Archivo de mayo, 2016

El futuro es el gran negocio energético del presente

Por Hugo Morán – Exdiputado

“Total compra el fabricante de baterías Saft por 950 millones de dólares”. En 2011 ya había comprado Sun Power.

“Gas Natural Fenosa invertirá 14.000 millones de euros en redes y nueva capacidad de generación fundamentalmente renovable hasta 2020. De los 3.500 millones previstos en nueva generación, 2.500 serán en hidráulica, eólica y solar, y 1.000 en gas”.

“El Fondo de Pensiones Global del Estado Noruego excluyó el año pasado a 73 compañías de su cartera por motivos medioambientales y éticos”.

“Iberdrola entra en el negocio del autoconsumo con su producto Smart Solar. Endesa ya ha presentado su oferta residencial fotovoltaica”.

“Arabia Saudita exportará electricidad renovable en vez de petróleo a mitad de siglo. Esto ha declarado su nuevo ministro del petróleo”.

“Volkswagen tendrá 20 modelos de coches eléctricos diferentes a la venta para 2020”.

“El coste de adaptación al cambio climático podría ascender entre 280.000 y 500.000 millones de dólares al año hasta 2050, unas cifras que cuadruplican o quintuplican los cálculos previos. Es lo que se desprende del segundo Informe sobre la brecha de adaptación elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente”.

No hace falta ser especialmente perspicaz para, una vez leídas noticias como las anteriores (que por cierto son todas muy recientes y extraídas en menos de quince minutos de unos pocos medios españoles), concluir que se está produciendo un descomunal giro en torno al modelo energético global y que detrás de este cambio se adivinan inmensos flujos financieros, espectaculares negocios corporativos y no pocos movimientos geoestratégicos de orden político.

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En la segunda vuelta electoral, sí toca hablar de energía

Por Fernando Ferrando – Vicepresidente de la Fundación Renovables

Algo ha cambiado y para bien en la política española en materia energética. Si analizamos estos casi cuatro meses de legislatura hemos podido ver como en el Parlamento se han discutido y votado iniciativas y Proyectos No de Ley (PNL) que eran impensables en los anteriores periodos de sesiones en los que tanto el Partido Popular como el PSOE habían mantenido un perfil bajo en la adecuación de nuestro modelo energético.

Elecciones_

Las razones de por qué hemos vivido un proceso tan inmovilista hay que buscarlas, por un lado, en la servidumbre política en el mantenimiento de los privilegios del sector energético tradicional y, por otro, en la inexistencia de un compromiso con la sostenibilidad.

La energía es un bien básico, cuyo acceso universal no está garantizado en España principalmente porque la liberalización, mediante un proceso de desregularización del sector energético, ha supuesto anteponer la libertad del mercado a su consideración como bien de utilidad pública. Podríamos decir que ha primado el negocio frente a la cobertura de las necesidades sociales.

La energía también es el motor del desarrollo económico y su incorporación como coste en la producción de bienes y servicios es uno de los elementos principales que define la competitividad de nuestra economía.

España es uno de los países energéticamente más dependientes de nuestro entorno económico, con más de 20 puntos porcentuales de diferencia con la media de los países de la Unión Europea. En los últimos años más del 75% de la energía que consumimos la tenemos que comprar al exterior, con el consiguiente déficit de nuestra balanza comercial y con las incertidumbres añadidas por depender de fuentes de energía con alta volatilidad en precio. Nos gastamos más de 60.000 millones de euros todos los años en energía como producto final y las importaciones han llegado a superar el 4% de nuestro PIB.

No pretendo hablar del pasado sino de la necesidad de que la energía sea uno de los elementos que configuren el compromiso de los distintos partidos políticos con la sociedad en estas próximas elecciones. La composición del futuro Parlamento exigirá, afortunadamente, un mayor diálogo y consenso, también en materia energética, pero apostar por el consenso y por el dialogo no es suficiente, necesitamos saber cuál es el compromiso y las posiciones de partida de cada uno de los grupos políticos que se presentan a las elecciones y cuáles son los elementos que configuran su propuesta energética.

Propuestas y compromisos que permitan erradicar la pobreza energética mediante el establecimiento de una tarifa social para las rentas más bajas y que conviertan a la electricidad en el vector energético de futuro, con una profunda revisión de las normas de funcionamiento del sistema eléctrico y de la configuración y composición del precio de la electricidad.

Propuestas y compromisos que fijen objetivos con carácter vinculante en materia de ahorro y eficiencia energética, porque la estructura de consumo en España es ineficiente y con las tecnologías disponibles podríamos reducir la demanda en más de un 40%, actuando principalmente en la edificación y el transporte que suponen las dos terceras partes del consumo.

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El voto del carbón: ¿el interés general o el de los lobbies industriales?

Por José Luis Garcia – Responsable de Energía y CC de Greenpeace

Poca gente sabe que una parte de la electricidad que consumimos se obtiene quemando carbón. Menos gente aún sabe que al quemar carbón se produce cáncer. No es una afirmación sensacionalista: un nuevo estudio científico ha encontrado un vínculo entre la exposición a las micropartículas que se liberan en la quema del carbón y múltiples tipos de cáncer, además del más obvio, el cáncer de pulmón.

Silueta de mineros

Es una conclusión muy preocupante, puesto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había declarado la contaminación atmosférica como cancerígena y “causa ambiental principal” de las muertes por cáncer, con las evidencias que se tenían antes del citado estudio. La exposición a las micropartículas supone la mayor amenaza ambiental para la salud del mundo y a ella se atribuyen más de un millón de muertos al año en China, 600.000 en India y unos 100.000 en Europa. La mayor fuente de emisión de esas micropartículas es la quema de carbón y petróleo, con lo que los nuevos datos solo pueden reforzar la necesidad de abandonar estos combustibles fósiles lo antes posible. Algo que sobre todo beneficiaría a las personas que viven más cerca de las centrales térmicas.

Y no solo por eso, es que también el carbón es el que más responsabilidad tiene en el calentamiento global que provoca el cambio climático. Una de las consecuencias de esto es el blanqueo y muerte de coral. Este año se está produciendo un blanqueo nunca visto en la Gran Barrera de Coral de Australia, el mayor arrecife coralino del mundo, con un 93% de blanqueo, del cual un 50-90% está muriendo en la parte norte. Y paradójicamente, el gobierno planea construir, en mitad del arrecife, un enorme puerto para facilitar la exportación de la producción australiana de… carbón.

En nuestro país, el carbón ha sido tradicionalmente un tema “tabú” en la política: todos saben que su continuidad es inviable económica y ambientalmente, pero nadie se atreve a comprometerse a proporcionar una transición justa a las comarcas que durante décadas han soportado la actividad de extracción y quema de carbón. En las pasadas elecciones vimos, por primera vez, que una de las formaciones más votadas, la coalición encabezada por Podemos, incluyó en su programa el compromiso de llevar a cabo «el cierre progresivo de las centrales de carbón», añadiendo que «el abandono progresivo de fuentes de energía vinculadas a las centrales de ciclo combinado, nucleares o de carbón, se efectuará en el marco de una transición justa para los trabajadores de estas industrias, de manera que se garantice su progresiva recolocación en sectores limpios en igualdad de condiciones.» Compromiso que mereció la mejor calificación en la evaluación de los programas electorales que hizo Greenpeace. En el reciente documento programático presentado por la coalición formada por Podemos, Izquierda Unida y Equo, se recoge la “sustitución progresiva del uso de energías fósiles por energías renovables, garantizando en todo caso una transición juntas de los empleos hacia nuevos sectores no contaminantes”, por lo que será imprescindible que se desarrollen políticas que garanticen un futuro sostenible y sin carbón para las cuencas mineras a partir de 2018.

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La energía, el zorro y las gallinas

juancastromini

Juan Castro -Gil – Secretario de ANPIER 

Hace tan solo unos meses, escuchábamos atónitos como el Secretario de Estado de Energía, aseguraba que todos aquellos que pusiesen pequeñas instalaciones fotovoltaicas en sus tejados para alimentar sus electrodomésticos eran unos depredadores.

En realidad llovía sobre mojado. Mientras leíamos en los periódicos como todos los días un fondo buitre se quedaba con instalaciones de ciudadanos que no las podían pagar por tantos recortes, escuchábamos al Presidente del Gobierno asegurar, en la anterior campaña electoral, que las renovables se estaban “forrando” con rentabilidades altísimas. Daba igual.

Instalación fotovolaica

A este mismo que les escribe, un subdirector general le llegó a decir: “los fotovoltaicos son unos piratas”, con un par. Daba igual que en el mar de la energía los mayores corsarios de la historia de España campen a sus anchas con patente de corso asaltando boletines, despachos y carteras de consumidores, que para aquel caballero, los cinco hermanos de Móstoles con su planta de 50 kW pagada “a escote familiar”, eran unos filibusteros.

Pero el mundo gira de forma constante y las cosas van y vienen. Se fueron (por ahora) los insultos y vienen las sorpresas. La primera es que curiosamente, las dos cabezas más importantes que decidían los designios de la energía en nuestro país, dígase, José Manuel Soria y Miguel Arias Cañete (ministro y comisario europeo de la energía respectivamente), han aparecido con intereses opacos en paraísos fiscales. Y aún más, en el caso del Sr. Cañete, con fuertes intereses familiares en el mundo del petróleo, hemos sabido que votó favorablemente en el Consejo de Ministros que aprobó la amnistía fiscal de la que se benefició su mujer (supongo que la explicación que dará es que si hacía lo contrario dormiría en el sofá).

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Tú, tu recibo de la luz y los beneficios de las eléctricas


sergiodeottomini

Sergio de Otto – Periodista especializado en energía y sostenibilidad 

El pasado año 2015 los beneficios de las tres principales eléctricas de nuestro país sumaron 5.010 millones de euros. En el primer trimestre de 2016 suman ya, solo entre Iberdrola y Endesa, 1.304 millones de euros a los que se añadirán lo que anuncie Gas Natural Fenosa esta semana. Cinco mil millones al año, unas decenas de millones arriba o abajo, es lo que han ganado durante los últimos años estas tres empresas, con unos márgenes que, por cierto, doblan a los de las eléctricas europeas. Y todo ello pese a la crisis que hemos sufrido, que estamos sufriendo en este país; pese a la espectacular caída de la demanda, hoy es la misma que en 2005; y, pese a la reforma normativa de los Soria-Nadal que según el presidente de la patronal eléctrica tanto les iba a afectar a su cuenta de resultados.

Factura de la luz

Ahí están nuestras grandes compañías eléctricas rebosantes de beneficios, con unos relucientes ratings (eso que sirve para medir su solvencia ante los inversores de todo el mundo), con unos ambiciosos proyectos de expansión internacionales y con la satisfacción del deber cumplido: han frenado el desarrollo de las renovables con las que se colaban en su cortijo decenas de actores en el caso de la termosolar, cientos en el caso de la eólica y decenas de miles en el fotovoltaica y que podían haber llegado a ser millones si el Gobierno (siempre obediente a sus intereses) no hubiera puesto el tapón del Impuesto al sol en la regulación del autoconsumo.

Ellos argumentarán enseguida que más de la mitad de esos beneficios que estamos comentando vienen de su negocio fuera de España, lo que es verdad desde hace poco tiempo, aunque llevan diciéndolo desde hace mucho. Sí, es cierto, en efecto, nuestras eléctricas ganan mucho fuera de nuestras fronteras, pero no debemos olvidar que el músculo financiero que les permitió salir a conquistar mercados internacionales tuvo su origen también en tu recibo de la luz y en los regalos gubernamentales como los Costes de Transición a la Competencia.

Y en el rincón de enfrente tú y tu recibo de la luz. Echa un vistazo a cualquiera de los últimos meses y busca uno de hace cinco o seis años. Antes de irte al importe final comprueba como un concepto que se llama “término de potencia” ha crecido en un 40 por ciento. Eso del término de potencia es lo que pagas fijo, consumas más o menos. Eso lo han subido para que en el caso de que tuvieras la peligrosa y subversiva idea de ahorrar energía, los beneficios de esas grandes compañías queden asegurados. De todas las subidas le han echado la culpa a las primas de las energías renovables, pero no te lo creas. Esas primas son un coste más del sistema y eran insignificantes cuando ya se estaba creando ese monstruo del “déficit de tarifa” que ha justificado todas las tropelías que han hecho y por el que se supone que todos los consumidores le debemos un montón de dinero a ese sistema eléctrico del que esas empresas obtienen esos insólitos beneficios. En los costes del sistema sí hay conceptos que no tienen ninguna razón de ser como los “pagos por capacidad” a los ciclos combinados de gas que las grandes empresas perciben para paliar su inmenso error estratégico de instalar 27.000 MW, potencia superior a la que se instaló en esos años en renovables. Con ellos pensaban ganar mucho dinero, pero como se equivocaron los pagas tú en tu recibo de la luz. Vete al final de tu factura y comprobarás que, pese a lo que ha estado diciendo el dimitido ministro de Energía, el coste de la electricidad ha subido cerca de un ochenta por ciento en los últimos diez años.

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La energía secuestrada

Mariano Sidrach de Cardona

Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de Málaga 

La aprobación por la Comisión de Industria del Congreso de la Proposición no de Ley para subvencionar el uso de carbón nacional en las centrales térmicas pone de manifiesto el grave problema que tenemos en este país en lo referente a qué modelo energético queremos tener.

Espero que estas reflexiones ayuden al necesario debate social en este tema.

Las sociedades actuales están basadas en el conocimiento científico y la innovación tecnológica. Las tecnologías viejas van dejando su lugar a las nuevas, más eficientes, más rentables y menos contaminantes, en un proceso que muchas veces supone la destrucción de modos de vida, de privilegios económicos y también de poder político. Este proceso hace que se produzcan avances y que las sociedades prosperen, pero también significa amenazas en el modo de vida de aquellos que trabajan con tecnologías que han quedado obsoletas o que obtienen beneficios de las mismas.

Central térmica de carbón

Es normal que aquellos que ven amenazado su modo de vida, intenten aferrarse a su pasado y se resistan a ver cómo se pierde una actividad que han estado desarrollando durante generaciones. Supongo que la misma sensación tuvieron en su día aquellos que trabajaban con coches de caballo cuando empezaron los vehículos a motor o los que bajaban hielo de los neveros de la sierra ante la aparición de los frigoríficos, por poner algunos ejemplos.

Hay que recordar, además, que las centrales térmicas generan grandes beneficios a las compañías eléctricas y habría que preguntarse si es razonable seguir importando carbón para el mantenimiento de estas centrales, que tanto perjudican el medioambiente, cuando no aprovechamos los recursos renovables de los que disponemos de forma gratuita.

En este contexto, la pregunta es si con el estado actual de la tecnología es razonable mantener la actividad minera para extraer carbón para producir energía eléctrica.

Yo no encuentro razones convincentes. En España tenemos una potencia instalada en centrales térmicas de carbón de 10.972 MW que han cubierto en 2014 el 16,5% de la demanda de electricidad. Si miramos la capacidad actual que tenemos de generación eléctrica, que es excedentaria en un 30%, no parece que exista problema si prescindimos de ellas. Además, disponemos de tecnologías renovables y limpias que pueden sustituir a las centrales térmicas de carbón y generar electricidad a precios competitivos.

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Los estados ya no compiten por la nuclear sino por las renovables

 

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Joan Herrera – Abogado

Treinta años desde el accidente de Chernóbil, cinco desde el de Fukushima, y aún hoy podemos escuchar aquello de “temer la energía nuclear es como temer un eclipse de sol, no se puede encarar el debate sin apriorismo, el debate nuclear se tiene que hacer sin ideología de por medio”. Frases como estas se han dicho desde todos los rincones, especialmente antes de prorrogar la vida útil de las centrales.

Pero Fukushima, como Harrisburg en 1979, como Chernóbil en 1986 o Tokaimura en 1999, demuestran que un imprevisto puede alterar todas las previsiones. A punto estuvo de pasar en Vandellós en 1989 cuando estuvimos a muy poco de sufrir un grave accidente nuclear. En todos los casos, un imprevisto, en forma de error humano o de circunstancia extraordinaria y no prevista, hizo que la delgada línea roja decidiese entre rozar la tragedia o tocarla con la palma de las manos.

Central nuclear

Y así, por un escenario no previsto, se ha dejado todo un territorio y miles de vidas hipotecadas para centenares de años. Este es el problema de la energía nuclear. Una energía cara –no explican que los costes sólo son asumidos por un privado cuando la administración paga la construcción, el desmantelamiento de la planta, se hace cargo del seguro o se encarga de la gestión de los residuos–; una tecnología que no sabe qué hacer con los residuos peligrosísimos que genera; y, lo que es más grave, una opción que supone asumir riesgos extraordinarios, riesgos absolutos en caso de accidente.

Pero la seguridad es un coste que nadie parece querer tener en cuenta y que no está internalizado en los costes de generación nuclear: costes de los planes e infraestructuras de emergencias, costes de desmantelamiento, costes de gestión de residuos, costes de cultura de seguridad. Frente a ello, la política de los propietarios de las centrales ha sido la optimización de la producción ahorrando costes de gestión, porque las centrales nucleares, una vez amortizadas, como es el caso de España, son una hucha de hacer dinero. En nuestro país, las nucleares se amortizaron ya hace años, primero gracias al mecanismo del Marco Legal Estable antes de la liberalización del sector eléctrico y luego gracias a diversas ayudas del Estado –como los costes de transición a la competencia (CTC)-  y a unos beneficios desorbitados por el perverso sistema de formación marginalista de precios en el pool.

Más allá de incidentes, accidentes e historias para no dormir, hay que decir que la energía nuclear lleva tiempo en situación de freno y marcha atrás. En EEUU, desde 1979 (accidente de Harrisburg) no se ha construido ninguna nueva central y en España, desde 1991, año en el que el Ministro Claudio Aranzadi terminó con la moratoria nuclear, nadie ha querido hacer ninguna otra nueva. Esta tendencia también se constata en el análisis de los 15 últimos años. En este período, el 56,2% de la nueva capacidad eléctrica instalada corresponde a las fuentes renovables (y el 29,4% a la eólica). A lo largo de estos 15 años, desde el 2000, el balance de incrementos y descensos de capacidad arroja este saldo: la eólica gana 116.759 MW; el gas 101.277 MW y la fotovoltaica 86.926 MW. Por el contrario, en el furgón de cola están el fuel oil (que pierde 25.293 MW), el carbón (se reduce en 24.745 MW) y la energía nuclear (baja 13.190 MW). Y cuando se pregunta por qué Estados Unidos lleva tres décadas sin nueva inversión nuclear, la respuesta que dan los economistas americanos es su elevado coste y la necesidad de fuertes ayudas públicas para las nuevas centrales.

Los estados no compiten por la nuclear sino por las renovables y esa es la clave de fondo en la competencia económica entre EEUU y China que, no por casualidad, son ya las primeras potencias del mundo en tecnologías limpias, después de haber desbancado a la Unión Europea en ese liderazgo.

El modelo energético mundial está cambiando hacia lo que Jeremy Rifkin define como “Tercera Revolución Industrial” a través de las energías renovables. Y la clave que determina que el modelo sea nuevo o reproduzca los errores de los modelos existentes es si es un modelo de generación distribuida, en manos de más gente, más democrático y con menos pérdidas.

Y mientras esto pasa, en España no somos capaces de encarar un debate sobre el futuro de la energía nuclear, mientras la industria va ganando sus absurdos pulsos a la sociedad. Entre ellos las prórrogas a la central de Garoña, una central ruinosa y cuyas mejoras no le van a salir nada a cuenta al propietario, pero que sirven al conjunto de las centrales nucleares para mantener la expectativa de que plantas que deberían cerrar continúen en funcionamiento.

Lejos de esa realidad, encarar el debate de cómo afrontar el cierre de las plantas abriría la oportunidad de afrontar también el debate energético. Para España las consecuencias de un parón nuclear pueden ser positivas debido al exceso de generación en el sistema, muy superior a los 7.000 MW nucleares. Esa sobrecapacidad permitiría elevar mucho más los objetivos de renovables en generación distribuida para mejorar los malos ratios de dependencia energética y de eficiencia energética. Se trata de hacer lo que han hecho otros. Una vez las plantas están amortizadas, lo que ganan de más debe servir no para repartir dividendos entre accionistas, sino para invertir en renovables, eficiencia y alternativas económicas en los entornos de las plantas. Se trata pues de hacer de un problema, el cierre de las plantas, una oportunidad: la oportunidad de avanzar hacia un sistema energético menos dependiente del exterior, que incentive el ahorro de energía y la reducción de las emisiones de CO2.

Las renovables constituyen el cambio tecnológico más importante del siglo XXI por su rápida maduración, por ser la fuente de aplicación más rápida y más eficaz para reducir las importaciones de petróleo y las emisiones de CO2 y porque son un instrumento de innovación tecnológica imprescindible para cambiar nuestro patrón de crecimiento y crear empleo.

Tenemos de nuevo nuevas elecciones y estas serían una magnífica oportunidad para que cada uno de los actores políticos se comprometiese con un horizonte sin nucleares. Deberíamos romper la hucha que representan las nucleares para las eléctricas y con ello aplicar la ética de la energía que consiste, sencillamente, en no derivar los problemas a las futuras generaciones.

  • Imagen: Blatant World

Un Consejo de Seguridad Nuclear de república bananera

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Carlos Bravo – Director de la Fundación Renovables 

No creo que en ningún país del mundo que se precie de ser una verdadera democracia pueda pasar lo que está ocurriendo en España con el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN).

El desprecio reiterado, la burla, del Presidente del CSN Fernando Martí Scharfhausen hacia el Congreso de los Diputados, amparándose en ridículas excusas y penosas maniobras y tejemanejes para evitar comparecer ante las Cortes Generales (que, recordemos, son la más alta representación del pueblo español) ha llegado ya a lo esperpéntico, y, junto con otras lamentables acciones del CSN en los últimos meses, ha devaluado la categoría de este organismo a la de una república bananera.

La Ley 15/1980, de 22 de abril, de creación del Consejo de Seguridad Nuclear, obliga al Presidente del CSN a mantener puntualmente informado al Congreso de los Diputados y al Senado. Sin embargo, el señor Martí no comparece ante las Cortes Generales desde diciembre de 2014, a pesar de haber sido solicitada su comparecencia en varias ocasiones por parte de la Comisión de Industria, Energía y Turismo del Congreso para explicar su gestión.

JavierLeiva

La aversión del Señor Martí Scharfhausen a dar cuenta de sus actuaciones, su desprecio a su obligación de transparencia hacia el público, va incluso más allá del habitual oscurantismo del que lleva haciendo gala el CSN desde su creación en 1980. De hecho, el secretismo es algo consustancial a la industria nuclear. Esta industria, que, pese a accidentes como Fukushima, Chernóbil, Harrisburg, Vandellós-1, y otros muchos, insiste aún en presentarse a sí misma como segura, no puede reconocer al tiempo la intrínseca peligrosidad de su tecnología, pues su única prioridad es mantener su negocio, sea como sea.

En consecuencia, la industria nuclear (donde se insertan las grandes compañías eléctricas que operan centrales nucleares) hace todo lo posible por ocultar a la opinión pública sus continuos problemas de seguridad, y en algunos países, como en España, cuenta  para ello, lamentablemente con la ayuda del órgano regulador, el CSN, el cual, en teoría, debería ser independiente tanto con respecto a la industria nuclear (a la que se supone debe regular y controlar) como del Gobierno de turno. De acuerdo con nuestra normativa, sólo las Cortes Generales pueden ejercer control sobre el CSN.

En los últimos meses hemos sido testigos de los intentos del Presidente del CSN, y de la mayoría de los Consejeros (salvo la honrosa excepción de la consejera Cristina Narbona), de autorizar la operación por 17 años más de la obsoleta central nuclear de Garoña (gemela del siniestrado reactor 1 de Fukushima) saltándose sus propios procedimientos internos, o de tratar de sacar adelante el proyecto del cementerio nuclear de residuos radiactivos de alta actividad (ATC) en Villar de Cañas (Cuenca) a pesar de las advertencias de los propios técnicos del CSN sobre la falta de idoneidad del terreno desde el punto de vista hidrogeológico.

La opacidad con la que se ha llevado a cabo el proceso de evaluación de la solicitud de emplazamiento del ATC obligó a la ONG ‘Transparencia Internacional’ a tener que acudir al Consejo de Transparencia y Buen Gobierno para que se obligara al CSN a hacer públicos una serie de documentos clave sobre este proceso, como finalmente ha sucedido tras Resolución de citado organismo. 

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La batalla oculta por las interconexiones eléctricas

Luis Mª de la Maza – Socio Protector de la Fundación Renovables

Flickr Ramón

Es de dominio público que España es casi una isla energética por su escasa interconexión con los países vecinos. Son muchas las razones que históricamente han dado lugar a ello, empezando por nuestra situación geográfica, periférica y básicamente con un solo país (Francia) con el que buscar soluciones a los problemas que ello conlleva: inseguridad de suministro, falta de flexibilidad, precios elevados, etcétera.

En lo que respecta a nuestro sistema eléctrico, se sigue estimando que en 2020 seremos el único país de Europa continental por debajo del objetivo del 10% de capacidad de interconexión recomendado por la Unión Europea. Hoy en día nos situamos algo por encima del 4%, siendo las potencias eléctricas intercambiables con los países vecinos de 1.400 MW con Francia, 2.300 MW con Portugal y 600 MW con Marruecos (frente a más de 100.000 MW de potencia de generación instalada).

En 2020, una vez finalice la construcción de las interconexiones previstas (con Portugal, Andalucía-Algarve y Galicia-Minho, y con Francia a través de los Pirineos Orientales), la capacidad de interconexión se incrementará sólo hasta 6-7%. Está en estudio también una nueva interconexión con Francia mediante cable submarino a través del Golfo de Vizcaya. Pero todas estas conexiones son proyectos muy complejos y de muy largo plazo de definición, aprobación y ejecución.

La Unión Europea, dentro de sus planes hacia la Unión Energética en el continente, está propugnando e incluso “favoreciendo” el desarrollo de estas infraestructuras. Subsisten, sin embargo, viejos problemas que dificultan su materialización tales como la heterogeneidad de legislaciones y, de manera muy destacada, la existencia de enormes intereses nacionales, públicos y privados. Hasta cierto punto, hay actores en este “teatrillo” a quienes la implementación plena de estos planes no les interesa en absoluto.

Si obviamos la preocupación por la seguridad de suministro, cubierta en España por una enorme sobrecapacidad de generación, las interconexiones eléctricas deben permitir responder a la demanda con soluciones más eficientes, en términos de precio en primer lugar, pero también bajo la consideración de los aspectos medioambientales. En efecto, con mayor capacidad de intercambio sería factible una mayor integración de las renovables en el sistema dando salida a excesos puntuales de generación renovable en lugar de recurrir, como en la actualidad, a parar instalaciones, eólicas sobre todo, cuando la oferta de energía sobrepasa la demanda a nivel nacional o regional.

Hoy en día, sigue siendo problemático el desarrollo de estas infraestructuras por dificultades orográficas, protecciones medioambientales o “hipersensibilidad” de la población del entorno. Pero también, aunque de manera no tan evidente, porque hay una batalla oculta por esa capacidad de interconexión entre fuentes de energía convencionales (nucleares y termoeléctricas de carbón) y fuentes renovables (eólica y fotovoltaica).

En último extremo, la implementación masiva de energías renovables no habrá quien la pare, por necesidades medioambientales y por exigencias sociales; la derrota de las fuentes convencionales en esa batalla por las redes está cantada y sólo cabe esperar su rendición en un plazo corto, si no queremos que el planeta se nos vaya al garete antes. Eso sí, nos hacen falta gobiernos ambiciosos que establezcan una dirección clara para el futuro del sistema eléctrico europeo basado en la energía renovable y en la eficiencia energética.

  • Imagen: Flickr / Ramón