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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Perdigones de plomo, el otro grave problema de Doñana del que nadie habla

Perdigones recogidos en el Cerro de los Ánsares. Foto: Sergio Galeano

Además de sus muchos y ya prácticamente irremediables males por culpa de la sobreexplotación del acuífero y pérdida de hábitats, Doñana sufre la llamada «muerte silenciosa». Millones de perdigones esparcidos por sus dunas y marismas, cuyo plomo envenena lentamente a su fauna.

Según un estudio realizado en el año 2000, se calculan que solo en la duna más grande del parque nacional hay más de 30 millones de tan venenosos proyectiles. Al ingerirlos accidentalmente, miles de ánsares enferman e incluso mueren por su culpa. Son los terribles efectos del plumbismo.

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Descubrimos los secretos de Rajoy en Doñana

Viendo aves

Continuamos la crónica de la ruta de las aves Bird Flyway. 1.700 kilómetros de norte a sur siguiendo a los ánsares escandinavos en su viaje invernal hacia el sur de España. La primera estación fue en la laguna de La Nava (Palencia), la segunda en el Urdaibai Bird Center (UBC), la tercera recorrió la Reserva Ornitológica de la Laguna de El Oso (Ávila) y llegamos por fin a la ansiada meta justo para celebrar hoy con todos vosotros el Día Mundial de los Humedales (2 de febrero) en el paraíso de las aves acuáticas.

Última estación: el Parque Nacional de Doñana (Huelva, Sevilla y Cádiz), el humedal más importante de todo el continente europeo, pero también un mosaico de diferentes ecosistemas absolutamente asombroso y repleto de vida salvaje.

Hay una sorpresa. Los periodistas de este singular press trip no sólo tendremos el privilegio de recorrer frágiles zonas del parque nacional en donde están prohibidas las visitas turísticas sino que lo haremos en compañía del, sin duda, mejor guía de la reserva, José Manuel Galán; el encargado de guiar por el espacio a los más ilustres visitantes, incluidos todos los presidentes de Gobierno español desde Felipe González a Mariano Rajoy. De este último descubriremos algunos de sus gustos más privados, como pasear solo por las inmensas playas de Doñana o admirar los martinetes, una singular garza nocturna. Lee el resto de la entrada »

Las grullas de Sibelius buscan un oso en Ávila

Grullas

Continuamos la crónica de la ruta de las aves Bird Flyway. 1.700 kilómetros de norte a sur siguiendo a los ánsares escandinavos en su viaje hacia el sur de España. La primera estación fue en la laguna de La Nava (Palencia) y la segunda el Urdaibai Bird Center (UBC).

Tercera estación: la Reserva Ornitológica de la Laguna de El Oso, en las abulenses tierras de La Moraña. Una fría llanura cerealista a casi 900 metros de altitud, más propia para ver avutardas, pero salpicada de numerosos lavajos o lagunas que sirven de refugio a muchas aves migratorias. Aquí nos interesan los gansos, a quienes estamos siguiendo en su periplo hacia el sur peninsular, pero también buscamos grullas, cada vez más frecuentes por estos lares. Lee el resto de la entrada »

Descubre el Camino de Santiago de las aves viajeras

La Sociedad de Ciencias Aranzadi, a través del Urdaibai Bird Center, promueve y coordina el proyecto de turismo de naturaleza ‘La ruta de las aves’ (BirdFlyWay), que a partir de febrero de 2016 aspira a hacerse tan famosa como el Camino de Santiago.

Se trata de un producto turístico desarrollado a lo largo de una red de humedales europeos utilizados por el ánsar común (Anser anser) durante sus impresionantes migraciones anuales, desde Finlandia hasta las marismas del Guadalquivir en Doñana. Una segunda red sigue el viaje del águila pescadora (Pandion haliaetus) desde las Tierras Altas de Escocia hasta Senegal. El proyecto cuenta con la participación de cuatro humedales españoles: Reserva de la Biosfera de Urdaibai (Bizkaia), Laguna de La Nava (Palencia), Laguna de El Oso (Ávila) y Parque Nacional de Doñana (Huelva-Sevilla). Lee el resto de la entrada »

Nueva York matará 2.000 gansos para garantizar la seguridad aérea

El ayuntamiento de Nueva York ha anunciado la próxima matanza de 2.000 barnaclas canadienses (Branta canadensis) que viven en la ciudad. ¿Por qué? Para garantizar la seguridad de su espacio aéreo. Más en concreto, para tratar de impedir que este bello ganso pueda chocar contra las turbinas de los aviones provocando averías y accidentes.

Según explica The New York Times y resume Ecologiablog, el sangriento plan municipal costará 100.000 dolares y tiene previsto desarrollarse en 40 parques cercanos a los aeropuertos de la Gran Manzana.

Como recordaréis, en enero pasado, una de estas aves fue responsable de que un Airbus 320 de la compañía US Airways, con 155 pasajeros a bordo, se viera obligado a realizar un espectacular amerizaje/aterrizaje en el río Hudson. Se trata pues de acabar ahora con los culpables. O al menos de que lo parezca.

Los tres aeropuertos de Nueva York mueven al año más de 100 millones de pasajeros que llegan o se van en no menos de 600.000 aviones. Frente a este espectacular tráfico aéreo, el mayor de Estados Unidos, el número de barnaclas canadienses que viven en parques, lagos y ríos neoyorkinos supera las 20.000 aves. Sin embargo, matar menos del diez por ciento de estos gansos no servirá para nada. Entre otras razones, porque los pájaros peligrosos no son los sedentarios y casi domesticados de la ciudad, sino los salvajes que todos los inviernos llegan en grandes bandos desde el norte de Canadá, amigos de volar libres por donde les plazca. Y a esos no hay quien los atrape.

Ya sé que no es fácil encontrar una solución. Que los halcones y águilas que con tan buenos resultados se utilizan en los aeropuertos españoles pueden ser insuficientes para controlar a tanto ganso, que la seguridad de los aviones es lo primero [ayer se retrasó la llegada del primer avión a la terminal T-1 de El Prat por la presencia de aves en la pista], que todavía no se han ideado turbinas antipájaros. Pero matándolos tampoco solucionaremos el problema, tan sólo estaremos haciendo el ganso.

Matanza de gansos en un espacio protegido

Jorge Remacha y su hijo decidieron pasar el fin de semana pasado en la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila (Zamora). Se las veían felices, disfrutando de la naturaleza en estado puro en una de las joyas medioambientales de Castilla y León, un remanso de paz para las aves esteparias y los miles de ánsares que cada año nos visitan en invierno. “¡Menos mal que existen los espacios protegidos!”, se congratulaba Jorge. Pero lo que vio fue muy diferente. Os copio aquí el relato que me ha enviado:

El domingo, ya anochecido, empezamos a oír tiros a diestro y siniestro en los campos que rodean a la laguna de Barillos.

– ¿Pero quién estará disparando y a qué?, nos preguntábamos.

Dormimos en la furgoneta y de madrugada empezamos de nuevo a oír disparos por todas partes. Aquello parecía la toma de Irak. Cuando amaneció subimos con el telescopio al observatorio y vimos cómo varios cazadores llevaban orgullosos varios ánsares muertos.

– ¿Pero no puede ser, cómo pueden cazar aquí? ¿Serán desalmados? Vamos a llamar al Seprona ahora mismo.

– Oiga, que estamos en Villafáfila y los cazadores se están cargando a los ánsares y yo creo que no pueden cazar aquí.

– Sí…, ¿que están dónde?

– En Villafáfila.

– Bueno pues ya le digo yo a la patrulla si eso que se pase.

– ¿Pero oiga si no le he dicho el sitio concreto donde estoy?

– Bueno, pues dígamelo.

– En un observatorio de aves que hay….

Al rato vienen dos lugareños con tres ánsares y un azulón más tiesos que la mojama. Yo, en un acceso de ira le digo al que llevaba los trofeos:

– No sabía que estaba permitido cazar ánsares aquí. ¿Tiene usted permiso para hacerlo? ¿Esto no es una reserva?

Se me queda mirando en tono chulesco y me dice:

– Pues claro que se puede cazar, ya lo está viendo.

Y le comenta al compañero.

Solamente falta que vengan de afuera a tocarnos los co….

Le dije que yo creía que no era así y que les tomaría la matrícula del coche para informar al Seprona.

– Infórmeles, infórmeles, y dígales que ayer maté a 12 como estos y que ahora me voy a tomar algo a un bar de Villafáfila.

Indignado me encaminé a la Casa de la Reserva a contar lo sucedido y uno de los empleados de allí me miró muy sorprendido y me dijo:

– ¡Pues claro que se puede cazar en los límites de la reserva! Por eso se llama Reserva de Caza.

– ¿Pero cómo es posible que permitan cargarse a los ánsares de esa manera?

– No hombre, si en realidad hay muchos, la caza de unos cuantos no significa nada.

Y yo pensaba, si no se sabe ni los que matan, si hasta por la noche los cazan (me confirmaron que podían hacerlo según la ley hasta dos horas después de la puesta de sol), sin que hayamos visto guardería ni Guardia Civil ni a nadie controlando… Pero si hasta me dijeron que se subían al observatorio a pegarles tiros cuando al amanecer salían de la laguna para ir a comer a los campos de cereales. Que no les da tiempo ni siquiera a los pobres bichos a coger altura, de lo cerca que están de la laguna los cazadores.

En fin una tremenda decepción. Nos volvimos a casa pensando que éramos unos ilusos que nos pensábamos que los espacios naturales servían para algo.

Y tú ¿qué piensas? ¿Debe prohibirse la caza en un espacio protegido como Villafáfila? ¿Las reservas son ante todo simple marketing turístico? ¿Los derechos de los cazadores están por encima de los de los animales?

Aprovecho para poneros unas fotos de cazadores de gansos en Canadá, seguramente el sueño de muchos de los cazadores de Villafáfila. Para que os hagáis una idea.