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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Acusan al dueño de Blackwater de emprender una cruzada para «eliminar a los musulmanes del planeta”

Si parecía que la reputación de Blackwater no podía sumergirse aún más en las simas del descrédito y la ignominia tras la matanza de 17 civiles iraquíes en la Plaza al Nusur de Bagdad, el testimonio por escrito y bajo juramento de dos de sus antiguos empleados presentado el lunes ante el juez T.S. Ellis III, del Distrito Oriental de Virginia, parece haberlo conseguirlo.

Si la sucesión de crímenes cometidos por integrantes de la compañía podrían haber pasado por casos aislados de “gatillo fácil”, consecuencia de la negligente gestión de los directivos de la empresa y de la ausencia de supervisión por parte del Departamento de Defensa, las palabras que ambos hombres pronunciaron cargan las culpas contra Erik Prince, al que acusan de “verse a sí mismo como un cruzado con la misión de eliminar a los musulmanes y a la fe islámica de la faz del planeta”

Abanderado de la ideología neocon, que de la noche a la mañana se transformó en multimillonario gracias a los favores de la administración Bush, y fundador de la empresa que aspiraba a convertir en el referente por antonomasia de la gestión privada de la guerra, quienes trabajaron para él afirman que “alentaba y recompensaba la destrucción de la vida en Irak”, según señala la CNN.

El testimonio de los dos hombres, un ex Marine que estuvo de misión con la empresa en Irak y otro antiguo empleado, forman parte del documento de 70 páginas que los abogados entregaron al juez (uno de ellos puede leerse aquí en formato PDF). Abogados que representan a civiles iraquíes en su demanda contra Blackwater por crímenes de guerra y otros delitos.

De probarse su veracidad, las acusaciones más reveladoras formuladas por los testigos, cuyas identidades se han mantenido en secreto para preservar su seguridad, serían las que describen la ideología racista de Erik Prince y la imagen que tenía de sí mismo como cruzado moderno. Las recoge Jeremy Scahill – que ya debe estar planeando reescribir su exitoso libro «Blackwater» -, en el periódico The Nation:

Con este fin, el señor Prince desplegó intencionadamente en Irak a hombres que compartían su visión de la supremacía cristiana, sabiendo y queriendo que estos hombres aprovecharan toda oportunidad para asesinar iraquíes. Muchos de estos hombres usaban símbolos de los caballeros templarios, que los guerreros emplearon cuando luchaban en las cruzadas.

Ir a Irak a disparar y matar a iraquíes era visto como un juego o un deporte. Los empleados del señor Prince abierta y constantemente usaban términos racistas y derogatorios hacia los iraquíes y otros árabes, como “hajis” o “ragheads”.

El resto de acusaciones hacen referencia al tráfico de armas prohibidas por parte de Blackwater, cuyos empleados usaban para causar el mayor daño posible a los iraquíes (tráfico que ya había denunciado la Cadena ABC en 2008), la amenaza y asesinato de testigos, la destrucción de documentos incriminatorios y el empleo de hombres que habían sido calificados como no aptos para el trabajo por su violencia extrema, su abuso del alcohol y el empleo de esteroides.

Tras conocer estos testimonios, el congresista Dennis Kucinich, que lleva investigando a la compañía desde 2004, declaró: “Si estos alegatos son ciertos, Blackwater ha sido una empresa criminal que defraudó a los ciudadanos estadounidenses y que mató a iraquíes inocentes”. Las comparecencias frente al juez Ellis comenzarán el próximo viernes.

Halliburton, Blackwater y la privatización de la guerra

Hay dos libros que resultan reveladores para vislumbrar el lado más oscuro y alarmante de la creciente privatización de la gestión de los conflictos armados que tantas veces hemos denunciado en este blog.

Dos libros que demuestran también que el periodismo de investigación sigue vivo a pesar del empeño de algunos de dar por muerta y enterrada, de escribir sentidas elegías, a esta profesión. Eso sí, resulta interesante tomar nota de que su autores son reporteros independientes, ajenos a los grandes medios de comunicación.

Una de mercenarios

El primero es Blackwater: El ascenso del ejército mercenario más poderoso del mundo. Publicado en 2007, constituye el primer documento exhaustivo sobre los abusos y corrupciones de la empresa de Eric Prince, ahora dividida y llamada Xe.

Su autor, Jeremy Scahill, habitual de páginas como Counterpunch, Commondreams, Antiwar y Huffington Post, además de corresponsal de Democracy Now!, el programa de Amy Goodman, cuyo trabajo pudimos seguir de primera mano.

Fue justamente junto a esta periodista que realizó en 1998 el premiado documental Drilling and Killing: Chevron and Nigeria’s Oil Dictatorship, en el que investigaban la relación de la petrolera Chevron con el asesinato de dos activistas medioambientales en el conflictivo Delta del Níger.

Otra de negocios opacos

El segundo libro fue publicado el pasado mes de febrero. Se titula «El ejército de Halliburton: cómo una bien conectada compañía petrolera tejana revolucionó la forma en que EEUU hace la guerra». Lo escribió Pratap Chatterjee, otro premiado periodista independiente de investigación, editor de Corp Watch y habitual también de Democracy Now!

El libro comienza con la génesis del ascenso de Halliburton/KBR hasta convertirse en el gigante por antonomasia de la gestión privada de la guerra. Los sustanciosos contratos en Angola, Irán y Nigeria que Dick Cheney consiguió cuando era CEO de Halliburton (la cronología precisa aquí). Aunque el gran salto cuantitativo llegaría después del 11 S, con Cheney ya como vicepresidente de EEUU, y con la inestimable ayuda y promoción de Donald Rumsfeld.

Los beneficios y castigos de Cheney y Rumsfeld en su revolución de los asuntos militares ha sido profunda… Junto a esta nueva industria surgió el potencial para los sobornos, la corrupción y el fraude. Docenas de trabajadores y subcontratistas de Halliburton/KBR han sido arrestados y acusados, y otros están cumpliendo condenas, por robar millones de dólares… Sin embargo, la mayoría de los empleados no verán nada por el estilo, pues son trabajadores asiáticos que cobran probablemente unos mil dólares al mes… Estos hombres y mujeres constituyen el verdadero ejército de Halliburton, que emplea el mismo personal que un centenar de batallones. Más de 50 mil personas trabajan para KBR bajo un contrato de 150 mil millones de dólares.

Para llevar a cabo parte su investigación, Chatterjee se hizo accionista tanto de Halliburton como de su subsidiaria KBR. Estas son algunas de las denuncias que hace en su obra:

* La red de sobornos, comisiones y fraude que involucra a empleadores y subcontratistas de Halliburton/KBR en Kuwait e Irak.

* Los contratos sin licitación conseguidos por Halliburton/KBR.

* Cómo Halliburton/KBR consiguió el contrato para la reparación de los pozos petroleros iraquíes con el propio dinero de Irak.

* El rol que las negligencias Halliburton/KBR han tenido en la muerte de civiles americanos y trabajadores extranjeros, y el consecuente rechazo a asumir las responsabilidades.

* El “tráfico humano” que los subcontratistas de Halliburton/KBR emplean para atraer a trabajadores extranjeros a Irak bajo falsas promesas.

* El sistema de castas, de pagos por nacionalidad, a los trabajadores de la empresa.

* Cómo aquellos civiles y militares que denunciaron los abusos y cuestionables prácticas contables de Halliburton/KBR fueron desacreditados por el gobierno de EEUU.

* Los groseros sobrecostes aplicados por Halliburton/KBR y sus subcontratistas.

Para terminar de cerrar la ecuación de su denuncia, Pratterjee señala cómo las acciones de la compañía pasaron de 10 dólares a 80 dólares gracias a la gestión de Dick Cheney y los sustanciosos beneficios de la llamada guerra contra el terror.

Nuevas acusaciones de «gatillo fácil» contra Blackwater

El meteórico ascenso de la compañía fundada por Erik Prince fue todo un símbolo del extraordinario tiempo de bonanza del que comenzaron a gozar las empresas militares privadas, que ya en los años noventa habían empezado a multiplicarse en número y contratos, gracias a la estrategia belicista articulada por la administración Bush en su llamada guerra global contra el terror.

Recibieron cientos de millones de dólares por realizar labores de protección, inteligencia, contrainsurgencia, combate y apoyo logístico a las tropas internacionales en Irak y Afganistán. Más allá del debate estratégico, jurídico y ético sobre este fenómeno, nadie puede negar que se cometió un gravísimo error al no haber creado un marco legal que regule su funcionamiento.

La impunidad con la que han actuado, tanto en el respeto por la vida de los civiles como en la justificación de la forma en que gastaban el dinero público que recibían, no ha hecho más que acrecentar la imagen de prepotencia, rapacidad y torpeza que caracterizaron a las aventuras armadas pergeñadas por Rumsfeld y Cheney.

El descrédito de Xe

En este blog hemos seguido las acusaciones contra contratistas privados militares de crímenes en Irak, pero sobre todo contra Blackwater, que de entre todos los errores que cometió destaca el haber tenido un perfil demasiado alto mientras que lo que prima en el sector son el secretismo y los nombres difíciles de pronunciar (Erinys, Aegis, Triple Canopy, Dyncorp…).

Con sus ridículos vídeos promocionales, sus altisonantes anuncios de producción de armamento y la difusión hasta el hartazgo de sus instalaciones y programas de entrenamiento en Carolina del Norte, Prince quería que su empresa se convirtiera en el símbolo por antonomasia de los servicios privados en la guerra.

Consiguió todo lo contrario: una aguas negras en las que ya pocos gobiernos y empresas parecen querer navegar, de allí el cambio de nombre y la división de la compañía. No en vano el 7 de mayo se vio obligada a dejar de operar en Bagdad por orden del gobierno iraquí. Ha sido Triple Canopy quien se ha hecho cargo de sus contratos. En el resto del país podrá seguir operando hasta el mes de septiembre.

El pasado viernes nos hacíamos eco de las denuncias por abusos racistas en el Mc Arthur, embarcación de Blackwater que en teoría saldría a la caza de los piratas en el golfo de Adén, y que se suman, entre otras causas judiciales, al proceso por el asesinato de 17 civiles en Bagdad.

Ahora, cuatro empleados de una filial de la compañía, llamada Paravant, están siendo investigados por matar a un afgano y herir a otros dos en Kabul después de un accidente de coche, en lo que podría ser otro caso de gatillo fácil.

Ya en este blog dimos cuenta el año pasado desde Kabul del clima de nerviosismo que se vive en sus calles. Cada alto cargo extranjero que llega a una reunión, o inclusive a cenar en el jardín de la Gandamack Lodge, es escoltado por soldados privados que cortan el tráfico a placer, que se bajan con sus gafas de sol, sus chalecos antibalas, sus pinganillos en el oído y sus fusiles M4 sobre el pecho.

Anne Tyrell, portavoz de Xe declaró a Reuters:

Paravant puso fin a los contratos de los cuatro individuos involucrados en el incidente por no cumplir con los términos de su contrato, que requiere, entre otras cosas, el cumplimiento de la ley, regulaciones y políticas de la compañía.

De Eric Prince a otro príncipe, Lorenzo II de Médici, al que Nicolás Maquiavelo escribía el siguiente consejo:

Las mercenarios y auxiliares son inútiles y peligrosos; y el príncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no estará nunca seguro ni tranquilo, porque están desunidos, porque son ambiciosos, desleales…

Aunque este texto viera la luz en el año 1513, parece de absoluta actualidad.

El barco de Blackwater «naufraga» antes de dar caza de los piratas

El pasado mes de noviembre, la compañía antes conocida como Blackwater, y ahora llamada Xe, anunció a viva voz que enviaría una embarcación para luchar contra los piratas somalíes.

Al igual que el cambio de nombre, el ofrecimiento de servicios de escolta privada en el golfo de Adén intentaba relanzar a la empresa, cuyo ascenso ha sido tan meteórico como su vergonzoso desplome, cuando en 2007 no se le renovó el permiso para trabajar en Irak tras el asesinado de 17 civiles en Bagdad. Todo un símbolo de la desidia, la constante improvisación y la soberbia de la estrategia bélica de Bush y los neoconservadores.

Según informa Military.com, ahora resulta que quienes necesitan realmente protección no son los buques mercantes del Índico sino los propios marineros del Mc Arthur, barco propiedad de Xe, ante los abusos físicos y verbales a los que supuestamente los sometieron los oficiales al frente de la misión.

Insultos racistas y vejaciones

Las denuncias ya se encuentran en la justicia de EEUU. Hacen referencia a hechos vejatorios contra tres tripulantes durante el pasado mes de febrero cuando el barco aún se encontraba atracado en el puerto de Aqaba, en Jordania.

En teoría, uno de ellos, Christopher Waugama, fue esposado, maltratado y detenido contra su voluntad por haber hablado con un periodista. Otro de los tripulantes, Korey Jordan, veterano de la marina, acusó a al ingeniero en jefe, Melvin Kufelot, de proferirle constantes insultos racistas.

El tercer tripulante que emprendió acciones legales, Christopher Stamper, demandó a la compañía por haberlo despedido después de que denunciara el ambiente de “hostilidad y racismo” con el que se trataba a los marinos.

“Pensaban básicamente que podían hacer lo que les saliera de las narices”, afirma Stamper con respecto a sus superiores, en una confirmación de que la compañía no ha sido capaz aún de poner fin a las prácticas abusivas y poco profesionales que terminaron con su carrera en Irak.

Los malos humos de KBR

Otro proceso judicial que se acaba de poner en marcha, destapa más irregularidades, faltas de control y corrupciones en la creciente gestión privada de la guerra. En este caso la demandada es la mastodóntica empresa KBR, que realiza toda clase de labores logísticas para el ejército de EEUU en Afganistán e Irak.

En el año 2004, KBR empezó a recibir cientos de millones de dólares del gobierno de EEUU para deshacerse de los desperdicios generados por los soldados en las bases. En lugar de articular un sistema eficiente y respetuoso con el medio ambiente, los directivos de la compañía dieron órdenes de cavar hoyos y quemar la basura.

La demanda sostiene que “los hoyos eran tan grandes que se usaba tractores para arrojar en su interior vehículos, neumáticos, baterías, cadáveres, desperdicios plásticos y de otras clases, a los que se rociaba con gasolina”. Ahora exige que la empresa devuelva “los beneficios que haya podido obtener por los contratos”.

En teoría, la inhalación de los humos provocados por la quema de basura, tanto entre soldados y empleados de la empresa, habría provocado problemas crónicos respiratorios y una muerte. Suman ya más de 70 los demandantes, sin bien KBR sigue hasta el día de hoy con la misma política para la destrucción de los desperdicios.

Adelgazar la privatización de la guerra

Ya en la legislatura anterior, algunos demócratas intentaron poner coto a los contratos a sociedades privadas por parte del Departamento de Defensa, pues no es breve la lista de incidentes similares a los relatados en esta entrada (uno de los últimos, la compra de tres helicópteros M-17 para Afganistán a una firma eslovaca de ambulancias). Ahora están trabajando en el Congreso para conseguir que sean empresas iraquíes y afganas las que se asuman el trabajo.

Responden a una petición lanzada en enero por el propio general Ray Odierno, que propuso reducir la labor de las empresas extranjeras en un 5% por cuatrimestre para dar trabajo así a los iraquíes. Para el mes de septiembre se habrán gastado 25 mil millones de dólares en servicios contratados a compañías privadas.

La empresa antes conocida como Blackwater

Aquellos bonitos vídeos promocionales que mostraban a los mercenarios de Blackwater rompiendo puertas, saltando de sogas colocadas en las terrazas de edificios, surcando el cielo en paracaídas, son ya algo del pasado.

Aquella idea tan sana y estimulante que intentaban vender – que luchar contra los terroristas desde la iniciativa privada, además de un deber patriótico, podía ser cool y apasionante, con música de fondo de Ted Nugent (pésimo rockero, pero amante de las armas, eso sí) -, parece estar ya fuera de moda.

A partir del viernes, la compañía de Eric Prince ha dejado de funcionar bajo su nombre original. Y ha optado, deliberadamente, por una denominación tan poco pronunciable que, al igual que sucediera con el otro Prince famoso, no tendremos más opción que referirnos a ella como «la empresa anteriormente conocida como Blackwater».

Mercenarios poco discretos

A lo largo de los últimos años, Eric Prince se debe de haber preguntado en más de un ocasión por qué no le puso a su empresa uno de esos nombres oscuros, difíciles de recordar, como DynCorp, Aegis, Triple Canoply, Erinys. Si lo importante en el negocio de los mercenarios es justamente la discreción.

Pero no, se dejó llevar por el espíritu de la era Bush y sus amigos neoconservadores. Esos tiempos, posteriores al 11S, y su consecuente cheque en blanco político, en que se hacía todo sin miramientos ni dudas morales, con la cabeza bien alta, ya fuera invadir países, secuestrar o torturar.

Cuando a partir de 2001 empezó a hacerse multimillonario, mantuvo la llamativa marca Blackwater. Una denominación que cualquier ama de casa puede recordar: agua negra. Hasta inclusive un periodista.

No es lo mismo decir: “¿Has visto que los empleados de Dyncorp tenían una red de prostitución en Bosnia?” «¿Has visto el vídeo de los mercenarios de Aegis, la empresa de Tim Spicer, disparando a iraquíes?». A decir: “¿Has visto que Blackwater mató a veinte civiles en Bagdad?”

Porque si se trata de crímenes y escándalos, Blackwater no es la única de la lista, aunque sí la más famosa.

Mercenariolandia

Pero Eric Prince, que llegó a sentarse frente al congreso de los EEUU, no sólo eligió un nombre atractivo para su empresa, sino que fue mucho más allá: trató de imponer la marca.

Sin prever que un día el viento podría cambiar de dirección, que el patriotismo henchido de hormonas bélicas post 11S podría convertirse en hartazgo y decepción, hizo todo por exponerla, por difundirla.

Quería que fuera un símbolo de la subcontratación de la guerra, de la seguridad globalizada, de la lucha privada contra el terrorismo, según lo es Nike para la ropa deportiva, Starbucks para las tiendas de café o Windows para los sistemas operativos.

Tanto fue así que no dudó en tratar de popularizar el logo de la compañía a través del merchandising. No exactamente muñequitos de Luke Skywalker o cajitas felices, sino pistolas como la Sig Sauer P226 Blackwater edition, que lleva las famosas garras del oso talladas en la empuñadura.

El negocio continúa

A partir del pasado viernes, Blackwater Worldwide ha pasado a llamarse Xe. Y la filial dedicada al entrenamiento de personal ha sido bautizada como U.S. Training Center Inc.

Ahora sí, como debe ser, tiene un nombre imposible de pronunciar. Parece ya más difícil que alguien comente: “¿Has visto que los mercenarios de Xe se han cargado a veinte personas en Bagdad?” Pues ni siquiera queda claro cómo se pronuncia: ¿Che? ¿Ze? ¿Tse?

Pero esta adaptación a los tiempos que corren, al nuevo espíritu propugnado por la administración Obama, no quiere decir que el negocio no siga. Al contrario, si bien la compañía carece ya de permiso para actuar en Irak, su actividad parece más frenética que nunca.

Su vasto menú de servicios va desde el alquiler de espías y la lucha contra piratas, pasando por la producción de armamento, carros de combate y aviones ligeros, hasta la protección de proyectos de construcción y cargamentos en zonas de conflictos, y el entrenamiento de perros y atletas de élite.

El nuevo negocio de Blackwater: mercenarios contra piratas

Desde el año 2001, Blackwater ha crecido de forma exponencial, convirtiendo a su dueño, Erik Prince, en multimillonario. La pasión belicista de los neoconservadores en Washington, a los que Prince está íntimamente ligado tanto por ideología política y creencias religiosas como por haber financiado sus campañas, le ha permitido conseguir suculentos dividendos.

Los repetidos crímenes cometidos por sus hombres en Irak han sumido a Blackwater en el más absoluto descrédito. Sin embargo, Prince no se rinde y busca nuevos modelos de negocio para su empresa. Siempre dentro del ámbito de la participación privada en la guerra, o de la gestión de mercenarios, cada uno que le ponga el nombre que crea conveniente.

Mercados copados

Con respecto a Irak, la creciente aunque aún frágil estabilidad del país hace que el negocio de la protección de diplomáticos y funcionarios locales esté en declive. Con respecto a América Latina, allí quien controla el monopolio de la violencia privada empresarial es Dyncorp, compañía que se lleva una buena tajada del Plan Colombia.

Algunos de los soldados estadounidenses de ascendiente latinoamericano con los que estuve en Afganistán me manifestaron su deseo de trabajar en el futuro para esta empresa, por afinidad cultural y porque pueden ganar hasta tres o cuatro veces más que en el ejército.

Japón, Taiwán y Kenia

Después de la seguridad en Nueva Orleans, tras el paso del huracán Katrina, Prince consiguió varios contratos. En Japón, sus hombres se dedican a la protección del controvertido sistema de defensa antimisil. En Taiwán entrenan a la policía secreta.

A principios de año, un incidente surrealista tuvo lugar en Kenia. Ante la violencia post electoral, que cubrimos en este blog, un agente de la empresa sacó del país a tres estudiantes estadounidenses. Se especula con que podría haber sido una misión encomendada por uno de los padres de las jóvenes, o una acción de la empresa destinada a tratar de mejorar su imagen.

Contra los piratas

Otra de las líneas de negocio seguida por Blackwater ha sido la fabricación de carros de combate y armamento. Aunque ahora, la gran apuesta de Prince parece ser la lucha contra los piratas somalíes, que en octubre ha anunciado a bombo y platillo.

Para ello enviará al Golfo de Adén al MV McArthur, un barco de unos 54 metros de eslora y 14 tripulantes. Y tiene planeado crear una flota de dos o tres embarcaciones. Si tomamos en cuenta que el 8% del comercio mundial pasa por la zona, los beneficios para Blackwater podrían ser astronómicos.

No se trata de una idea nueva. Los mercenarios han sido empleados para luchar contra los piratas a lo largo de ocho siglos. Pero estos son otros tiempos, al menos en teoría, y ya algunas voces han señalado que no existe legislación que permita limitar y controlar la acción de Blackwater, como sucedió en Irak con terribles consecuencias para decenas de civiles inocentes.

Mercenarios: Si te acercas demasiado te volamos la cabeza!!! (vídeo)

Continúo con la descripción de las empresas de seguridad británicas que trabajan en Irak. Y antes de sumergirme en la escandalosa trama de intereses y corrupción de Erinys, que protege en el mundo a compañías como Siemens, Fluor y la BBC, hago un alto para referirme a Aegis, otra firma del Reino Unido.

En 2004, esta empresa recibió 201 millones de euros para coordinar el trabajo de todas las empresas de seguridad y proteger la zona verde de Bagdad. Apenas un año más tarde, la oficina del Inspector General para la Reconstrucción de Irak sacó a la luz el resultado de una auditoria que afirma que Aegis no ha entrenado a sus empleados para utilizar las armas que usan, y que no ha seguido algunas de las reglas de la Oficina Regional de Coordinación. Esta auditoria también critica al Pentágono por no supervisar las labores de Aegis. Y concluye que no hay certeza de que la compañía británica esté “brindando la mejor seguridad posible a los miembros del gobierno, a los contratistas extranjeros y a sus instalaciones”.

De lo que sí no queda duda es de que los muchachos de Aegis pasan un magnífico rato en Irak disparando a todo vehículo que se les acerca, según muestra el vídeo que ellos mismo filmaron. Como ya comenté en post anteriores, al referirme a los crímenes de Blackwater y Unity, estas empresas, destinadas a proteger a políticos y a intereses occidentales, se han convertido en la pesadilla de los iraquíes de a pie. Y más aún, por el hecho de que tienen licencia para matar, pues según lo establecido por Paul Bremer III en 2003, no pueden ser juzgadas por sus crímenes.

En la próxima entrada del blog, la respuesta de la compañía a este vídeo, la lista de crímenes de la que es acusada, y el debate posterior que surgió. También la historia de Tim Spicer, el director de la empresa, un antiguo coronel escocés, duramente criticado por el comportamiento de su anterior firma de seguridad, Sandline, en Papúa Nueva Guinea y Sierra Leona.

Mercenarios: cerca del fin de la impunidad en Irak

Es importante que tengamos presentes las mentiras y manipulaciones con las que se justificó la invasión de Irak en 2003, ya que otra vez los tambores de guerra están sonando con fuerza en Washington.

George Bush acaba de declarar que quiere instalar su escudo antimisiles en Europa en caso de una tercera guerra mundial. Y Dick Cheney se ha despachado con una serie de acusaciones desmedidas y carentes de pruebas contra Irán, en un tono abiertamente belicista.

Una vez más, como si la historia se repitiese, ha sido Mohamed El Baradei, ganador del Premio Nobel de la Paz 2005 junto con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), quien ha salido a atemperar la situación, repitiendo que su equipo en el terreno no ha recogido prueba alguna de que Irán esté desarrollando armamento nuclear. Recordemos que su mensaje fue el mismo con respecto a las famosas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron en Irak, al tiempo en que Aznar aparecía en Antena 3 para decir que existían.

Esperanza ante el drama iraquí

Desde el momento en que Bush afirmó que había ganado la guerra en mayo de 2003, los ciudadanos iraquíes han padecido una concatenación de atrocidades difíciles de imaginar. Desde la violencia sectaria hasta la casi absoluta desaparición del sistema sanitario, la ausencia de luz, la inoperancia y violencia de las fuerzas de ocupación, la corrupción de sus propios gobernantes. Tanto es así que cuatro millones optaron por abandonar el país y convertirse en refugiados principalmente en Siria y Jordania.

Por fortuna, y tras medio millón de muertos, las datos estadísticos de los últimos permiten vislumbrar que la situación en Irak podría estar próxima a alcanzar un punto de inflexión. Según el ministerio del Interior iraquí, el número de civiles muertos bajó de 1.990 en enero a 844 en septiembre. Los cuerpos sin vida arrojados en las calles de Bagdad pasaron de 428 en agosto a 151 en octubre. Y los ataques con bombas a los miembros de la coalición descendieron en un 60%.

La estrategia de las fuerzas de ocupación de trabajar codo a codo con los líderes tribales podría esta haciendo que Al Qaeda pierda terreno. Ya que serían los propios iraquíes los que los estarían echando. Hacía dos años que Irak no vivía una reducción semejante en los niveles de violencia.

Un punto crucial en la inflexión

En este proceso, que ojalá llegue a buen puerto, resultaría también crucial poner coto a las empresa de seguridad privadas que trabajan en Irak, cuyo accionar se ha convertido en otra fuente de desgracias para los iraquíes de a pie. Basta una confusión, un coche que se acerca demasiado a un convoy, una duda en un checkpoint, para que abran fuego.

Tras un mes y medio en el que se han concatenado las muertes de civiles por parte de empresas como Blackwater, finalmente el parlamento iraquí está debatiendo hoy un proyecto de ley que podría poner fin a la inmunidad-impunidad de la que gozan los miembros de estas compañías gracias a la Orden 17, una controvertida medida que adoptó la Autoridad Provisional de la Coalición liderada por EEUU tras la invasión de 2003.

Las presiones sobre los legisladores iraquíes no son pocas, más si tenemos en cuenta la noticia que se filtró que afirma que el Departamento de Estado de EEUU acaba de prometer inmunidad a los integrantes de Blackwater involucrados en la matanza de 17 iraquíes el día 16 de septiembre. Pero también la pugna se da dentro de EEUU, donde los parlamentarios demócratas quieren que la compañía de Erik Prince pague por sus crímenes.

El conflicto de Irak ha sido el más privatizado de la historia moderna. Así como en la Primera Guerra del Golfo la relación entre soldados y personal privado era de 60 a 1, en estos momentos las personas contratadas por empresas, más de 180 mil, superan a las tropas estadounidenses, que suman 160 mil.

Mercenarios: Blackwater y la historia del pequeño príncipe

Durante años, Erik Prince, único propietario de la firma Blackwater, huyó de los objetivos de las cámaras. Algunos empleados de su empresa lo describen como un hombre esquivo, hermético. Cuando el pasado 2 de octubre se enfrentó al Comité de Supervisión y Reforma de Gobierno de la Cámara de Representantes de EEUU, finalmente su retrato salió en la prensa de todo del mundo.

Erik Prince fundó Blackwater en 1997 con el dinero que recibió de la herencia de su padre, Edgar Prince, empresario de la industria de autopartes. Dueño de Prince Automotive, murió repentinamente de un infarto en 1995.

Casi desde el momento mismo de su creación, el crecimiento de la firma de seguridad, cuya sede se encuentra en un rancho de Carolina del Norte, ha sido vertiginoso. A partir del 2001, Blackwater recibió más de mil millones de dólares por sus servicios en Irak.

Servicios que han sido severamente criticados por los congresistas demócratas. Según el informe que tenían en su poder, y en el que se basó el encuentro con Prince, los miembros de Blackwater protagonizaron 195 tiroteos en Irak desde 2005.

«El contrato de Blackwater para proveer servicios de protección al Departamento de Estado establece que Blackwater sólo se puede comprometer en el uso defensivo de la fuerza. Sin embargo, en un 80% de los casos, Blackwater informa que disparó primero«, se lee textualmente en el documento. «En la gran mayoría de los casos en los que Blackwater dispara, Blackwater lo hace desde vehículos en movimiento y no se queda en la escena para ver las consecuencias que causó».

Las víctimas de estas balas suelen ser civiles iraquíes que comenten el error de acercarse demasiado con sus coches a los convoyes de altos cargos estadounidenses que recorren Irak con la protección de la compañía de Prince.

“Parece que Blackwater ha desarrollado la cultura de dispara primero – y a veces mata – y luego haz las preguntas”, afirmó durante la audicencia con Prince el congresista demócrata Elijah Cummings. “¿Por qué estamos privatizando a nuestros militares por una organización que ha sido agresiva, y en algunos casos temeraria, en el cumplimiento de sus deberes”, preguntó la demócrata Carolyn Maloney.

La connivencia del Departamento de Estado

El informe también señala el comportamiento permisivo del Departamento de Estado de EEUU ante el gatillo fácil de tantos miembros de Blackwater, empresa que cuenta con 774 empleados estadounidenses, 231 de terceros países y 12 iraquíes. Un comportamiento que retrata la impunidad de la que goza la compañía de Prince, cuyos integrantes no pueden ser juzgados en Irak por los delitos que cometieron, según el decreto del procónsul Paul Bremen III, al que los miembros de Blackwater protegían personalmente.

En diciembre de 2006, un miembro de Blackwater que estaba ebrio, mató a un guardia de vicepresidente iraquí Adil Abd-al-Mahdi. En menos de 36 horas, el Departamento de Estado lo sacó de Irak, recomendando que la empresa de Prince pagara 250 mil dólares y se disculpara a la familia del guardia. Al final, sólo les hicieron llegar 15 mil dólares. El servicio diplomático del Departamento de Estado afirmó que si se pagaba más dinero no faltaría los iraquíes “que se quisieran hacer matar”.

En otro caso en que un ciudadano iraquí inocente fue asesinado, el Departamento de Estado exigió que se le dieran cinco mil dólares a la familia para dejar “atrás este asunto desafortunado lo más rápidamente posible”.

En la Comisión parlamentaria, Prince se negó a aceptar que sus hombres fueran llamados “mercenarios”. Dijo que se trataba de “leales americanos”, sin tener en cuenta que algunos son extranjeros.

La historia personal de Prince, multimillonario a los 38 años de edad, con su educación en un ambiente puritano de Michigan, y su apoyo financiero a instituciones cristianas ultraconservadoras, habla de la brecha ideológica que divide en dos a EEUU, y que está en la raíz de las últimas guerras emprendidas por este país, y de sus actuales planes belicistas hacia Irán, como explicaré en próximas entradas.

Continúa…

Mercenarios: Blackwater, DynCorps…

Comencé a escribir Viaje a la guerra desde en un campamento del sur de Sudán. En la puerta de la tienda de campaña, entre los mosquitos, el calor y los ecos lejanos de los disparos de los AK47, redacté algunas de las primeras entrada de este recorrido por los conflictos armados del siglo XXI, de este encuentro con sus víctimas, que también ha derivado en un periplo por la miseria, por el cambio climático, ya que son realidades que estarán en la base de numerosas situaciones violentas futuras.

Un campamento creado y regentado por la compañía DynCorps, en el que compartía el patio de comidas, los baños y el bar con miembros de la ONU, contratistas privados de empresas de reconstrucción y mercenarios. Un campamento en el que me cobraban 150 euros la noche por dormir en una tienda diminuta, asfixiante, con manchas de sangre en las asfixiantes lonas que hacían de paredes.

Desde aquel primer momento, la actividad de Dyncorps, hoy duramente criticada, me llamó la atención. Así como tantas otras empresas privadas de guerra que fui hallando en el camino, como Blackwater, que también se encuentra en una situación crítica, tras haber sido acusados algunos de sus integrantes de varias matanzas de civiles iraquíes.

Aprovecho este alto en Madrid de dos meses, en el que estoy recargando fuerzas, ordenando mi vida y disfrutando de esas pequeñas rutinas cotidianas como bajar a tomar un café al bar de la esquina, comprar el periódico y encontrarme con amigos, para sumergirme en el contestado universo de estas empresas cuyos beneficios se han multiplicado astronómicamente en los últimos años.

Rescataré entrevistas que hice a algunos de sus integrantes, conversaciones que mantuve con expertos en la materia, y me sumergiré en la vasta bibliografía que fui compilando a lo largo del tiempo. ¿Empresas de seguridad o grupos de mercenarios? ¿Cuál es su implicación casos de tortura como Abu Graib? ¿Cómo han crecido tan rápidamente? ¿Cuál es su vinculación con la extrema derecha, con los grupos religiosos protestantes más radicales, con la tradición puritana de EEUU? ¿De dónde salieron personajes como Erik Prince? ¿Es ético privatizar las guerras?