Además de sus muchos y ya prácticamente irremediables males por culpa de la sobreexplotación del acuífero y pérdida de hábitats, Doñana sufre la llamada «muerte silenciosa». Millones de perdigones esparcidos por sus dunas y marismas, cuyo plomo envenena lentamente a su fauna.
Según un estudio realizado en el año 2000, se calculan que solo en la duna más grande del parque nacional hay más de 30 millones de tan venenosos proyectiles. Al ingerirlos accidentalmente, miles de ánsares enferman e incluso mueren por su culpa. Son los terribles efectos del plumbismo.
Plomo que mata lentamente
En julio de 1983, el Patronato de Doñana prohibió la caza en el interior del parque nacional. Hasta esa fecha, durante décadas, miles de gansos habían sido abatidos anualmente en el Cerro de los Ánsares, la duna móvil más alta de Doñana.
Tradicionalmente, durante cada amanecer del invierno, enormes bandos de ánsares acuden a este paraje desde la marisma para ingerir el denominado “grit”, arena y piedrecitas que se depositan en la molleja para fabricar un particular mortero que facilita la digestión de los duros rizomas y semillas de los que se alimentan.
Conocedores de esta costumbre ancestral, los cazadores los esperaban escondidos en hoyos en la arena, desde donde les disparaban, abatiendo cientos de ejemplares por jornada.
Esta particular modalidad de caza de acuáticas ya ha pasado a la historia, pero, todavía hoy se estima que permanecen depositadas en las dunas entre dos y seis toneladas de perdigones de plomo, poniendo en peligro a la gran comunidad de ánsares invernantes en Doñana, que en un buen año hidrológico podría llegar a los 50.000 o 60.000 ejemplares.
Estas bandadas de gansos procedentes del norte de Europa continúan viniendo a la duna cada invierno, donde ya no les esperan los cazadores, pero sí los perdigones de plomo que dispararon.
Según Carlos Davila, responsable de SEO/BirdLife en Doñana, “el plomo de perdigones ingeridos se va incorporando poco a poco al organismo de las aves a través del torrente sanguíneo. Y es que bastan solo unos pocos perdigones para envenenar un ave, un proceso que comienza afectando a su sistema nervioso, digestivo, riñón e hígado, y termina provocándoles la muerte.”
Una muerte silenciosa
El plumbismo es conocido como “la muerte silenciosa”, porque transcurren varios días desde la ingesta e intoxicación hasta que el ave muere y es difícilmente localizable.
Además, sus efectos negativos se multiplican ya que gran parte del plomo no es expulsado por el organismo, permanece en el ave muerta o enferma y pasa a formar parte de la cadena alimentaria tras ser devorada por depredadores y aves carroñeras, como las águilas imperiales o a los buitres, que se alimentan de los gansos envenenados. Es la terrible cadena del veneno.
Voluntarios contra el veneno
SEO/BirdLife puso en marcha la actividad de retirada de perdigones de plomo en Doñana en 1999, enmarcada en el Programa de Voluntariado de Parques Nacionales. Desde entonces, cientos de personas han colaborado en una actividad a la que se han ido sumando otras asociaciones que trabajan en la protección de la naturaleza.
Hasta la actualidad, más de 3,5 millones de perdigones de plomo superficial (350 kilos) han sido ya retirados la duna del Cerro de los Ánsares, contribuyendo así a reducir las posibilidades de intoxicación y muerte de aves por plumbismo.
Existen indicios científicos que apuntan a estas actuaciones de limpieza parcial como la causa de la disminución de perdigones ingeridos por las águilas imperiales de Doñana.
En esta última edición, realizada desde septiembre hasta la primera semana de noviembre, 38 voluntarias y voluntarios han recogido 20 kilos más de perdigones, lo que potencialmente equivaldría a evitar la muerte a cientos de ejemplares de ánsares comunes.
El trabajo de las personas voluntarias se dirige principalmente a eliminar los perdigones más superficiales que se localizan en las áreas de la duna más frecuentemente utilizadas por las aves, para reducir así la posibilidad de que sean localizados e ingeridos por los ánsares.
Pretender eliminar las cuatro o cinco toneladas que pudieran acumularse en la arena parece una tarea quimérica, pero esos 350 kilos ya retirados desde el comienzo del voluntariado «son de una importancia trascendental», asegura Dávila, «ya que por encontrarse en la superficie, potencialmente iban a ser ingeridos por los gansos de Doñana”.
Plomo prohibido en todos los humedales
Desde el 5 de febrero de 2023, el uso de munición de plomo en los humedales es ilegal en los 27 países de la UE, así como en Islandia, Noruega y Liechtenstein. España era uno de los pocos países del entorno europeo que ya contemplaban la prohibición de plomo en humedales protegidos legalmente.
Con esta nueva medida, la restricción se ha ampliado a todos los humedales del territorio nacional, lo que incluye humedales naturales no protegidos y otros elementos artificiales, como balsas de riego.
Según SEO/BirdLife, el Gobierno de España está obligado a modificar la normativa actual, y las comunidades autónomas, encargadas de controlar que esta norma se cumple sobre el terreno, deberán asegurar un eficaz sistema de seguimiento. Por otro lado, la Comisión Europea está trabajando en una propuesta de borrador para la prohibición del plomo en todos los ambientes donde se practique la caza, dado que el plomo, en definitiva, afecta a la fauna de todos los ecosistemas y contamina el agua y los suelos.
Toneladas de plomo en el campo
El plomo se ha utilizado en munición y aparejos de pesca durante décadas, a pesar de toda la información existente sobre el significativo impacto que tiene en los seres humanos, la vida silvestre y los ecosistemas en general. La caza con munición de plomo genera una lluvia de perdigones que se acaban depositados en el suelo y en el fondo de los humedales, convirtiéndose en un elemento de contaminación en la naturaleza.
Se estima que entre 4.000 y 5.000 toneladas de plomo son derramadas a la naturaleza cada año en la Unión Europea. Estos perdigones son ingeridos comúnmente por aves acuáticas como cisnes, flamencos, patos y gansos.
La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas estima que anualmente esto genera la muerte por plumbismo de más de un millón de aves acuáticas.
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