre 3 objetos de color rojo en casa, es decir, concentrarse en el entorno y así reducir su sistema nervioso.
  5. Meditación guiada: Existe una amplia gama de grabaciones gratuitas que os guiarán paso a paso a través de la atención plena, diseñadas además para propósitos específicos depende de la necesidad que tengáis en es momento: calmarse, concentrarse, liberar tensiones, cambiar de humor, reconocer emociones, distraerse, mejorar sus hábitos de comida, etc.

Los estudios con niños aún son escasos pero ya se han demostrado algunos beneficios notables si se practica con regularidad: mejora en la atención, concentración y memoria, por tanto aumenta el rendimiento académico, consiguiendo una mayor capacidad de abstracción, lógica y cálculo; mejor afrontamiento de los conflictos y situaciones estresantes, aumento de la empatía, habilidades sociales y emocionales, escucha activa y autoconocimiento, por último, ayuda a mantener el equilibrio mental y físico, mejorando la regulación cardiovascular y neurológica.

Merece la pena intentarlo, ¿verdad? 🙂

*Fuentes:

CNN-Health

Canal Mapfre Salud

*También estaré el próximo lunes 20 de septiembre en la Feria del Libro de Madrid: