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¿Existe realmente la falta total de empatía?

La empatía es una característica necesaria para establecer relaciones sociales, imprescindible diría yo. Pero su significado no se reduce a ‘ponerse en el lugar del otro’.

En general, se trata de comprender la perspectiva, necesidades, intenciones, sentimientos y experiencias de otra persona, incluso siendo opuestos a los nuestros, sin compartir las mismas circunstancias, y aun así responder mostrando apoyo regulando nuestras propias emociones.

Ahí es nada.

Fotografía con Licencia Creative Commons

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No siempre conduce a la acción porque hay varios tipos de empatía: cognitiva, comprender intelectualmente los sentimientos del otro aunque no experimentemos ninguna sensación; afectiva o emocional, es la tendencia a sentir las emociones de los demás, incluso a nivel físico; y compasiva o preocupación empática, es la suma de las anteriores y es el tipo de empatía que más moviliza a la acción, por ejemplo, tomar la decisión de parar para ayudar a alguien que tiene problemas con su coche, o donar dinero tras una catástrofe.

Hay bastante controversia sobre si la compasión es totalmente altruista o no. Parece que las investigaciones revelan que, siendo puristas, a nivel fisiológico, no lo es, ya que cuando ayudamos a alguien, nuestro cuerpo produce más dopamina, una hormona que provoca «sentirse bien», activando el sistema de recompensa en el cerebro.

Pero, ¿es posible no tener NADA de empatía?

Las personas con poca empatía se caracterizan por ser excesivamente críticos con los demás, por no conectar con las circunstancias y responsabilizar siempre al otro de su desgracia pensando que a ellos no les tocará o que podrían resolver mucho mejor ese tipo de situaciones complicadas, se muestran crueles, despectivos o indiferentes con las emociones de los demás.

Hay consenso en asegurar que la empatía existe en un espectro y, en la mayoría de los casos nunca está del todo ausente, simplemente está disminuida, en general o en particular, es decir, nos puede costar siempre conectar con las emociones de los demás, o a veces nos resulta imposible hacerlo con alguien en concreto, porque no le tenemos apego, porque pensemos que él/ella ‘no merece’ ya nuestra comprensión, porque nos ha hecho daño previamente, etc.

Los niveles de empatía pueden depender de nuestra genética, tipo de personalidad, cultura, educación, experiencias… Pero la empatía es una habilidad, la capacidad siempre está ahí y se puede desarrollar o aumentar entrenándola.

¿En qué casos nos encontramos una falta de empatía más acentuada o casi completa?

En personas con lesiones cerebrales en la zona de la ínsula (alexitimia), casos de autismo severo, aunque en las últimas revisiones se ha demostrado que pueden tener dificultades con la empatía cognitiva, pero sí que son capaces de desarrollar empatía emocional, lo que ocurre es que no pueden expresarla.

Ocurre lo contrario con las personas que padecen trastorno límite de la personalidad, que pueden tener dificultades para desarrollar empatía emocional (sentir), pero sí que pueden comprender los sentimientos de los demás. También se relaciona una escasa empatía con un bajo nivel de inteligencia emocional y con periodos de mucho estrés prolongado.

Tradicionalmente se pensaba que las personas que puntuaban alto en psicopatía o maquiavelismo, o diagnosticadas de trastorno narcisista de la personalidad, tenían una ausencia total de empatía, los últimos estudios apuntan que esta afirmación no es correcta, que en realidad tienen un cierto grado de empatía; simplemente pueden carecer de la motivación para mostrarlo o actuar en consecuencia.

*Fuente: Psych Central – Is it possible to lack empathy?

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