Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Kabul Rock

A Kabul le faltan muchas cosas, pero tiene algo de lo que carece Madrid: una gran radio de rock las 24 horas del día. La ya mítica Kabul Rock.

Sí, aunque sorprenda, Kabul – la ciudad del atasco perpetuo y los muros de hormigón, acosada por las bombas de los talibanes, desgarrada por la corrupción y el clientelismo de los señores de la guerra reconvertidos en parlamentarios, la miseria de los niños que rebuscan en la basura y el machismo aberrante que somete a las mujeres bajo los burkas – tiene un espacio en sus ondas en el que te puedes encontrar desde un clásico del maestro Hendrix, pasando por la desgarrada voz de Chris Cornell al frente de Audioslave, para terminar con los hermanos Robinson, cada día más impredecibles, fuera de tempo y volados en The Black Crowes.

Una radio que, lamentablemente, como el poder del propio gobierno de Karsai, tiene un campo de influencia limitado que apenas supera los confines del área metropolitana de la capital. Así que, cuando abandonas Kabul, otra vez te encuentras destinado a la música pastún, que sorprende y realza el paisaje durante un rato, pero que después de unas horas se vuelve soporífera para que los que no sabemos apreciar sus matices o entender sus letras.

Es entonces cuando DJ Sistiaga aprovecha para poner Barricada, banda que suena demasiado encorsetada y predecible para mi gusto, pero que viene bien sin dudas para hacer un poco el tonto y olvidarse al menos unos instantes de todo en un rodaje tan complejo como el de «Caminando sobre las bombas» que, por cierto, se estrena este miércoles 24 de octubre, a las 21:45, en Canal Plus… dicho queda.

Kabul… a pesar de todo, Kabul

Kabul es una ciudad de niños harapientos que rebuscan en la basura; de mujeres atrapadas en burkas que recorren las aceras invisibles y livianas como fantasmas; de mendigos que levantan los brazos en las esquinas reclamando almas.

Niños vuelven de la escuela en la periferia de Kabul, entre tanques abandonados por los soviéticos (Foto: Hernán Zin)

Una urbe caótica, polvorienta, de tráfico crónicamente colapsado, donde el que lleva un arma tiene prioridad sobre el resto, ya sea un policía, un soldado afgano, un soldado de la OTAN, un guardia de seguridad de una embajada o un mercenario de alguna empresa militar privada. Así se estructura la pirámide social en esta parte del mundo, sobre fusiles, revólveres y granadas.

Una capital cada día más amurallada, de calles abruptamente mutiladas por muros de hormigón y alambres de espino, de garitas con somnolientos guardias de seguridad y de humvees del ejército afgano aparcados en las aceras con sus ametralladoras .50 listas para disparar.

Una urbe a la que de vez en cuando bajan algunos tarados adoctrinados en las madrasas de Paquistán y se meten en un hotel, en un restaurante, en un edificio público, para liarse a tiros y tratar de llevarse consigo la mayor cantidad de vidas posibles. Una excursión que suele terminar con estos mismos tarados volando por los aires y rodeados de cuerpos sin vida de inocentes.

Una ciudad por la que, a pesar de todo, quien escribe estas palabras siente un particular afecto. No en vano hace dos horas, al abandonar el nuevo aeropuerto y subirse al desvencijado taxi que lo llevaría al mítico hotel Gandamack, experimentó una cierta emoción. Todo amor es imperfecto, convive con limitaciones y miserias, y esta no iba a ser la excepción.

Ahora, por delante, 24 horas para redescubrir Kabul, para recorrer Chicken Street, el parque de Shahre Now, el antiguo palacio real, y disfrutar las vistas desde la colina de la televisión. Mañana a primera hora partimos hacia Kandahar, que es donde la guerra se manifiesta de forma más terrible e implacable.

Rumbo a Afganistán: Diccionario del reportero empotrado (1)

Nunca falta el amigo o conocido que cuando dices que te vas a ir «empotrado» con las tropas de EEUU en Afganistán, suelta una risita burlona. Por un extraño giro del lenguaje, en su cabeza empotrado es sinónimo nada más y nada menos que de sodomizado, para decirlo con cierta elegancia. O sea, no vas a ir «empotrado con» sino que serás «empotrado por» los soldados. Supongo que cada uno proyecta sus propias fantasías sobre el plácido e inocente discurrir del relato ajeno.

Empotrado junto a la 101 Aerotransportada en el Valle de Tagab, Afganistán, en julio de 2008.

Como vimos en estas páginas hace unos años, justamente después de «empotrarnos» con la 101 Aerotransportada en Afganistán, no se trata algo nuevo. El mismísimo Robert Capa se sumó a los integrantes de la compañía E, pertenecientes al 16 Regimiento de la 1ª División de Infantería, en el arribo a la playa de Omaha el 6 de junio de 1944.

Así que aunque tomó relevancia con la invasión de Irak de 2004, lo cierto es que es una práctica tan antigua como este mismo oficio. Ya en el siglo XIX los cronistas se sumaban a los militares para ir a la guerra.

Supongo, otra vez, que después depende de cada uno dejarse empotrar o no narrativamente por los soldados. Hacer el esfuerzo de recorrer el país en busca de otros puntos de vista desde los que contar la historia. O, simplemente, ser crítico con esos militares que quizás hasta en un momento te protegieron o te salvaron la vida. Saber librarse así de cierta lógica sodomía afectiva e intelectual.

Incrustado y encamado

El término en inglés tampoco ayuda a quitarle connotaciones no deseadas al asunto. Se dice «embed», lo que a simple vista parece querer decir «encamado». Osea, que compartes lecho con la unidad a las que sigue. Lo cual, lamentablemente, en algunas bases muy pequeñas o puestos de avanzada, es literal dada la falta de espacio que duermas codo con codo con la soldadesca.

A empotrado y encamado podríamos sumarle «incrustado», que de vez en cuando aparece en crónicas periodísticas y que tampoco suena demasiado agradable. En este caso, las asociaciones sexuales o de otra índole las dejo en manos de los lectores. A ver qué sombras proyectáis sobre la palabra.

Visto en perspectiva, no resulta llamativo que exista un término propio para describir este asunto, pues si algo caracteriza a los militares es su pasión por las armas, por el papeleo y por crear su propio metalenguaje en base a neologismos y acrónimos impronunciables.

Si nada se tuerce, la cuenta atrás para viajar a Afganistán sigue corriendo y en poco tiempo más estaremos de regreso en el Hindu Kush. Así que es esta una gran oportunidad para que recuperemos y ampliemos el Diccionario del periodista empotrado que comenzamos en 2010 (aquel mismo año hicimos también un Diccionario carcelario argentino, cuando estuvimos fatigando los penales de Buenos Aires en busca de historias).

La mayoría de los términos que componen nuestro Diccionario español-empotrado ofrecen no poco lugar para la reflexión sobre la lógica de la guerra en el siglo XXI, como veremos a partir de la próxima entrada.

Uno de cada tres aviones de guerra de EEUU es no tripulado

En este blog fuimos testigos de un hecho sin precedentes: el uso masivo de aviones no tripulados en un conflicto armado. Sucedió en Gaza, en el año 2006, durante la operación Lluvia de verano que el gobierno de Israel lanzó sobre la franja como respuesta al secuestro del soldado Gilad Shalit, llevándose por delante la vida de más de 450 personas, en su gran mayoría civiles.

Avión no tripulado MQ-1 Predator. EEUU ha perdido 38 unidades en Irak y Afganistán. Foto: Reuters.

Semanas más tarde, el mismo fenómeno se repetiría de forma más vasta aún en Líbano, donde Israel lanzaría decenas de drones para realizar labores de inteligencia y ataque durante la conocida como «Guerra de los 33 días» que Ehud Olmert decidió conducir contra Hassan Nasaralá y su Partido de Dios.

El estupor y la sorpresa frente a aquel despliegue de drones lo plasmé aquí, el 28 de noviembre de 2006, en el artículo Aviones no tripulados, los nuevos protagonistas de la guerra.

Historia de un cambio

Desde que el actor británico, y aficionado a la aviación, Reginal Denny vendiera 53 unidades del modelo RP 4 al ejército de EEUU en 1939, para que los artilleros pudieran hacer prácticas de tiro, los aviones no tripulados han formado parte de la industria armamentística y de las estrategias bélicas. Desde el Ryan Firebee en Corea y Vietnam hasta los Pioneer en la Primera Guerra del Golfo.

Sin embargo, los aviones no tripulados recién saltaron a los titulares de la prensa por su capacidad de ataque en noviembre de 2002, cuando un misil Hellfire lanzado desde un Predator alcanzó el todoterreno en el que viajaba por el norte de Yemen Qaed Salim Sinan al-Harethi, supuesto líder de Al Qaeda. Una operación de la CIA que pocos imaginaron en aquellos días que terminaría por convertirse en la norma.

Tan comunes son estos dispositivos ahora, una década más tarde, y tan extendido se encuentra su uso, que uno de cada tres de aviones de guerra de EEUU es un UAV según un informe del Congreso de EEUU del 3 de enero de 2012. Uno de esos Predator, Raven, Global Hawk, Reapers y Sentinels que a diario recorren los cielos de Irak, Afganistán, Somalia y Pakistán.

El crecimiento ha sido exponencial si tomamos en cuenta que en 2005 apenas el 5% de los aviones militares eran drones. En la actualidad hay 7.949 aviones no tripulados y 10.767 aeronaves tradicionales. Eso sí, el modelo más popular es el Raven, con 5.346 unidades, que es sumamente pequeño y portátil, imposible de comparar en costes de producción y mantenimiento con un cazabombardero F22.

Nuevos escenarios bélicos

Como tantas veces hemos escrito en este blog, la guerra ha cambiado radicalmente en el siglo XXI. Ya no se enfrentan estados ni ejércitos profesionales, sino que la violencia se despliega en aquellas zonas donde los gobiernos no tiene poca o nula presencia y grupos insurgentes, mafiosos o terroristas campan a sus anchas.

En este escenario de fronteras difusas, donde la información es casi más importante que la fuerza, los aviones no tripulados cumplen un papel cada día más destacado. Si los EEUU van a la cabeza es en parte gracias a la visión de Robert Gates, hoy ex Secretario de Defensa, que supo adaptar el gasto militar de su país en esta dirección.

Luego viene Israel, que fue el gran precursor de estos ingenios gracias a la labor del ingeniero aeronáutico Alvin Ellis tras la guerra de Yom Kippur. Y después los demás países, que desde Irán pasando por India, Rusia y Turquía, hace años que se lanzaron a conseguirlos.

Una forma de hacer la guerra que también ha levantado criticas por parte de organizaciones de Derechos Humanos, pues acciones como las que se llevan a cabo casi a diario en Pakistán, no dejan de ser una forma de asesinato selectivo, sin juicio ni pruebas. También a nivel de Derecho Internacional, por su sistemática violación de la soberanía de otros Estados, ha sido y es muy cuestionada.

Mikel y el accidentado avión de Pamir Airways en Afganistán

Nuestro último viaje a Afganistán comenzaba con una crónica en este blog no ausente de cierta ironía sobre el caótico viaje de Dubai a Kabul a bordo de la desconocida aerolínea Pamir Airways. Esto es lo que escribí en julio de 2008:

El único avión que constituye la flota de Pamir Airways aún presenta el legado de sus anteriores dueños. Los carteles que pueblan la cabina se solapan en chino, inglés, ruso y portugués.

Un avión descascarado, con los asientos sucios y la alfombra cubierta de machas negras, cuya tripulación parece superar en número al pasaje. Media docena deazafatas de aspecto caucásico y al menos cuatro pilotos, también de ojos celestes y cabello rubio.

A uno de ellos, el más joven, lo había visto minutos antes a pie de pista, dando patadas a los neumáticos para comprobar si estaban en buen estado.

A las dos semanas de estar en Afganistán apareció Mikel Ayestaran en la mítica Gandmack Lodge de Kabul. Dejó sus cosas a dos puertas de distancia, frente al jardín en el que suele verse al reportero de Fronline y propietario del hotel, Peter Jouvenal, junto a su mujer y sus hijos. Como los que conocen su trabajo ya habrán deducido, la luz de la habitación de Mikel era la última en apagarse y la primera en encenderse. Sólo así consigue este auténtico pluriempleado del periodismo cumplir con su fantástica ración diaria de crónicas para EITB, ABC, Punto Radio… por mencionar sólo algunas.

Conversando en alguno de los escasos momentos en los que no lo encontraba grabando, editando, escribiendo o comunicando por teléfono sus crónicas, me contó que también había tomado desde Dubai aquel vuelo de Pamir Airways. Así lo había contado en Salam Agur, su blog:

Las tres grandes compañías afganas son Ariana –la Iberia en versión Afganistán- Kam Air y Pamir. Vuelan a diario desde Dubai y sus vuelos están llenos. Comprar sus billetes por Internet es posible, pero supone un ejercicio de buena fe que yo hace tiempo perdí con las compañías de este país en las que prima el billete físico y pagado en metálico. Ariana está en mi lista negra, y en la de IATA, por sus retrasos y sus aparatos viejos y desgastados, así que me quedaban Kam Air o Pamir. Opté por esta última.

Me puse a hacer cola a las 12,30 am y estuve en primera línea hasta que su responsable llegó a las 4,30. ¡Quedaba un billete! Sólo uno, pero en Primera. No importa, todo sea por viajar a Kabul, aunque haya que pagar 300 USD por montarse en esa especie de batidora blanca con claros restos de su paso por países como Rusia o China. Pamir, toda una referencia en el mundo de la aviación moderna. Guardaré el billete junto a los de Ariana, Koryo (aerolínea de Corea del Norte), Aseman (reina del Tupolev en Irán) y Yemenia.

Más allá del avión, a los dos nos había llamado la atención otra característica de aquel viaje que habíamos reflejado en nuestros respectivos blogs: los destinos de los aviones que al alba partían de la terminal número dos de Dubai y cuyos nombres parpadeaban en las pantallas. Él los había llamado “El trío de la muerte”. Yo los había comparado con una ruleta rusa:

Los primeros dos vuelos partían hacia Bagdad. El siguiente a Mogadiscio. El tercero a Peshawar. Luego venían los que llevaban a Kabul. Y la lista volvía a comenzar, inquietante, como una ruleta rusa: Peshawar, Kabul, Bagdad…

Aunque meses más tarde me encontré con Mikel en España – en la exposición de los grabados de Goya, «Los horrores de la guerra», que tuvo lugar en Salamanca, por aquello de demostrar que no somos gente monotemática -, no le pregunté si se había animado a volver a Dubai en aquel vetusto avión de Pamir Airways. Ni tampoco sé si repitió experiencia en sus sucesivos retornos al país del Hindu Kush, que no han sido pocos. Yo no tuve el placer de repetir la experiencia, pues los últimos dos años en este blog los hemos dedicado a los conflictos armados en Sudán, Somalia y la República Democrática del Congo.

En realidad, si soy sincero, cuando tuve la oportunidad decidí no hacerlo. Opté por la moderna y eficiente Kam Air, aunque eso me obligara a sacar un nuevo ticket y regalar el dinero de un asiento vacío a Pamir Airways, que tampoco le vendría mal a sus exiguas finanzas. En su momento me dije que estaba exhausto, que ya había tentando a la suerte demasiadas veces en un mismo viaje volando a Herat en la aerolínea estatal Ariana, dando vueltas en coche por doquier junto a Salem y recorriendo el valle del Tagab en los humvees de la 101 División Aerotransportada de EEUU. Supongo que, en el fondo, no fue más que pura cobardía.

Por eso cuando ayer leí en el New York Times que aquel avión de Pamir Airways se había caído a las 8:30 de la mañana en el paso de Salang – que durante años permitió resistir a Ahmed Shah Masud en el valle del Panshir – experimenté una lóbrega sensación. Y recordé que algo había escrito al respecto:

Pamir Airways existe. Difícil saber durante cuánto tiempo más, pero al menos hoy, esta aerolínea de un sólo avión y origen desconocido, es una realidad. El cartel colgado sobre los mostradores de facturación así lo indicaba.

En realidad no se trata del mismo avión. Wikipedia ha actualizado la página dedicada a Pamir Airways y sostiene que la compañía cuenta ahora con cinco aeronaves, más allá del Boeing 707-320 con el que empezó a funcionar. Añade que fue la primera línea aérea privada en recibir en la historia de Afganistán el certificado de operador aéreo por parte del Ministerio de Aviación. Hecho que tuvo lugar en 1995. Lo que el artículo no menciona es que en aquel año el país se encontraba en el peor momento de su guerra civil, con la capital en ruinas y dividida por los señores de la guerra. Difícil imaginar dónde o cómo funcionaba aquel ministerio.

La propia Pamir asegura en su renovada página web – tan moderna en comparación a la versión -5.0 que ofrecía en 2008 -, que ha llevado a miles de peregrinos al haj en Arabia Saudí y que su actual lema es «Viaja con confianza».

Este terrible accidente – que costó la vida a 44 personas, entre las que se cuentan cinco miembros de la tripulación del Antonov 24 siniestrado y tres ciudadanos británicos – constituye sin dudas un revés para el progreso de esta compañía, que podría sumarse a larga lista de aspiraciones frustradas en el corrupto, paupérrimo y asolado Afganistán, con la tan anunciada batalla de Kandahar a punto de comenzar y una campaña bélica estival que promete ser la más cruenta desde la invasión de 2001; con unas frágiles relaciones entre Hamid Karzai y los gobiernos de la coalición internacional.

Seguramente sea Mikel quien pueda dar respuesta a este pregunta ya que, como no podía ser de otra manera, se encuentra de regreso en el país. Habrá que leer en su blog cómo ha llegado hasta allí.

Fotos: HZ

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Y el dinero de la guerra es para la empresa… ¡Dyncorp!

El ascenso de Dyncorp dentro del negocio privado de la guerra ha sido más lento y progresivo que el de muchos de sus rivales que de la noche a la mañana se vieron gestionando presupuestos de miles de millones de dólares en Afganistán e Irak. Compañías como KBR y Blackwater (ahora llamada Xe) a las que ha terminado por desbancar en la lucha por los fondos del Departamento de Defensa de EEUU.

Su génesis está vinculada a dos empresas creadas en 1946: Land-Air Inc y California Eastern Airways. En 1951, Land-Air Inc recibió su primer contrato para mantener y reparar aeronaves y armamento del Ejército de EEUU. Ese mismo año, la empresa fue comprada por California Eastern Airways, que en 1962 pasaría a llamarse Dynalectron Corporation. En 1987, el nombre tomaría su forma actual, DynCorp, que en español podría pronunciarse como “daincorp”.

Con base en Falls Church, Virginia, DynCorp cuenta con 22.500 empleados y realiza labores de seguridad, logística, mantenimiento, entrenamiento y traducción. Hasta el momento ha trabajado en Bolivia, Bosnia, Somalia, Angola, Haití, Colombia, Kosovo, Ecuador, Sudán, Kuwait, Irak y Afganistán. También fue contratada para mantener la seguridad después del huracán Katrina.

Más allá de la diversidad de países en los que se desempeña, la mayor parte de sus ingresos provienen de Afganistán e Irak, según explica la revista Forbes en su último número:

DynCorp ha surgido como uno de los grandes ganadores de las guerras en Irak y Afganistán, que le generan el 53% de los 3,1 mil millones de dolares de ingresos anuales. Los ingresos de la compañía crecieron el año pasado un 45% gracias a un joint venture a varios años por 4,6 mil millones de dólares para proveer de 9.100 traductores a los soldados de estadounidenses en Irak.

Pero el salto cualitativo de DynCorp, con el que deja atrás a rivales directos como KBR, tuvo lugar el pasado mes de julio, cuando ganó junto a Fluor el último concurso para la gestión de las infraestructuras –desde comida hasta gasolina y lavandería – de los EEUU en Afganistán, cuyo despliegue ha aumentado recientemente en 20 mil soldados por iniciativa de Barak Obama.

Aunque la oferta de KBR había sido inferior económicamente dentro de lo que se conoce como Logcap (Logistics Civil Augmentation Program), los fondos serán destinados a Dyncorp y Fluor. Las numerosas irregularidades, negligencias y delitos por parte de KBR, que seguimos de cerca en este blog, explicarían que fuera dejada fuera de los nuevos contratos.

Esta empresa, que a lo largo de los últimos seis años consiguió beneficios por 700 millones de dólares de la Logcap, declaró a través de su director, Bill Utt, que no recurrirá la decisión y que centrará sus esfuerzos en Irak. Los beneficios de KBR alcanzaron los 67 millones en el segundo cuatrimestre de 2009 en comparación con los 48 millones del mismo período de 2008.

Las sombras de Dyncorp

Pero tampoco Dyncorp – en cuyos campamentos nos alojamos en Sudán cuando empezábamos este blog en 2006 – está libre de sombras sobre su desempeño en zonas de guerra, aunque su modelo de gestión es considerado en general menos deficiente que el de KBR, Halliburton, Blackwater, Erynis o Triple Canopy.

Empezando por las acusaciones a varios de sus empleados en 1999 por explotación sexual y tráfico de mujeres de Bosnia, siguiendo por su controvertida participación en el plan Colombia o la muerte por sobredosis de uno de sus responsables del entrenamiento de la policía en Afganistán. En Irak los cargos van desde la incapacidad para justificar los 1,2 mil millones de dólares que recibió para entrenar a la policía, la muerte de un taxista y el empleo de blindados para el transporte de prostitutas.

En próximas entradas repasaremos estas acusaciones contra Dyncorp y conoceremos la curiosa historia de Robert McKeon, director de la compañía, cuyas acciones pasaron a valer 285 millones de dólares tras saberse en julio que la empresa recibiría junto a Fluor contratos en Afganistán durante los próximos cinco años por valor de 15 mil millones de dólares.

La Xbox 360 y los robots de la guerra en Afganistán

Cuando el año pasado tuvimos la oportunidad en Afganistán de convivir junto a los soldados de la compañía Able, perteneciente a la 101 División Aerotransportada de EEUU, descubrimos la fascinación que sus jóvenes integrantes tenían por los videojuegos.

Después de patrullar durante el día el polvoriento valle del Tagab en busca de talibanes, al volver a la base Kuchsbach pasaban las noches disputando interminables batallas en el Call of Duty 4: Modern Warfare (partidas en las que este cronista era vencido irremediablemente, tanto por diferencia generacional como por torpeza congénita). De la guerra virtual al combate real en cuestión de minutos.

Danger Room se hace eco de una noticia del blog de Lee Brimelow que parece marcar la unión definitiva entre ambos universos:

En el Flash Blog, Lee Brimelow tiene una interesante exclusiva sobre cómo un interfaz de la Xbox 360 fue diseñado para el R-Gator, un prototipo de vehículo robotizado que John Deere y I Robot lanzaron en 2004… Los militares ya habían optado por controles tipo Xbox y Playstation para robots como el PackBot, un robot pequeño, portátil, que está en servicio en Irak y Afganistán.

El R-Gator surge del encuentro del vehículo militar M-Gator, con forma de coche de golf y fabricado por la empresa John Deere, y los ingenios robóticos de la empresa IRobot (algunos de cuyos modelos ya hemos visto en este blog).

El R-Gator puede funcionar de forma manual, semiautónoma o autónoma. Su principal función sería la de centinela, pues cuenta con un sistema acústico y de cámaras REDOWL para la detección de francotiradores enemigos, aunque también podría participar en misiones de ataque.

Así lo describe Lee Brimelow: “El R-Gator es esencialmente un vehículo que se conduce de forma remota a través de una Xbox 360 que controla todas las cosas”.

La información se la dio Wade Arnold, cuya compañía, T8DESIGN, construyó “un interfaz aéreo para que los militares conduzcan un robot de combate de última generación llamado R-Gator».

“Wade mencionó cómo el control Xbox es el preferido por los jóvenes soldados pues están acostumbrados a él, algo que me pareció muy gracioso”, concluye Brimelow.

El «paradigma Gaza»: miseria y robots en el campo de batalla

En 2003 no había ni un sólo robot en los conflictos de Irak y Afganistán. Ahora hay más de 12 mil. Algunos analistas afirman que estamos apenas en los albores del desarrollo y empleo de estos ingenios. Señalan al año 2025 como fecha estimada en que las fuerzas armadas de EEUU serán «mayoritariamente robóticas».

Cada día llegan más imágenes que dan testimonio de esta presencia de los robots en los campos de batalla. Ya hemos visto en este blog la curiosa relación que los soldados establecen con ellos al ponerles nombres y hasta darles condecoraciones.

Dos soldados de la Cuarta División de Infantería, en la base Hawk de Irak, practican con un PakBot, del que hay unas dos mil unidades en el terreno y que es fabricado por la empresa iRobot, que fuera del ámbito militar también desarrolla robots caseros, de escaso éxito hasta el momento, como la Roomba 532, que es una suerte de aspiradora inteligente.

La sargento Kasandra Deutsch enseña a soldados iraquíes del Noveno Regimiento de Ingenieros la fuerza del robot TALON, que al igual que el PackBot es empleado para detonar explosivos.

En 2007 se confirmó la presencia en Irak de los primeros robots armados. De la familia del TALON surge el SWORD, que lleva una ametralladora ligera M249. La empresa que lo fabrica, al igual que a otro robot armado llamado MAARS, niega en su página web supuestos casos en que los SWORD dispararon a los propios soldados de EEUU.

En la categoría de los robots se suele incluir a los aviones no tripulados. Los Predator y Reaper, a los que se acaba de agregar una tercera generación aún más letal, son los que realizan la mayor parte de las operaciones de la CIA en Pakistán, con una cifra de efectividad y de bajas entre civiles muy cuestionada.

En la fotografía se ve al artificiero Jerry Reidy, del 73 Regimiento de Caballería, lanzar un drone RQ-11 Raven durante el curso de entrenamiento. Los Raven se lanzan antes de las misiones para anticipar cualquier peligro que pueda esperar a los soldados en el trayecto.

Futuro y debate

Bill Gates comparó recientemente el momento de desarrollo, próximo a un gran salto cualitativo, en el que se encuentran los robots, con la situación en la que estaban los ordenadores a principios de los años ochenta.

Poco tiempo pasa sin que alguna revista especializada anuncie la aparición de un nuevo ingenio de esta clase. El último en salir a escena se llama Ember. Lo fabrica también iRobot. Apenas supera en tamaño a un libro de bolsillo y funcionaría en red, como un regimiento de arañas que antecederían a los soldados en el acceso a una zona o vivienda peligrosa.

Lo que también continúa en alza es el debate legal y ético del uso de los robots en la guerra, que ya hemos discutido aquí. Hace unos días, el profesor de filosofía Peter Asaro, afirmaba con entusiasmo que los robots podrían saber distinguir mejor entre enemigos y civiles, por lo que podrían reducir los llamados daños colaterales.

Peter Singer, uno de los mayores especialistas en robots, autor del libro Wired for War, le respondió con ironía que si es por poder, él también «podría ganarse la lotería» o «vencer a Lebron James en un duelo de baloncesto».

Lo que no está en discusión es una realidad a la que podríamos llamar el «paradigma Gaza». Las últimas tecnologías del siglo XXI empleadas para luchar contra insurgentes que se mueven en escenarios como Gaza o Afganistán, donde la población carece de electricidad, de agua corriente y vive en niveles de postergación propios del Medioevo.

Iphone, Skype y otras tecnologías para los talibanes

Cuando llegaron al poder en 1996, los talibanes prohibieron las películas de cine, la televisión, las fotografías y la música, porque consideraban que contradecían los preceptos de su versión medieval y reaccionaria del islam.

Sin embargo, desde que tuvieron que abandonar Kabul en 2001, parecen haber renunciado a las tesis antes sostenidas, especialmente gracias al Ministerio para la Supresión del Vicio y la Promoción de la Virtud, para lanzarse a los brazos de las últimas tecnologías tanto con el objetivo de comunicarse entre sí y coordinar ataques, como en labores de propaganda.

Hace un mes, el mulá Abdul Salaam Zaeef, antiguo embajador talibán en Pakistán que pasó cuatro años en la prisión naval de Guantánamo, confesaba su adicción al Iphone, que permite ver películas, fotos y escuchar música. “Es fácil y moderno y me encanta”, declaró.

Podría ser una anécdota, pero el Evening Standart mencionaba recientemente la preocupación por parte del servicio de inteligencia británico MI6 ante el uso creciente por parte de los talibanes de la versión móvil del Skype.

A diferencia de las llamadas telefónicas tradicionales, que pueden ser seguidas por los aviones espías Nimrod de la Real Fuerza Aérea, las llamadas de Skype – aplicación comercial de la tecnología conocida como Voice Over Internet Protocol (VOIP) – están fuertemente encriptadas.

Cuando estuvimos el año pasado acompañando a los soldados de EEUU en Afganistán, las misiones más importantes que realizaron fueron justamente por haber interceptado llamadas de los insurgentes o por haber recibido soplos por parte de la población local a través de teléfonos móviles.

A tal punto llegó la impotencia de los talibanes en este sentido, que en febrero de 2008 exigieron a las compañías de telefonía móvil que interrumpieran el servicio entre las cinco de la tarde y las tres de la mañana. Ya la insurgencia en Irak había dado pasos similares al destruir las torres que transmiten las señales de los teléfonos móviles.

Gracias a empresas de EEUU

También su presencia en Internet, quizás siguiendo el ejemplo de Al Qaeda, parece estar creciendo. Hace unos días, The Washington Post mencionaba dos direcciones en la web www.alemarah1.com y toorabora.com, en las que hacían publicidad de sus recientes ataques contra las fuerzas del ISAF.

Lo más curioso de esta historia es que ambos sitios se articulaban en el ciberespacio gracias a espacios contratados a empresas estadounidenses. Por www.alemarah1.com pagaban setenta dólares al mes, a través de tarjeta de crédito, a la compañía The Planet, situada en Houston, Texas. El servicio por toorabora.com, sitio que aún continúa en activo, se los brinda Tulix Systems, que tiene sus oficinas en Atlanta, Georgia.

Radio Mille Collines en Pakistán

El pasado viernes, The Wall Street Journal se hacía eco del nuevo programa del gobierno de Obama, que al menos de partida parece tener una estrategia más adecuada a la lucha de contrainsurgencia que la administración Bush, para terminar con las páginas de Internet y las radios ilegales que los talibanes emplean para lanzar sus mensajes.

El incombustible Richard Holbrooke, enviado especial para Pakistán y Afganistán, apoya la medida, que tendría entre sus objetivos las más de 150 emisoras FM que los talibanes tienen en lugares como el valle de Swat, y de cuyas prácticas da cuenta The New York Times.

Rememorando en cierta medida su propia experiencia con la administración Clinton en los años noventa, las comparó con la emisora Mille Collines, que tuvo un papel nefasto en el genocidio de Ruanda, pues permiten a los integristas “transmitir cada noche los nombres de las personas a la que van a decapitar o que ya han decapitado”.

No es una práctica nueva cortar de raíz los medios de comunicación de masas de los enemigos. En su guerra contra Hezbolá, Israel redujo a escombros el edificio beirutí de la estación de televisión Al Manar, que logró seguir transmitiendo hasta el final del conflicto. Lo mismo hizo el pasado mes de diciembre contra la televisión de Hamás en Gaza.

Sin embargo, algunos especialistas se oponen a esta clase de estrategia, pues afirman que priva de importantes fuentes de información sobre las actividades de los adversarios. Justamente Richard Holbrooke, que no tiene por norma callar lo que piensa, el pasado 8 de abril se quejaba de la escasa información que los servicios de inteligencia habían conseguido desde 2001 sobre los talibanes.

Un verdadero escollo para cualquier intento de llevar una estrategia similar a la que se aplicó en Irak, donde se compró y apartó de la lucha armada a los sectores menos radicales. “Necesitamos saber qué atrae a los talibanes”, declaró Holbrooke. Según sus estimaciones, “más de la mitad» de los combatientes no responden a las tesis más extremas de la organización.

Menos bombas sobre los civiles de Afganistán

Nuestra estancia en Afganistán, el pasado mes de julio, coincidió con un aumento exponencial de muertes entre civiles. Cada semana salían a la luz nuevas matanzas de inocentes provocadas principalmente por los bombardeos indiscriminados, que según un informe de la ONU publicado en el mes de septiembre, se habían incrementado un 39% en lo que iba de año. La cifra total en 2008 alcanzó los 1.620 civiles, de los que 680 fallecieron como consecuencia del fuego aéreo.

Matanzas que generaban una creciente indignación entre los afganos, hasta el punto de que el propio presidente Hamid Karzai pidió en numerosas ocasiones que se suspendieran los ataques.

Ya en junio de 2007, tras la muerte de 90 civiles en dos semanas, había dicho que las “vidas afganas no son baratas, y que no deben ser tratadas de esa manera”, para luego agregar que “nuestros civiles inocentes se están convirtiendo en víctimas de la falta de cuidado de la OTAN y demás fuerzas”.

El 22 de agosto de 2008, 76 no combatientes, que en su mayoría eran niños, perdieron la vida en la aldea de Aziziabad, en la provincia de Herat, lo que generó tanto protestas populares como una investigación interna entre las fuerzas de EEUU.

Un mes más tarde, Karzai se dirigió a la Asamblea General de Naciones Unidas para sostener que “las muertes sostenidas de civiles menoscaban la legitimidad de la lucha contra el terrorismo y la credibilidad del gobierno afgano en su alianza con la comunidad internacional”.

El 3 de noviembre de 2008, el lanzamiento de misiles sobre los asistentes a una boda en la remota aldea de Wech Baghtu, en la provincia de Kandahar, terminó con la vida de 37 personas, entre las que se contaban 22 mujeres y 10 niños. Dos días después, Karzai escribió a Barack Obama, que acababa de ganar las elecciones presidenciales:

Exigimos que no mueran más civiles en Afganistán. No podemos luchar contra el terrorismo con ataques aéreos… Esta es mi primera petición al nuevo presidente de EEUU, que termine con las bajas entre los civiles.

Como sostuvimos tras la experiencia junto a los soldados de EEUU, la supremacía aérea del ISAF, que siempre termina por inclinar la balanza militar hacia las fuerzas extranjeras – pues cuando aparecen los aviones A10 o los helicópteros Apache, los talibanes no pueden sostener más el enfrentamiento directo y se ven obligados a huir -, es también su mayor desventaja estratégica.

Cada misil Hellfire que se lleva por delante la vida de una mujer, de un anciano o de un niño, provoca nuevos apoyos a los talibanes. Y, según afirmaba Mao Zedong, en la lucha contra grupos insurgentes resulta fundamental contar con el apoyo de la población local (el agua en el que se mueven las guerrillas). De otro modo, la guerra está perdida.

Más aún en un sitio donde el sentimiento de independencia, de oposición a toda injerencia extranjera, es tan acusado como en Afganistán. Los soviéticos pudieron comprobar a lo largo de diez años las consecuencias de seguir la estrategia contraria: querer secar el agua en que se mueve la insurgencia.

Alto el fuego aéreo

Datos hechos públicos esta semana por la U.S. Air Force, demuestran una disminución en el número de bombas que se están lanzando sobre Afganistán.

En 2008 alcanzaron las 1.314 toneladas, lo que significa un descenso significativo en relación a 2007, cuando se lanzaron 1.956 toneladas, más aún si se tiene en cuenta que el año pasado fue el más violento desde la invasión de 2001, y la muerte de soldados extranjeros superó a la de Irak. Eso sí, aún se está lejos de las 163 toneladas empleadas en 2004, cuando se suponía que la historia de Afganistán seguiría otros derroteros.

Menos bombas y más efectivos en el terreno es la estrategia lanzada por Barack Obama que, a priori, parece sin dudas acertada. La idea que sostenía Donald Rumsfeld de pocas tropas propias, un alto número de contratistas militares privados y bombardeos, demostró su fracaso en Irak y en Afganistán.

Queda claro ahora que la administración Bush no llegó a comprender la dimensión y la lógica de los desafíos bélicos a los que se debía enfrentar, anclada a los métodos de la guerra convencional, de la lucha entre ejércitos regulares.

Obama también ha abogado por el diálogo con los talibanes moderados. Más que moderados, pues su ideología extrema no resiste este calificativo, en este blog siempre hemos hablado de talibanes ocasionales, que por un centenar de dólares al mes cogen el AK47 y salen a luchar.

La idea, que funcionó con los suníes que antes apoyaban a Al Qaeda, y que terminaron por crear los Hijos de Irak (aunque ahora esta estrategia está mostrando sus primeros signos de extenuación) es comprar con dinero el apoyo de estos sectores de la población, pagarles mejor de lo que podrían hacerlo los talibanes.

A estos tres ejes de la estrategia de Obama habría que sumar un reforzamiento de las obras de infraestructura, vitales para fomentar la movilidad dentro del país y el progreso material, que sin dudas sacaría a no pocos afganos de la tentación de apoyar a la insurgencia, por aquello que no en pocas ocasiones escuchamos en Afganistán de que “con los talibanes se vivía mejor”.