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La batalla oculta por las interconexiones eléctricas

Luis Mª de la Maza – Socio Protector de la Fundación Renovables

Flickr Ramón

Es de dominio público que España es casi una isla energética por su escasa interconexión con los países vecinos. Son muchas las razones que históricamente han dado lugar a ello, empezando por nuestra situación geográfica, periférica y básicamente con un solo país (Francia) con el que buscar soluciones a los problemas que ello conlleva: inseguridad de suministro, falta de flexibilidad, precios elevados, etcétera.

En lo que respecta a nuestro sistema eléctrico, se sigue estimando que en 2020 seremos el único país de Europa continental por debajo del objetivo del 10% de capacidad de interconexión recomendado por la Unión Europea. Hoy en día nos situamos algo por encima del 4%, siendo las potencias eléctricas intercambiables con los países vecinos de 1.400 MW con Francia, 2.300 MW con Portugal y 600 MW con Marruecos (frente a más de 100.000 MW de potencia de generación instalada).

En 2020, una vez finalice la construcción de las interconexiones previstas (con Portugal, Andalucía-Algarve y Galicia-Minho, y con Francia a través de los Pirineos Orientales), la capacidad de interconexión se incrementará sólo hasta 6-7%. Está en estudio también una nueva interconexión con Francia mediante cable submarino a través del Golfo de Vizcaya. Pero todas estas conexiones son proyectos muy complejos y de muy largo plazo de definición, aprobación y ejecución.

La Unión Europea, dentro de sus planes hacia la Unión Energética en el continente, está propugnando e incluso “favoreciendo” el desarrollo de estas infraestructuras. Subsisten, sin embargo, viejos problemas que dificultan su materialización tales como la heterogeneidad de legislaciones y, de manera muy destacada, la existencia de enormes intereses nacionales, públicos y privados. Hasta cierto punto, hay actores en este “teatrillo” a quienes la implementación plena de estos planes no les interesa en absoluto.

Si obviamos la preocupación por la seguridad de suministro, cubierta en España por una enorme sobrecapacidad de generación, las interconexiones eléctricas deben permitir responder a la demanda con soluciones más eficientes, en términos de precio en primer lugar, pero también bajo la consideración de los aspectos medioambientales. En efecto, con mayor capacidad de intercambio sería factible una mayor integración de las renovables en el sistema dando salida a excesos puntuales de generación renovable en lugar de recurrir, como en la actualidad, a parar instalaciones, eólicas sobre todo, cuando la oferta de energía sobrepasa la demanda a nivel nacional o regional.

Hoy en día, sigue siendo problemático el desarrollo de estas infraestructuras por dificultades orográficas, protecciones medioambientales o “hipersensibilidad” de la población del entorno. Pero también, aunque de manera no tan evidente, porque hay una batalla oculta por esa capacidad de interconexión entre fuentes de energía convencionales (nucleares y termoeléctricas de carbón) y fuentes renovables (eólica y fotovoltaica).

En último extremo, la implementación masiva de energías renovables no habrá quien la pare, por necesidades medioambientales y por exigencias sociales; la derrota de las fuentes convencionales en esa batalla por las redes está cantada y sólo cabe esperar su rendición en un plazo corto, si no queremos que el planeta se nos vaya al garete antes. Eso sí, nos hacen falta gobiernos ambiciosos que establezcan una dirección clara para el futuro del sistema eléctrico europeo basado en la energía renovable y en la eficiencia energética.

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