Por Laura Martín Murillo – Directora de la Fundación Renovables
Ahora que se ha cerrado el año, es un buen momento para analizar la generación eléctrica de 2016, con el informe de avance de Red Eléctrica y hacer una reflexión sobre alguno de sus datos.
El primero es que las energías renovables han aumentado su contribución al mix nacional, elevando su cuota al 41,1% frente al 36,9% del año anterior. Estos cuatro puntos de diferencia, desde luego buenas noticias, han sido causados principalmente por el incremento de la hidráulica, que aumentó un 25,1% su producción de electricidad respecto a 2015. El aumento de la eólica, un 1,7%, también contribuyó a generar un mix un poco más limpio, pero la ventaja fundamental vino de las precipitaciones.
En 2016 llovió más en España que en el año anterior y un 16% por encima de la media histórica lo que se tradujo en importantes beneficios para la sociedad y la economía española: la agricultura, los ecosistemas y también la producción energética se vieron favorecidos.
Gracias a la lluvia terminamos el 2016 con un mix más limpio. Por sus efectos también se usó menos carbón y así abandonamos la bochornosa posición de ser el país que más había aumentado el uso de carbón para electricidad en 2015. En 2016, de hecho, se redujo su consumo en casi un 30%, aunque la subida de los precios de este combustible en relación con la del petróleo también influyó en el resultado.
Sin embargo, como los resultados no han venido marcados por medidas de transición energética, en 2017 seguimos estando a merced de los elementos meteorológicos. No se instaló potencia renovable nueva, no se cerraron o se aprobaron planes de cierre para las centrales más contaminantes. Si llueve, seremos más renovables, si no llueve, lo seremos menos.
En el informe de avance de Red Eléctrica también se menciona que las temperaturas suaves contribuyeron a contener la demanda energía. Como sufrimos en menor medida periodos extremos de frío y calor, la demanda creciente no aumentó más allá de un 0,8% en el año pasado.
Con la poca importancia que se le ha dado dentro de las políticas energéticas del actual Gobierno a la mejor gestión de la demanda y a la eficiencia, en los próximos años nos podríamos ver sometidos a las mismas incertidumbres: si las temperaturas son extremas, la demanda se disparará, si tenemos la suerte de tener climas más benignos, reduciremos el consumo de electricidad.
Resulta muy decepcionante que, en pleno Siglo XXI, tengamos que enfrentarnos a una realidad como esta. Los resultados energéticos de España los marcan los agentes meteorológicos y no las políticas energéticas. Sería un error culpar de este hecho a las energías renovables, que efectivamente dependen de las condiciones climatológicas, pero que pueden combinarse para sacar más partido a los diferentes elementos. Un año menos lluvioso tendremos menos hidráulica, pero si hacemos lo que corresponde, tendremos más solar.
Pero es que, además, el clima en España está cambiando y está destinado a cambiar mucho más en los próximos años. Seguir por este camino es muy peligroso. Nuestra temperatura media podría aumentar hasta 5 grados para 2050 y se espera que las precipitaciones se sigan reduciendo de manera creciente en toda la Europa mediterránea. De aquí en adelante lo que podemos esperar son menos lluvias y temperaturas más extremas.
Parece que ha llegado el momento de aprobar una ley adecuada de cambio climático y transición energética, dejar de bailar la danza de la lluvia y evitarnos un bochorno internacional.