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Semana de la Moda en Milán, mi pesadilla y redención particular

Nunca me ha gustado lo falso. Cuando veía a la venta imitaciones de bolsos o prendas prefería no comprarlas antes que llevar algo «de mentira». No es que os cuente esto para que tengáis en cuenta que, si queréis mandarme regalos, los prefiero originales (que ojalá recibir algún día algo más que cartas del banco), sino para que entendáis por qué le he cogido algo de manía a las semanas de la moda.

Estilismos casuales de invitadas al desfile de Pedro Pedro. MARA MARIÑO

No me malinterpretéis, la moda me apasiona y me apasionará siempre. La oportunidad de ver en primera línea de batalla el trabajo de diseñadores, esos profesionales que trabajan entre la cultura de la vestimenta y el arte, es algo que me hace sentir realizada. Pero lo malo de las semanas de la moda es la gente.

No toda, claro, no penséis que soy antisocial, pero sí los que aprovechan las ocasiones para vestir con un artificio que improbablemente les verás un día de diario por la calle para llevarse un protagonismo que debería centrarse en las colecciones.

El deseo de ir a los eventos para ser visto o de hacerse la foto de rigor para la red social de turno, hace que haya encontrado personas dispuestas a hacer cualquier cosa para entrar a un desfile, incluso si eso incluye utilizar a otras por el camino.

En esta Semana de la Moda en Milán he tenido mucho de eso, pero, afortunadamente, mucho de lo contrario también. He visto mucha tendencia, mucho trabajo, ideas creativas y prendas bonitas.

He podido conocer de primera mano a una diseñadora argentina que va a abrir una sombrerería en Barcelona, he intercambiado una conversación en el baño con una estudiante peruana que quería lanzar la primera revista de moda en su país

Y me he dado cuenta que lo bonito de estos eventos, y algo a lo que no estaba prestando atención hasta ahora, es el roce, en el trato, en poder sentarte al lado de la diseñadora de interiores de Armani porque así te han colocado las organizadoras del evento o poder compartir una copa de Prosecco con la ilustradora Georgina Gerónimo mientras comparamos los desfiles italianos con la Mercedes-Benz Fashion Week o la 080 de Barcelona.

Es un sinfín de conversaciones en inglés, español o italiano mezclando los idiomas entre sonrisas y valoraciones de los espectáculos. Al final, la primera Semana de la Moda de Milán del año me ha quemado y me ha enamorado por el mismo motivo: la gente (de la moda lo estoy siempre).

Como una imagen vale más que mil palabras, os invito a compartir la experiencia conmigo, os animo a que os deis un paseo por las calles milanesas decoradas con portadas de revistas, a que me acompañéis a los desfiles que pude ver, a que sintáis un poquito de esa magia que hay dentro de la moda.

¿Mujeres objeto para realizar un sorteo?

Es el sorteo de los grupos del torneo Next Gen Finals, una competición para que se batan los mejores jugadores de tenis menores de 21 años, esos que puede que lleguen a sustituir un día a Nadal en las portadas de los periódicos.

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A los organizadores del sorteo, ATP y Red Bull, no se les ocurre una manera mejor, para que los jugadores adivinaran en qué grupo les había tocado, que coger a ocho modelos y escondiendo las letras correspondientes a los grupos en sus cuerpos.

Si bien podía salir o A o B, el espectáculo de ver a las ocho mujeres contoneándose, quitándose ropa o haciendo que los jugadores se la quitaran era o increíblemente bochornoso o denigrante directamente.

Cuando ardió Troya (o Milán en este caso ya que fue donde tuvo lugar el evento), los organizadores salieron por la tangente diciendo que su única pretensión era incluir en el sorteo el ámbito de la moda que tanto caracteriza a la ciudad italiana.

Aunque cuando vemos en lo que resultó el espectáculo encontramos pocas referencias a la moda pero una exhibición que bien podría parecer salida de una despedida de soltero (y si no me creéis podéis verlo aquí).

Lo que no entiendo es cómo en un momento como en el que estamos, en el que desaparecen las azafatas de imagen de las carreras y las modelos de los podios, en el que se trata de suprimir la imagen de mujer florero, a los organizadores de un evento como es la ATP Next Gen se les ocurre que puede ser una buena idea que ocho chavales elijan a una modelo (en función de la que más les guste, por supuesto) que luego debe insinuarse, desnudarse o quedar a disposición del deportista para que este averigüe su categoría.

Cuando pienso en los valores que le deberíamos transmitir a las próximas generaciones se me pasan por la cabeza el respeto, el cuidado del medio ambiente, los animales, el ceder el asiento… pero no esto. En ningún caso la enfermiza idea de que la mujer es algo bonito a su servicio, de que es un objeto puesto al nivel de las bolas de un bombo para hacer un sorteo.

Mi segunda oportunidad con la Semana de la Moda de Milán

He de admitir que cuando me llegó hace unos meses el mail de la Camera Nazionale della Moda (organismo que regula todo lo relacionado con la moda italiana), para iniciar el trámite de solicitud de prensa con el fin de asistir a la edición de septiembre de la Semana de la Moda, lo eliminé no sin cierto placer.

VESTIDA PARA UNO DE LOS DESFILES. @MEETINGMARA

Pero es que mi pasada experiencia, algo negativa, aún estaba reciente, y no me apetecía mucho no solo volver a enfrentarme a empujones y exhibiciones de postureo sino a pagar los 50 euros (de mi bolsillo) que supuestamente hacen que puedas «acceder a los servicios para prensa», o sea, agua y una zona con wifi.

Sin embargo coincide que una de las agencias de comunicación que lleva varias firmas italianas, se quedó con mi correo electrónico de la edición pasada y me bombardeó con lo que han sido, en total, unas 20 invitaciones entre desfiles, conferencias y presentaciones a los showrooms.

Y como más vale invitación en mano que ninguna en absoluto, decidí darle una segunda oportunidad a la que es, junto a París, la semana más importante de la moda.

El primer desfile al que acudí, Maryling, tuvo lugar en la sala de las Caballerizas del Museo de Ciencia y Tecnología, un espacio que conocí en febrero. De la feminidad imperante en todos los conjuntos a través de cinturas marcadas, tejidos vaporosos y vestidos que parecían salidos de un moderno picnic improvisado en el borde de un canal, pasé a la fiesta de inauguración de la Milán Fashion Week organizada por Kenzo, donde el modernerío más moderno de la ciudad hizo acto de presencia.

Con un poco de ayuda de un fotógrafo de la agencia SGP, mi acompañante y yo nos las ingeniamos para entrar en el desfile de Lucio Vanotti, cuyos diseños, más basados en la superposición de capas y en el enmascaramiento de la figura femenina bajo prendas anchas, desfilaban con la catedral milanesa de fondo en una de las alas del Palacio de La Rinascente.

Pero no fue hasta el desfile del domingo de Vicky´z (Vicky Zhang), que debutaba en Milán tras desfilar en la pasarela de Nueva York, que volví a conmoverme.

Durante el espectáculo de casi media hora de duración (algo raro ya que los desfiles no pasan de diez minutos), Xinyin Xu, la diseñadora de la firma, me sorprendió con vestidos que parecían salidos de una reinterpretación de las películas Disney pero en una versión actual.

Si que es verdad que las anchuras y cortes chinos se podían apreciar en algunos diseños más que en otros, pero por lo general me pareció una colección que, además de estar pensada para niños y adultos, ya que modelaron childrenswear y womenswear, se puede llevar perfectamente en una ocasión especial.

No sé si fueron esos cincuenta niños perfectamente coordinados que salieron con un farolillo rojo al terminar el desfile o los vestidos que casi me hacían desear tener más bodas para 2018, pero entre la música y la atmósfera de cuento de hadas y cenicienta moderna que se respiraba, me pasé la mitad del tiempo con la piel totalmente de gallina.

Y es que la moda puede gustarnos, no gustarnos en absoluto, podemos entenderla o no, pero nunca nos deja indiferentes. Y, en ocasiones, como fue mi caso, hasta emociona.

DESFILES DE MARYLING, LUCIO VANOTTI Y VICKY´Z. MARA MARIÑO

Escaparates con maniquíes de carne y hueso

Mi mejor amigo estaba dentro de un escaparate el día que le conocí. Sí, como lo leéis. Él y otros siete modelos.

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Hacían gestos, sonreían, señalaban o saludaban a la gente que pasaba por la calle. Por un momento sentí que volvía al Barrio Rojo de Amsterdam (quien haya estado lo entenderá) y me pareció asqueante. No por mi amigo, que estaba trabajando y ganándose la vida como podía (y quería), al igual que yo, aunque más que de modelo haya trabajado de imagen, sino por el hecho de tener a ocho personas como si fueran artículos de coleccionismo, objetos preciosos de decoración, cosas.

Maniquíes humanas en China. MELISA TUYA

Hace una semana, paseando con mis padres por Milán, mi madre se paró junto a uno de los escaparates de Montenapoleone, el Serrano milanés solo que cinco veces más lujoso. Dos maniquíes se movían dentro de él. A diferencia del escaparate de mi amigo, los modelos de la tienda italiana estaban maquillados y peinados imitando exactamente a maniquíes reales. El efecto eran tan artificial y plástico que resultaba hasta escalofriante.

Obviamente, verlo hace años en Madrid, me llamó la atención negativamente, pero verlo ahora en Milán, una de las cuatro cunas de la moda, en un periodo como en el que estamos viviendo, que creo que cada vez se dirige más a la aceptación y valoración de las personas por quiénes son y no por el aspecto que tienen, me preocupa.

Entiendo que la industria precise de perchas humanas para sus diseños, pero no veo la necesidad de exponer a modelos durante horas detrás de un cristal. Si ya me parece mal que se haga en un zoo, con personas ni os cuento.

Lo que no te cuentan de la Milan Fashion Week

Después de haber hecho de corresponsal en la semana de la moda milanesa, ya habréis visto en otro post que he decidido hacer una comparación entre esta y la «de casa», la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid.

Como ya os comenté, los desfiles en Milán no son como en Madrid. Vas a Ifema al amanecer y sales al anochecer después de una organizada sesión maratoniana de moda. Aquí no, aquí cada uno es de su padre y de su madre en una punta de la ciudad. Como no tienen un horario que deban cumplir a rajatabla para no descolocar el orden del día, lo mismo se retrasan 15 minutos que 45. Aún con todo, y dispuesta a dejarme llevar por la magia que llevaban todo el mes vendiéndome, quedé otro día con Dianina XL para ver juntas un desfile.

En la entrada nos hicimos las fotos de rigor que no pueden faltar como buenas bloggers que somos. «Sácame la frase de la cazadora» le pido mientras me giro para que se lea el «Feminist as fuck» (Feminista de cojones) que llevo pintado. En esto veo que un chaval me hace fotos también, algo relativamente normal en estos eventos que siempre sacan los streetstyles o estilo de la gente de a pie.

La cosa es que el chico se me acerca y me pregunta que si entiendo italiano. Cuando le digo que sí me dice que le ha gustado mi culo y que si lo puede tocar (esto es 100% real, sino preguntadle a Diana). Parece ser que el lema de mi cazadora, ese que viene a decir implícitamente que no deseo ser cosificada, es demasiado sutil para su entendimiento. Como mis padres me han dado una buena educación contuve las ganas de reventarle la cabeza con un bate rodeado de alambres y tras decirle que no, nos fuimos flipando.

Al ir al mostrador de prensa para que nos dijeran dónde teníamos que sentarnos, la mujer encargada de las listas sacó un post-it, sí, un post-it, y tras partirlo en trocitos escribió «ST». Me recomendó que no lo perdiera ya que me lo iban a pedir en la entrada. ¡¡¡Un cacho post it!!! ¡Que estamos hablando de la Milán Fashion Week! O sea, hello? Are you kidding me? Puro glamour.

«St» que significa «Standing» traducido a español como «de pie apiñadas pegadas a la pared como sardinillas en lata«. Pero como buenas españolas tiramos de picaresca y en cuanto vimos un par de sitios plantamos el culo bien plantado. La clave en estos sitios es aparentar que realmente ese es el puesto que debes ocupar y nadie te dice nada. Aunque traté de repetir la maniobra en el desfile de la tarde fracasé, ya que la que llevaba las listas venía cada dos por tres a recriminarme. Y mira que nos cambiamos de sitio varias veces pero nada, la tía parecía saber dónde encontrarme.

Otro de los momentos «simpáticos» fue el desfile de Simonetta Ravizza. Como era un día milanés helador, aproveché para llevar el cuello de pelo de mi madre. De camino al desfile, como de costumbre, fui informándome sobre la marca: una firma de lujo de pieles. «A tope» pensé, ya que no había mejor ocasión para lucir la bufanda peluda.

La cosa es que al llegar y salir del metro me encontré un pequeño grupo con pancartas y mochilas ‘perruoflauta style‘. Cuando vi que llevaban peluches manchados de rojo empecé a caer en que igual ir a un desfile peletero con un cuello que imitaba pelo no era la mejor de las ideas. Confirmé mis sospechas cuando empezaron a gritarme cosas como «Che schifo» o «Puzza di merda». Yo contesté que era un cuello sintético pero no me hicieron ni caso. Ya me veía o manchada de pintura o llegando a las manos con alguno.

La cosa es que escribí a mi madre contándole lo que suscitaba su pelo de imitación. «No hija, si es que ese es auténtico». Ah, pues que bien oye. Espero que lo hayas disfrutado porque a este ritmo vuelvo a casa sin él, pensaba viendo como el pabellón donde iba a tener lugar el desfile estaba rodeado de Carabinieri. Al final les invitaron a salir y volvieron a soltarme alguna perlita acompañada de gestos poco amigables.

Carabinieri a la entrada del desfile de Simonetta Ravizza y activistas.

Pese a que tenía entradas para otros desfiles consideré que ya había profundizado en la semana de la moda milanesa lo suficiente. Y es que durante esos días la ciudad enloquece. Los medios de transporte, que ya van llenos, se convierten en imposibles. La gente aprovecha para sacar sus pintas más estrafalarias. Y con estrafalarias me refiero a realmente estrafalarias. Me viene a la mente un chico que iba vestido todo de naranja y su complemento era una pecera rectangular naranja con peces naranjas nadando dentro. No puedes ir a tal o cual discoteca porque X diseñador la ha reservado para una fiesta privada, los asistentes a los desfiles se convierten en almas histéricas que te empujan y te estrenan, el gimnasio se llena de modelos haciéndose selfies en los bancos en los que normalmente entrenas con las pesas… Y sobre todo el desorden a la hora de sentar a los asistentes, el caos cuando empieza el desfile y hay gente que se te pone delante porque no hay nadie que controle la acomodación, la desorganización, el mal trato a la prensa o las maneras de muchos relaciones públicas son solo algunas diferencias que, como invitada a ambas pasarelas, encontré respecto a la nuestra.