Recuerdo los primeros calambres que me dieron después del diagnóstico, al principio pensaba que los provoca algún movimiento que había hecho, creía que tenían el mismo mecanismo que cuando te pasa practicando deporte. Con el paso de los días, me di cuenta que era mi cuerpo el que de vez en cuando me daba esa descarga eléctrica.
Unas semanas después de que naciese Nora, tuve algún calambre, algo tímido, suave y se presentaban de forma esporádica. Un día sentía algo y pasados unos cuantos días o hasta la semana siguiente no volvía a sentir otro. Así me he pasado estos cuatro meses.
Pero hace un par de semanas, tuve un calambre en la espalda fuerte, de los que necesitas pararte y coger aire del dolor que provocan. Recuerdo que estaba en el sofá, comiendo, mientras Nora estaba en su hamaquita jugando y me quedé tiesa hasta que se me pasó. Creo que durante estos meses había olvidado el dolor que producían y sentí que todo esto volvía empezar, otra vez.
Desde ese día, han ido aumentando de manera gradual. Ahora suelen ser diarios, a veces noto solo uno, en otras ocasiones alguno más. Principalmente se concentran en la zona de la espalda y cadera-ingle cuando estoy andando. Tampoco son tan fuertes y continuados como antes, por el momento me permiten dormir bien y tampoco me dejan el cuerpo tan agotado como han sido estos últimos años.
Antes de quedarme embarazada, lo pasaba bastante mal, no me permitían dormir, me provocaban mucho dolor y se formaban contracturas. Me dejaban muy cansada, era como si ese músculo se hubiera estado moviendo durante horas sin parar. Probé tropecientas pastillas variando sus dosis y momentos de administración, al principio me funcionaban pero pasados unos meses, llegaba un punto que no me dejaban descansar e iba arrastrando una fatiga descomunal.
Veremos cómo van evolucionando.