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La invasión de Ucrania dinamita la taxonomía “verde” de la Comisión Europea

Vaya por delante la oposición frontal y rotunda contra cualquier conflicto bélico, sea en Ucrania, en Yemen, en Siria o el genocidio étnico contra los Tigray en Etiopia. La distancia no es excusa para tachar de intolerable la pérdida de vidas humanas. La violación constante de los derechos humanos es una realidad en numerosos países, pero esta exaltación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos parece que solo se enarbola en tiempos de guerra y no de paz.

Centrándonos en Europa, lo cierto es que la taxonomía verde nació con respiración artificial, aquella que le proporcionaba tanto la nuclearizada Francia como el fuerte arraigo gasista alemán. Aguantó en el disparadero mediático en contra de una oposición con argumentos sobradamente razonables, pero ahora la han desconectado del respirador. La demencia de un maniaco como Putin al iniciar la invasión de Ucrania, totalmente injustificada y banalizando la propia vida humana, ha hecho saltar las débiles costuras de la propuesta de taxonomía verde que todavía debe ser aprobada por el Parlamento Europeo. Ya era evidente, y ahora lo es más, que era, es y será un error histórico para la ambición de Europa de liderar la lucha contra el cambio climático.

Las tensiones geopolíticas están demostrando la débil estructura de nuestro modelo energético actual. Las volátiles coyunturas internacionales juegan un papel decisivo en la política energética de cada país, en función de su dependencia energética, y las decisiones que se toman a miles de kilómetros tienen un impacto directo en los hogares, comercios, negocios e industrias de nuestro país.

Todos los factores, no lo olvidemos, se encuentran actualmente en un marco de grave emergencia climática y tenemos por delante el mayor reto de la sociedad: erradicar el uso de los combustibles fósiles y conseguir un desarrollo sostenible.

El conflicto tapa las conclusiones del IPCC

El lunes 28 de febrero saltaron las alarmas. Más allá de las antiaéreas en las ciudades ucranianas, también se escucharon las climáticas; aquellas que venimos desoyendo, incluso tapándonos los oídos, desde hace décadas. La emergencia climática es más urgente que nunca. El informe del 2º grupo de trabajo -de vulnerabilidad y adaptación- del sexto ciclo de revisión del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático fue publicado el pasado lunes 28 de febrero. Las conclusiones no son nada halagüeñas.

Ya estamos viviendo impactos irreversibles en todos los ecosistemas del globo, que van mucho más allá de su capacidad de adaptación, y con las políticas actuales, vamos camino de un aumento de la temperatura media global de entre 2,3 y 2,7 grados centígrados. De hecho, según el informe, la mitad de las especies analizadas han desplazado su distribución, mientras que una gran cantidad se han extinguido localmente y otras, por desgracia, nunca volverán a pisar o a volar en nuestro planeta. Como biólogo, este hecho me parece extraordinariamente preocupante, ya que tras millones de años de interacciones entre los genomas y la adaptación a un ambiente cambiante, habían dado lugar a especies únicas e irrepetibles que el ser humano ha condenado a la desaparición absoluta. Una catástrofe silente.

El informe también pone énfasis en que entre 3.300 y 3.600 millones de personas se encuentran en un contexto altamente vulnerable frente al cambio climático; esto es, a ojo de buen cubero, la mitad de la población. ¿Dónde se encuentran? La mayoría en África occidental, central y oriental, Asia meridional, América Central y del Sur y pequeños estados insulares y el Ártico. Además, incide en los problemas de salud mental que ya acarrean los efectos del cambio climático, así como en el marginalismo ante unas tendencias de colonización, por parte de los más ricos, de las áreas menos afectadas. Estamos a tiempo de pararlo, pero cada vez tenemos que correr a mayor velocidad en una carrera en la que la distancia se acorta.

¿Reanimar una taxonomía verde fútil?

En un contexto de urgencia extrema no podemos pegarnos tiros en ambos pies. Los necesitamos para caminar, por tanto, no debemos incluir la nuclear y el gas fósil, porque el camino a la descarbonización solo se construye con más y más renovables y más y más almacenamiento. Todo lo demás son presiones lobistas y cesiones de gobiernos sepulcrales ante ellas. Europa no puede perder el tiempo para, no solo cerrar el grifo a nuevas inversiones, sino desprenderse totalmente de toda dependencia del gas (sea de Rusia, Omán, Qatar o Trinidad y Tobago), así como de los reactores nucleares y los sueños mesiánicos de unos pocos defensores dogmáticos. 

Los combates, tanto en las cercanías como en el propio recinto de la central de Zaporiyia, han despertado esta noche el pánico nuclear en Europa y el mundo entero. Por suerte, el incendio no fue a más y las tropas rusas controlan ahora el 25% de la generación eléctrica de toda Ucrania, pero los videos de ametralladoras impactando y el reguero de los socavones ante el impacto de las bombas en las cercanías de un reactor hielan la sangre por la grave situación que se podría haber generado. Todo este desalentador panorama se une a la ya de por sí incongruente intención de invertir en reactores que, como se ha visto, supone una amalgama de retrasos en los plazos de construcción y unos sobrecostes desorbitados, no olvidemos, financiados con dinero público.

El otro pie es el del gas. Como ya sabíamos, pero ha destacado la Agencia Internacional de la Energía, un aumento rápido y masivo de energías renovables es la solución para disminuir la dependencia de este combustible fósil. Su plan de 10 puntos propone, entre otras medidas:

gravar los beneficios inesperados que obtendrán las compañías eléctricas por el aumento de los precios de la electricidad, acelerar la sustitución de las calderas de gas por bombas de calor y la renovación de edificios e intensificar los esfuerzos en el almacenamiento de baterías, la mejora de las redes y la eficiencia energética para apoyar la seguridad eléctrica.

¿Qué tienen de innovadoras? Nada, ya las hemos demandado constantemente desde organizaciones como la Fundación Renovables. Es decir, dejemos de invertir en nuevas explotaciones gasistas que aletarguen nuestra dependencia, sea de Rusia o de cualquier otro país con dudosos sistemas democráticos y vulneraciones de los derechos humanos. La taxonomía verde deja arrinconada a la nuclear y al gas, por lo que lo lógico y razonable es eliminarlos cuando tenga lugar la votación en el Parlamento Europeo.

“All in” a las renovables

España carece de combustibles fósiles y está expuesto a los vaivenes y decisiones de terceros países, en muchos de los cuales la democracia no existe o está devaluada. Además, ante el cierre del gaseoducto de Marruecos y el riesgo de que Rusia cierre el grifo, en enero hemos importado un 34,6% de GNL procedente de Estados Unidos para garantizar el suministro y las coberturas de nuestras necesidades energéticas. Cabe destacar, a pesar de que la Ley de Cambio Climático y Transición Energética (LCCyTE) prohíba las licencias para nuevas explotaciones de fracking en territorio español, que el shale gas que importamos procede del fracking, pero extraído en un suelo ajeno, por lo que parece que la venda medioambiental nos la ponemos solo cuando traspasamos nuestras fronteras.

No es descabellado, y así lo exigimos desde la Fundación Renovables, pedir un 90% de generación renovable para 2030, reduciendo las emisiones en un 55%, de cara a la revisión del PNIEC y la LCCyTE en 2023. Como tampoco lo es el simple hecho de incluir un objetivo de electrificación de la demanda de energía del 50% para aumentar la descarbonización de los consumos del transporte, residencial y sectores difusos.

La electrificación con renovables no solo significa una mejora de la calidad del aire de las ciudades, sino también avanzar en la consecución de un sistema eléctrico distribuido y descentralizado, que tenga la capacidad de aunar a nuevos actores y a la ciudadanía de manera activa.

Otro terreno de conflicto energético es el debate sobre las reglas del mercado eléctrico, reforma propuesta por España e ignorada por la Comisión Europea -aunque ahora parece que se lo están replanteando-. Y es que es una evidencia que el modelo marginalista no funciona al disponer de, aproximadamente, un 60% de tecnologías infra marginales, sustrayendo, de manera poco transparente con los costes reales de generación, rentas de los consumidores en momentos en los que la recuperación económica por el Covid 19 está todavía convaleciente.

La invasión de Ucrania es un límite que nos pone entre la espada y la pared, pero que deja invalidada la propuesta de la taxonomía verde de la Comisión Europea. Empecemos a aprovechar el potencial renovable del que disponemos sobre nuestros tejados y en nuestros montes, calentemos nuestros hogares con electricidad y pongamos como línea prioritaria la eficiencia energética. Es la mejor estrategia contra la tiranía energética que ahora mismo se impone en Europa. Tenemos la tecnología en la mano, solo falta que las decisiones sean coherentes y urgentes.  

 

Ismael Morales – Responsable de Comunicación de la Fundación Renovables

Acelerar el cierre nuclear

A raíz del anuncio realizado por el Gobierno de que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima que llevará a Bruselas pospone la fecha de cierre de las centrales nucleares de forma progresiva hasta 2035, Greenpeace y la Fundación Renovables hemos elaborado un documento que analiza la situación actual y que hemos querido compartir con alrededor de una veintena de expertos y agentes sociales en un coloquio que celebramos ayer en Madrid para compensar la ausencia de debate social en un tema tan relevante para la sociedad y las generaciones venideras como éste.

La salida de la energía nuclear del sistema eléctrico español entre 2025 y 2035 supone alargar la vida de estas instalaciones más allá de los 40 años. La propuesta de la Fundación Renovables es el cierre programado de todas las centrales nucleares antes del año 2024, sin extensión de su vida útil, es decir, sin que se renueven sus licencias de explotación: junio de 2020 para Almaraz I y II; julio de 2020 para Vandellós II; marzo de 2021 para Cofrentes; octubre de 2021 para Ascó I y Ascó II y, por último, noviembre de 2024 para Trillo. Con el fin de no provocar un cambio retroactivo sobre la fecha de cierre consideramos que éste debe producirse en el momento que finalice cada licencia de operación actual.

Y tenemos razones para proponerlo. La primera, porque es posible hacerlo. La aportación nuclear -en torno a los 50 TWh- puede ser sustituida para esa fecha por electricidad producida con las fuentes de energía renovables ya planificadas, es decir, con la ejecución este año de las renovables subastadas en 2016 y 2017 (8.737 MW) y la propuesta del Gobierno de subastar 3.000 MW/año. En cualquier caso, desde la Fundación Renovables, queremos manifestar que los objetivos del Gobierno -tanto en subastas como en autoconsumo y en electrificación de la demanda- son poco exigentes y que España debería tener un compromiso mayor no solo para alcanzar el desarrollo renovable deseado sino también para cumplir con los compromisos con la Unión Europea.

Es decir, que en nuestras propuestas no está el cerrar o prohibir algo que no tenga alternativas, los número demuestran que las renovables están perfectamente preparadas para sustituir el parque nuclear actual según vayan caducando las licencias de operación de las centrales en funcionamiento, tal y como han refrendado en el coloquio de ayer tanto José María González Moya, director general de la Asociación de Empresas de Energías Renovables-APPA, como José Donoso, director general de la Unión Española Fotovoltaica, UNEF.

En segundo lugar, el hecho de que resulten deficitarias según sus operadores, solo aumenta los argumentos para no ampliar artificialmente su vida, puesto que pone en tela de juicio las inversiones que deban ser acometidas para garantizar la rentabilidad de las mismas. Esto  supone, de facto, como ya se ha solicitado, la reducción de las tasas para el tratamiento de residuos, tasas que en la actualidad son insuficientes para poder garantizar el tratamiento de los residuos y el desmantelamiento de las propias centrales una vez hayan acabado sus periodos de operación. Además, las centrales nucleares, en un malentendido estatus de carga base –la gestionabilidad del sistema fue soportada principalmente en 2018 por la hidráulica-, disfrutan de un régimen favorable de funcionamiento porque no asumen todos sus costes, lo que las coloca en ventaja respecto a otras fuentes con las que deberían competir.

Nuestra propuesta, recogida en el informe «Hacia una Transición Energética Sostenible» es clara: ni carbón ni nucleares a 2025 y 2024 respectivamente

En tercer lugar, no hay que olvidar los riesgos que implica la radiactividad, que se incrementan a medida que envejecen las instalaciones. La vida media de las centrales en España va de los 31 años de Trillo a los 39 de Almaraz I. A todo ello hay que añadir la aparición de riesgos provocados por fenómenos naturales y por la amenaza de atentados, sin mencionar el problema de los residuos, cuya vida radiactiva es de tal magnitud que no permite su control y sí el traspaso a generaciones venideras.

La prórroga de las licencias de operación de las centrales nucleares es una hipoteca para las generaciones futuras. No entendemos que un debate como éste, cuyas consecuencias va a tener que soportar la sociedad, se haga sin luz ni taquígrafos y sin contar con la gente. Por otra parte, consideramos que el hecho de que no se hayan recaudado los fondos suficientes para el desmantelamiento -entre otras vías, mediante tasas que se aplican a las centrales nucleares- no puede ser la razón para mantenerlas en funcionamiento porque, además, es consecuencia de una mala gestión pública y política, lo que no quita que se les exija una mayor responsabilidad de manera que las cargas económicas que pudieran recaer en la sociedad no sean mayores de lo que debieran.

Nuestra propuesta, recogida en el informe Hacia una Transición Energética Sostenible es clara: ni carbón ni nucleares a 2025 y 2024 respectivamente y reducción paulatina del gas hasta el 100% de renovables. Es factible y obviamente sostenible. Con estas y otras medidas proponemos para 2030 una reducción de emisiones del 51% respecto a 1990 y del 59% respecto a 2015, con una reducción de la demanda de energía final del 25% con respecto a 2015, una electrificación del 50% de la demanda final de energía (el doble que hoy) y una penetración en el sistema eléctrico de las renovables del 80% y de un 50% en la cobertura de la demanda final de energía.

Elena Alonso Asensio – Responsable de Comunicación de Fundación Renovables

Energía y cambio climático: España no puede seguir siendo diferente

José Luis García – Área de energía y cambio climático de Greenpeace

Hay ahora mismo un debate abierto en la comunidad internacional sobre la necesidad de asumir compromisos mucho más ambiciosos que los adoptados hasta ahora, porque el cambio climático avanza cada vez más rápido y lo que tenemos decidido hacer sabemos que no es suficiente. Siete países se han aliado para pedir una revisión de los compromisos europeos, para hacerlos más ambiciosos y permitir alcanzar los objetivos del Acuerdo de París (o sea, evitar un calentamiento global de más de 1,5 ºC). Esos 7 países son Alemania, Francia, Holanda, Suecia, Finlandia, Portugal y Luxemburgo.

Escribíamos en este blog sobre el caso de Alemania, cuyo nuevo gobierno ha asumido el compromiso de adoptar un plan de abandono del carbón, en un país que ya decidió abandonar la energía nuclear. El ejemplo nos permitía concluir que acordar una política climática valiente es posible.

Y no es solo Alemania. Cada uno de esos países está dando pasos importantes en esa dirección. Por ejemplo, Holanda es de los países comprometidos a abandonar el carbón para 2030. Finlandia ha reafirmado ese mismo compromiso y lo ha adelantado a 2029. Pero claro, alguien pensará que todos son países ricos, que se pueden permitir hacer cosas que en la “pobre España” no son posibles.

Fijémonos entonces en Portugal. Este mes de marzo, nuestro vecino alcanzó un nuevo récord: por primera vez en este siglo, la producción de electricidad renovable en el territorio peninsular de Portugal ha sido superior a la electricidad consumida durante un mes completo. No quiere decir que en todo momento haya estado suministrándose con energía 100% renovable, en realidad la producción de electricidad renovable ha oscilado entre un 86% y un 143% del consumo, aunque los periodos de cobertura continua al 100% con renovables han llegado a las 70 horas seguidas. Este logro se ha basado en el aprovechamiento de los recursos hidroeléctricos que ya tenía y la energía eólica desarrollada en este siglo. Su gran potencial solar está casi todo aún por desarrollar.

Portugal no tiene ni ha tenido nunca energía nuclear, ni falta que le hace (aunque no está libre de los riesgos que las nucleares implican, las tiene muy cerca). Sus planes de futuro incluyen abandonar el carbón en 2030 y llegar a ser 100% renovable de forma permanente en 2040. Y claro, con esas políticas, está en el grupo de países que piden más compromiso en la lucha contra el cambio climático.

Portugal no tiene ni ha tenido nunca energía nuclear, ni falta que le hace (aunque no está libre de los riesgos que las nucleares implican, las tiene muy cerca). Sus planes de futuro incluyen abandonar el carbón en 2030 y llegar a ser 100% renovable de forma permanente en 2040

Alguien dirá que todo eso es posible gracias a que está interconectado con España. Bueno, el beneficio de la interconexión es mutuo, la diferencia está en las políticas de uno y otro. Y si bien las interconexiones son una ayuda, no son el factor decisivo para adoptar una transición energética que permita prescindir de energía nuclear y carbón, como ha demostrado el “Estudio técnico de viabilidad de escenarios de generación eléctrica en el medio plazo en España” realizado por el IIT para Greenpeace.

Otros países de economía más similar a la española también tienen planes claros de transición energética:

  • Italia no tiene energía nuclear y tiene decidido abandonar el carbón en 2025.
  • Bélgica abandonó el carbón en 2016 y va a abandonar la nuclear en 2025.
  • Irlanda tampoco tiene energía nuclear y va a abandonar el carbón en 2025, prohibirá la venta de vehículos diesel y gasolina en 2030, y ya ha prohibido la exploración petrolífera.
  • El Reino Unido también tiene el compromiso de abandonar el carbón en 2025 y acaba de alcanzar 3 días seguidos sin quemar carbón.

Y no solo son los estados, también las ciudades se mueven en la transición energética. Este mapa muestra las más de 100 ciudades de distintos países del mundo que ya adquieren la mayor parte de su electricidad con fuentes renovables. Algo que las ciudades españolas pueden empezar a hacer tras la batalla legal ganada por el Ayuntamiento de Madrid a las eléctricas Endesa, Iberdrola y Gas Natural.

¿Y qué hace el gobierno de España? España fue un país líder en energías renovables, pero cuando el crecimiento de estas empezó a amenazar los intereses de las viejas energías sucias, vino el frenazo y marcha atrás. En las coaliciones internacionales para asumir compromisos más ambiciosos a España ni se la ve ni se la espera. Es más, en las negociaciones europeas en curso, nuestro gobierno se opone a objetivos más ambiciosos a los actuales y a cualquier intento de restringir las subvenciones a los combustibles fósiles, mientras trata de asegurar la permanencia del vergonzoso “impuesto al sol”.

Pero las cosas se pueden hacer de otra manera, también en España. Greenpeace ha demostrado la viabilidad de cerrar todas las centrales nucleares y de carbón en 2025. La Fundación Renovables ha presentado una amplia batería de medidas para hacer viable la transición energética en nuestro país.

Ahora estamos a la espera de una prometida ley de cambio climático y transición energética que debería reconducirnos a la senda que nos lleve a un sistema 100% renovable. ¿Lo veremos o seguiremos sufriendo la lacra del “Spain is different”?

Imagen del mapa de CDP World Renewable Energy Cities

Si llegamos tarde, perdemos

Hugo Morán – Secretario para la transición ecológica de la economía

tiempo

Si el mercado eléctrico no estuviese revestido de unas características que lo distancian de forma notable de otros mercados al uso, el pulso que hoy se libra en nuestro país entre tecnologías renovables y tecnologías convencionales se habría producido ya diez años atrás. Más aún, el protagonismo de la administración en el proceso de transición no iría más allá de un limitado papel de vigilancia en evitación de abusos entre competidores y de defensa de los derechos del consumidor.

Así sucede en uno de los sectores que más reticente se ha venido demostrando a la hora de enfrentar su inevitable mutación, como es el que comparten los imperios del petróleo y del automóvil. Por más que la industria del motor se ha resistido a aceptar su destino, y los gobiernos han venido arrastrando los pies haciendo gala de una injustificable miopía, el vehículo eléctrico va ganando terreno a su predecesor cubriendo a velocidad anual etapas que los más optimistas habían calculado en lustros.

En uno de sus primeros discursos como presidente, Barack Obama asignaba a quienes más rápido avanzasen en la implantación de las energías renovables el papel de líderes económicos del futuro; siendo así que los países que antes culminen sus transiciones energéticas, estarán en condiciones de garantizar plataformas de certidumbre para la inversión en la práctica totalidad de sectores industriales.

Plantear en este escenario una propuesta de prolongación de la vida útil del parque nuclear, como el Gobierno acaba de hacer público en estas últimas semanas, equivale a ralentizar y encarecer nuestra transición energética como país y, en consecuencia, a renunciar en favor de terceros a toda expectativa de modernización industrial.

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La (enorme) hipoteca nuclear

Por Joan Herrera – Abogado

Abro la prensa y veo que el presidente de Endesa tiene hoy semáforo verde en la prensa escrita. El motivo no es otro que la demandada de alcanzar un nuevo pacto energético bajo la premisa de alargar la vida útil de las centrales nucleares existentes. Continúo mi lectura y compruebo cómo en el mismo periódico que le da semáforo verde, en la página impar, hay un anuncio de la misma compañía, mientras que en la página par hay un desarrollo de la noticia en la que Endesa pide ese pacto para la energía, cuya principal propuesta es el alargamiento de las centrales nucleares, bajo la amenaza de que de no ser así aumentará el precio en 10 euros el megavatio-hora.

Curioso país este. El debate energético, aquello de lo que va el cambio de modelo productivo en uno de los países más dependientes del mundo (72% de dependencia energética, más del 80% si añadimos el uranio importado, 20 puntos más que el entorno europeo, que a su vez es el escenario regional más dependiente del planeta) no existe. Pero se introduce para hablar del alargamiento de la vida útil de las centrales nucleares. Una propuesta que, de ser realidad, marcará el futuro de muchas generaciones. Si posponemos o no el funcionamiento de las centrales.

Tenemos centrales que todas ellas están a las puertas de cumplir los 40 años (más allá de su vida útil). Centrales que necesitan de una inversión extraordinaria de acuerdo con los estándares establecidos tras el accidente de Fukushima. Dicha tecnología es claramente incompatible con las energías renovables, ya que estas últimas necesitan de tecnologías complementarias que se puedan activar cuando no hay fuentes de origen renovable, y que se puedan apagar cuando la potencia instalada en renovables está a su máxima producción.

De hecho, hoy, el modelo en la fijación del precio en la nuclear es uno de los factores por los que pagamos una de las energías más caras de Europa entre el pequeño consumidor. Jorge Fabra, economista especializado en la materia, ha explicado de forma reiterada como, bajo hipótesis generosas, los costes asociados a la producción en una planta se sitúan en torno a los 22€ el MWh) pero sus ingresos se multiplican por dos y por tres por MWh en función del año.

Mientras tanto, en el mundo se invierte cada vez más en renovables: el 2016 ha habido casi tanta inversión en renovables y ahorro y eficiencia como en extracción de petróleo y gas, según datos de la Agencia Internacional de la Energía. En el Reino Unido se ha instalado 32 veces la potencia fotovoltaica que España el 2016 (72 veces en 2015). Y en EEUU, que representa el 20% de la inversión global en renovables, un tercio de la inversión se ha producido en autoconsumo. Si el carbón fue la palanca de cambio (de control y contaminación) del siglo XIX y el petróleo la del siglo XXI, hoy las renovables pueden cambiar el modelo productivo. Con un elemento añadido, que la gestión de las renovables puede pasar por una gestión democrática de la energía (y no necesariamente por oligopolios).

Pero España a su rollo. Tenemos un traje eléctrico que nos van grande. Con mucha potencia instalada, ineficiente, antigua, e incompatible en muchos casos con un mix energético en que entren con más fuerza aún las renovables y especialmente el autoconsumo. Pero, a pesar de ello, el autoconsumo continúa parado, debido al veto del gobierno del PP a la proposición de ley unitaria sobre la materia (con la aquiescencia de Ciudadanos). Se anuncia una subasta para renovables porque la Unión Europea obliga, pero se imposibilita que el pequeño inversor pueda entrar en la subasta. Las micro redes no se permiten. Los contadores inteligentes se instalan, pero se deja la gestión de los datos en manos de quien tiene el monopolio natural de la distribución, dificultando una gestión de la demanda eficiente, permitiendo que quien tiene hoy el monopolio de la distribución pase a tener el monopolio del saber.

Pero el debate energético que nos encontramos es el de alargar la vida útil de las centrales, bajo la amenaza que si o es así aún se encarecerá mas el precio de la luz.

Pues bien. Dejemos las cosas claras. Si lo consiguen, si ahora alargan la vida de las centrales no será necesario ni autoconsumo ni renovables. Incluso será inconveniente: ¿cómo tener renovables que no son compatibles con un modelo con fuerte peso de la nuclear? Es más; continuaran haciéndolo todo para que no haya más potencia renovable para poder así sacar provecho de la potencia instalada, y para poder hacer que los ciclos combinados funcionen más horas. Por supuesto que no habrá modelo cambio de modelo productivo. Ni se generará puestos de trabajo. Ni tendremos las figuras del agregador energético que ya proliferan en otros países. Es posible que al cabo de los años Europa obligue. Y para entonces tendremos que cerrar abruptamente la centrales nucleares. Unas centrales más antiguas, más inseguras, pero que hoy por hoy son la gallina de los huevos de oro para sus titulares, y uno de los motivos por los cuales tenemos un sector energético tan reacio a los cambios que se dan en otras latitudes. Pero las cerraremos con la correspondiente indemnización, multiplicando el negocio de unos pocos y añadiendo hipotecas al conjunto de la sociedad y la economía.

Hoy somos, un país rico, muy rico en sol y viento. Pero pobre, muy pobre, en la voluntad política necesaria para protagonizar un cambio de modelo energético.

La transición energética española empieza en Garoña

Por Hugo Morán – Exdiputado

central nuclear

Aunque a rastras, y Fukushima mediante, en marzo de 2011 el gobierno alemán decidió incorporar a su proceso de transición energética una decisión de gran alcance, cual fue la anticipación de su apagón nuclear al año 2020. Sólo un año antes Angela Merkel había adoptado una decisión que iba justo en el sentido contrario, al prorrogar la vida de las 17 centrales alemanas hasta 2032. Y este cambio de rumbo político decretado en el olimpo de la racionalidad económica, no tardó en ser replicado en términos industriales con el anuncio por parte del gigante Siemens de su abandono del negocio nuclear pocos meses después.

Desde entonces ha venido aflorando, en forma de traspiés empresariales, la oscura verdad de un negocio medioambientalmente inaceptable, socialmente injustificable, técnicamente inestable y económicamente inviable. Y así supimos de la quiebra de Westinghouse, del repliegue de General Electric, o de las serias dificultades de Areva para sostener su actividad.

Ahora es Iberdrola quien emprende ese mismo camino en nuestro país, al dar cuerpo de anuncio oficial a una verdad que muchos habían venido argumentando durante años con escasa fortuna mediática. Ignacio Sánchez Galán, que viene a ser algo así como la energía hecha verbo en versión española, no ha dejado margen a concesión de ningún tipo: “La apertura de Garoña –que lleva cuatro años parada- es económicamente inviable, arrastrando ya varios ejercicios con pérdidas muy cuantiosas”. “En el resto de nuestras centrales nucleares la situación no es muy diferente; como se puede comprobar en las cuentas depositadas en el Registro Mercantil, nuestra filial Iberdrola Generación Nuclear se encuentra en pérdidas debido fundamentalmente a los impuestos y obligaciones que se han ido imponiendo sistemáticamente a esta tecnología en los últimos años”.

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Carta a un Ministro de Energía que sería un magnífico Presidente de UNESA

Por Domingo Jiménez Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables

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Del credo continuista a las necesidades reales del sistema energético

Señor Ministro de Industria, Turismo y Agenda Digital, ya sabemos lo que quiere ahora y a corto plazo para nosotros y debo decirle que no nos gusta. En los pocos meses que lleva al frente de este ministerio nos ha dejado muy claro lo que quiere en política energética y en particular en el Sistema Eléctrico:

  • Que nada cambie.
  • Que “estamos bien como estamos”.
  • Que con nuestra “sobrecapacidad de generación” tenemos para unos cuantos años.
  • Que los “costes reconocidos”, los impuestos y los precios son los que son.
  • Que las energías de fuentes renovables están bien, pero “que no ha llegado todavía su hora,” que entretanto experimenten otros.
  • Que el autoconsumo está bien pero que no debe afectar a los “intereses del Sistema”.
  • Que el ahorro, la mayor eficiencia y, en general, las reducciones del consumo eléctrico aumentan los costes de infraestructuras para los usuarios y consumidores, reducen los ingresos fiscales y afectan al presupuesto.
  • Etcétera, etcétera, etcétera.

Señor Ministro, ha llegado la hora de que escuche lo que algunos pensamos de lo que usted quiere y que le conminemos a pensar en lo que sería deseable para el Sistema Eléctrico de España, atendiendo simplemente a lo que es inexorablemente parte del futuro de este país si pretende aspirar a tenerlo.

Respecto a lo que usted quiere, es evidente que sería un magnífico Presidente de UNESA pero no lo es tanto como Ministro, ya que confunde los intereses generales con los del sector eléctrico, lo cual nos puede conducir a equívocos importantes, a saber:

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Garoña, la metamorfosis de una vieja cafetera nuclear

Carlos Bravo – Coordinador del Secretariado Técnico de la Alianza Mar Blava

 central nuclear

Vasija del reactor de la central de Garoña en fase de recarga

Gracias a las maniobras de un Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) cada vez más vendido a los intereses de las grandes empresas eléctricas, la vieja cafetera nuclear que es la central atómica de Santa María de Garoña (Burgos) se ha convertido de facto en un activo financiero de primer orden.

Ya desde sus orígenes, surgido en 1980 de las cenizas de la entonces moribunda Junta de Energía Nuclear franquista, de la cual heredó todos sus vicios y defectos, el CSN ha sido un organismo volcado descaradamente en la defensa de los intereses económicos de los propietarios de las centrales nucleares. La seguridad nuclear y la protección radiológica de las personas y del medio ambiente han quedado siempre en un segundo plano en la gestión del CSN. Su legendaria opacidad, obscurantismo y falta de transparencia hacia el público, ha sido objeto de numerosos editoriales y artículos a lo largo de sus más de 30 años de existencia.

Sonoros escándalos como el de la fuga de partículas radiactivas de Ascó en 2008, que la dirección de la central nuclear pudo ocultar durante meses gracias a la connivencia del CSN y que sólo pudo ser conocido por la opinión pública cuando Greenpeace lo destapó; o el de la degradación del sistema de aguas esenciales de la central nuclear de Vandellós-2, a la que el CSN permitió en 2004/2005 funcionar ocho meses sin las medidas preceptivas de seguridad hasta que, de nuevo, se dio a conocer públicamente por las denuncias de Greenpeace; son sólo algunos de los ejemplos más significativos de la actitud permisiva y condescendiente del CSN con los titulares de las instalaciones nucleares.

La decisión del CSN

La deriva del CSN a posturas cada vez menos independientes y neutrales se ha acrecentado en los últimos años y se ha evidenciado en asuntos tan importantes para la seguridad nuclear como el del proyecto del cementerio nuclear de residuos radiactivos de alta actividad (Almacén Temporal Centralizado, ATC) en la localidad conquense de Villar de Cañas – donde el CSN ha insistido en seguir adelante con la tramitación a pesar de las advertencias de los propios técnicos del CSN sobre la falta de idoneidad del terreno desde el punto de vista hidrogeológico-, o en el del alargamiento de vida de la central nuclear de Garoña.

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Un trámite “normal” para Garoña

Por Juan Castro – Gil – Abogado

central nuclear

El Consejo de Inseguridad Nuclear ha decidido así como si tal cosa, que la Central Nuclear de Santa María de Garoña, de 40 años de edad y cerrada desde hace cuatro, pueda volver a abrir. Es gracioso ver en el orden del día del pleno del Consejo como su reapertura es un asunto de “trámite normal”. Sí, ya sé que seguramente sea la forma de hablar de los ilustres consejeros, pero no me pueden negar que semejante decisión es cualquier cosa menos “normal”.

Ahora que esta buena gente ha decidido sacarse el marrón de encima, deja a la siempre impecable voluntad del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital la decisión de reabrir la planta y, por extensión, permitir que sus peligrosas hermanas puedan prorrogar su actividad.

Por su parte, en la trama del vodevil, los dueños del establecimiento (Endesa e Iberdrola), cual canción de Pimpinela, distraen la atención del público con manifestaciones sobre el “sí quiero” y el “no quiero” a razón de pito pito gorgorito, mientras de trasfondo, como dueños de la central de Almaraz, operada por aquellas compañías junto con Gas Natural Fenosa, observan con una sonrisa macabra cómo pronto van a prorrogar la jubilación a sus peligrosos juguetitos un 50% más de tiempo del que les correspondía (verdadero quid de la cuestión).

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#DíaMundialDeLaEnergía: Una energía para todos

Por Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de Málaga

energía

Posiblemente no es el mejor día para hablar de energía. La coincidencia con el día de los enamorados y toda la propaganda comercial asociada, que nos incita, una vez más, a celebrarlo desde una perspectiva consumista, no ayuda nada a visibilizar que hoy celebramos el día mundial de la energía. Una energía que es un derecho básico, a la que se debería acceder en condiciones de igualdad y justicia social y que debería, sobre todo, consumirse con responsabilidad.

Una fecha importante debido a la fuerte dependencia existente entre desarrollo económico, consumo de energía y cambio climático. Si analizamos los datos disponibles a nivel global, veremos que el consumo de energía en el mundo es profundamente desigual. En grandes números, los países desarrollados, que representan el 25% de la población mundial, consumen aproximadamente el 75% de toda la energía y por lo tanto somos los máximos responsables del cambio climático. Una población mundial que ha alcanzado los 7400 millones de habitantes, de los que todavía un 17% no tiene acceso a la electricidad y un 38% depende de usos tradicionales de la biomasa para cocinar.

Es razonable pensar que la deseable mejora de las condiciones de vida de esta población va a facilitar su legítimo derecho al uso de energía y, por lo tanto, el consumo de energía a nivel mundial va a seguir aumentando en las próximas décadas. Esta encrucijada, motivada por tener que aumentar la producción de energía y a la vez mitigar el cambio climático, sólo se puede resolver si abandonamos el uso de los combustibles fósiles, que son actualmente la principal fuente de energía del planeta y el principal responsable del cambio climático. Los primeros en hacerlo debemos ser los países desarrollados, ya que disponemos de tecnología y recursos económicos suficientes para llevar a cabo la transición a una energía baja en carbono.

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